lunes, 2 de noviembre de 2015

Las nuevas agendas urbanas

En octubre de 2016 se celebrará en Quito el congreso Hábitat III centrado en la propuesta de una Nueva Agenda Urbana que debería basarse en el desarrollo urbano sostenible. El primero se celebró en Vancouver en 1976 y el segundo en Estambul en 1996. Se trata de convocatorias de la Asamblea General de Naciones Unidas y suponen hitos de referencia que es conveniente conocer ya que se citan con profusión en toda reunión internacional que se precie. Con esta disculpa voy a tratar de exponer algunas ideas que me perturban respecto al tema de la posibilidad de una Agenda Urbana Mundial. Porque hay múltiples Agendas Urbanas: mundial, europea, española, de Madrid, de Valencia, del Eixo Atlántico, de Benimaclet o de América Latina y el Caribe (entre decenas de ellas). El hecho de que se pretenda redactar una Agenda Urbana Mundial me produce algunas inquietudes que voy a tratar de reflejar en este artículo.

El congreso Hábitat III se celebrará en Quito  climade

Y no es que desconfíe que se pueda llegar a consensuar y a firmar (no me cabe ninguna duda de que se hará). Lo único que me inquieta son algunas preguntas que tengo ahí, soterradas, y que me parecen “políticamente incorrectas”. Por otra parte, reunir a tantos cerebros de tantos países pensando conjuntamente sobre las ciudades solo puede ser beneficioso para todos (?). Empezamos bien, no sé si seguir porque tengo la impresión de que el artículo de hoy va a ser excesivamente negativo. Y tampoco es cosa de desanimar al personal que, a estas alturas, ya anda suficientemente desanimado. Pero bueno, seguiré. De momento con el único propósito de intentar contestarme a mí mismo. El hecho de que lo convoque la Asamblea General de las Naciones Unidas ya es un indicador de inutilidad. No me quiero meter ahora en disquisiciones políticas pero el currículum de esta institución no es precisamente de excelencia en la resolución de problemas y conflictos. Y no es que esté en contra de su existencia, al contrario, de lo que me quejo es de la insuficiencia de los instrumentos con los que cuenta.

Centro de negocios de Astana capital de Kazajistán  shutterstock

Pero voy a ir directo al grano. Es decir, voy a hablar de ciudades. Las ciudades deberían ser hijas de los territorios en los que están enclavadas, lo que significa ser hijas de su tierra, de su clima, de la cultura de sus habitantes. Como es casi imposible (por ejemplo) encontrar dos territorios iguales o dos culturas iguales debería ser igualmente imposible encontrar dos ciudades iguales. Probablemente por eso Astana, la capital de Kazajistán que se encuentra en el centro de una estepa semidesértica perfectamente llana, no se debería parecer nada a Quito, capital de Ecuador, situada en una hoya en las laderas de un volcán ¿o sí? Lugares diferentes; climas diferentes: la temperatura mínima absoluta de Quito a lo largo del año es de 0 ºC y la de Astana de -51,6 ºC, mientras que las máximas son de 32 ºC y 41,6 ºC; culturas diferentes: sin ahondar demasiado, por ejemplo, los idiomas kazajo y el español no tienen demasiado parecido.

Centro de negocios de Quito capital de Ecuador  espaciosoffice

Admito que puede haber dos ciudades con culturas, territorios y climas, muy parecidos que puedan dar lugar a una organización y a unas formas igualmente parecidas. Pero ni tan siquiera los habitantes de Villa Arriba se identifican con los de Villa Abajo. Y sin embargo resulta que cuando uno mira fotos de determinados paisajes urbanos duda de sí serán de Astaná o Quito, si en la imagen no aparece el territorio circundante. Eso no quiere decir que las ciudades no puedan tener partes comunes de apreciables dimensiones, organizadas de forma parecida o construidas con una arquitectura similar. Como hemos dicho tantas veces, son precisamente estas áreas que no responden a una relación biunívoca entre medio y paisaje urbano las que permiten la innovación y posibilitan el cambio. Pero deberíamos tener claro que no dejan de ser experimentos. Y que, muchas veces, los experimentos no resultan bien.

