miércoles, 2 de noviembre de 2016

La ciudad y el territorio

En el año 2013 escribí un artículo en el que reflexionaba sobre la evolución de esos artefactos que algunos todavía llaman ciudades, fijándome (a la manera de Walter Benjamin) sólo en aquellos aspectos necesarios para construir el relato que necesitaba. He decidido retomarlo y adaptarlo al blog porque pienso que puede ser útil para mis alumnos del máster universitario en Planeamiento Urbano y Territorial que imparte mi departamento de la Universidad Politécnica de Madrid. Y lo haré respondiendo a las dos preguntas tópicas: ¿De dónde vienen las ciudades en qué vivimos? ¿A dónde van? No se trata de dar una visión detallada y aséptica, sino más bien a vuelo de pájaro y con la intención de averiguar el rumbo que lleva el barco. Hay magníficas historias del urbanismo y del urbanismo moderno (mencionadas en muchos artículos del blog) y ellas me remito para un relato menos parcial e intencionado.

Así sería la ciudad de Kahun en el Antiguo Egipto. La cultura,
 el clima y el territorio determinan la forma.  architektonator

Nuestras ciudades históricas han surgido de necesidades muy variadas. En un cruce de caminos, en el paso de un río, para conquistar o repoblar un territorio. Pero en todos los casos atendiendo a condiciones locales muy específicas y concretas. Sus pobladores, antes incluso de poder ser considerados ciudadanos, estaban indisolublemente unidos al territorio en el que vivían. Esta simbiosis entre personas y territorio trajo consigo una serie de relaciones basadas en el conocimiento mutuo y, muchas veces, en la lucha por la supervivencia. Durante siglos las ciudades no fueron más que centros de libertad y de ayuda para defenderse de los enemigos, de los elementos, de las fieras, del miedo a estar solos. Y poco a poco se fueron consolidando como formas de asentamiento altamente eficientes, como centros de innovación, como lugares donde las personas eran razonablemente libres.

La ciudad medieval como ciudad local. Se decía que
 “el aire de las ciudades hace hombres libres”.  teachingresources

Pronto se empezaron a producir movimientos migratorios del campo a la ciudad en busca de mejores oportunidades y de una vida más confortable. Aunque hubo épocas históricas en las que algunas ciudades no sólo decrecieron, sino incluso llegaron a desaparecer. Pero todo cambió con la segunda gran revolución que se produjo en la historia de la Humanidad después del momento en el que se hizo sedentaria: la industrialización. La Revolución Industrial trajo consigo cambios irreversibles en la concepción, construcción y organización de las ciudades que se volvieron sucias, insalubres y altamente insolidarias. Aumentó la desigualdad de una forma espectacular y fue necesario recurrir al planeamiento tal y como hoy lo conocemos para resolver los problemas creados. Tuvieron que inventarse instituciones como la expropiación y mecanismos de regulación como la zonificación que cambiaron la forma de hacer ciudad.

La ciudad producida por la Revolución Industrial,
 la más insalubre de la historia urbana.  viajeros

El planeamiento urbanístico, como previsión de lo que será la ciudad en el futuro, resolvió muchos de los problemas creados por la ciudad de la Revolución Industrial. E hizo posible el éxito de esa extraña invención en la que se aloja ahora mismo más de la mitad de la población mundial. Sin embargo, el planeamiento también trajo consigo no pocos males. Las ciudades dejaron de construirlas los ciudadanos y su diseño y organización se dejó en manos de los técnicos que poco a poco las fueron desvinculando del territorio, olvidando las limitaciones derivadas de su ámbito cercano a base de ampliarlo cada vez más. Los mismos modelos urbanos que se construían en la periferia de Londres se construían también en Madrid, Dubai o Singapur. En algunos casos, exactamente las mismas tipologías, las mismas formas, incluso los mismos planos casi sin adaptarlos más que a las legislaciones propias de cada lugar.

