domingo, 4 de febrero de 2018

Ciudades del futuro cercano

Hace unos días estuve en un encuentro entre arquitectos e ingenieros de caminos que se titulaba “Construyendo hoy la ciudad del 2030”. Me pareció bastante razonable, dado el pragmatismo que caracteriza a los ingenieros, y puesto que se celebraba en su colegio, acotar el ámbito temporal a doce años vista. Esto tiene sus ventajas pero también impide detectar las tendencias subyacentes que son, en definitiva, las que deberían marcar la dirección a seguir. Me refiero a que si uno piensa en el futuro cercano, lo que en realidad está planteando es la forma de resolver los problemas inmediatos (sobre todo los acuciantes) y, desde mi punto de vista, es casi como redactar las bases de un plan de urbanismo de los muchos que se hacen (bueno, que se hacían) en este país. A pesar de todo, resultó una jornada de gran interés y merece la pena reflexionar sobre algunos aspectos de lo que allí se dijo.

Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos
 "Construyendo hoy la ciudad del 2030", inauguración  ciccp

Como no me voy a referir a personas ni posturas concretas, sino que voy a escribir sobre algunos de los temas planteados, lo primero sería citar a los actores que (por orden de aparición) fueron los siguientes: Juan A. Santamera, Ángela de la Cruz, José María Ezquiaga, Antonio Serrano, Luis Fernández-Galiano, Miguel Aguiló y yo mismo que intervine después de Antonio Serrano. El encuentro estaba planteado como una serie de diálogos, aunque como casi siempre en estos casos, el tiempo no se sabe muy bien por dónde se escapó pero el caso es que los pretendidos diálogos se quedaron en monólogos excepto al final cuando, con buen criterio Luis Fernández-Galiano y Miguel Aguiló decidieron dialogar directamente. En general, al hablar de un futuro tan cercano, y como no podía ser menos, no hubo sorpresas y casi todos planteamos las mismas cuestiones con diferentes variantes. En este artículo voy a comentar algunas de ellas, las que me parecieron referencias obligadas para casi todos. Eso no quiere decir que no se trataran otros temas también interesantes y sobre los que seguramente escribiré otro día.

Parafraseando a Naomi Klein:
 El cambio climático lo cambia todo

Entre todos los temas tratados destacaría el cambio climático como eje de muchos de los análisis realizados. Parece que, por fin, este elemento crítico no ya de futuro sino casi de presente, empieza a tomarse en consideración (por lo menos entre los profesionales) como un elemento que debería condicionar de forma determinante la estructura y organización de nuestras ciudades. Por lo menos en lo que se refiere a las medidas de adaptación que ya se consideran imprescindibles. También las de mitigación pero más bien relacionadas con la eficiencia. Iba a escribir “con la eficiencia y la sostenibilidad” pero me contuve a tiempo porque, en realidad, hubo dos palabras que brillaron por su ausencia y casi nadie, que yo recuerde, mencionó (afortunadamente, por lo menos de la forma machacona que viene siendo habitual): sostenibilidad y resiliencia.
       De todas formas, incluso en un tema tan crítico como el del cambio climático, hubo posturas diferentes relacionadas con la conveniencia de un mayor o menor intervencionismo. Los lectores del blog conocen perfectamente mi postura al respecto: claro que el sistema tiene capacidad para ajustarse solo, pero si lo dejamos que lo haga por si mismo sin controlar el proceso, probablemente mucha gente va a sufrir mucho.

