domingo, 6 de abril de 2008

El jardín vertical de CaixaForum Madrid

En la entrada sobre los aburridos túneles de la m-30 (ahora calle 30) una comentarista me preguntaba sobre qué cosas veía en Madrid que hicieran interesante vivir en esta ciudad. La noche de ayer estuve caminando por una de esas cosas interesantes: el paseo del Prado. Como tantas vías principales de Madrid en principio era un arroyo, el arroyo de Valnegral que, después de una gran reforma promovida por el Conde de Aranda en 1763 se convirtió en el llamado Salón del Prado.

Imagen extraída de La Druida

En el momento actual es objeto de una cierta polémica por una importante reforma se pretende realizar en este gran paseo. La reforma que, probablemente conoce todo el mundo porque ha saltado hasta a la prensa del corazón, se basa en un proyecto de Hernández de León, Siza y Terán, que está modificándose de forma casi permanente. Que si ahora los árboles por aquí. Que si ahora la circulación por allá... Sin embargo, ya tal y como está ahora, sin más cambios, se trata de uno de esos lugares extraordinarios que se pueden encontrar en pocas ciudades del mundo. Y no lo es sólo por su belleza, por los árboles o por la generosidad de sus edificios y su viario. Lo es también por la increíble concentración de cultura que se produce en muy pocos metros cuadros. Supongo que aquí la señora Michel, la portera autodidacta protagonista del libro de Muriel Barbery que acabo de leer (se llama La elegancia del erizo y es una de las mejores novelas que han caído en mis manos últimamente), sería feliz.


Cuando alguien que no lo conoce viene a Madrid y me pregunta sobre qué parte de la ciudad no puede dejar de visitar, mi respuesta es siempre la misma: el Paseo del Prado. Casi al lado uno del otro están la remozada estación de Atocha, el museo Reina Sofía, el Thyssen, el museo del Prado, el Jardín Botánico, el Palacio del Comunicaciones (hoy sede del Ayuntamiento), las estatuas de Cibeles y Neptuno, y un sinfín de edificios y sedes de muy alto interés.

Imagen de Urbanity (cc: Daquella Manera)

Desde hace unos meses se ha añadido a la lista el centro cultural CaixaForum instalado en un magnífico (y muy complicado de resolver) edificio de que se debe a Herzog & De Meuron. Pero hoy no voy a hablar de este edificio, ni del polémico proyecto de reforma del paseo, ni tan siquiera de la ampliación del museo del Prado y de la controvertida obra del claustro de los Jerónimos de Moneo, hoy voy a escribir sobre una pared medianera. La medianera que el botánico, y sin embargo artista (para entender la ironía ver los últimos comentarios de la entrada sobre la m-30) Patrick Blanc ha llenado de naturaleza. Puede rastrearse algo de lo que piensa Patrick en esta entrevista (lo siento, está en inglés).

Imagen de 20 minutos

Yo pensaba que ya había visto de todo en lo que a medianerías se refiere. Decoradas con todo tipo de pinturas y trampantojos, con enormes carteles publicitarios, recubiertas de fibrocemento ondulado, de conchas marinas (las mejores son la de vieira, la de mejillones no me gustan nada quedan muy oscuras), tapadas con grandes banderas pontificias para recibir al Papa, incluso encaladas y decoradas con cientos de macetas rebosantes de geranios (cuando todavía existían geranios en este país). Pero debo confesar que no había visto nunca una medianera convertida en jardín. Evidentemente lo que más se le aproxima son las macetas, pero esto es otra cosa.

Imagen de Urbanity (cc: laurenatclemson)

Tampoco la idea de los llamados jardines verticales (vertical garden en la literatura anglosajona, mur vegetal en la francesa) es nueva. En diversos lugares del mundo se han creado muros verticales con plantas, generalmente en soportes cerámicos, como el caso de Pierre Burg, creador del espace Buffon o utilizando otros inventos como el musgo de Chiloe o sphagnum de Chile (sphaigne du chili en francés, aquí podéis encontrar fotos de algunos ejemplos). Existen bastantes empresas en todo el mundo que se dedican a construir este tipo de revestimientos verticales vegetales. Por ejemplo GreenWall Australia, Green Fortune o Garden Design Gallery.

Fonderie Darling imagen de ELT Easy Green

Pero lo que si es nueva es la utilización del jardín vertical como un medio de expresión artística más. Patrick Blanc dice que su obra no es un jardín puesto que no se puede pasear por ella, sino mas bien una pintura mural realizada con elementos vegetales. En realidad, esta forma de concebir el jardín tuvo repercusión pública a partir del proyecto de Jean Nouvel para el Museo del quai Branly, en París. El museo está situado cerca de la torre Eiffel y se trata de un complejo de varios edificios dedicados a las culturas indígenas de Asia, África, América y Oceanía.

El museo del quai Branly imagen de BBC News

En el proyecto se incluía un jardín vertical diseñado y plantado por Patrick, en el llamado edificio Branly dedicado a dependencias administrativas (aunque cuenta también con una sala de cine y otra de reuniones). Se trata de 800 m2 de muro con 15.000 plantas de 150 especies. Su autor todavía no tenía totalmente perfeccionado el sistema porque la pared tiene problemas en algunos sitios.

El edificio administrativo con el jardín vertical
Imágenes de
arquitopía y greenroofs

La medianera del Paseo del Prado con 460 m2 y 15.000 plantas de 250 especies es el mayor jardín vertical sin huecos que ha construído hasta ahora. La estructura metálica que soporta el muro va ligeramente separada del edificio para crear una cámara de aire y para conseguir una barrera al crecimiento de las raíces sobre la pared medianera. Sobre esta estructura, una lámina plástica y una capa de fieltro de poliamida. En total un grosor de cerca de un metro. La longitud son diecinueve metros y la altura veinticuatro. A pesar de lo que pueda parecer no se trata de una instalación muy pesada (unos 30 kg por m2).