La ciudad descontextualizada, de cualquier lugar.
 No importa la cultura ni el territorio.  chris dent en metalocus

Dejó de tener importancia la distancia geométrica para adquirirla la temporal. Ya no importaban los kilómetros sino los minutos que se tardaba en alcanzar el centro.Trozos enteros se empezaron a desgajar de la ciudad para instalarse lejos, a kilómetros, en medio del campo. Ya no era imprescindible estar cerca en el plano, era suficiente con estar cerca en el tiempo. De esta forma se empezó a construir  una ciudad fragmentada, en la mayor parte de los casos de muy baja densidad, rompiendo la naturaleza, separándose entre sí las distintas funciones y exacerbándose la segregación y las desigualdades de una forma verdaderamente espectacular. Desapareció la conciencia local al romperse el vínculo entre ciudadanos y territorio, aumentó la insolidaridad y, sobre todo, la ineficiencia en el funcionamiento del modelo creado. Ya no sólo los centros tradicionales se igualaron en las diferentes partes del mundo sino toda la ciudad, incluidas las áreas periféricas.

La ciudad del automóvil, la más insostenible.
 Se cambia el concepto de distancia por el de tiempo.  dpz

El problema es que todo esto significaba un incremento muy importante del consumo y de la producción de desechos, lo que unido al aumento creciente de la población mundial, hizo que se rozara la biocapacidad de la Tierra para suministrar energía, suelo, agua y materiales, y para absorber toda la contaminación producida. Como ya se ha dicho muchas veces a lo largo de los diferentes artículos del blog, el momento crítico según la mayor parte de los cálculos realizados, se produjo en mitad de la década de los ochenta del pasado siglo veinte. En aquellos años el consumo de planeta igualó su biocapacidad. O lo que es lo mismo, la huella ecológica de la humanidad igualó la superficie de la Tierra. A partir de entonces estamos sobreconsumiendo planeta porque no solo agotamos todo lo que el planeta es capaz de producir sino también, y cada vez a mayor ritmo, todo lo que ha ahorrado a lo largo de milenios.

La ciudad del consumo ilimitado y el comercio global.
 La vida entera en un Centro Comercial.  sscdominicana

A la vez, se ha ido creando una conciencia planetaria, basada en unas formas de consumo comunes, generadas por las grandes compañías multinacionales y por la publicidad, y gracias a las posibilidades de los medios de comunicación de masas. De forma que las imágenes de marca, y las marcas, han ido sustituyendo progresivamente a los objetos. Y esto es válido, tanto para Coca-Cola, como para IBM, McDonals o Google. Este compartir formas, valores, o iconos comunes en todo el planeta, ha traído consigo la pérdida de relación con el sitio, con el lugar, con el territorio en el que vivimos. Territorio que apenas conocemos en muchos casos, mientras que sabríamos decirle a cualquiera como es el Central Park o reconocer el museo Guggenheim justo frente al lago, en pleno Manhattan. El comercio internacional se ha hecho cada vez más imprescindible y espárragos producidos en Perú se consumen en Madrid, o el crudo extraído en Kuwait se quema en una central térmica italina para producir electricidad.

Y luego está el turismo, ese ente exterminador de culturas y
 esencia de la sociedad del consumo y el despilfarro.  pernangoni

Millones de personas se desplazan entre países por el mero placer de conocer esos iconos creados por la publicidad y la industria turística. Las referencias arquitectónicas mundiales, y las áreas urbanas, responden a esta forma de entender lo global porque, debido a la necesidad de abarcar la mayor cantidad de público posible, se construyen de acuerdo a unos cánones comprensibles por todo el planeta. Esta es la situación actual. Después de un largo camino, lo que ahora llamamos ciudades y que tienen poco que ver con las antiguas ciudades, se ha apoderado no sólo de todo el territorio sino también de los valores, de las formas, y de su organización. En unas partes del mundo más que en otras. Pero la tendencia es esta, y los objetivos de los gobernantes en América, en Europa o en África, son estos. La ciudad global, la arquitectura global, las formas globales, en buena parte del planeta están aniquilando las ciudades locales, la arquitectura local, las formas locales. Y esto que, aparentemente, incluso parece bueno, es un drama y un problema cuya solución no se ve de momento.

