miércoles, 2 de septiembre de 2015

A Roland Barthes en su centenario

Roland Barthes muere el 26 de marzo de 1980, a los 65 años atropellado por la furgoneta de una lavandería mientras cruzaba la Rue des Écoles, al lado mismo del Collège de France donde ocupaba la cátedra de Semiología Literaria desde 1977. A quien le interese este suceso absolutamente barthiano puede leer el artículo de Mario Bruzo, “El hombre que atropelló a Roland Barthes”. El autor de El grado cero de la escritura, Elementos de semiología, Sistema de la moda, Fragmentos de un discurso amoroso o La cámara lúcida, había nacido el 12 de noviembre de 1915 y, para mi generación fue, en su momento, un referente. Recordarlo hoy puede parecer extemporáneo pero como él mismo dijo “Réclame de vivre pleinement la contradiction de mon temps, qui peut faire d’un sarcasme la condition de la vérité”. Y, además, en unos días será el centenario de su nacimiento.

Roland Barthes, París, 1973
 École Pratique des Hautes Études  barthes

Es precisamente este “vivir plenamente la contradicción” de mi tiempo lo que hace que tenga que empezar este artículo escribiendo de cosas tan alejadas del momento actual como el estructuralismo, la semiología o la semiótica. Y no es que entienda (siguiendo su cita) que la condición de la verdad sea un sarcasmo, ni que estas palabras puedan usarse hoy en día como insulto a la inteligencia. Es que cada vez más entiendo la historia como crónica hilada de acontecimientos inconexos que organizan un discurso. Es decir, como diría Borges, el texto como cita de citas. Y porque no quiero que muchas de las ideas de los años sesenta y setenta que a pesar de todo, algunas de las vanguardias (suponiendo que “eso” todavía exista) están empezando a descubrir, se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

C. E. Shannon, primera portada de la publicación para la Bell de
 “A Mathematical Theory of Comumunication”, 1948  earlycomputers

Pero no voy a empezar por el Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure, ni tampoco por explicar las ideas de Claude Lévi-Strauss que aplica a la antropología los postulados del estructuralismo. No, voy a empezar por una de mis referentes más queridos, Claude Elwood Shannon. Y esto tengo que explicarlo porque tiene que ver con mi propia evolución personal ya que a principios de los setenta me encontraba absolutamente implicado en las cuestiones relacionadas con la teoría de la comunicación, la entropía y todo aquello que tenía que ver con la cibernética y un entendimiento cuantitativo del análisis urbanístico. La obra fundamental de Shannon fue The Mathematical Theory of Communication, publicada en 1948 dentro de las publicaciones de los laboratorios Bell System, filial de la American Telegraph & Telephone.

Teoría de la comunicación según Shannon  line

Para Shannon el objeto de la comunicación consistía en “reproducir en un punto dado, de forma exacta o aproximada, un mensaje seleccionado en otro punto”. Esquemáticamente, estos eran los elementos que organizaban el sistema: la fuente de información que era la parte encargada de producir el mensaje, el codificador encargado de transformar el mensaje en signos, el canal que transportaba los signos, el decodificador que reconstruía el mensaje, y el destino (la persona o cosa a la que se transmitía el mensaje). Lo que en aquellos momentos, y desde el punto de vista práctico, se veía como básico era la necesidad de una comunicación eficiente. Es decir, más económica. Y para conseguirlo había que contar con un problema inherente a todo sistema de comunicación: el ruido. Aparecía entonces la necesidad de redundancia y todo se complicaba. Pero se complicaba poco. O, por lo menos, la complicación era asumible. Sobre todo si se utilizaba un lenguaje máquina a máquina.

Ugarit, en la actual Siria, el primer alfabeto

La cuestión ya adquiere otro aspecto cuando tratamos con palabras y con lenguaje humano. El lenguaje es un instrumento de comunicación que utiliza palabras. El objeto de las palabras es significar. Es decir, las palabras son signos. Esta es la base de todo el edificio estructural saussuriano. Todo lo demás son añadidos, incluso las cuestiones de contexto que luego incorpora Barthes. La semiología trata de comprender esta función básica de la palabra. Pero todo esto sigue siendo relativamente poco complejo. En realidad, las verdaderas dificultades aparecen cuando pasamos de un lenguaje verbal a otro organizado en torno a signos no lingüísticos. Ya Charles Sanders Peirce (1839-1914) un pionero en tantos campos del conocimiento había hecho notar que había tres tipos de signos: el icono, que se parece al objeto; el índice que perdería su carácter si se suprimiera el objeto pero que no lo perdería si no hubiera alguien que interpretara; y el símbolo, un signo convencionalmente asociado a un objeto.

