sábado, 3 de noviembre de 2007

Áreas perceptivas 1: paisaje urbano

Hace ya casi dos años que, junto con el psicólogo ambiental José Antonio Corraliza, terminamos un trabajo para la Oficina del Centro del Ayuntamiento de Madrid sobre áreas paisajísticas. En el trabajo colaboraron también Miguel Ángel Prieto y Julio García Lanza ambos arquitectos, y las estudiantes de arquitectura Marta Sánchez y de psicología Alicia Esteban. Voy a tratar de explicar sus bases fundamentales en esta entrada y en las dos siguientes. En esta primera se argumenta la relación entre área perceptiva y paisaje urbano estudiando los antecedentes. En la segunda se propone una metodología para su delimitación. Y en la tercera se analizan algunos casos particulares y se trata de diferenciar su concepto de otros cercanos tales como áreas homogéneas, características o barrios.

Dibujo de Julio Cano Laso incluido en la portada
del libro Paisaje del Centro Histórico
publicado por el Ayuntamiento de Madrid

El trabajo resultó bastante interesante y divertido porque, además, el encargado de revisarlo por parte del Ayuntamiento fue Antonio Díaz un arquitecto que sabe mucho de paisaje y con el que he trabajado bastante tiempo cuando estuvo como profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Cuento todo esto para decir que éramos amigos y que nos lo pasamos bien haciéndolo. Hasta tal punto que hice personalmente parte del trabajo de campo. Siempre he pensado que cuando se dan estas circunstancias (un grupo que se lleva bien, que trabajan en lo que les gusta, con diferentes puntos de vista y profesiones que permitan el intercambio de ideas) el resultado deja de ser rutinario y aparecen siempre cosas nuevas. También hay que decir que, al final, como estás cómodo haces siempre más trabajo del que te pagan, pero como en este caso era para la administración (que somos todos) no nos importó demasiado.


Está publicado en parte en un libro que editó el Ayuntamiento con motivo de unas Jornadas Técnicas que patrocinó en noviembre del 2005, y se llama El Paisaje del Centro Histórico. Desde mi punto de vista nuestra aportación presentaba conceptos interesantes, métodos nuevos de acercarse al Paisaje Urbano y un intento de diferenciarlo del Paisaje de la Naturaleza. Hace más de un año que entre José Antonio y yo tenemos medio escrito un artículo al respecto pero no somos capaces de terminarlo. Tampoco estoy muy seguro de los cauces de distribución del libro y ante las reiteradas peticiones de compañeros y alumnos, he decidido ir contando aquí en forma resumida aquellos temas que me parezcan más interesantes.

Hoy voy a empezar por el concepto de área perceptiva que entiendo puede ayudar a clarificar un poco el complicado tema de dividir en zonas o áreas de paisaje una ciudad ya que la cuestión de las unidades de paisaje no está resuelto, ni en el medio natural ni en el urbano. En el urbano se suele usar el sistema de escenarios que es muy rudimentario y que, en realidad, utiliza técnicas puramente escenográficas, pero que no ofrece al proyectista una herramienta comprensiva. Además, no permite una visión global que permita entender la organización paisajística de una ciudad.

Basado en un análisis del libro de Frederick Gibberd
Diseño de Núcleos Urbanos, Escenología y Plástica

Otros sistemas utilizan como unidades de paisaje áreas homogéneas con variables de lo más variopinto: desde tipologías urbanísticas o arquitectónicas hasta el proceso histórico o el estado de conservación de los inmuebles. Todas adolecen del mismo problema: el paisaje es, esencialmente, un fenómeno perceptivo y la mayor parte de las variables que se usan, aunque tienen una cierta componente perceptiva, en realidad son elementos abstractos que atienden a prioridades distintas a las perceptivas.

Mapa de Compacidad de Manzanas
Extraído del trabajo que se comenta

La propuesta que se explicará en la entrada siguiente no incluye tan sólo las unidades o áreas perceptivas del paisaje urbano, sino también recorridos (a los que se puede aplicar de forma bastante coherente el sistema de escenarios para su análisis y diseño) y puntos de referencia (que hemos llamado puntos – ancla). Por tanto se trata de un sistema coherente que ayuda a analizar y a proyectar sobre unas bases racionales mínimas.