Ciudades complejas, como este dibujo de  Gulliver Hancock
 para el centenario de Jane Jacobs. +grande señalar imagen ciudadesaeh

Porque resulta que el primer mandamiento que debe cumplir cualquier sistema para subsistir, para defenderse mejor de las desestabilizaciones internas o externas, es el de ser complejo. Y complejidad significa diversidad y relaciones entre diversos. Progresivamente hemos ido simplificando todo. Desde las formas hasta las lenguas, pasando por costumbres ancestrales que han desaparecido, se han volatizado, en un par de generaciones. Cada vez que deja de hablarse una lengua en el corazón de África sustituida por el inglés, se reduce la complejidad del sistema. Cada vez que un artesano deja de producir un objeto y es sustituido por otro manufacturado, se reduce la complejidad del sistema. La globalización ha traído consigo ventajas irrenunciables la más importante de las cuales es la de haber creado una conciencia planetaria. Pero el momento en el que nos encontramos es un momento crítico en el que ya se distinguen con toda claridad los límites hasta los que nos acercamos cada vez más rápido.

Previsiones por sectores del consumo energía para 2035.
 Según el World Energy Outlook (WEO) 2010. IEA lychnos/csic

De estos límites se deriva el segundo mandamiento que deberíamos de atender: la necesidad de reducir el consumo y los desechos, de hacer más eficientes nuestros edificios y nuestras ciudades. Hasta el momento hemos funcionado con un dispendio absoluto basado en el transporte de toneladas de materiales y de alimentos. Con pérdidas importantísimas llevando la energía en todas sus formas de un lugar a otro del planeta. Con un crecimiento absurdo de millones de viajes entre países y entre continentes. Nuestras ciudades, planificadas, pensadas y organizadas para resolver los problemas creados por la revolución industrial no sirven para resolver los creados por la revolución global sino que los agravan. Y es que las condiciones de contorno han variado. Las exigencias del siglo XXI son diferentes a las de siglos pasados y, además, mucho más críticas. Ya no es suficiente que la arquitectura y el urbanismo construyan artefactos eficaces y bellos. Ahora es imprescindible que sean también eficientes.

Economía circular: minimizar los flujos y cerrar
 los ciclos sin interferencias externas  innodriven

Y que, además, esta eficiencia redunde en una disminución del consumo global. Para ello es imprescindible que exista un cambio de valores. Los valores basados en el crecimiento indefinido (cosa imposible en un planeta finito) deberán ser sustituidos por otros basados en el desarrollo sin crecimiento y en la economía circular. El progreso ya no será ser cada vez más grande, sino ser cada vez mejor. Para que esto ocurra resulta imprescindible cambiar el enfoque. De una conciencia local se ha pasado a una conciencia global que ha traído consigo un funcionamiento insostenible del sistema. Para cambiarlo hay que recuperar el ámbito local. Pero no el ámbito local tradicional. Han pasado muchas cosas desde que las ciudades se organizaban, se pensaban, se planificaban localmente. Cosas que no se pueden ignorar. La vuelta a lo local que requieren las actuales condiciones planetarias no puede ser la vuelta a las condiciones de organización, pensamiento y planificación de la ciudad medieval.

El éxito de la agricultura de proximidad está en la conciencia
 del ciudadano, la calidad y nuevas formas de distribución  iecologics

Tenemos que volver a la agricultura de proximidad, pero la agricultura de proximidad del siglo XXI no será igual que la de la ciudad de épocas anteriores. Por supuesto que tenemos que ser autosuficientes energéticamente, pero desde que la principal fuente de producción de energía era la biomasa han pasado muchas cosas, y la energía solar, la eólica, la geotérmica o la del mar deberán pasar a primer plano. Hay que entender los ecosistemas que rodean nuestras ciudades para que nos suministren servicios verdes sin agotarlos y que cerrar el ciclo del agua en las bio-regiones. Además es necesario dejar de producir desechos. La naturaleza no produce desechos sino que la materia transformada pasa a formar parte del sistema. Se habla mucho de economía circular. Yo prefiero hablar de cerrar los ciclos. Pero, en cualquier caso, la idea es bastante clara: es necesario que los productos, una vez utilizados y transformados, vuelvan a tener un papel en el sistema productivo y, por supuesto, en el ecológico.

