lunes, 3 de agosto de 2020

El sentido del lugar, global y local

Recuerdo que hace unos años escribí un artículo sobre la necesidad de recuperar el ámbito de lo local frente a la todopoderosa globalización y pienso que, en este caso, el tiempo me está dando la razón. Voy a intentar reproducir aquellos argumentos adaptándolos a la situación actual y explicando las razones por las que ese cambio urgente de modelo al que me refería en el mes anterior debería de ir en esta dirección. Y es que las ciudades han surgido históricamente de formas muy variadas, pero todas ellas ligadas de forma indisoluble al lugar donde se ubicaban. Pero, progresivamente, y sobre todo desde que se inventó el planeamiento institucionalizado se fueron desvinculando del mismo, hasta llegar a la situación actual en la que la mayor parte de las áreas urbanizadas de todo el mundo están fuertemente descontextualizadas. Es decir, se ha perdido el llamado "sentido del lugar", la relación con el sitio.


Es necesario volver al mundo local  thehumanimprint

Decía en aquel artículo que, al principio, esta simbiosis entre personas y territorio que eran las ciudades trajo consigo una serie de relaciones basadas en el conocimiento mutuo y, muchas veces, en la lucha por la supervivencia. Durante siglos las ciudades no fueron más que eso: centros de libertad y de ayuda para defenderse de los enemigos, de los elementos, de las fieras, del miedo a estar solos. Y poco a poco se fueron consolidando como formas de asentamiento altamente eficientes, como centros de innovación, como lugares donde las personas eran razonablemente libres. Hubo momentos en los que este invento de la ciudad no estaba muy claro que fuera a funcionar, incluso tuvo épocas de decrecimiento importantes. Pero, como se ha dicho tantas veces, la Revolución Industrial trajo cambios significativos. Las ciudades empezaron a crecer de forma imparable y hubo que inventar el planeamiento para poder resolver los múltiples problemas creados.


La construcción de la ciudad se desvincula de sus habitantes  fotocasa

El planeamiento consiguió resolver los más importantes e hizo posible que más de la mitad de la población mundial pudiera vivir en ciudades. El problema, como decía entonces, fue la progresiva desvinculación de la construcción de la ciudad de sus habitantes, dejando la misma en manos de los técnicos. Muchas veces esos técnicos no eran más que grandes consultoras (incluso mundiales) totalmente desvinculadas del territorio, del clima y, sobre todo, de la cultura del sitio sobre el que proponían sus modelos de alojamiento. Ejemplos hay muchos. Pero ahora me voy referir a una tesis doctoral que dirigí ya hace años que se titulaba Amman, una sociedad islámica en una ciudad de forma y estructura occidentales cuyo autor es Mazen Suleiman Al Shinaq. En dicha tesis se puede ver con toda claridad como las grandes consultoras alemanas extendieron la ciudad de Amman como si se tratara de Berlín o de Hamburgo desvinculándola de la cultura e, incluso, del clima del lugar.
       Además, la invención del automóvil hizo posible muchas otras aberraciones. La principal fue fragmentar las áreas urbanas e irlas colocando sobre el territorio sin ningún tipo de consideración, ni respecto a sus ecosistemas ni al funcionamiento eficiente de la propia ciudad. De forma que las carreteras se convirtieron en los elementos estructurantes y críticos para esta nueva organización de las áreas urbanizadas. Fue posible entonces aislar trozos urbanos unos de otros y la complejidad que formaba parte de las ciudades tradicionales, fue desapareciendo de forma progresiva. La separación física rompió los vínculos de los urbanitas con el lugar e, incluso, entre sí. Los sistemas de comunicación de masas aceleraron el proceso y las nuevas tecnologías hicieron posible que, a veces, tuvieran más relación con sujetos virtuales residentes a miles de kilómetros que con sus vecinos.