Este lenguaje formal se puede encontrar en cualquier ciudad…  losgosarchitect
  
Toda ciudad debería estar adaptada al lugar en el que está inserta, o debería de tender a estarlo. Sería como la metáfora de un ecosistema natural que progresivamente establece relaciones entre medio biótico y abiótico hasta que consigue altas dosis de eficiencia para unos parámetros concretos. Pero ni tan siquiera en los ecosistemas naturales los parámetros permanecen fijos. Hay perturbaciones exteriores, cambia el clima aunque sea ligeramente, aparece un nuevo depredador venido de otro ecosistema, o un fuego que lo calcina todo. En las ciudades también, por eso son necesarias zonas de innovación, de experimento. Son precisamente esas zonas que en otros artículos del blog llamamos áreas descontextualizadas las que permiten la réplica e imitación de lo que se hace en otros lugares. Si funciona en Quito igual también funciona en Astana (o igual no). Pero, normalmente estos experimentos son costosos. Desde el punto de vista económico, social y ecológico. Y es que las soluciones descontextualizadas suelen ser muy poco eficientes.

…pero este no. Calle Alamillos del Tránsito, Toledo, España  mapio

Esta es la razón por la que, normalmente, la trasferencia de entre ciudades sea muy complicada. Y, en cualquier caso, debería de hacerse en zonas no consolidadas y con unas dimensiones muy contenidas ya que, de lo contrario, el balance de la eficiencia global sería muy desfavorable. Es decir, así como en otros ámbitos la ejemplaridad tiene un alto valor, en el caso urbano es escaso ya que la trasferencia, aunque se haga con las convenientes adaptaciones, probablemente no resulte adecuada. En estas condiciones hablar de una Agenda Urbana Mundial parece cuestionable. O las determinaciones de dicha Agenda son totalmente genéricas o probablemente entrarán en contradicción con las necesidades específicas de las ciudades concretas. Para llegar a la conclusión de que las ciudades deberían consumir menos energía y generar menos contaminación no hace falta reunir a cientos de personas en un lugar concreto generando a su vez contaminación y consumiendo energía en su traslado.

Ciudades de África central, acceso a los servicios urbanos
 Señalar en la imagen para verla más grande
 The State of African Cities 2014, Informe UN-Hábitat

Pero es que aparte de la imposibilidad de establecer medidas concretas que puedan asumir todas las ciudades del mundo, está el hecho real de las desigualdades de partida existentes en estos momentos. Es comprensible que, a día de hoy, la prioridad de Europa y USA sea controlar el cambio climático ya que, de lo contrario, en unos años lo van a pasar mal. Pero la prioridad en África no es esa, es comer. Ya lo están pasando mal. Y el objetivo de sus ciudades no es consumir menos (ya consumen menos) sino crear riqueza para que sus habitantes coman aunque contaminen algo más que los europeos. Porque la capa de ozono no la tienen que preservar las ciudades africanas sino las europeas que despilfarran gracias a que África está muy por debajo de los niveles de consumo de planeta. He puesto el argumento en blanco y negro (por tanto con muchos flancos que se pueden atacar) pero estoy intentando reducir el artículo para que no me salga de una longitud excesiva.

Centro de Malabo, Guinea Ecuatorial  R. Blackwell
 The State of African Cities 2014, Informe UN-Hábitat

Pero esta dificultad de globalizar unas recomendaciones para situaciones concretas casi infinitas y, en cualquier caso, muy dispares no es la única cuestión que me inquieta. Hay otras, aparentemente, de menor rango pero también importantes. Por ejemplo, el intento sistemático de eliminar los rasgos locales. Comentaba en párrafos anteriores la necesidad de contar en nuestras ciudades con lugares de innovación. Pequeñas áreas urbanas que sirvieran para probar alternativas a los elementos tradiciones que se suponen adaptados al lugar. El problema es que estas áreas, en teoría de reducidas dimensiones, están colonizando, muchas veces en nombre de la modernidad, la totalidad de nuestros espacios urbanos convirtiéndolos en lugares genéricos. Es decir, en lugares no adaptados al sitio y a la cultura del lugar. Y se está haciendo con una obvia finalidad de aumentar los mercados de las grandes empresas multinacionales. Esto se ve muy claramente en los lenguajes formales pero también en las formas de organización o los sistemas de gobernanza.

