martes, 29 de marzo de 2011

Tesis doctorales

El artículo de hoy va a ser un poco distinto a los últimos. Veréis que ha desaparecido la sección de materiales que he utilizado en la redacción del texto e, incluso, otros artículos del blog relacionados. Es que los materiales no están todavía al alcance de todos y tampoco hay artículos del blog relacionados. Ello es debido a que la columna de hoy es más personal. Después de escribir sobre temas tan duros como “La ciudad orgánica” o “La naturaleza en la ciudad” me apetecía hacer algo más cercano y hablar de algunas personas con nombres y apellidos con las que he compartido muchas horas. En lo que va de año tres de mis doctorandos han alcanzado el título de doctor. Siempre he dicho que la lectura de una tesis doctoral es la mayor fiesta académica que se puede dar en nuestro sistema de enseñanza. Eso quiere decir que llevo un año bastante festivo. Quería contaros algo de las tres. Pero no con la misma extensión porque unas son más adecuadas que otras para lo que se supone que es este blog. Además, tarde o temprano las tres se publicarán en Cuadernos de Investigación Urbanística y se podrá leer un resumen muy amplio de las mismas. E incluso, si los autores quieren, podrán ponerlas de forma gratuita en la red a disposición de todos. Para aquellos que estéis luchando con la vuestra querría animarlos un poco para que sepáis que, por lo menos, no estáis solos y que vuestro caso no es una anomalía sino que es un caso compartido. Aunque parezca increíble una tesis llega a leerse en algún momento. Veamos, cuando uno empieza parece que aquello es un trabajo normal. Con ayuda del director se hace un proyecto que incluye unos tiempos, unos objetivos a conseguir y una metodología. Luego la comisión correspondiente lo aprueba. Hasta aquí todo lógico y asumible. Uno empieza con mucha ilusión pero, a la vez, tiene que trabajar, ocuparse de la familia, ganar dinero (a veces es independiente del trabajar) e, incluso si queda tiempo, divertirse.

Los jóvenes de hoy no se imaginan el infierno de escribir una tesis
con una máquina de carro. Fragmento de mi propia tesis.


lunes, 14 de marzo de 2011

La naturaleza en la ciudad

En el primer número de la nueva etapa de la revista URBAN (una de las publicaciones que actualmente edita el departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la UPM en el que desarrollo mi actividad docente regular) puede leerse un artículo de Erik Swyngedouw que se titula “¡La naturaleza no existe! La sostenibilidad como síntoma de una planificación despolitizada”. El artículo no tiene desperdicio y recomiendo que lo leáis. Prometo además que escribiré otro día acerca de nuestras publicaciones, porque pienso que tienen bastante interés para los lectores de este blog (aunque tengo que esperar a salga el primer número de Urban-e, que se resiste). Pero hoy, sencillamente me refiero a este artículo concreto para decir que, a pesar del sugerente título del mismo me he atrevido a titular el mío como lo he titulado. Y no es para crear controversia, sino porque ya hace años que en los programas de algunas de las asignaturas que imparto figura así. Y, además, me gusta. Pero no voy a entrar en si existe la naturaleza o no. En si se trata en realidad de una metáfora. O si es el “opio del pueblo” o una construcción mental útil para entender la realidad. Simplemente voy a dar por hecho que en la ciudad, además de cemento, baldosas hidráulicas, edificios de ladrillo, asfalto, contaminación y personas, existen árboles, zonas verdes, ratas, cucarachas, mirlos, gorriones y algún geranio (de los que han conseguido resistir la última plaga) plantado en una maceta. Bueno, también algo de césped, suelo sin cementar, y ahora mismo un montón de obras porque se acercan las elecciones municipales.

La naturaleza no existe, pero a veces tiene una
notable capacidad de respuesta
(Relatividad.es)