Algunas ciudades ya cierran ciclos y reducen flujos. Si hay recursos,
 el modelo Hammarby puede ser un ejemplo. +grande señalar imagen  researchgate

Todo esto es importante. Pero también proponer formas de gobernanza diferentes como resultado de los nuevos tipos de relación entre ciudadanos. En un mundo digital en el que la información es personalizada, instantánea y con posibilidad de que no esté mediatizada, no podemos seguir con los mismos sistemas que en el siglo XX. El potencial es inmenso, pero el peligro también. Y esto, necesariamente, esta relacionado con nuevas formas de construir y organizar nuestras ciudades y de proyectar los edificios. Por ejemplo, la planificación urbana ya no se puede entender como la organización de un territorio delimitado administrativamente. Los ámbitos de planificación urbana deberán comprender todos los ecosistemas que interactúan con la ciudad y, en muchos casos, entender a las áreas más antropizadas en si mismas como un socio-ecosistema con intervención directa de una ciudadanía convenientemente instruida en aquellos aspectos críticos sobre los que sea necesario decidir.

Es necesario un planeamiento integral que considere los
 ecosistemas y sus servicios.  +grande señalar imagen  ecomilenio

De forma que el objetivo no debería ser el crecimiento, sino el desarrollo y la felicidad de los ciudadanos. Para ello, la intervención de los propios habitantes en la construcción de la ciudad en la que viven o van a vivir, es irrenunciable. Pero para que esto sea posible deberá cambiar la implicación de los técnicos que deberán trabajar inventando nuevos sistemas de información que hagan ciudades más transparentes y comprensibles para todos. El objetivo prioritario de una ciudad inteligente, de una Smart City como quieren llamarla las grandes multinacionales, debería ser el hacer accesibles y comprensibles para todos (y no solo para unos pocos) los miles de datos que ya estamos en condiciones de recolectar, cruzar y analizar. Y para poder conseguirlo las autoridades locales tendrán que poner toda la atención en explicar al ciudadano como funciona su ciudad. No parece haber otra forma de que, en su caso, pueda plantear con conocimiento de causa qué ciudad es la que realmente quiere.

OpenData Smart City Ayto. Barcelona. Imprescindible, pero el paso
 siguiente es hacer comprensibles los datos. +grande señalar imagen opendatabcn

Esta necesidad de una vuelta a una conciencia local que sea capaz de entender que las ciudades no son “quistes en el territorio”, sino que forman parte del mismo (no en el sentido de mimetizarse con él, sino en el de establecer unas relaciones fluidas y armoniosas con la naturaleza en la que está inserta) es una necesidad evidente en momentos de crisis como los actuales en los que está cambiando el rumbo de la nave. Esta vuelta a una conciencia urbana local, pero a una conciencia urbana local diferente a todo lo experimentado anteriormente, es lo que se está empezando a ver como el elemento crítico en el cambio que ha de producirse. En Estocolmo, en Vancouver, en Vitoria, en Seattle, en Malmö o en Portland, la agricultura de proximidad, la consideración del territorio, del clima, del contexto, locales, los intentos de cerrar los ciclos del agua, de los materiales o de la energía, empiezan a considerarse como de prioridad máxima y como objetivo básico para la sostenibilidad del sistema.

Un árbol de paneles solares ¿mejor que los naturales? Puede
 ofrecer wifi, recargar un USB e iluminar por la noche.  omicrono

Pero esta vuelta a una ciudad local no significa "imitar" las condiciones locales. El árbol de paneles solares que figura en la imagen de arriba debería hacernos reflexionar. Porque otra de las características de esta "revisita al lugar" es que la ciudad no debe tampoco dejar de ser parte de una conciencia planetaria o global. Dejo en el aire la cuestión del árbol de paneles para discutirla en clase, pero la adaptación de las formas, las técnicas, la organización, de nuestras ciudades a contextos locales no significa la renuncia a lo que tienen de innovación las formas, las técnicas y la organización de contextos genéricos. Estas dos maneras de abordar la realidad del planeamiento y de la arquitectura que se avecinan, deben de coexistir y hay que aprovechar lo mejor de ambas. En cualquier caso habría que evitar que el objetivo final sea un pensamiento único que nos haga vulnerables a perturbaciones externas o internas que afecten al sistema. Un mosaico de culturas, de formas, de pensamientos diferentes, con sus fronteras, sus áreas mixtas y sus identidades, junto a una conciencia global, es la hipótesis con la que se está trabajando en los centros de investigación en planificación urbana y territorial más innovadores. Probablemente sea el único futuro medianamente viable.


Nota.-El artículo original que me ha servido de base para su adaptación al actual fue publicado por la revista MAS del Colegio de Arquitectos de Arequipa (Ecuador) en octubre de 2013 con el título de “Historia de las ciudades: Retorno a la conciencia local”.