Los tres tipos de signos según Peirce  carlosjavierjimenez

La aportación de Barthes a la semiología de Saussure (de interés para los que nos dedicamos a la arquitectura, el urbanismo o el paisaje) consiste en cambiar el concepto de código lingüístico por el de signo cultural. La otra dirección que toma el análisis es la denominada semiótica. Es la que, por ejemplo, sigue Umberto Eco al que le he dedicado ya parte de un artículo. El texto según Eco se puede entender como un contenedor de diversos signos y símbolos correspondientes a un contexto cultural. Para algunos autores, aunque ambas corrientes parten de los mismos presupuestos enfatizan cosas distintas. La semiología se centra en el análisis de los objetos y su significado, aunque desde una perspectiva cultural; es decir, sobre qué se comunica. En este sentido, Barthes busca comprender las condiciones de comunicabilidad y su legibilidad. Y la semiótica sobre la forma de comunicar; es decir, sobre cómo se comunica. Pero este enfoque de la relación entre semiología y semiótica no es único ni pacífico. Hay diferentes posturas, incluso para algunos autores ambas palabras significan lo mismo.

Otra versión de la relación entre semiología y semiótica  slideshare

Aunque tanto la semiología como la semiótica (incluso el propio estructuralismo) han tenido una fuerte contestación y en muchos ambientes han caído en el descrédito, no se les puede negar que, en su momento, supusieron un avance sobre el que organizar las nuevas teorías. La deconstrucción, la hermenéutica o la simbolización, por ejemplo, no se entenderían sin una crítica a esta forma de entender los sistemas. Por supuesto que ahora no me voy a meter en estas procelosas aguas porque mi objetivo es Barthes y su centenario. Su primera obra importante fue El grado cero de la escritura. Sobre esta obra se han escrito muchas cosas interesantes. Podéis leer un resumen de Javier Seguí en el enlace que os dejo en el apartado final. En este ensayo Barthes se interroga sobre la posibilidad de que exista un grado cero a la hora de escribir ¿es posible que el autor pueda prescindir de sus ideas, su estilo, sus vivencias, y lograr un texto limpio?

¿Es posible un grado cero en la escritura?  perio

En esta obra contrapone el texto al habla, y concluye que el primero (a diferencia del habla) no puede ser nunca ideológico. Esto es así porque el texto es un mensaje en el que no hay diálogo y el texto, en última instancia, pertenece al lector. Esta idea la desarrolla más detenidamente luego en Le plaisir du texte. Traigo aquí el tema sólo para poder traducirlo luego a la ciudad o el paisaje. Entiende, como consecuencia, que el autor se mueve entre dos extremos. Por una parte el uso de un lenguaje concreto, el común denominador, relacionado directamente con la legibilidad. Y por otra, la forma literaria que tiende a la incomprensión. Entre ambos campos se mueve el autor cuya única posibilidad es la introducción de variaciones sobre este lenguaje totalmente comprensible, sobre este común denominador, pero sin que estos cambios lleguen al límite de hacer ilegible el texto.

Fragmento de "Fragmentos de un discurso amoroso", pág. 38
 Siglo XXI editores, 1982  Señalar en la imagen para verla más grande

Para Barthes, el acto de escribir tiene que ver con la erótica. Es lo que llama una forma de Eros: “El texto que usted escribe debe probarme que me desea. Esa prueba existe: es la escritura. La escritura es esto: la ciencia de los goces del lenguaje, su Kamasutra (de esta ciencia no hay más que un tratado, la escritura misma)”. Ya podéis comprender la causa de que se vendieran 15.000 ejemplares en menos de dos semanas de Fragmentos de un discurso amoroso, y que fuera “hombre del mes” de la revista Playboy. Claro que a ello ayudó su intervención en el programa Apostrophes de la televisión francesa discutiendo con François Sagan bajo el título de la canción de Lenoir “Parlez-moi d'amour”. Fragmentos de un discurso amoroso empezó como un seminario sobre el Werther de Goethe que, a lo largo de los dos años que duró fue implicando cada vez más a todos los participantes hasta el punto que su inicial sentido académico terminó suplantado por una proyección subjetiva de cada uno de sus integrantes sobre el texto.

