martes, 3 de septiembre de 2019

A vueltas con la densidad

Al tema de la densidad ya le he dedicado, íntegra o parcialmente, varios artículos en el blog. Además, al principio del verano estuve en Santiago de Compostela coordinando un taller titulado “Ciudad compacta versus ciudad difusa. Densidad apropiada” en el IV Congreso APLU y, a pesar del escaso tiempo se dijeron cosas muy interesantes. Por si fuera poco, tengo una espina clavada de un trabajo de investigación sobre densidades necesarias para el funcionamiento eficiente de los equipamientos que, por diversas circunstancias, nunca llegué a realizar y sobre el que tengo pensado volver en cualquier momento. Todo ello me ha llevado a pensar que sería interesante darle una vuelta de tuerca más al tema y dedicarle el artículo de este mes precisamente a las densidades y su aplicación al urbanismo y la ordenación del territorio.

A vueltas con la densidad  diariouchile

Lo cierto es que, ya en el año 2007, en los comentarios a un escrito de Federico García Barba titulado “Densidades urbanas” publicado en su antiguo blog Islas y Territorio, recuerdo que ya anticipaba algunas de las ideas que expondré a continuación. Por tanto, aquellos que me conocen probablemente no vayan a encontrar demasiadas cosas nuevas en los párrafos que siguen pero, por lo menos, espero que sean útiles para organizar y estructurar un poco la especie de caos que, como una niebla, rodea el término “densidad”. Bueno, no desde el punto de vista de la Física: cantidad de materia contenida en un determinado espacio.
       Pero las cosas cambian cuando salimos del campo de la Física y nos adentramos en el del Urbanismo. Así, es frecuente oír hablar de “densidad urbana”, “densidad del sitio”, “densidad de viviendas”, “densidad neta”, “densidad de manzana”, “densidad neta de barrio según tipo de construcción”, “densidad bruta”, “densidad subjetiva”, “densidad metropolitana”, sin saber muy bien su significado en cada caso concreto. Y eso por no hablar de conceptos aparentemente relacionados como “densificación”, “compactación”, “densificar” o “redensificar”. O de otros en su mismo ámbito de conocimiento tales como “ocupación de suelo”, “superficie edificable”, “coeficiente de ocupación de suelo”, “edificabilidad”… Bueno no voy a seguir porque creo que la idea del problema que plantea la palabra de referencia está bastante clara.

Titulares curiosos de la prensa diaria
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Esta indefinición del término hace posible que un periódico como La Vanguardia se permitiera el 26 de enero del pasado año el siguiente titular: “España, el país de Europa ‘con mayor densidad’ de población”. O que otro diario, El Ideal Gallego, hace tres años y a varias columnas titulara: “A Coruña supera en densidad de población a muchas de las ciudades más habitadas del mundo”. Y como subtítulo: “La densidad de población de A Coruña es de 6.446 vecinos por kilómetro cuadrado. Este número de habitantes por  superficie hace que la ciudad herculina supere a buena parte de las ciudades más pobladas del planeta”. O que hace un par de años pudiéramos leer en el Diario de Ibiza: “Mislata, en Valencia, municipio español con mayor densidad de población”. No niego que todos estos titulares y afirmaciones tan contundentes puedan ser ciertos. Seguramente lo serán. Pero no deja de ser sorprendente y es posible que responda a la situación de un término aquejado de esa enfermedad llamada polisemia.

¿Altas y bajas densidades?  gerenciaeje y wallpaperup

La cuestión no tendría demasiada importancia si, sencillamente, se tratara de un número descriptivo de una situación determinada resultado de una metodología estadística (manipulada o no). El problema aparece cuando esa cifra, de la cual no se sabe muy bien su procedencia, pretende condicionar las características de un plan de urbanismo, una rehabilitación urbana o un proyecto. Y, sobre todo, cuando se asocia a determinadas bondades que puede tener el superarlo o quedarse por debajo del mismo. Así, frecuentemente en la literatura de la “sostenibilidad” se hacen referencias constantes a las “altas densidades” para conseguir ciudades más respetuosas con el planeta. Pero, ¿qué son “altas densidades”? ¿Cómo se miden? ¿Son iguales en una cultura qué en otra, en una economía que en otra, en un sector urbano que en otro, en una situación demográfica que en otra? ¿Para cualquier tamaño de población?