Johnny Miller "Unequal Scenes" (South Africa)
 Señalar en la imagen para verla más grande  unequalscenes

El otro tema mencionado por casi todos fue el de la desigualdad. Por supuesto se trata de una cuestión de largo recorrido histórico ya que la ciudad siempre se ha caracterizado por su desigualdad. No hay más que acordarse de la ciudad antigua, de la ciudad medieval o, ya más cercana, de la ciudad producida por la Revolución Industrial. Sin embargo, parece que la tendencia que se detecta es hacia unas desigualdades cada vez mayores. La capa social de amortiguación constituida por la burguesía parece que se va diluyendo atraída por los dos extremos lo que da lugar a barreras incluso físicas (guetos de pobres y urbanizaciones cerradas de ricos) que recluyen a la población en zonas espacial y socialmente segregadas.
       Aunque esta cuestión está directamente relacionada con la economía, sin embargo tiene un reflejo espacial claro. Y no sólo espacial, por supuesto, sino funcional o, incluso, formal. También, como en el caso del cambio climático, existen posturas diferentes sobre la forma de abordarlo y, una vez más, relacionadas con la posibilidad de intervención. Desde mi punto de vista y mirando el funcionamiento de la naturaleza me preocupa que los ecotonos sociales que se detectan en la ciudad actual tiendan a convertirse en simples líneas de separación (es decir, en fronteras) entre elementos, en lugar de constituir amplias franjas de intercambio donde se pueda producir la mezcla y la innovación dando lugar a situaciones de evolución, frente a la estabilidad “ecosistémica” de amplias zonas urbanas muy estables.
       En cualquier caso, e independientemente de mi opinión al respecto, no hay duda de que la cuestión de la desigualdad que, en algunos casos, se relaciona con la cohesión social es otro de los problemas a resolver en ese futuro cercano al que me refería en el título, si queremos que las ciudades sean un marco adecuado de convivencia.

La ciudad media como nuevo ideal urbano
 Plaza de la Virgen Blanca, Vitoria-Gasteiz  gasteizhoy

También me sorprendieron gratamente algunas de las menciones que se hicieron a las ciudades medias como ese ideal al que habría que tender, frente a lo que se propugnaba no hace mucho tiempo del crecimiento urbano hasta llegar a la gran ciudad como objetivo a conseguir. Cada vez más va calando la idea de la megaciudad como un monstruo casi imposible de controlar con costes ecológicos, sociales y económicos insoportables. También se mencionó la relación entre el aumento del tamaño y de los costes (sobre todo para las infraestructuras de comunicaciones). Lo que no parece tan evidente es la dimensión de una ciudad para que se pueda considerar como media o intermedia. Por ejemplo, para algunos autores, todas las ciudades españolas, incluyendo Madrid y Barcelona, serían ciudades de este tipo, aunque la discusión estaría en si se incluyen o no sus áreas metropolitanas. Desde mi punto de vista el tema, más que con el número de habitantes estaría relacionado con la accesibilidad de todos los puntos de ciudad andando o, como mucho, en bicicleta. Prometo un artículo sobre esta cuestión que considero crítica para la eficiencia del sistema urbano.

A participar también se aprende  paisajetransversal

Y el último tema “estrella”, como no podía ser de otra forma, fue el de la gobernanza y el de la intervención del planificado en la planificación (o del usuario en el diseño urbano). Y aquí sí que las diferencias fueron bastante notables. Y es que se trata de una de las cuestiones en las que se mezclan, además de consideraciones técnicas, otras de carácter más ideológico, o incluso, moral. En general se podría decir que todo lo relacionado con la gobernanza es, aparentemente, menos conflictivo porque suele reducirse, sobre todo en lo que se refiere al planeamiento, a cuestiones de coordinación, tanto horizontal como vertical. Y no parece cuestionarse en este campo casi nada más. Lo que no deja de sorprender.
       Otro tema distinto es el de la participación. Y aquí sí que no puedo ser ecuánime porque todos los lectores del blog saben sobre este tema tengo una postura clara y beligerante. Por supuesto que en esta reunión también se mencionó en diferentes intervenciones para destacarse su importancia, pero sin entrar en el fondo del asunto. Hay que comprender que sus implicaciones ideológicas y políticas son manifiestas y que el foro era un foro más bien técnico. De todas formas voy a aprovechar el comentario para plantear (una vez más) lo que pienso. Se puede resumir en un par de líneas: sin información, sin saber de qué estamos hablando, la participación se convierte en mera demagogia. Y que un paso previo e imprescindible a todo proceso de participación es la información. Pero no una mera información de “ahí tiene usted todos los datos” y allá se las componga. Sino una información activa relacionada directamente con la educación, lo que requiere estructuras estables y permanentes en el tiempo.

