sábado, 20 de septiembre de 2008

La silueta urbana (skyline) de Madrid

Debo reconocer que me he pasado casi más tiempo decidiendo como titulaba este artículo que escribiéndolo. Todo el problema está, por supuesto, en la palabra "skyline". Lo normal es que el titulo fuera El skyline de Madrid, corto, conciso y sencillo de entender por todos los que tienen que entenderlo. Sin embargo... mis prejuicios lingüísticos y mi defensa a tope del castellano como lengua universal alternativa al inglés no me dejaba tranquilo. De forma que me dediqué a buscar otras posibilidades. "La línea del horizonte" no está mal, pero la palabra "del" entre línea y horizonte hace que cuando se acompaña de la ciudad de que se trate, no resulte bien. "La línea del horizonte de Madrid" ya no es lo mismo. Y "el horizonte" sin más parece indicar otra cosa (horizonte financiero, horizonte urbano, horizonte educativo). Luego está la palabra "panorama" pero tiene el mismo problema que horizonte. También "perfil urbano" podría utilizarse pero, generalmente, cuando se aplica a una ciudad es en el sentido de "Conjunto de rasgos peculiares que caracterizan a alguien o algo". De forma que, al final, me decidí por "silueta urbana" en el sentido de "forma que presenta a la vista la masa de un objeto más oscuro que el fondo sobre el cual se proyecta" entendiendo como tal la forma de la ciudad al proyectarse sobre el fondo más claro del cielo. Pero como seguramente, y de momento, iba a tener problemas con los buscadores decidí poner también la palabra "skyline" en el titulo.

La Cuatro Torres, desde el este, de La Galería de Cuellar

El caso es que me gustaría comentar algo sobre una cuestión que seguramente no se le habrá escapado a casi nadie: la aparición de cuatro grandes edificios en el azul tan especial (y tantas veces contaminado) del cielo de Madrid. Los cuatro edificios responden al absurdo nombre de "Cuatro Torres Business Area" y no es mi intención comentar sus características, su arquitectura, los problemas urbanísticos que probablemente plantearán cuando entren en carga o el grado de belleza o fealdad del que están dotados (en múltiples sitios de la red se pueden encontrar comentarios sobre estos temas), sino su influencia en la percepción de la ciudad.

Las Cuatro Torres desde el oeste, de Igv

Hay pocas ciudades que cuenten con una silueta urbana característica que las identifique de forma inequívoca: Nueva York, Toledo, Praga o Londres (también Los Ángeles, increíblemente), por ejemplo, pertenecen a este selecto grupo. De Nueva York la vista de Manhattan viniendo en barco desde la Estatua de La Libertad. De Toledo el casco histórico desde la entrada de la carretera de Madrid con el El Alcázar y la Catedral recortados en el horizonte. De Praga la vista de la ciudad vieja desde el puente de Carlos. De Londres el Támesis con el Parlamento, etc. De Los Ángeles, el centro de negocios surgiendo mastodóntico sobre una alfombra de pitufos unifamiliares (Kevin Lynch lo llama "el suburbio frondoso").

Los Ángeles, de shine

Luego hay otro conjunto de ciudades que, sin tener una silueta característica cuentan con algún elemento que las identifica de forma inequívoca. La Torre Eiffel en París, El Coliseo de Roma, la Acrópolis de Atenas o el Guggenheim en Bilbao. Madrid no se encuentra en ninguno de estos grupos.

El Guggenheim en Bilbao, de Wikimedia

En unas jornadas celebradas en el año 2006 sobre El Paisaje del Centro Histórico de Madrid, organizadas por el Ayuntamiento y en las que intervine con una ponencia que debe estar reseñada en algún artículo del blog, el director de cine Félix Murcia contaba (haciendo suyas las palabras de Ignacio Armada Manrique) que, para situar al espectador en Nueva York, Londres, París o San Francisco, bastaban uno o dos planos en cualquier película. Pues bien, para situar a Madrid se necesitaba poner el nombre. Dice Ignacio Armada:

La Cornisa de Madrid, de Daniel Meyer

"Ciudades europeas como Londres, París e incluso Berlín con su puerta de Brandemburgo -y no digamos Roma o Venecia-, también cuentan con una suerte de sky-line al que han recurrido no pocas veces los cineastas autóctonos, e igualmente los foráneos que han localizado allí sus filmaciones. Es algo que explicaban en los años sesenta desde Alfred Hitchcock a François Truffaut y que se puede resumir en el siguiente lema: si vas a rodar en una ciudad con un edificio famoso, localiza la acción en ese lugar. No sólo la imagen aporta información sobre el escenario; además, el espectador se sentirá inconscientemente cómodo y satisfecho al poder contemplar lo que en definitiva esperaba ver. Si una película transcurre en Londres, necesitamos ver el Big Ben. No podemos por menos de preguntarnos por qué eso no ha ocurrido en el cine español, ni antes ni ahora, respecto a Madrid".