La ciudad jardín  archive
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En urbanismo se empieza a hablar de densidad cuando se escriben los primeros manuales al respecto. Ya se ha comentado en otros artículos del blog que figuras como Baumeister o Stübben, en sus intentos de racionalizar la construcción de ciudades, empiezan a utilizar la estadística y el concepto de densidad para comparar entre sí diferentes áreas urbanas. Como también se ha comentado en otros artículos que en la propuesta de Ciudad Jardín Ebenezer Howard, en los 6.000 acres de la ciudad vivirían alrededor de 32.000 personas. De estos 6.000 acres sólo 1.000 se dedicarían propiamente a zona urbanizada, los 5.000 restantes serían agrícolas. Una simple división nos daría dos cifras de densidad muy diferentes: 32 personas por acre (79 hab. por hectárea) en el caso de considerar solo la zona urbanizada, y 5,3 (13,3 hab. por hectárea) considerando la totalidad del área. Y si en esa zona urbana descontamos el Central Park, los bulevares arbolados…

Parker y Unwin, Hampstead Garden Suburb

Pero si analizamos sutiles diferencias en la expresión de la densidad, veremos que otro manualista Raymond Unwin propone la cifra de 12 viviendas por acre (30 viviendas por hectárea). La sutil diferencia está en que Unwin no habla de “personas” sino de “viviendas”. El salto se ha dado en muy pocos años, la propuesta de Howard es de 1898 y la de Unwin de 1909. Unwin, que no teoriza y propone ciudades ideales, sino que pretende una urbanización real hace un estudio económico (puede leerse el artículo del blog de finales de 2008 titulado “Sir Raymon Unwin: ‘La práctica del urbanismo’.”) y los resultados aparecen en función del producto final que no son las personas sino las viviendas. Se comprende la dificultad, desde el punto de vista práctico, de establecer una familia tipo que haga corresponder viviendas con personas pero, en esta diferencia, es donde empiezan a aparecer los problemas.
       Esta dualidad en el planteamiento de los términos se va a reproducir a lo largo de toda la historia del urbanismo. Y, además, se acompaña de sucesivos intentos de superar el concepto proponiendo formas distintas de medición. Desde la “amplitud” de Hoenig basada en las ordenanzas de edificación de Berlín de 1925, hasta el Spacematrix actual con la apuesta por su “densidad de redes”, han sido numerosos los intentos de hacer operativo un número que, de momento (desde mi punto de vista), solo aportan confusión.

Densidades “administrativas” de algunos países  theconversation

Pero si ya hay problemas más o menos sutiles en la determinación del primer término de la ecuación (personas, viviendas, residentes, turistas, trabajadores, familias, en una zona determinada), en el segundo también: ¿Qué superficie? Parece sencillo. Si se trata de densidad urbana la superficie urbana. Y este ya es otro problema. Y lo es que porque en muchas de las definiciones de lo que sea un área urbana entre los elementos que la caracterizan está la palabra densidad. Y no parece muy riguroso que aparezca la misma palabra que estamos intentando definir en la propia definición. Podríamos hablar directamente de “densidad de población” y remitirnos sin más a divisiones administrativas. Por ejemplo, países.
       De esta forma se podría decir, sin más que dividir el número de habitantes de cada país por su superficie, que Inglaterra tiene una densidad de 426 habitantes por kilómetro cuadrado (datos de 2016, extraídos de un artículo de Alasdair Rae, profesor de la universidad de Sheffield y publicado en The Conversation). Claro que los Países Bajos llegan a 505 y Bangladesh a 1.252. En España nos quedamos en unos humildes 93 habitantes por kilómetro cuadrado, aunque bastante lejos de los 9 que tiene Rusia. Lo mismo que con países se puede hacer con Comunidades Autónomas o municipios. Este tipo de aproximación es la que permite titulares como los que se han reseñado en párrafos anteriores. El problema se ha intentado resolver por caminos diferentes. Así, Alasdair en el artículo mencionado, habla de “densidad habitada” para lo cual reconduce las superficies administrativas a puntos que representan 1 km2. Pero las respuestas, según los autores son variopintas y (algunas) muy imaginativas.