Amán, Jordania, urbanización tradicional   charlietyack

Y es que una Babel de formas de consumo no interesa para nada a las grandes empresas que necesitan mercados lo más amplios posibles. De manera que si unificamos los gustos, las modas, los elementos formales, incluso el idioma, la manera de construir edificios y de vivir en ellos, la anchura de las calles o los tiempos dedicados en TV a la publicidad, ensanchamos nuestra posible base de ventas. Todo esto no es bueno ni malo, está sucediendo y no hace falta hacer una tesis doctoral para constatarlo. De forma que esas áreas urbanas dedicadas a la experimentación y la innovación, que presentan características comunes y que surgen, casi a la vez, en muchas partes del mundo, ocupan cada vez más espacio en nuestras ciudades y van sustituyendo de forma más o menos acelerada aquellas otras enraizadas en el territorio, en la cultura heredada de generaciones anteriores, y que se han ido adaptado perfectamente  al lugar en el que están ubicadas. Esto tampoco sería malo ni bueno si no fuera por dos cuestiones que entiendo críticas y que no se pueden obviar.

Amán, Jordania, urbanización “moderna” sin referencias
 Se trata de un fragmento de la foto siguiente  tourist

La primera es la necesidad de aumentar la resiliencia o capacidad de adaptarse a los cambios producidos en el sistema por perturbaciones normalmente externas. Esas mismas compañías multinacionales conocen perfectamente la mejor forma de aumentar la resiliencia: diversificar. En las ciudades y en los sistemas urbanos pasa lo mismo. Una ciudad con barrios distintos, surgidos de identidades colectivas concretas, que responden a condiciones físicas específicas, complejos y con procesos de adaptación propios, harán que tenga mayor capacidad de adaptarse a los cambios que aquellas otras construidas mediante patrones únicos. Y eso mismo es aplicable al sistema de ciudades de un país o de una región. Si la totalidad de las áreas urbanas terminan por descontextualizarse y parecerse unas a otras como gotas de agua, bien en nombre de la modernidad o del consumo (que, probablemente sea lo mismo) estaremos construyendo ciudades con escasa capacidad de respuesta. Estaremos construyendo monocultivos urbanos.

Amán, Jordania, urbanización “moderna” con mezquita
 La foto anterior es un fragmento de esta  tourist

El segundo problema aparece cuando intentamos plantear una Agenda Urbana mundial basada en un “desarrollo urbano sostenible”. Los lectores del blog ya saben de mi cruzada por intentar desterrar “lo sostenible”, “la sostenibilidad”, “lo sustentable”, de nuestro vocabulario (la expresión “desarrollo sostenible” ya ha sido desechada hace años por incluir términos contradictorios). Y es que, una idea que empezó tratando de ejemplificar que estamos consumiendo planeta por encima de nuestras posibilidades creando graves problemas de injusticia inter-generacional e inter-territorial que se vienen a sumar a los sociales de toda la vida, se ha degradado hasta convertirse en una muletilla política, social y económica. Incluso ha sido adoptada por la propia publicidad que induce al consumo y, muchas veces al despilfarro. Así que podemos encontrar “juguetes sostenibles”, “fábricas sostenibles”, “impresoras sostenibles” e, incluso, “equipos de fútbol sostenibles”.

Fábricas más sostenibles (¡de coches!)  abc

Si volvemos a la ciudad y pretendemos poner en primer plano lo que convocatoria de la Asamblea General de las Naciones Unidas llama “desarrollo urbano sostenible” nos daremos cuenta rápidamente de la dificultad de compaginar el término mundial en una Agenda Urbana con el término sostenible. Y es que, después de lo visto y discutido en párrafos anteriores, realmente sólo podríamos aplicar algunas recomendaciones generales a las áreas urbanas descontextualizadas que empiezan a proliferar demasiado en el planeta. Al resto, a los cientos de miles de hectáreas urbanizadas todavía relacionadas con sus lugares específicos y con sus culturas concretas, sólo podríamos sugerirles criterios parecidos a este: se procurará que las ciudades intenten conseguir el mayor grado de confort posible compatible con un consumo de planeta respetuoso. Poco más. Pero, para llegar a estas conclusiones (o parecidas) ¿Es necesario organizar un evento masivo con decenas de mandatarios, grupos de trabajo, reuniones, viajes a Quito, presentaciones, y demás parafernalia que rodea este tipo de actos?