Una ciudad ideal, Amiens en el año 2000  issuu

De cualquier forma la pregunta de cómo será la ciudad en el 2030 es casi una propuesta de cómo resolver los problemas de la ciudad actual. Ni tan siquiera es prospectiva. Claro que, probablemente, sea el único ejercicio posible desde un punto de vista práctico. Porque lo que pueda llegar a ser lo que a día de hoy llamamos ciudad en un futuro lejano, parece algo como escribir una novela. Si, como veremos, autores tan visionarios como Jules Verne se equivocaron tan espectacularmente al pensar en la ciudad del futuro, lo más seguro es que el común de los mortales propongamos auténticos absurdos totalmente alejados de lo que serán en realidad las ciudades de fin de siglo. Lo digo porque he terminado de releer un curioso documento. Se titula Una ciudad ideal y su autor es, precisamente Jules Verne.
       Aparte de mi admiración por Ortega, mi otro autor de referencia es Verne. Por distinta razones y en contextos diferentes, amo a ambos por igual. Y, además, desde hace muchos años. A Verne, desde mi infancia cuando mi padre me traía algunas de sus novelas de la recién inaugurada biblioteca de O Carballiño (donde vivíamos) y las leíamos entre los dos. Y a Ortega, desde años después, ya en Madrid y estudiante de Arquitectura.
       Para terminar quería contar algo sobre cómo veía Jules Verne la ciudad de Amiens en el año 2000. En realidad, estuve dudando si comentar algo sobre esta visión o sobre otra obra que estuvo muchos años oculta llamada París en el siglo XX, o incluso Los quinientos millones de La Begún que muchos relacionan con la ciudad de La Plata cerca de Buenos Aires, pero voy a dejarlas para otro día porque Amiens se acerca más a mi tesis sobre la imposibilidad de plantear “la ciudad del futuro lejano”. En realidad Una ciudad ideal no fue más que un discurso en forma de cuento que el 12 diciembre de 1875 Verne leyó en la Academia de Amiens y que quedó inmortalizado en las actas de la misma con el nombre de Una ciudad ideal.

“Una ciudad ideal” discurso en forma de cuento de Jules Verne  issuu

Empieza pidiendo disculpas porque, en realidad, su discurso va a ser la lectura de un cuento: “Señores y señoras: Tengan la bondad de permitirme faltar a todos los deberes de un director de la Academia de Amiens que preside una sesión general, al reemplazar el discurso habitual por el relato de una aventura de la que fui protagonista. Me disculpo por adelantado, no solamente ante mis colegas, cuya benevolencia jamás me ha faltado, sino también ante ustedes, señoras y señores, cuya expectativa va a verse frustrada”. Y es que Verne lo que va a leer ante los académicos no es nada más y nada menos que sus impresiones al despertar una mañana en esta ciudad pero en el año 2000. Es decir, 125 años después.