A la derecha la estructura de soporte
Imagen de
Urbanity

Según datos de la Caixa, entre las plantas utilizadas pueden destacarse: “Lonicera nitida, Yucca filamentosa, Cistus purpureus, Cedrus deodora, Pilosella aurantiaca, Dianthus deltoides, Arenaria montana, Cornus sanguinea, Lonicera pileata, Sedum alpestre, Campanula takesimana, Bergenia cordifolia y Garrya eliptica. Muchas de ellas son autoctonas, como el arbusto caducifolio Cornus sanguinea (cornejo rojo); otras son foráneas, pero se adaptan bien al clima de Madrid, como la Bergenia cordifolia, comúnmente conocida como hortensia o begoña o col de invierno, propia de Siberia y Mongolia”.

Las plantas empiezan su crecimiento
Imagen de
Urbanity

Patrick Blanc ha patentado sus “murs vegetaux” y, aunque en la literatura oficial se destaca que se trata de un magnífico aislante térmico, y se incide en sus cualidades ecológicas como sumidero de CO2, los medios ecologistas no parecen muy de acuerdo en la utilización masiva del PVC se hace en el muro. Aunque no se dice nada del PVC en la descripción del muro que hace la Caixa, en la propia página web de Patrick se puede leer que “sur le cadre métallique, on rivète la plaque de PVC expansé de 10 millimètres d’épaisseur, qui garantit l’étanchéité ainsi que la rigidité et l’homogeneité de la surface a végétaliser”. No parece que la cantidad de PVC utilizada vaya a causar muchos problemas ambientales pero el reproche es, más bien, desde el punto de vista del “efecto demostración” en un producto de presume de ecológico.

Imagen de Photobucket

La capa de riego es una hoja de poliamida de 3 mm de espesor que se inserta en el PVC. Es sobre este fieltro imputrescible con gran poder de capilaridad y retención de agua sobre el que se desarrollan las plantas. El riego se efectúa mediante un tubo perforado colocado en la parte superior del muro. La distribución del agua y de la solución nutritiva se hace mediante unas electroválvulas programadas. Se trata, por tanto, de un cultivo hidropónico. Pero algo debió de fallar en el muro de Madrid porque ya se ha secado una vez y ha sido necesario rehacerlo en parte.

La plantación ya bastante desarrollada
Imagen de
Quiero ser Galerista de Arte

Acerca de los reproches “ecológicos” al muro se podrían analizar otras alternativas. Por ejemplo, al comienzo he mencionado la utilización del sphagnum de Chile como soporte. Algunos dicen que sería mucho menos dañino. Sin embargo, el sphagnum o musgo de las turberas es el elemento básico de un ecosistema que aunque no es demasiado frágil, su extracción descontrolada puede producir graves problemas. Si alguien está interesado en conocer algo más puede encontrar un estudio del Pompoñ (es como se llama en la isla de Chiloé) en la publicación Antecedentes sobre la importancia de las turberas y el Pompoñ en la isla de Chiloé donde, en su tercera parte se dan recomendaciones sobre su manejo. Aquellos interesados pueden encontrar información comercial (incluso precios) aquí.

Pared jardín con una base de Sphagnum
Imagen de
GardenBreizh

Independientemente de la polémica ecológica (que además supongo podría resolverse con relativa facilidad sustituyendo el PVC) la idea es magnífica y el resultado es muy positivo. Claro está, no se trata de llenar toda la ciudad de jardines verticales porque el jardín, en general, como producto antrópico que es, no parece un elemento urbano demasiado “sostenible” (aunque más que otros), y no conviene abusar. Sin embargo, la introducción de la naturaleza en lugares anómalos, y una pared vertical es una lugar anómalo para una plantación, representa un elemento de sorpresa en la ciudad consolidada que hace falta en muchos sitios para animar la escena urbana.


Ya en otra entrada expliqué las diferencias que entiendo existen entre paisaje urbano y escena urbana, pero este es un ejemplo muy claro de cómo un paisaje urbano puede animar una escena urbana. Porque los escenarios de nuestras ciudades, los espacios donde desarrollan sus roles los ciudadanos, necesitan toda la animación posible venga de donde venga, para que no se conviertan en simples lugares cuya única función sea la de transitar. Y la función de contemplar (que es la generada por un paisaje, sea urbano o natural) puede ayudar a conseguirlo. De hecho, ayer cuando pasé cerca de las doce de la noche, era el único lugar animado del Paseo con gente que se paraba a mirarlo, jóvenes que hacían fotos con sus móviles e incluso un grupo de fanáticos del skateboard deslizándose con sus tablas.


Es posible que, de momento, este interés se deba sólo a la novedad pero también es posible que le acabemos cogiendo cariño, lo mismo que les pasa a los visitantes del Guggenheim con el Puppy de Jeff Koons. El hecho de que se trate de elementos vegetales con su ciclo de nacimiento, vida y muerte, entiendo que ayuda bastante a romper la dureza y geometría que siempre conllevan las obras de arquitectura.


La opción radical de la Humanidad de separarse definitivamente de la Naturaleza y recluirse en ciudades (áreas de territorio sobre las que tiene un mayor control a costa, claro está, de un mayor consumo) trajo consigo una paralela necesidad de contacto con esa parte de su entorno perdida para siempre. El uso de árboles y plantas en nuestras ciudades puede aliviarla en parte, sin necesidad de desplazarnos a veces cientos de kilómetros para acudir a su encuentro. De alguna manera, introduciendo naturaleza en la ciudad estamos ayudando a que sea más sostenible, o por lo menos a que los ciudadanos se sientan más cómodos.