martes, 16 de abril de 2013

El urbanismo en la UE: no sabe, no contesta

En momentos críticos para la idea de Europa como unión política y económica, me gustaría dedicar unos párrafos a plantear la situación actual en un área “invisible” para la Unión: el urbanismo. Y no sólo es invisible por su temática, sino también por la maraña de documentos que han producido y producen la ingente cantidad de organismos que no se sabe muy bien si nos gobiernan, desgobiernan o, sencillamente, ignoran. Para ello voy a basarme en un trabajo que hemos realizado para la Escuela Andaluza de Salud Pública entre Begoña Merino y yo mismo, sobre las relaciones entre Urbanismo y Salud Pública en la Unión Europea (publicado recientemente, en él se pueden encontrar también las referencias a las citas que se hacen luego, el enlace está al final del artículo). Aunque el enfoque es de Salud Pública nos ha permitido trabajar a lo largo de un año sobre una maraña documental relacionada con el Urbanismo, la Ordenación del Territorio y las cuestiones ambientales, intentando entender las líneas básicas y su evolución.

La UE, 27 estados, más de 500 millones de habitantes  eurocarstrans

Me doy cuenta de que se trata de un tema “duro” para muchos de los lectores del blog, pero todos los que lo leen ya saben que este no es un lugar “para entretenerse un rato” y que, casi nunca, eludo escribir sobre algo sencillamente porque no sea divertido. Y os aseguro que este no es un tema divertido. Pero, por lo menos, voy a intentar que sea algo comprensible, lo cual tiene también sus dificultades. Empezaré por el final, que se resume en la frase siguiente: la Unión Europea no sabe, no contesta, en relación con políticas comunes relativas a la organización de sus territorios y ciudades. Y que, probablemente, esto sea lo mejor que nos pueda pasar. Tal y como se está demostrando tanto con la unión monetaria como con la política, y en unos momentos en los que cada vez más voces advierten sobre el error que supone priorizar el gobierno global sobre los gobiernos locales en todos los sectores (probablemente con la excepción del ambiental), el hecho de que la Unión Europea haya renunciado a instaurar políticas comunes a la hora de organizar sus ciudades no deja de ser un alivio. Pero para llegar a esta situación se ha recorrido un largo camino lleno de vericuetos.

Recorriendo un largo camino  theeconomist

Aunque la evolución de las políticas europeas en la materia no ha seguido una dirección clara, pueden establecerse algunas tendencias que nos permiten diferenciar etapas para no perdernos en esa especie de selva documental y normativa que han producido los diferentes organismos de lo que hoy es la Unión Europea. En los primeros años las cuestiones urbanísticas estuvieron relacionadas casi exclusivamente con las políticas ambientales aunque pronto (hacia la mitad de los años ochenta) apareció el tema de la cohesión económica como segunda preocupación que centró algunos de los escasos objetivos que se consiguieron explicitar. Durante los años noventa, y sobre todo a partir de la segunda mitad de esta década, la competitividad económica se colocó en lugar privilegiado, de forma que en los primeros cinco años del nuevo siglo XXI las cuestiones económicas en forma de cohesión y competitividad marcaron la tendencia general. El problema es que cohesión y competitividad son casi contradictorias en sí mismas y la segunda se ha impuesto claramente. Si a todo ello añadimos otros temas emergentes como los de participación y gobernanza, contamos ya con todas las piezas del puzzle para intentar no perdernos en el laberinto.

Los primeros intentos

Más o menos hasta mitad de los años noventa del pasado siglo veinte el tema de organización del territorio y las ciudades europeas se abordó de una manera bastante genérica. Se podría incluso hablar de falta completa de compromiso en un tema relevante, transversal y que afecta de forma directa al bienestar, la calidad de vida, e incluso la salud de los ciudadanos. Si exceptuamos El Libro Verde del Medio Ambiente Urbano y La Carta de Aalborg, el resto de documentos son genéricos y no se atreven  plantear medidas que puedan cambiar el giro que estaba produciéndose en la forma y organización de las ciudades. Además, ambos documentos no se puede decir que sean propiamente documentos de ordenación del territorio y urbanismo, sino de carácter ambiental. Y es que estas cuestiones son las únicas que, de una forma relevante, han influido desde la Unión sobre la construcción de las áreas urbanas.