La máquina de amamantar niños  Damian Christ

Lo curioso es constatar las tremendas diferencias entre el Amiens pensado por Verne y la realidad del Amiens en el año en el que el euro sustituye al franco. Casi todos los cambios que profetiza son sociales y totalmente alejados de la realidad. Por ejemplo, un impuesto progresivo a los solteros (cuanto más viejo sin estar casado el impuesto es mayor) hace que todo el mundo esté casado y sólo los muy ricos pueden permitirse permanecer célibes. O a los médicos sólo se les paga si uno está sano de forma que estos profesionales procuran que sus clientes gocen de buena salud ya que, entonces, cobran sus honorarios. En realidad, los mayores inventos eran una máquina de amamantar niños (necesaria dada la cantidad de nacimientos y la escasez de nodrizas), y un concierto que se podía oír simultáneamente mediante hilos eléctricos en París en la sala Hertz, en Londres, en Viena, en Roma en Pekín o en Amiens.
       Por supuesto, también lo último en maquinaria industrial: “Luego, en todas partes, estaban las máquinas de procedencia norteamericana, llevadas hasta el último límite del progreso. A una se le presentaba un cerdo vivo y de ella salían dos jamones, ¡uno de York, otro de Westfalia! A otra se le ofrecía un conejo aún coleando y ¡entregaba un sombrero de piel con forro sudorífugo! ¡Ésta absorbía vellones vulgares y devolvía un vestido completo de paño de Elbeuf! Aquélla devoraba un ternero de tres años y lo presentaba de nuevo bajo la doble forma de un estofado humeante y de un par de botines recién lustrados, etc., etc.

Máquina para fabricar estofados + botines a partir de un ternero  issuu

Pero en lo que se refiere a la ciudad pocos fueron los cambios detectados por Verne en el año 2000. Eso sí, todo estaba limpio y el transporte público parecía magnífico: “¡Y eso no era todo! ¡Los bulevares, aquel día, habían sido regados a una hora elegida juiciosamente —ni muy temprano ni muy tarde—, lo que impedía al polvo producirse y al agua esparcirse en el momento en que afluían los paseantes! ¡Y las contracalles, asfaltadas como las de los Campos Elíseos en París, presentaban un suelo agradable al pie! ¡Y había bancos dobles con respaldo, uno junto a cada árbol! ¡Y estos bancos no estaban contaminados por el descaro de los niños ni el desparpajo de las niñeras! ¡Y, cada diez pasos, unos candelabros de bronce sostenían sus elegantes faroles hasta el follaje de los tilos y los castaños! ‘¡Dios mío —exclamé—, si estos bellos paseos están ahora tan bien iluminados como están cuidados, si algunas estrellas de primera magnitud brillan en lugar de esos pabilos amarillentos de gas de otros tiempos, todo va a pedir de boca en la mejor de las ciudades posibles!’”

Amiens, acceso actual a la casa de Jules Verne. El autor de tantas
 profecías cumplidas nunca lo hubiera imaginado así  Googlemaps

Si uno de los mayores visionarios de la literatura universal fue incapaz de imaginar (ni remotamente) el Amiens del año 2000, ya puede comprenderse lo juicioso de haber limitado el encuentro entre arquitectos e ingenieros de caminos, canales y puertos que tuvimos hace unos días a un horizonte de 12 años. Y sin embargo... mi espíritu de arquitecto (alguno me debe quedar todavía) me dice, ahí en el fondo recóndito de mis deseos, que no hubiera estado mal haber planteado un futuro algo menos cercano para estas ciudades que parecen haberse apoderado de la totalidad del territorio y de sus recursos. Y es que, después del encuentro, noto como si faltara algo de imaginación y utopía que, sin embargo, desborda las propuestas de mis alumnos de la ETSAM. Para otro año me gustaría que se repitiera el encuentro proponiendo la construcción de la ciudad de finales del siglo XXI. Comprendo que sería menos profesional pero, probablemente, más divertido.
       De cualquier forma recomiendo la lectura, no sólo de Una ciudad ideal, sino también de París en el siglo XX y, sobre todo, de Los quinientos millones de La Begún a todos aquellos que busquen imaginar las ciudades del futuro. Es un reconfortante ejercicio que pone distancia con los problemas que es imprescindible resolver en un momento crítico para la ciudad como el actual, y que (¿por qué no?) puede ayudarnos a repensar algunas cosas. Bueno, el impuesto sobre el celibato mejor no mencionarlo, no sea que nuestros amados dirigentes…