Madrid, La Cibeles a finales del s XIX, de Madripedia

Dice Félix Murcia (ahora cito palabras suyas) que "hasta ahora las imágenes icónicas de Madrid más utilizadas en el cine han sido La Cibeles, la Puerta del Sol o la Puerta de Alcalá, que como se puede comprender no sobrepasan su identificación nacional demasiado allá". Su tesis es que a los madrileños no les interesa esta identificación. Es más, siempre han procurado confundir al forastero cambiando continuamente la ciudad (coincide con mi teoría sobre su alta tasa de renovación urbana) "desde las primeras obras de derribo, en 1809, que José Bonaparte ordenó llevar a cabo en torno al Palacio Real; desde cuyo comienzo, cuando se pregunta cómo es Madrid, se viene respondiendo invariablemente que: se sabrá cuando lo acaben". Podríamos concluir que lo característico de Madrid es no tener nada característico (claro está, todo el tiempo estamos hablando de imagen) y si aparece algo cambiarlo de inmediato por otra cosa. En un trabajo que hice ya hace algunos años precisamente sobre el tema de la imagen y la identidad nos dedicamos a buscar los recuerdos que los turistas se llevaban de Madrid. Efectivamente, algunas Cibeles en miniatura, puertecitas de Alcalá de lo mas kitsch y, sobre todo, muñequitos con traje andaluz, toreros, pequeños mañicos, abanicos, galleguiños de todos los tamaños con gaitas incluidas... todos los pueblos de España estaban representados (incluidos los propios madrileños, claro, pero como uno más). No sé si ahora la situación habrá cambiado mucho, pero supongo que, en esencia, seguirá igual.

Densidad de fotos en Panoramio, casco antiguo y Castellana

Por cierto, y haciendo un inciso, Ignacio Armada se refiere también al skyline: "En el abc de la narrativa fílmica estadounidense, existe desde hace décadas un recurso muy empleado, conocido como sky-line. Esa línea del cielo, que supone tomas aéreas de los horizontes y lugares más relevantes o identificables de la urbe, con planos picados y cenitales, permite al cineasta, generalmente, realizar una virtuosa economía en el desarrollo del relato, puesto que mientras contemplamos el inicio de la película con los títulos de crédito y de vanidad del equipo técnico y artístico, a la vez nos situamos rápidamente en el lugar de la acción sin necesidad de prolegómenos". Esto por si alguien entendía que el término no era básicamente paisajístico. Aunque primitivamente en inglés se refiera a la línea del horizonte tanto urbana como no urbana ya vemos que en este caso se centra en las áreas urbanas. Y todavía hay interpretaciones mucho más restrictivas que entienden la expresión relacionada sólo con el recorte sobre el cielo de las torres y edificios altos.

Vista de Madrid desde el suroeste, de FJP

El caso es que esta falta de identidad de la ciudad se ha mantenido también en su silueta. Aunque la imagen panorámica de Madrid cambia de forma notable según el punto de vista (no es lo mismo viniendo por la carretera de Valencia que por la de A Coruña) se podría describir como bastante homogénea en su estrato construido. Un cuerpo de edificación bastante compacto que sigue las ondulaciones del terreno y del que no sobresalen por su altura demasiados edificios y un basamento de vegetación variable según los lugares desde donde se mire. Este basamento es muy importante y abarca la totalidad de la ciudad si las miradas son del noroeste y es prácticamente inexistente desde el sureste. En cualquier caso, este “poblachón manchego ampliado” como en algunos casos se le denomina atendiendo a su caserío, nunca se ha caracterizado por una silueta aristocrática o de altos vuelos. Esto no quiere decir que no haya tenido sus “incidencias” que se han quedado siempre (hasta hoy) en el ámbito doméstico.