El suelo como recurso  lovevalencia

En una fecha tan temprana como 1972  en la Declaración de Estrasburgo, el Council of Europe Committe of Ministers aprueba la Carta Europea del Suelo en la que se consideran los elementos fundamentales para establecer una política de protección del suelo. Por supuesto se trata de unos principios muy genéricos. Tan genéricos que en la mayor parte de las recopilaciones ni tan siquiera se hace referencia a ella. Los doce puntos de los que consta la Carta tratan de establecer la necesidad de preservar el suelo considerándolo más bien como un recurso. Once años después, en Torremolinos, se aprobó el texto de la Carta Europea de Ordenación del Territorio que se componía de 26 artículos divididos en cinco apartados. Por lo menos en ella el territorio ya no es sólo un recurso sino que aparece como el marco en el que se desarrolla la vida de las personas. Como novedad se aborda el problema de las desigualdades entre regiones, aunque sólo desde el punto de vista económico.

El Libro Verde sobre el Medio Ambiente Urbano

En 1990 se publica El Libro Verde sobre el Medio Ambiente Urbano en el que partiendo de la idea de que «los problemas de las ciudades son una señal de alarma, indicio de una crisis más profunda que nos obligará a cuestionarnos los actuales modelos de organización y desarrollo urbano», se concibe como «un primer paso para iniciar el debate y la reflexión». Dos son sus principios básicos: que «aún estamos a tiempo de salvar la ciudad europea», y que «es necesario un compromiso por la cohesión social». Les acompañan dos objetivos concretos: crear o recrear las ciudades para proporcionar entornos atractivos a sus habitantes y reducir su contribución a la contaminación global. También se reconocen los factores que inciden en la problemática ambiental urbana (presión de las actividades económicas, estructuración de nuevas zonas urbanas,…) y se establecen directrices como la coordinación integrada, la responsabilidad, la sostenibilidad y la subsidiariedad, así como instrumentos de actuación.

El Libro Verde una de las bases de la intervención sobre la ciudad

Según Mª del Carmen Cañizares: “Constituyó la aportación institucional más relevante hasta el momento al plantear un enfoque global de las cuestiones ambientales urbanas y determinar la creación de un Grupo de Expertos sobre Medio Ambiente Urbano de la UE en 1991”. Se trataba, según se especifica en el propio documento de “configurar un proyecto de nuevo estilo de vida y trabajo”. Hay que hacer notar que es el primer documento dedicado específicamente a la ciudad porque los anteriores eran más bien territoriales. También se pone de manifiesto que la única posibilidad contemplada por la Comunidad Económica Europea de intervención era a través de los temas ambientales. Hasta tal punto que entre las sugerencias de actuación dice: “Se recomienda a la Comisión que, en cooperación con los Estados miembros y las autoridades locales, elabore directrices para incorporar las consideraciones ambientales a las estrategias de planificación de las ciudades a través de una investigación y elaboración detallada de los principios enunciados más arriba. El objetivo de estas directrices será influir en las prácticas de planificación urbana y servir de complemento a la propuesta de directiva sobre evaluación ambiental de políticas, planes y programas”.