Apostrophes, “Parlez-moi d’amour” (Barthes, Sagan)  youtube

Llevo tres páginas sólo para introducir a Barthes, pero todavía no he hablado más que de literatura. En realidad, sobre lo que quería escribir era sobre una conferencia de Barthes titulada “Semiología y Urbanismo”, organizada en 1967 por el Instituto de Historia y de Arquitectura de la Universidad de Nápoles y luego publicada en L'Architecture d'Aujourd'hui, nº 53, 1971. Está recogida con otros textos en L'aventure sémiologique (Éditions du Seuil, París, 1985). La traducción al castellano de esta recopilación la publicó Paidós en 1990 con el título de La aventura semiológica. La verdad es que son escasamente diez páginas, sin epígrafes y sólo con un par de citas. Lo que significa, para algunos de mis alumnos forofos del tuit, que es legible sin excesivas complicaciones aunque al final de la lectura se queden un tanto exhaustos después de tamaño esfuerzo. Pero el esfuerzo merece la pena porque se trata de un texto lleno de guiños, caminos que recorrer y metáforas todavía no desarrolladas.

La posibilidad de una semiótica de la ciudad  vozpopuli 
 Madrid 2015, manifestación de Podemos en la Puerta del Sol

El comienzo me encanta: “Pero tengo que añadir que quien quisiera esbozar una semiótica de la ciudad tendría que ser a la vez semiológo (especialista en signos), geógrafo, historiador, urbanista, arquitecto y probablemente psicoanalista. Como es muy evidente que no es éste mi caso -de hecho, no soy ninguna de estas cosas, salvo, y aun apenas, semiólogo-, las reflexiones que voy a presentar ante ustedes son reflexiones de amateur, en el sentido etimológico de la palabra, «amante» de los signos, el que ama los signos, amante de ciudades, el que ama la ciudad. Porque amo la ciudad y los signos. Y este doble amor (que probablemente es un solo amor) me impulsa a creer, quizá con cierta presunción, en la posibilidad de una semiótica de la ciudad”. La cita informa, además, de una cierta ambivalencia en el uso de la palabra semiótica. Más bien aconsejaría fijarse en el título de la conferencia “Semiología y urbanismo”.

Madrid, Puerta del Sol, visión cartográfica según GoogleMaps

Pues bien, reducir la ciudad a sus términos funcionales o utilitarios (el grado cero en la gramática urbana) es conducirla a su legibilidad máxima, pero perdiendo todo aquello que tiene que ver con el discurso, con el amor, con el Eros, con ser amante de la ciudad tal y como lo entendía Barthes: “Quisiera de entrada recordar una cosa muy conocida que servirá de punto de partida: el espacio humano en general (y no el espacio urbano solamente) ha sido siempre significante. La geografía científica y sobre todo la cartografía moderna pueden ser consideradas como una especie de obliteración, de censura, que la objetividad ha impuesto a la significación (objetividad que es una forma como cualquier otra del imaginario)”. Claro que en el extremo opuesto la ciudad deja de ser ciudad ya que no permite ni una mínima lectura al volverse incomprensible. Entre estos extremos se deberían de encontrar los discursos urbanos.

Atenas, vista de la Acrópolis  misteriji

En la época griega clásica, según Barthes, la ciudad estaba basada exclusivamente en significados ya que no se entendía una concepción utilitaria de esos espacios basada en funciones, idea que aparece más adelante. Se queja de que, hasta el momento de escribir el texto y frente a estas concepciones fuertemente significantes del espacio urbano, los teóricos del urbanismo (salvo excepciones) no desarrollan este enfoque. Entre estas excepciones menciona a Víctor Hugo y a Kevin Lynch. Aunque le reconoce a Lych su preocupación por la legibilidad de la ciudad y su búsqueda de unidades discretas parecidas a los fonemas y semantemas (recorridos, hitos, nodos, discontinuidades) concluye que, a pesar de todo, su visión es más gestaltista que estructural. Otra cuestión que le preocupa es el enfoque de la planificación urbana, que reduce la organización de la ciudad a las necesidades funcionales desatendiendo su carga semántica. Pero, sobre todo, se refiere a la imposibilidad de una ciudad formada por elementos aislados cuyas funciones se puedan inventariar de forma independiente.

Tejido y elementos singulares forinv
 Londres, vista aérea sobre el Támesis

Y es que concibe la ciudad organizada mediante elementos fuertes y elementos neutros formando un tejido con un ritmo más o menos marcado, pero evidente. Esta es también la idea de Lynch, Aldo Rossi, Quaroni, o Bailly como ya vimos en otro de los artículos del blog. Pero esta dicotomía entre el tejido y las emergencias (o los hitos y los nodos), entre los elementos continuos y discontinuos, entre las diferentes áreas perceptivas, entre los lugares centrales y periféricos, no es única. Hay que acompañarla de los elementos simbólicos de cada uno de ellos, claves para su comprensión. El concepto de símbolo que emplea Barthes en esta conferencia no es el que establece de una forma exacta la relación entre significado y significante, sino más bien atiende a los procesos por los que el significante se relaciona con un significado. Lo que luego se llamaría significancia (aquello relativo a la propiedad de significar). Pero ya me estoy adentrando en esas aguas procelosas en las que no quería entrar.