Formas comunes legibles en todo el planeta  unirevista

Así se fue creando un sistema planetario de consumo propiciado por las grandes multinacionales que, para poder vender en todo el mundo, necesitaban unas pautas comunes a las que respondiera toda la humanidad. Decía entonces: “De forma que las imágenes de marca, y las marcas, han ido sustituyendo progresivamente a los objetos. Y esto es válido, tanto para Coca-Cola, como para IBM, McDonals o Google. Este compartir formas, valores, iconos, comunes por todo el planeta ha traído consigo la pérdida completa de la relación con el sitio, con el lugar, con el territorio en el que vivimos. Territorio que apenas conocemos en muchos casos, mientras que sabríamos decirle a cualquiera como es el edificio que está sustituyendo a las Torres Gemelas en Nueva York”. Esto que escribí hace más de siete años pienso que sigue siendo válido hoy. El problema es que, desde entonces, todavía se ha extendido a otras muchas actividades. Así, la industria turística ha hecho que millones de personas se desplacen millones de kilómetros solo con el objeto de satisfacer las necesidades creadas por los productos turísticos.


Los productos locales dejan de ser competitivos  hogarmania

Pero no es solo el turismo. Como he dicho tantas veces, el hecho de que el transporte en general esté fuertemente subvencionado al no incluir en los costes muchas partidas como las ecológicas, hace que sea rentable cultivar patatas en determinado país pagando sueldos de miseria, transportarlas miles de kilómetros y poder venderlas en otros países con ganancias muy importantes. De esta forma los productos locales dejan de ser competitivos y se pierden. Además, la urbanización se ha apoderado de todo el territorio y se ha vuelto global. Lo que contaba unos párrafos atrás sobre la ciudad de Amman es aplicable a todos los países, desde Sudáfrica a Noruega. Así que, en la situación actual, se podría afirmar que la arquitectura global, las formas globales, los sistemas de vida globales, las ciudades globales están aniquilando (en la práctica) a la arquitectura local, las formas locales, los sistemas de vida propios de una cultura concreta, y las organizaciones urbanas ligadas al sitio.


Esa arquitectura popular que se pierde  ©jfarina

¡Houston, tenemos un problema! Todos los que hemos trabajado en teoría de sistemas hemos aprendido que la resiliencia depende de la complejidad. Y es un hecho evidente que el sistema está perdiendo complejidad. Y la está perdiendo cada vez a mayor velocidad. Es decir, se está volviendo vulnerable a cualquier desestabilización externa o interna. Esto se ha visto claramente con la pandemia coronavírica que estamos padeciendo. Un ejemplo muy claro es el turismo. En países como España dependientes en un elevado tanto por cierto casi en exclusiva del turismo están siendo muy afectados por las medidas que es necesario tomar para solventar la situación. Si todo estuviera más diversificado… Si el turismo no fuera intensivo sino de otro tipo... Si la base fuera el turismo de cercanía... Si... Si... Pero lo mismo que sucede con la actividad económica pasa también con la estructura y organización de la ciudad. Una ciudad muy poco adaptada al sitio (a su territorio, a su cultura y a su clima) resulta vulnerable en extremo. Aparte de poco eficiente y, por tanto, escasamente competitiva.


El problema de la sostenibilidad sigue más presente que nunca  vivireficiente

Es verdad que la globalización ha traído consigo muchas bondades. La principal probablemente sea la de haber creado una conciencia planetaria. Ahora ha dejado de hablarse de la llamada sostenibilidad. Pero este mantra que hemos invocado durante tantos años sigue siendo válido aunque sus posibilidades propagandísticas estén muy afectadas por el sobreuso del nombre. Sigue siendo válido uno de sus principales mandamientos: la reducción del consumo de planeta. Para ello es imprescindible hacer más eficientes nuestros edificios y nuestras ciudades sin pensar solo y exclusivamente en nuestro trocito de territorio sino en "todo" el territorio de un planeta llamado Tierra. Actualmente esto no se cumple de ninguna manera. Y no se cumple porque ni nuestras áreas urbanas ni nuestros edificios están adaptados al lugar. Esa expresión tan ligada al paisaje que se llama “sentido del lugar” se ha perdido. Y es que el sentido del lugar está relacionado con una cultura, un territorio y un clima concretos y específicos.