La Carta Urbana Europea

El 27 de noviembre de 1990 se presenta una comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento europeos titulada: Europa 2000: perspectivas de desarrollo del territorio de la Comunidad, que en el año 1991 daría lugar a una publicación con este mismo título. En ella aparece un apartado dedicado al “Desarrollo del sistema urbano comunitario” donde se advierte de los problemas demográficos que aparecerán en la mayoría de los Estados miembros como consecuencia del envejecimiento de la población. Si la destaco entre el marasmo de documentos es porque ya entonces se dice de forma muy clara que el urbanismo es un tema ajeno a Europa: “Es preciso subrayar que la Comunidad no tiene competencias en política urbana propiamente dicha, que no está contemplada en el Tratado. Pero las responsabilidades comunitarias respecto al medio ambiente y las actuaciones emprendidas a través de los Fondos estructurales destinadas a aumentar la cohesión económica y social hacen que represente un papel importante en el desarrollo de las ciudades”. Este documento se completaría en 1994 con el llamado Europa 2000+ que destaca la lucha contra la marginación social y la necesidad de aumentar la importancia de las ciudades medias y pequeñas.

Palabras, sólo palabras: importancia de las ciudades medias y pequeñas  Fernando D

En la Carta Urbana Europea de 1992 aparece una caracterización de la ciudad como una entidad compleja centro básico de socialización, aunque con un concepto un tanto curioso de la misma: «una noción material, arqueológica, topográfica y urbanística, como lugar de recogida de seres humanos». En cualquier caso, aunque dice que muchas de las ciudades europeas funcionan bien, se refiere a los problemas de unos centros históricos degradados en muchos casos, viviendas de poca calidad en las periferias, una circulación de automóviles que trae consigo contaminación atmosférica, acústica y de los suelos y segregación social. También plantea una crítica bastante clara a la Carta de Atenas y a la zonificación y propugna la cooperación como medio de resolver estos problemas.

La Carta de Aalborg y las Agendas 21 locales

En el año 1994 se aprueba la Carta de Aalborg que tiene una importancia fundamental a la hora de considerar la forma de llevar a cabo las políticas urbanas, y representa un giro importante en la metodología, que pasa de considerar recomendaciones a considerar procesos. Además, la sostenibilidad se convierte en el pivote sobre el que va a girar toda la política urbana europea. La Carta, que tiene una redacción muy curiosa porque en ella las ciudades hablan en primera persona, se compone de tres partes. La primera se titula “Declaración de consenso: las ciudades europeas hacia la sostenibilidad. La segunda, “Campaña de ciudades europeas sostenibles”. Y la tercera, “Participación en las iniciativas locales del Programa 21: planes de acción local a favor de la sostenibilidad”. Asume una sostenibilidad basada en no sobrepasar la capacidad de carga de la naturaleza. Y también entiende que “La sostenibilidad ambiental implica además el mantenimiento de la diversidad biológica, la salud humana, la calidad del aire, del agua y del suelo a unos niveles que sean suficientes para preservar para siempre la vida y el bienestar de la humanidad, así como también de la flora y de la fauna”.

Decenas de miles de ciudades europeas han firmado la Carta de Aalborg  loeline

Pero la cosa no termina aquí, en el punto 1.7 puede leerse: “El reparto desigual de la riqueza es la causa de comportamientos insostenibles y hace más difícil cambiarlos. Tenemos la intención de integrar las necesidades sociales básicas de la población, así como los programas de sanidad, ocupación y vivienda, en la protección del medio ambiente. Queremos aprender de las primeras experiencias de estilos de vida sostenibles, de manera que podamos mejorar la calidad de vida de la ciudadanía en lugar de maximizar simplemente el consumo”. Dos años después, en 1996, más de 1.000 representantes de autoridades locales y regionales de toda Europa se reunieron en Lisboa para suscribir un documento que, con el título De la Carta a la acción, proponía a los gobiernos locales una serie de pautas para llevar a la práctica las Agendas 21 locales. Por último, y en esta línea de sostenibilidad, habría que mencionar la Declaración de Hannover que resume las anteriores de Turku, Sofía, Sevilla y La Haya. Se trata de documentos importantes pero sin criterios concretos. Decenas de miles de ciudades europeas han firmado la Carta de Aalborg, pero el contenido de cada Agenda 21 que desarrolla este compromiso queda enteramente al criterio de los ciudadanos que la llevan adelante. Por último sólo habría que advertir que la aprobación de una Agenda 21 local no vincula al instrumento fundamental de organización de la ciudad que es el Plan de Urbanismo.

