martes, 26 de febrero de 2008

Sevilla, el edificio de "La Previsora"

En la entrada que escribí el 31 de enero titulada “Sevilla, paisaje desde la orilla derecha” me quedó la sensación de no haber diferenciado bien entre el paisaje de la ciudad visto al otro lado del puente de San Telmo y la arquitectura del edificio de Moneo. Paisaje que se configura mediante una serie de factores distintos y en cuya composición entran la Catedral, la Giralda, la Torre del Oro, el propio río, el perfil de la ciudad y, por supuesto, el edificio de La Previsión. Mi queja no iba dirigida precisamente hacia este último sino hacia una normativa urbanística que permite realizar obras de arquitectura en lugares "sensibles" de la ciudad (como el caso de la Torre de Valencia de Carvajal en Madrid respecto a la Puerta de Alcalá) sin que exista un estudio paisajístico previo de lo que puede suceder y de lo que sería deseable. Y todo ello independientemente del magnifico edificio que Moneo construyó para La Previsión Española (hoy Helvetia Seguros).


domingo, 24 de febrero de 2008

Turismo insostenible

Acabo de llegar de unas Jornadas llamadas “Els Nous reptes, economia, desenvolupament sostenible i turisme” a las que fui invitado por el Gobierno de Andorra. En concreto, la sesión en la que tenía que intervenir llevaba el nombre de Desenvolupament Sostenible i Turisme y querría contaros algunas de las impresiones que me produjo el encuentro porque pienso pueden ser de interés para todos los que, de una forma u otra, estamos relacionados con el término “sostenibilidad”.


jueves, 14 de febrero de 2008

La enseñanza del proyecto urbano

Ahora que vamos a empezar en España otra vez (volvemos al comienzo) el debate en torno al nuevo plan de estudios de la carrera de Arquitecto para su adaptación al espacio de enseñanza europeo, he releído un articulo que había preparado hace casi doce años para el número 21 de Cuadernos de Investigación Urbanística y me ha parecido interesante traer aquí algunas de las ideas que empecé a desarrollar entonces. Cuando estamos a un año (se supone) de implantar un nuevo plan de estudios me parece sencillamente increíble que se desperdicie una oportunidad como esta para poner en cuestión algunas de las cosas que estamos haciendo. Más aún, que (por lo menos en la Universidad Politécnica de Madrid) nadie esté haciendo nada. Nadie esté preparando nada. Nadie esté cuestionando nada. Supongo que en algún momento despertaremos de esa especie de sopor que nos invade. Mi temor es que, cuando lo hagamos, sea con el único objetivo de quedarnos con “las mismas horas que teníamos” en las diferentes disciplinas y áreas de conocimiento. Espero equivocarme.

El espacio desde la participación, taller EASW, ETSAM, 2004   CF+S

sábado, 9 de febrero de 2008

Momentos cóncavos y convexos

Esta semana hemos empezado otro semestre de Introducción al Urbanismo en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Un poco más caótico que otros años por diversos motivos de variada índole pero con el ánimo alto. En el taller les expliqué a los nuevos alumnos el desarrollo del primer trabajo. Y una parte de la explicación se refería a las divisorias y las vaguadas. La forma en la que el agua modela el territorio siempre me ha parecido fascinante. Como, en un suelo más o menos virgen va creando sus caminos a base de utilizar siempre las mismas hondonadas, que luego son carreteras y más tarde se convierten en autopistas (aunque se les llame vaguadas, arroyos o ríos) es, sencillamente, una maravilla de autoconstrucción. Pero lo más divertido es seguir el camino de una gota de agua y ponerse en su situación cuando va cayendo. Las gotas que caen en las laderas poco pueden hacer más que deslizarse hacia la vaguada que le corresponde y luego seguir adelante, quien sabe si hasta el Mediterráneo. En cambio, aquellas que la suerte ha arrojado en la otra ladera, más allá de la línea divisoria recorren otro camino muy diferente. Es posible que ambas terminen por volver a encontrarse en un río o arroyo común. Pero también es posible que la segunda termine en el Atlántico. Lo más notable es lo que les sucede a aquellas gotas que están a punto de caer sobre la línea divisoria. Casi cualquier cosa, una débil brisa por ejemplo, puede hacer que la gota acabe en el Atlántico o en el Mediterráneo.