"Los significados pasan los significantes quedan"  blendspace

Para introducir el análisis semiológico en la comprensión de la ciudad entiende que habría que pasar por tres etapas: disociar el texto urbano en unidades; distribuirlas en clases formales; y “encontrar las reglas de combinación y transformación de estas unidades y estos modelos”. La parte más elemental (la de las funciones a cumplir) dice que ya está muy estudiada, y que se incluso se han realizado listas algunas de las cuales incluyen hasta treinta de estas funciones. Sin embargo, “esta lista puede, por supuesto, ser completada, enriquecida, limada, pero no constituirá más que un nivel sumamente elemental para el análisis semiológico, un nivel que probablemente habrá de revisar más adelante, no solamente por el peso y la presión ejercidos por la historia sino porque, precisamente, los significados son como seres míticos, de cierta imprecisión y que en cierto momento se convierten siempre en significantes de otra cosa: los significados pasan, los significantes quedan”. 

Fragmento de La chambre claire  iniphotonum
Señalar en la imagen para verla más grande

Bueno, como homenaje y recordatorio pienso que, de momento, es suficiente. Con este artículo espero haber despertado el interés por la figura de Roland Barthes que, a día de hoy, no parece que esté pasando precisamente por momentos de esplendor. Sin embargo hay en todos sus textos multitud de sugerencias que es posible que os ayuden a muchos de los que estáis investigando en nuevos enfoques, imprescindibles en momentos críticos como el actual. Necesitamos ideas nuevas pero, muchas veces, las ideas nuevas surgen de adentrarse en caminos ya iniciados pero nunca concluidos. Su último libro, que apareció unos días antes de su fallecimiento, se titula La chambre claire. Note sur la photographie y fue publicado por Cahiers du Cinema en 1980. En esta obra Barthes se enfrenta (premonitoriamente) a una reflexión sobre la muerte y constituye la culminación del proceso de subjetivación de sus escritos que en El grado cero de la escritura o en Mitologías habían comenzado de una forma pretendidamente objetiva.

Otro lenguaje de la ciudad, plano del metro de Londres  trenmonreal

La ciudad es un discurso, y este discurso es verdaderamente un lenguaje: la ciudad habla a sus habitantes, nosotros hablamos a nuestra ciudad, la ciudad en la que nos encontramos, sólo con habitarla, recorrerla, mirarla. Sin embargo, el problema consiste en hacer surgir del estadio puramente metafórico una expresión como «lenguaje de la ciudad». Es muy fácil hablar metafóricamente del lenguaje de las flores. El verdadero salto científico se dará cuando podamos hablar del lenguaje de la ciudad sin metáforas”. Sí, claro, la idea es sugerente pero me sumo a esta cita de Barthes para decir que las dificultades para lograrlo son evidentes. Para muchos, está forma de acercarse a la ciudad ha sido una vía muerta. Algunos de mis compañeros que se han intentado adentrar por este mar bastante turbulento han empezado con mucho ánimo pero, poco a poco, han ido reduciendo su velocidad hasta quedarse varados en una playa deshabitada. Yo mismo. Pero es posible que todavía no hayamos visto el camino con suficiente claridad. Probablemente sea el momento de retomar determinados enfoques prematuramente abandonados, esperar la marea alta e intentar volver a navegar.



Nota 1. El artículo de Alberto Bruzos al que me refiero a comienzo del artículo y que lleva por título “El hombre que atropelló a Roland Barthes” lo podéis encontrar en pdf en este enlace.

Nota 2. El resumen de Javier Seguí del libro de Barthes titulado “El grado cero de la escritura” lo podéis encontrar en este enlace.

Nota 3. Si queréis empezar a leer a Roland Barthes os recomiendo a continuación, por orden de publicación, los textos que más me han interesado.
  • El grado cero de la escritura (1953)
  • Mitologías (1957)
  • Elementos de semiología (1965)
  • El imperio de los signos (1970)
  • El placer del texto (1973)
  • Fragmentos de un discurso amoroso (1977)
  • La cámara lúcida: nota sobre la fotografía (1980)
  • La aventura semiológica (1985) que contiene algunos textos de interés. Entre otros la conferencia de “Semiología y Urbanismo”.