El intento de una política urbana europea

El 1 de febrero de 1995 la Mesa del Comité de las Regiones decidió elaborar un dictamen de iniciativa llamado El desarrollo urbano y la Unión Europea que, posteriormente, la comisión 4 de Política Urbana el 30 de junio, y el pleno de los días 19 y 20 de junio, aprobaron por unanimidad. Después de reconocer que en 1991 el 71% de la población europea vivía en ciudades, se reconoce también que “el Tratado de la Unión Europea no contempla ninguna referencia concreta a las zonas urbanas y por ello no otorga a la Unión ningún poder jurídico específico para la coordinación de la política urbana. El déficit urbano es una carencia de primer orden para un subcontinente urbano que quiere plasmar su visión del siglo XXI. Sin este fundamento jurídico las políticas y actividades en el ámbito urbano están condenadas a ser fragmentarias y, por consiguiente, no se dispondrá de ninguna estrategia general, ninguna coherencia y, desde luego, ninguna visión de futuro”. Estas durísimas palabras van acompañadas de una serie de propuestas que constituyen un auténtico llamamiento a la modificación del Tratado con objeto de darle coherencia y unidad a la política urbana de la Unión Europea.

El Tratado de la Unión no contempla referencias concretaa a zonas urbanas  spaincenter

Pero nada de esto se toma en consideración. Se podía decir que este Dictamen representa el punto álgido en el intento de promover una política urbana europea. Después del impulso dado por la Carta de Aalborg y las Agendas 21 locales parecía que Europa se dirigía hacia una mayor unión en todos los aspectos, políticas urbanas incluidas. Pero se trataba, sencillamente, de un espejismo.

Europa tira la toalla, el principio de subsidiaridad

Aunque en todos los documentos revisados hasta el momento no se puede decir que exista una postura clara respecto al urbanismo, si que se manifiesta una y otra vez su importancia y, aparentemente, se aboga por una intervención de la Unión Europea de forma que se regulen o establezcan criterios que unifiquen, de alguna forma, las tendencias que se aprecian sobre todo en amplias áreas territoriales concretas. A la vez, la influencia de las políticas ambientales y de cohesión marca una impronta apreciable y son las únicas que, de alguna forma, intentan condicionar los desarrollos urbanos que se están produciendo (en algunos casos de forma incontrolada) en muchos de los países miembros. A partir de ahora Europa ya se decide claramente por un modelo de diversidad en el que el principio de “subsidiaridad” reina en el urbanismo. Se asume claramente que Europa en un conglomerado con una diversidad tal que parece imposible normar o, simplemente, recomendar la forma de organizar los ámbitos territoriales locales.

El principio de subsidiariedad manda en el urbanismo europeo  visitsweden

En 1997 el Comité de las Regiones aprueba el documento La ordenación del territorio en Europa. Dictamen con un cierto interés desde el punto de vista de la geografía regional pero menos desde una perspectiva puramente urbana. Se propone la superación de los límites fronterizos tradicionales tratando de forma unificada una serie de grandes regiones europeas y también se analizan temas sectoriales. Unos meses después, el 6 de mayo de ese mismo año, se publica la Comunicación titulada Hacia una Política Urbana de la Unión Europea. Este documento supone un giro importante en algunos aspectos aunque la posibilidad de una política urbana común sigue considerándose inviable. Estamos ante un punto de inflexión evidente, Aaron Gutiérrez lo llama “territorialización”, pero otros autores con esta palabra o con otras similares vienen a significar la necesidad de asumir la diversidad de los territorios europeos que, en un tema tan específico como el urbanismo, implica primar las características locales sobre las imposiciones centrales de las instituciones europeas. A pesar de todo, el documento es capaz de proponer una política urbana europea. La basa en cuatro ejes principales: fomento de la competitividad económica y el empleo, política de cohesión económica y social, política de transporte basada en las ideas de la movilidad sostenible, y, también, calidad de vida.