Melbourne también se vende (y Madrid, y Barcelona, …y Pereira)   graphis

Estas son algunas de mis inquietudes de fondo. Pero tengo muchas otras que no cabrían en un artículo como este y dejaré para otro día. Sin embargo, sí que me voy a fijar en tres que me preocupan especialmente. Una es la denominada ciudad-negocio. Muchas ciudades (en parte el llamado “modelo Barcelona” podría incluirse en este paquete) han cambiado su objetivo tradicional de un lugar donde vivir que permita el desarrollo de sus ciudadanos, por el de un lugar del que se puede obtener un beneficio (muchas veces a costa de sus ciudadanos). Ya no se trata de que las empresas intenten buscar sus ganancias en el ámbito urbano, se trata de obtenerlas “del” ámbito urbano. Ya no es suficiente ofrecer a los empresarios un marco adecuado para el desarrollo de sus negocios. Se trata de ofrecer a la propia ciudad como negocio. Las “Smart Cities” son un ejemplo perfecto, pero se ve venir un negocio todavía mayor con la adaptación al cambio climático o con la gestión de riesgos.

Smart City según Cisco  cisco

Y es que la forma de preparar a estas ciudades para ser vendidas es convertirlas en objeto de deseo de los compradores (generalmente turistas, pero no sólo turistas) para lo cual lo primero es dotarlas de una organización y un lenguaje formal comprensible por la mayor cantidad de gente posible en el planeta. Es decir, descontextualizarlas, separarlas del lugar y de sus especificidades. No completamente, claro, es necesaria la diferenciación que caracterice la marca ciudad. Y la mayor parte de las veces esto significa mayor consumo (de energía, de suelo, de agua, de materiales) y mayor contaminación. En términos de huella ecológica: “menos sostenibilidad”. Me temo (igual estoy equivocado) que estos grandes eventos se promocionan precisamente para adaptar los lenguajes y patrones específicos a otros genéricos. Incluso, muchas veces, aprobando indicadores y parámetros que permitan comparar unas con otras cuando, normalmente, las situaciones no son comparables.

Tantos datos ¿quién los controla? ¿quién tiene el poder?  IBM 
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La segunda está relacionada con el control de la información. En primer lugar es necesario tener acceso a la información. El “big data” ya permite, en la actualidad, conocer montañas de datos que, convenientemente tratados, ofrecen una radiografía casi perfecta de muchas de las variables que antes era muy costoso obtener. Y lo que es más importante, su evolución casi en tiempo real. A ello contribuirán de forma decisiva las llamadas “Smart Cities” que nos permitirán conocer en el mismo instante en el que se producen: anomalías en el sistema de circulación, necesidades de iluminación pública o previsiones sobre riadas. Todo esto y mucho más. Entonces, ¿cuál es el problema? Por supuesto no está en los datos, ni en la ayuda a la toma de decisiones, ni en el conocimiento ajustado de previsiones. El problema está en el control de toda esta ingente cantidad de información. Sencillamente, los actuales sistemas de política local no están preparados para responder al problema. Pero abordar las nuevas formas de gestionar lo local no pasa por soluciones genéricas aplicables a todas las ciudades del mundo.

¿El objetivo a conseguir es ser cada vez mayor? Cali, Colombia  slideshare

Y la tercera tiene que ver con el afán desmesurado de crecimiento. El modelo económico actual, además sin aparente alternativa, se traspone directamente a la planificación física. De forma que se supone que una ciudad se desarrolla cuando crece y que crecerá sin límite. Hasta el momento, y salvo excepciones, planificar es sinónimo de aumentar la superficie urbanizada. Todas las ciudades, y en esto no se parecen a los ecosistemas naturales, tienden a crecer de forma ilimitada (de forma planificada o no). Algunas todavía están en la etapa “del estirón”, pero otras se han convertido en verdaderos monstruos incontrolables, ineficientes y que superan sus territorios subsidiarios de forma evidente. Claro que tiene que haber ciudades globales cuyo ámbito sea el planeta. Nadie lo discute. Lo que se discute es la necesidad de que “todas” las ciudades tengan vocación planetaria. Pues bien, desde el más pequeño pueblo a la ciudad más grande, el objetivo es conseguirlo.