Obviando la imagen más primitiva de la ciudad (centrada en la llamada “cornisa de Madrid” con el Palacio Real como edificio principal mirando al Manzanares) que se reproduce en una foto más arriba, el primer grupo de “incidencias” estaba constituido por el edificio España y la Torre de Madrid. El edificio España fue construido en el año 1953 y cuenta con 25 plantas con una altura de 117 metros. Cuatro años más tarde se terminaba la Torre de Madrid ya con 37 plantas y 142 metros de altura, siendo en su momento el edificio de hormigón más alto del mundo. Los proyectos fueron de los arquitectos Joaquín y Julián Otamendi. El conjunto de ambos edificios junto con la plaza que delimitan fue durante años (todavía lo es) un elemento emblemático de la ciudad. Pero un emblema doméstico. Todavía conservo las fotos de mis padres cuando vinieron por primera vez a Madrid: estaban hechas en esta plaza intentando por todos los medios incluir en la foto la Torre de Madrid lo que obligaba a que aparecieran únicamente sus cabezas de las que surgía el edificio.

El Edificio España y la Torre de Madrid, de Lauris

El problema de este conjunto desde el punto de vista del perfil de la ciudad es que estaba situado en una cota muy baja y, por tanto, no destacaba excesivamente. El edificio de Telefónica, Gran Vía arriba situado a una cota muy superior sobresalía más sobre la masa compacta del zócalo edificado. En cualquier caso no tenían fuerza suficiente para caracterizar de forma inequívoca a la ciudad en el ámbito internacional y eso que la Torre de Madrid fue hasta el año 1967 el edificio más alto de Europa y llegó a gozar de una cierta notoriedad.

El perfil característico de Torrespaña, basado en James T Menendez

Durante veinticinco años la silueta urbana de la ciudad no varió ostensiblemente y para varias generaciones de madrileños parecía que las cosas se estabilizaban. Pero en el año 1982 se inauguró Torrespaña (o Torre España, según versiones) que con sus 220 metros más 12 de la antena se convierte en el edificio más alto del país. “El pirulí” como se le llama popularmente, sí que supuso un impacto importante en la silueta de la ciudad, no sólo por su perfil tan característico, sino también por el hecho de albergar los servicios informativos centrales de TVE lo que hizo que apareciera como “logo” en muchos programas de televisión. Sin embargo tampoco terminó de cuajar como imagen distintiva de la ciudad porque se parecía demasiado a otras torres de comunicaciones que se estaban construyendo en todo el mundo. Además, poco tiempo después se empezó a desarrollar el complejo de negocios de Madrid AZCA (Asociación Mixta de Compensación de la Manzana A de la Zona Comercial de la Avenida del Generalísimo, que tal era su nombre completo) con edificios de gran altura que, aunque no llegaban a los 220 de Torrespaña, al ser varios, influyeron de forma notable en el cambio de silueta de la ciudad.

Parte del complejo AZCA sin la Torre Windsor, de Dgr

En este complejo de negocios se construyeron varios edificios emblemáticos: la Torre Windsor (destruida hace tres años por un incendio), la Torre del Banco de Bilbao de Saénz de Oiza, o la Torre Europa de Oriol. Pero la que destacó de forma inequívoca fue la Torre Picasso del arquitecto japonés-americano Yamasaki (que fue también el proyectista del World Trade Center de Nueva York). Se inauguró en 1988 y sus 157 metros de altura la convirtieron en la más alta de Madrid, si exceptuamos Torrespaña. Aunque Torrespaña nunca ha sido considerada propiamente como edificio, sino más bien como “artefacto” de comunicaciones ello no invalida su fuerza para caracterizar la silueta urbana de la ciudad.

Torre Picasso en AZCA, de Lau

Ya en el año 1996 se inauguran las Torres KIO (ahora rebautizadas como Puerta de Europa). Se trata de dos torres gemelas inclinadas 15º respecto a la vertical proyectadas por Philip Johnson y John Burgee y cuya forma las ha dotado de una cierta notoriedad. Aunque cuentan tan sólo con 27 plantas repartidas en sus 114 metros de altura el hecho de encontrarse en el remate del eje de La Castellana (vía norte-sur que ha organizado la ciudad siendo un referente durante muchos años) y su extraña disposición, hicieron que pronto gozaran de gran popularidad.