El sentido del lugar y los no lugares  essuae

El año 2009 se celebró el centenario de la publicación de uno de los primeros manuales de urbanismo. Su autor, Sir Raymon Unwin, y el libro se llama La práctica del Urbanismo. Una introducción al arte de proyectar ciudades y barrios. Con este motivo y anticipándome unos meses a dicho aniversario publiqué un artículo en el blog en el que citaba unas líneas de este manual cuando hablaba del proyectista de edificios y ciudades: “Su respeto por un tipo de belleza que está más allá de su capacidad creativa le llevará a aproximarse al terreno con reverencia, disponiéndole para recibir de él todas las sugerencias que éste tenga que ofrecerle. La ayudará a comprender la importancia de integrar su diseño en el terreno y a disponer su esquema de trazado de forma que sirva como medio de armonizar sus edificios con el paisaje circundante”. Por lo que se ve no hemos aprendido demasiado de estas palabras.
       También hablaba en este manual de lo indispensable de la belleza. De forma que la conclusión sería que en el siglo XXI las ciudades no sólo han de ser eficaces y bellas, también han de ser eficientes consumiendo el mínimo posible de planeta de forma que sea posible la regeneración de los recursos. Probablemente esto no sea suficiente y, además, sea necesario un cambio de valores, no solo para poder superar la paradoja de Jevons, sino también para poder progresar. Y es que de lo que sea el “progreso” van a depender muchas cosas.


Un territorio, un clima, una cultura  urubamba

Es casi un clamor la necesidad de cambiar el modelo urbano. Las características de este cambio las he detallado de forma insistente a lo largo de casi todos los artículos del blog: ciudades de cercanía, modificar los sistemas de movilidad, eficiencia energética, información y educación ciudadana en aquellos aspectos relativos a la construcción y el funcionamiento de la ciudad, renovables… Pero la concreción de estas características dependerá de cada sitio concreto, del lugar, del territorio, del clima, de las características culturales. Es decir, el rumbo a seguir parece bastante claro y casi todos los autores están de acuerdo. Pero el cómo hacerlo es lo que va marcar las herramientas y las estrategias. Incluso, en parte, los objetivos concretos. Una cosa tan sencilla como la dirección y geometría de una calle no puede ser la misma para un sueco que para un gaditano. Y me atrevería a decir que tampoco sería la misma en los diferentes barrios de Cádiz ni en los de Gotemburgo o Upsala.


El anillo verde de Vitoria-Gasteiz  habitat

En la organización y construcción de la ciudad las soluciones globales y descontextualizadas deberían de ser miradas con bastante cautela. En muchos premios de urbanismo una de las características que se consideran como mérito para concederlos es “el carácter ejemplarizante” de la actuación. Si por “carácter ejemplarizante” entendemos que aquella colectividad ha sido capaz de llevarla a cabo y, además, en armonía con el lugar y con sus habitantes, parece un buen indicador. Pero si por “carácter ejemplarizante” entendemos que el anillo verde de Vitoria-Gasteiz tal cual (o muy parecido) lo podemos reproducir en París o en Pontevedra, sería una perversión. De forma que, casi con toda probabilidad, no existen soluciones estándar a los problemas urbanos y a la organización de la ciudad. Existen direcciones hacia las cuales caminar pero sería una coincidencia que dos territorios, con culturas, climas y gentes distintos, siguieran el mismo camino aunque se dirigieran al mismo sitio.