“Densidad habitada” (cada punto >250 habit./km2)  theconversation
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La pregunta sería, ¿todo esto le sirve de algo a un planificador o a un proyectista urbano? En España, si atendemos a la legislación parece que sí. Por ejemplo, la Ley del Suelo de 1976 señalaba claramente un máximo de 75 viviendas por hectárea para el suelo urbanizable (aunque el Consejo de Ministro podría autorizar hasta 100). Como se puede observar la expresión es "viviendas por hectárea". Sin embargo, en las recomendaciones para lugares turísticos de 1977 ya no se habla de viviendas por hectárea, sino de "habitantes por hectárea". Eso sí, se mantiene el número 75 (que debe de ser sacrosanto) pero ahora de habitantes por hectárea en área insulares, aunque se baja a los 50 en áreas litorales interiores y a 25 en zonas de montaña. Supongo que estos números saldrían de complicados cálculos matemáticos y estadísticos y que vendrían acompañados del correspondiente manual de instrucciones.
        Los datos del párrafo anterior están extraídos de un artículo titulado “En búsqueda de unas recomendaciones urbanísticas mundiales de densidad y espacios verdes”, publicado en el número 27-28 de la revista Nimbus y al que ya me he referido en algún otro artículo del blog. El que se puedan buscar recomendaciones urbanísticas “mundiales” en materia de densidad no deja de ser curioso. En cualquier caso a los autores hay que reconocerles el intento, ya complicado de por sí desde el punto de vista conceptual y difícil de conseguir en la práctica.

Plan de indicadores Sevilla (malla 100x100 m)  AEU Barcelona
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Hay intentos mucho más pragmáticos que van en la línea de lo expuesto por Alasdair relativo a la “densidad habitada”. Es decir, a la utilización de una malla sobre la que medir cosas. Así, en el Plan Especial de Indicadores de Sostenibilidad Ambiental de la Actividad Urbanística de Sevilla, que preparó la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, se utiliza una malla de 100x100 metros. Incluso, se acompaña una recomendación de carácter propositivo de un mínimo de 60 viviendas por hectárea, aunque se advierte que: “La densidad por si sola, sin embargo no es un factor determinante sobre la dispersión urbana sino que entra en juego el patrón de ocupación del territorio, es decir, la forma del propio tejido urbano”.
       Sin embargo, en el Plan de Indicadores de Sostenibilidad Urbana de Vitoria-Gasteiz, la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona ya distingue entre densidad neta (omitiendo los sistemas generales) y bruta. Diferencia además entre densidad de barrio y de ciudad, proponiendo objetivos mínimos y deseables. Para el caso de ciudad sería mínimo de 80 viviendas por hectárea en el 50% de la superficie, y deseable en más del 75%. En barrios sería una densidad mínima neta de 100 viviendas por hectárea y deseable entre 100 y 130. Además, la malla de cálculo es de 200x200 metros.