Hay que entender que este trabajo está realizado para el centro urbano de la ciudad de Madrid y que, por tanto, su validez se circunscribe al centro histórico de la ciudad europea tradicional. Probablemente tenga que ser modificado para adaptarlo a otros tejidos como los del Movimiento Moderno o Ciudad Jardín y, por supuesto, para el de la llamada Ciudad Difusa o Ciudad Fragmentada con el que se están construyendo buena parte de nuestros territorios periféricos.

Los antecedentes

En el año 1960 Kevin Lynch publicó un libro, The Image of the City (por supuesto existe traducción al castellano), en el que pretendía dar respuesta a cómo los ciudadanos organizan la imagen de la ciudad. Desde entonces han transcurrido muchos años pero sus propuestas nunca han sido desmentidas. Desde mi punto de vista el libro es uno de los pilares fundamentales en los que se basa la actual forma de entender el Paisaje Urbano.


Para Kevin Lynch deberían de figurar como atributos esenciales de la imagen en la ciudad: la orientación, el descubrimiento de rutas (localización) y la facilidad de movimiento (desplazamientos). Estos son elementos determinantes en la legibilidad del paisaje urbano y su finalidad es, básicamente, facilitar el reconocimiento de las diferentes partes de la ciudad para organizarlas siguiendo un patrón coherente.

En las representaciones mentales de la ciudad Lynch distingue tres componentes: estructura, identidad y significado. Y como elementos estructurales: sendas, límites, nudos, puntos de referencia y barrios. Basándose en estas ideas, Spreiregen propone una forma de abordar el análisis visual de la ciudad sobre la piedra angular de lo que llama el distrito. Dice:

Toda ciudad está constituida por una serie de partes a las cuales denominamos barrios, distritos, enclaves o sectores, o quizá vecindarios, barriadas o zonas. Resultan perceptibles porque poseen unos rasgos característicos dominantes y profundos. Nuestras imágenes mentales de las ciudades están basadas, en una gran extensión, en la sistematización de estas partes.

Este planteamiento nos podía servir de partida (y de hecho constituyó el arranque de nuestra hipótesis), pero la metodología, basada en una recogida de información prácticamente universal, no parecía la adecuada al fin que nos habíamos propuesto que no era otro que detectar la supuesta existencia de áreas perceptivas en la conformación del patrón mental de la imagen urbana y, no otro tipo de ámbitos como podían ser los funcionales, urbanísticos o administrativos.

Plano de una unidad vecinal
Dibujado por Perry 1929-36

Partimos de la propuesta de Spreiregen para intentar clarificar el significado de área perceptiva y exponer las diferencias con el barrio tradicional o la unidad vecinal de Perry que eran constructos bastante cercanos. Un barrio sólo puede ser percibido por el que vive en él o porque se lo hayan contado. Resulta imprescindible que se haya desarrollado un cierto sentido de apropiación del territorio por parte del individuo o del grupo y que esta apropiación se comparta con otros. De forma que se establecen unos lazos de identidad entre el individuo y el barrio que son esenciales en su definición. Exactamente igual que en la unidad vecinal de Perry (con el agravante en esta última que esta identidad viene forzada por el diseño mismo de la unidad). Esto no pasaba con lo que nosotros entendíamos como áreas perceptivas. Un área perceptiva podía ser sentida como tal, por ejemplo por un turista, sin necesidad de que se hubiera desarrollado ninguna relación de pertenencia compartida (espontánea o forzada) del territorio.

Basado en dos dibujos del libro
La Imagen de la Ciudad de Kevin Lynch

El concepto de barrio de Lynch es el que más se aproximaba a la idea de un área perceptiva. Pero nuestra pretensión era dividir la ciudad en trozos y para Lynch los barrios eran zonas urbanas relativamente grandes a las que el observador puede ingresar con el pensamiento y que tienen cierto carácter en común. Esto le permitía por ejemplo hablar de gradientes en los barrios cosa que se correspondía con el mapa mental de la ciudad pero que no nos servía enteramente para lo que queríamos. Teníamos que poder traducir la estructura mental del barrio a algo más operativo y, en cierta mediada, automático. Además el hecho de que existiera un “carácter común” y su relativa independencia del borde tampoco nos ayudaba demasiado.