Transporte basado en movilidad sostenible  bicletasciudades

Un año después se publica una comunicación que lleva por título Marco de actuación para el desarrollo urbano sostenible en la Unión Europea, donde ya se reconoce que la intervención en las ciudades se hará mediante políticas urbanas indirectas. Ya ni se intentan absorber nuevas competencias en temas urbanos ni concebir soluciones urbanas específicas para el ámbito de toda la Unión. Éstas deben surgir necesariamente de las situaciones locales y dentro del contexto específico de cada Estado miembro. Incluso, para mayor claridad, se detalla cuales son estas políticas. A lo largo de los párrafos anteriores ya hemos visto como, primero los temas ambientales y luego los económicos en sus vertientes de cohesión y competitividad, eran los que condicionaban las políticas urbanas. Ahora aparecen de forma clara también las cuestiones relativas a la gobernanza y participación. Para terminar este apartado habría que mencionar un documento bastante curioso por lo que da a entender: Hacia un desarrollo equilibrado y sostenible del territorio de la UE (también conocido como PEOT). En él desaparecen (de forma bastante significativa) algunas frases tópicas anteriores como anunciando la etapa que vendrá a continuación. Por ejemplo, la “sostenibilidad mundial” es sustituida por la “conservación y gestión de los recursos naturales y el patrimonio cultural”. O desaparece el “buen gobierno y la participación ciudadana”.

El cambio a un modelo estratégico

Hasta el momento, con mayores o menores dificultades, y en la temática concreta que nos ocupa, Europa pretendía legislar. Es decir, establecer normativas que luego los países miembros asumieran como propias. A lo largo de los años se ha ido viendo, de forma progresiva que en los temas urbanos esto era imposible. Y era imposible porque o bien se aprobaban normas de carácter tan genérico e institucional que, prácticamente, eran papel mojado o, sencillamente, no se cumplían porque la casuística concreta era tan grande que, necesariamente, una norma “para todos” no servía “para nadie”. Estas dos ideas, el territorio europeo como mosaico y una forma de entender el “principio de subsidiariedad” acorde con esta visión, se han ido abriendo paso a lo largo de los años tal y como hemos visto en los párrafos anteriores. Pero es ahora cuando esta forma de entender la materia se institucionaliza de alguna forma. Como se verá a continuación en el VI Programa Marco de medio ambiente se explicita ya de forma clara y rotunda.

El medio ambiente como medio indirecto de influir en las políticas urbanas  ecologiaverde

En el año 2001 se estableció el VI Programa Marco, que llevaba por título Medio ambiente 2010: el futuro está en nuestras manos. Esta comunicación fue aprobada el 22 de julio de 2002. Dice inspirarse en el Quinto Programa, pero supone un cambio drástico en el enfoque general, sustituyendo un modelo legislativo por un modelo estratégico. Desde el punto de vista del urbanismo supone el reconocimiento de la necesidad de considerar el medio ambiente como medio indirecto de influir en las políticas urbanas. Cuatro años después, en enero de 2006, se adopta la llamada Estrategia temática para el Medio Ambiente Urbano basada en el titulado Hacia una estrategia temática sobre el medio ambiente urbano. La palabra “estrategia” ya aparece por todos los lados. Lo cierto es que cuando se produjo el documento la mayor parte de los planificadores y urbanistas europeos esperaban algo más de esta Estrategia de lo que luego resultó. Básicamente se reduce a la difusión de Buenas Prácticas y a la forma de coordinar esta difusión. El resto son generalidades.