El objetivo de algunas ciudades no es crecer indefinidamente sino
 procurar la mejor calidad de vida a sus habitantes, Vitoria-Gasteiz  fotopaises

Tengo que dedicar un artículo a las ciudades intermedias que, pienso, deberían de ser la base del sistema urbano, pero hoy lo único que pretendo es poner sobre la mesa la necesidad de diversidad de tamaños. Y sobre todo, de situaciones en las que se encuentran relacionadas con los objetivos a conseguir. ¿Cómo es posible que se pretendan dar recomendaciones comunes y que sean válidas para una pequeña ciudad perdida en medio de una zona rural, para una ciudad de tamaño medio y para ciudades como México, Nueva York o Londres? Sí claro, una vez más lo puedo resumir rápidamente: que sean más eficientes, que consuman menos, que contaminen menos, que sus ciudadanos estén implicados en su gobierno, que vivan más seguros y confortables, que tengan posibilidades de empleo, que generen “riqueza”. Así como los llamados “Objetivos del Milenio” eran una generalidad en sí misma, la llamada Nueva Agenda Mundial será una llamada a la sensatez también llena de generalidades.

Por lo menos el hecho de que se celebre en Quito tiene
 la ventaja de darle la voz “al sur” y a sus problemas  mapamundial

De forma que a Hábitat III sólo le veo dos ventajas. La primera sería de marketing. Va a ser un inmenso amplificador de algunos de los lugares comunes que manejamos relacionados con las ciudades. Y eso tiene una parte buena que es hablar de ellos en ámbitos que no sean sólo los cenáculos técnicos. Y una parte mala: que igual que pasó con la sostenibilidad estos tópicos se conviertan en moneda de uso para el consumo. Y la segunda, que se celebre en Quito. No sólo para dar relevancia a una parte del planeta que, en estos momentos, es la reserva que nos queda. Sino para tratar de aflorar una serie de temas que, de celebrarse en una ciudad “del norte desarrollado” ni se mencionarían. Pero veo tantos peligros, desde el de institucionalizar la ciudad-negocio hasta proponer indicadores comunes que descontextualicen todavía más nuestras ciudades para convertir el planeta en un inmenso mercado (ya casi lo es), que no tengo claro que salga nada bueno de su celebración.

Hagamos muchas nuevas agendas urbanas  uclg

Y termino por donde tenía que haber empezado. En realidad, las agendas urbanas de nuestras ciudades tienen que ser producidas por los propios ciudadanos. Pero los ciudadanos de Madrid producirán la de Madrid, los de Astana la de Astana y los de Quito la de Quito. Hay muchas posibilidades que los de Madrid no tengan nada que decir en la de Quito, y los de Quito en la de Astana. Es decir, lo que de verdad importa es cómo se organiza la ciudadanía para conseguir que su ciudad no se venda al mejor postor, que la tremenda cantidad de datos que podemos conocer en el momento actual sea accesible y comprensible por todos y no tan solo por unos pocos, que sea más eficiente en el uso de la energía, que consuma menos suelo, que contamine menos, que su objetivo supremo no sea crecer a toda costa, que sea más habitable y humana. Total, que una vez más a lo largo del artículo acabo de diseñar la Nueva Agenda Urbana Mundial. Pero ¿alguien se puede atrever a dar pautas concretas sobre cómo se deben organizar los habitantes de Madrid, de Quito o de Astana desde una reunión en la que el planeta se ve como desde un satélite, todo verde y azul (todavía) pero desde donde desaparecen completamente las caras de sus habitantes?  Se necesitan muchas nuevas agendas urbanas, pero ¿una mundial?


  • Nota: A pesar de mis reticencias la Conferencia ya ha producido una buena cantidad publicaciones que se pueden encontrar en internet. A día de hoy las agencias de las Naciones Unidas ya han publicado 22 documentos temáticos. Aunque la mayoría son tan generales como he tratado de explicar en el artículo, otros contienen análisis y propuestas de interés. En este enlace podéis encontrar 19 de los 22 traducidos al español por la Federación de Mujeres Municipalistas de América Latina y el Caribe (FEMUM-ALC) y la Red Iberoamericana de Municipios por la Equidad. Y en este los 22 originales en inglés.