La ciudad de antaño no volverá  recreacion

De todas formas, esta vuelta a lo local, esta recuperación del lugar, no significa volver a la ciudad tradicional. Estamos en el siglo XXI y las condiciones particulares de este siglo no son las del siglo XIII o las del XIX. Así, la complejidad será distinta ya que tanto los elementos que componen el sistema como las relaciones entre ellos son diferentes a las de hace años. El abastecimiento energético no será el mismo, y dependiendo del sitio será a partir de las mareas, del viento, del sol o de la biomasa (algunas de las mencionadas serían impensables tan solo hace un par de generaciones). La agricultura de proximidad tampoco tendrá las mismas características de la correspondiente a la ciudad medieval, de la que sin embargo hay mucho que aprender. Es imprescindible cerrar el ciclo del agua en nuestras bio-regiones y lo mismo pasa con la mayor parte de los servicios ecosistémicos de forma que se puedan utilizar sin agotarlos. Incluso habría que cambiar las delimitaciones administrativas que condicionan el planeamiento para partir de áreas con una base ecológica que las conforme.


Educación e información, bases de la nueva gobernanza

He dejado para el final probablemente lo más importante: proponer nuevas formas de gobernanza que den respuesta a las necesidades del siglo XXI. No se pueden dejar a un lado, como si no existieran, las nuevas tecnologías. Y es que el mundo virtual, internet, los móviles, los medios de comunicación, han traído maneras de relacionarse que hace muy poco tiempo eran impensables. Y no solamente cambios en las relaciones sino también sistemas de persuasión muy efectivos que se imponen, muchas veces, a una lectura racional de la realidad. Es el momento de eso que la universidad trata de conseguir con los alumnos: un pensamiento crítico. Un pensamiento crítico en un nuevo mundo. En un nuevo mundo que es, en muchos casos, virtual y frente al que todavía no tenemos mecanismos de defensa que nos permitan distinguir con claridad la manipulación. Este pensamiento crítico es fundamental para todos y, en particular, si se pretende construir la ciudad entre todos. De forma que la información y la educación son pilares fundamentales, lo mismo que estructuras estables de participación en el tiempo y lugares físicos concretos donde todo esto pueda producirse.


El despertar de una conciencia planetaria  edurec

Pero, a pesar de todo lo dicho anteriormente, no hay que pensar que la globalización es perversa por si misma. La globalización ha traído consigo actitudes y posibilidades de gran interés. Así, la creación de una conciencia planetaria. El hecho de que, a pesar de estar a miles de kilómetros de ese sitio donde se ha producido un incendio pavoroso, seamos conscientes de que en ese lugar hay seres humanos como nosotros que tienen penas, alegrías, necesidades y problemas parecidos y seamos capaces de empatizar con su situación, es algo irrenunciable. Además, en muchos casos es posible que la innovación que se produce con cierta facilidad en contextos genéricos pueda ser aprovechada para nuestra situación concreta. Porque, a veces, es complicado innovar en el ámbito local ya que, precisamente, esta adaptación tan fuerte al lugar impide “alegrías” que dificultan la introducción de elementos nuevos en un sitio concreto. O, por lo menos, salir de una situación de comodidad en la que "el lugar" no puede anclarse de forma definitiva porque como diría Bob Dylan, los tiempos están cambiando.
       Termino como terminé hace siete años el artículo al que he hecho referencia al comienzo: “Lo que se debería de intentar evitar es el objetivo final de un pensamiento único que nos haga vulnerables a cualquier perturbación externa o interna que afecte al sistema. Un mosaico de culturas, de formas, de pensamientos diferentes, con sus fronteras, sus áreas mixtas y sus identidades, es la hipótesis con la que se está trabajando en los centros de investigación en planificación urbana y territorial más avanzados. Y esto significa un predominio de los valores y la conciencia locales sobre los enfoques más genéricos y descontextualizados, aunque sin perder la conciencia planetaria que ha sido uno de los grandes avances del pasado siglo y que ya es irrenunciable”. En definitiva, recuperar el sentido del lugar.