Densidad de viviendas en Vitoria-Gasteiz  AEU Barcelona
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Comprendo la necesidad de contar con indicadores (incluso con leyes que obliguen a mínimos o máximos), sobre todo cuando se pretenden conseguir objetivos concretos y no referirse a entelequias abstractas. Lo que sucede es que no termino de ver con claridad la forma de precisar un término prestado de la física pero demasiado metafórico e impreciso como para ser operativo en la materia que nos ocupa: el urbanismo. Desde luego es de complicado uso para su aplicación al planeamiento. Hace ya tiempo que vengo trabajando en una forma efectiva de sustituirlo adaptada a los lugares concretos y con finalidades específicas. Tiene además que ver con la forma de enfocar el problema de los límites del planeta. Quien haya leído los artículos inmediatamente anteriores del blog verá que las últimas propuestas para conseguir ciudades más “sostenibles” y saludables pasan por diseñar y construir ciudades pensadas para el peatón. Y una de las condiciones necesarias tiene que ver con que exista una “densidad” suficiente que permita una ciudad de proximidad.

La ciudad del peatón  traficozmg

El problema es que diferentes actividades precisan de ámbitos distintos según el objetivo a conseguir. Por ejemplo, se necesitan niños suficientes para mantener una escuela primaria. Niños que deberían encontrarse a una distancia lo bastante cercana como para que pudieran desplazarse al colegio andando y no pasando horas en un autobús escolar. Esto significa que, según los indicadores demográficos, la cantidad de viviendas y las distancias nos marcan un ámbito mínimo para que sea posible. Pasa lo mismo con una panadería, un centro de idiomas o un ambulatorio. De forma que, en lugar de fijar una densidad probablemente sería más interesante fijar ámbitos en función de distancias o tiempos. Ámbitos que seguro no coincidirán. Las cosas habría que hacerlas a la inversa: priorizar las actividades críticas de cercanía. Es decir, aquellas irrenunciables si se quieren conseguir ciudades pensadas para el peatón.

El camino al colegio  deia

Una vez fijadas estas actividades (que serían diferentes atendiendo a los barrios o unidades residenciales concretas y a la población residente o que se supone residirá) se determinarían los tiempos de acceso y las distancias. Por último habría que decidir cuánta gente, como mínimo, tendría que vivir en estos ámbitos. La densidad sería la resultante. Por supuesto que no todas las actividades tendrían que ser de cercanía. Existen algunas que solo se pueden plantear en un distrito o un conjunto de barrio, o incluso de ciudad entera. Para estas habría que pensar en formas de acceso diferentes a ir a pie. Lo que significa que, por ejemplo, las paradas de transporte público pasarían a ser actividades de cercanía.
       Este enfoque no es algo nuevo. Desde las Unidades Habitacionales de Le Corbusier hasta las Vecinales de Clarence Perry hay una larga lista de propuestas de este tipo en la historia del urbanismo planteadas con mayor o menor éxito. Por ejemplo, Perry proponía como Neighborhood Unitun área poblada, delimitada físicamente por vías de tráfico, de modo que las vías internas queden solo para uso de la comunidad. Pero, al mismo tiempo, este fragmento espacial así obtenido debe de ser capaz de mantener y requerir una escuela primaria, para una población total comprendida entre 5.000 y 6.000 personas”.

Clarence A. Perry y la unidad vecinal

Lo fundamental en la idea de Perry era la consideración de la escuela primaria como elemento de actividad crítica de cercanía para fijar un ámbito determinado. Ya se ha razonado a lo largo de diferentes lugares del blog la importancia de poder ir caminando a la escuela para la formación saludable de ciudadanos y ciudadanas. Pero en una sociedad envejecida como la europea (y por supuesto, la española) es posible que fuera necesario cambiar la escuela primaria por otro equipamiento más acorde con el tipo de población del barrio. La introducción de consideraciones demográficas, sociales, económicas e, incluso, culturales es clave en este planteamiento. La cuestión es compleja ya que, por ejemplo, desde el punto de vista económico deberían considerarse temas tales como la posibilidad de competencia. Probablemente habría que pensar en actividades críticas relacionadas con los equipamientos institucionales. De forma que no sería conveniente hablar de densidades fijas expresadas por un único número, sino siempre “en relación a”. En cualquier caso parece necesario modificar la forma de entender la densidad en urbanismo y planeamiento cambiando del enfoque descriptivo actual hacia otro más operativo relacionado con el contexto y los objetivos a conseguir.