La situación actual

Los ministros responsables de Urbanismo y Ordenación Territorial de los Estados miembros de la Unión Europea en la reunión informal sobre desarrollo urbano y cohesión territorial que tuvo lugar en Leipzig en mayo de 2007 aprobaron dos documentos relevantes para entender la situación actual. El primero, la Agenda Territorial de la Unión Europea que se titula Hacia una Europa más competitiva y sostenible de regiones diversas (también conocida como Agenda Territorial) destaca por hacer prevalecer la “competitividad” sobre la “sostenibilidad”. El segundo es la Carta de Leipzig sobre Ciudades Europeas Sostenibles (Carta de Leipzig). La Agenda Territorial se deriva directamente del PEOT de 1999 ampliando los campos normativos pero quedándose en generalidades, y su interés es que desarrolla el concepto de “cohesión territorial” aunque sin mayores implicaciones. La Carta, a diferencia de la Agenda, se centra en las ciudades. Pero al descender a las cuestiones concretas empiezan los problemas. Y los planteamientos contrapuestos sobre todo en lo que se refiere al entendimiento del significado del principio de subsidiariedad. Se llega a decir: “Hay opiniones muy divergentes sobre si la UE debe intervenir e «interferir» en esta área de actuación y de qué manera. Se discute si las «ciudades» y sus problemas tienen una dimensión europea. Sin embargo, también se reconoce que las políticas territoriales son particularmente visibles en las zonas urbanas”.

Los ministros europeos de urbanismo reunidos en Leipzig  elmundo

Como hemos podido ver, las dificultades teóricas y metodológicas para abordar una política urbana de carácter general en Europa han sido y son muy importantes. Sin embargo, casi en paralelo, se ha producido otra forma de enfocar la cuestión. Ha sido mediante la formula de “intervenciones directas” en áreas concretas mediante proyectos específicos, y no a través de regulaciones, estrategias o recomendaciones. Aunque hoy la extensión de este artículo me impide abordar este importante tema, tiene un gran interés y prometo hacerlo otro día. De todas formas no me resisto a enunciar algunos de los principales programas: los Proyectos Pilotos Urbanos (PPU con dos fases, 1990-1993 y 1995-1999); los Proyectos Operativos Locales (POL con dos fases, 1991-1993 y 2000-2006); los Programas Operativos de Medio Ambiente Local (POMAL, 2000-2006); la Iniciativa Comunitaria URBAN (dos fases, 1994-1999 y la segunda 2000-2006).

Resumiendo

Europa ya ha renunciado a establecer una política urbana común. Las diferencias entre ciudades son demasiado importantes. Incluso el propio principio de subsidiariedad presenta graves problemas de implantación. Y objetivos aparentemente irrenunciables como el de cohesión han evolucionado tanto que, en la actualidad, la equidistribución que es la base de la cohesión territorial se sustituye por la anisotropía con objeto de favorecer a los territorios y ciudades más dinámicos, de forma que puedan ser competitivos con otros países no europeos. Esto no se afirma así de claro en ningún documento, pero se entiende perfectamente detrás del rebuscado lenguaje de resoluciones, comunicados y directivas de la Unión. La Agenda y la Carta de Leipzig de 2007 así lo dan a entender. Pero el nuevo rumbo se ha venido produciendo desde bastante antes. Hay muchos autores que lo entienden así. Por ejemplo, Elena Martínez al referirse a la Estrategia Territorial Europa dice: “Estas tres directrices se asocian con los objetivos de competitividad, de cohesión y de sostenibilidad, respectivamente, aunque el desarrollo de un sistema equilibrado y policéntrico de ciudades prima sobre los demás. Sin embargo, las medidas para la consecución del segundo y tercer objetivo están marcadamente relacionadas con la consecución del primero de ellos, estableciéndose de esta manera una jerarquía entre los citados principios y erigiéndose como principal apuesta de la ETE”.