Las torres KIO hoy, al fondo las Cuatro Torres, de Nada Nunca es Nada

Existe una cierta “leyenda urbana” respecto a estas torres que dice representan el mal. Leyenda no se sabe muy bien si acrecentada o creada por el director de cine Álex de la Iglesia cuando las señaló como símbolo del diablo en su película “El Día de la Bestia”. Pero claro, un símbolo de este tipo (aunque sea la única obra en España de Philip Johnson, premio Pritzker de arquitectura en 1979) no puede pretender llegar a convertirse en elemento característico de la imagen en ninguna ciudad (?). Estas torres, junto a Torrespaña y Torre Picasso constituyen el segundo grupo de elementos configuradores de la silueta urbana de Madrid. Pero las cosas se aceleran y no pasarán ni doce años para que vuelva a cambiar.

Torrespaña con las Cuatro Torres al fondo
También Torres Blancas de Javier Saénz de Oiza
y el Hotel Puerta América de Jean Nouvel
ambos en primer plano (imagen de Lauris)

En el año 2008 en los antiguos terrenos de la Ciudad Deportiva del Real Madrid reconvertidos legalmente en suelo urbano apto para albergarlas (muchos hablan de una de las mayores operaciones especulativas de los últimos años) se levantan las Cuatro Torres Business Area. Estas torres rompen definitivamente la escala tradicional del caserío de Madrid.

Las Cuatro Torres y el caserío tradicional, de La Región

Los números son impactantes si los comparamos con lo anteriormente existente: Torre Espacio (224,5 metros de altura, 53 plantas), Torre Sacyr Vallehermoso (236 metros, 52 plantas), Torre de Cristal (249 metros, 52 plantas), Torre CajaMadrid (250 metros, 45 plantas, el edificio más alto de España).

Imagen basada en una foto de Peruarki

Son visibles desde casi todos los puntos de la ciudad y desde los alrededores se observan como cuatro grandes gigantes andando sobre una masa de liliputienses.


Si observamos el plano de situación de estos elementos que configuran la silueta urbana de Madrid puede verse como, a partir de la construcción de AZCA se han ido colocando a lo largo del eje norte-sur de la ciudad, y cada vez más hacia el norte. Incluso las Cuatro Torres están alineadas paralelas a este eje. El significado sobre la imagen de la ciudad es obvio: sólo las vistas desde el este o desde el oeste ofrecen un despliegue de los elementos configuradores que tiene interés. El problema formal es que en estos casos la masa potente de las torres que han asomado este año al cielo de Madrid queda muy lateral y descompensada. Como si la ciudad no tuviera que ver con ellas.

Skyline de Madrid, Alberto Racatumba, 2008

Me temo que en estas condiciones tendremos que seguir esperando “a que acaben Madrid” (aunque que yo sepa, gracias a Dios, nadie tiene la concreta misión de hacerlo). Al fin y al cabo si los madrileños han esperado ya dos siglos desde que José Bonaparte empezó las obras en 1809 bien pueden esperar unos añitos más. Lo cual, desde el punto de vista de muchos de los que vivimos en este aglomerado que es actualmente la capital, probablemente sea lo que mejor le pueda pasar. La ciudad sin imagen (tal parece el titulo de una película) probablemente esté mejor preparada que otras para reconvertirse una vez más en algo nuevo, que no necesariamente tenga que ver con su silueta recortada en el cielo de Velázquez o con la ciudad de los topos que están creando año a año las tuneladoras en el subsuelo.

Skyline de Madrid, Anton Van der Wyngaerde, 1562
Vista desde el Cerro Garabitas

El dicho popular es sabio: “De Madrid al cielo, y en el cielo, un agujerito para verlo”. Y es que, según la leyenda, las almas de los que han muerto en Madrid se reúnen, de madrugada, en la Casa de Campo (quien quiera ir a contemplar el espectáculo es en el Cerro Garabitas) y suben todas juntas hacia el cielo en una nube de rosas y violetas (con alguna pincelada de verde perdida entre los vapores). Cuando llegan parece ser que abren un agujerito en el cielo para ver desde allí la ciudad de sus amores. Por eso hay que tener cuidado con los edificios altos en esta ciudad, no sea que tapen el agujerito y las almas de los difuntos se queden sin saber como será Madrid “cuando lo acaben” no se sabe quienes.