Parlamentario europeo número 660 (arriba, a la izquierda) pensando, en su soledad, 
 como hacer más competitivas (¿solidarias, solitarias?) nuestras ciudades  timeforeurope

Este planteamiento basado en la competitividad entre ciudades, aunque mayoritario, no es unánime. Autores como Krugman lo cuestionan aplicado, por ejemplo, a las economías nacionales. En cualquier caso, cohesión y sostenibilidad, que parecían los pilares sobre los que se sustentaba Europa en las grandes indicaciones genéricas sobre políticas urbanas, aparecen cada vez más subordinadas a la competitividad tal y como sucede en el área económica. Pero he de confesar que, después de haber dedicado unos cuantos meses a estudiar las políticas urbanas en la Unión Europea y vista mi experiencia directa como experto del grupo de trabajo de Diseño Urbano Sostenible de la Unión Europea durante el período 2002-2004, no termino de ver con claridad si, realmente, las diferentes orientaciones que se han ido produciendo responden de verdad a objetivos explícitos (no he conseguido localizar la línea que llevan), implícitos (tampoco termino de encontrarlos), o es que los documentos, comunicaciones y propuestas resultan de procesos azarosos. Por ejemplo, de que a un experto concreto se le haya ocurrido una idea brillante o que un parlamentario refugiado en su despacho se aburra una tarde de lluvia. La verdad, tal y como están las cosas, y a pesar de nuestros problemas urbanísticos, casi prefiero que la mastodóntica burocracia europea se mantenga lejos de nuestras ciudades. Siempre es más fácil cambiar de rumbo (y hay que cambiar de rumbo) en un barco pequeño que en un gran trasatlántico.


Nota 1: El principio de subsidariedad
  • Aparece en el Tratado de la Unión. Con arreglo a este principio, la Unión no puede intervenir en los ámbitos que no corresponden a su competencia exclusiva a menos que los Estados miembros no puedan alcanzar de manera satisfactoria los objetivos de la acción prevista y en cambio, puedan cumplirse mejor, por razones de dimensión o de efectos de la acción prevista, en el ámbito de la Unión.

Nota 2: Publicación en la que he basado el artículo
  • Y en la que, además, aparecen todas las referencias bibliográficas y citas del mismo: Fariña Tojo, J. Merino Merino, B. Cuadernos del OSE sobre políticas de salud en la UE. Número 7: Urbanismo y Salud Pública. Granada: Observatorio de Salud en Europa de la Escuela Andaluza de Salud Pública; García-Sánchez, I. Editora. Diciembre 2012.Se puede obtener el pdf (a baja resolución) en este enlace.

Nota 3: Documentos básicos por orden cronológico
  • 1972. La Carta Europea del suelo
  • 1983. Carta Europea de Ordenación del Territorio
  • 1990. Libro Verde sobre Medio Ambiente Urbano
  • 1991. Europa 2000: perspectivas de desarrollo del territorio de la Comunidad
  • 1992. La Carta Urbana Europea
  • 1994. Europa 2000+
  • 1994. Carta de Aalborg
  • 1995. El desarrollo urbano y la Unión Europea
  • 1996. De la Carta a la acción (Agendas 21 locales)
  • 1996. Carta de Lisboa
  • 1997. La Ordenación del Territorio en Europa
  • 1997. Hacia una política urbana de la Unión Europea
  • 1998. Marco de actuación para el desarrollo urbano sostenible en la Unión Europea
  • 1999. Hacia un desarrollo equilibrado y sostenible del territorio de la UE (PEOT)
  • 2000. Carta de Hannover
  • 2001. Medio Ambiente 2010: el futuro está en nuestras manos (VI programa)
  • 2006. Estrategia temática para el medio ambiente urbano
  • 2007. Hacia una Europa más competitiva y sostenible de regiones diversas (Agenda Territorial de Leipzig)
  • 2007. Carta de Leipzig sobre Ciudades Europeas Sostenibles (Carta de Leipzig)