viernes, 3 de junio de 2022

Construir y habitar [caminar], R. Sennett

Llega el verano, esta vez anticipadamente, y por tanto es momento de leer o de reflexionar sobre lo leído. Hay un libro de Richard Sennett que me impactó desde el momento en que lo leí (ya hace mucho tiempo). Se titula Vida urbana e identidad personal. Si hace un par de años me hubiera puesto a escribir un artículo para blog sobre este autor lo habría elegido sin dudarlo. Pero por entonces cayó en mis manos uno de sus últimos trabajos, Construir y habitar. Ética para la ciudad. Y este libro se ha convertido en uno de mis imprescindibles. De forma que es el que voy a comentar en el artículo de este mes. Explicaré más adelante el [caminar] que he puesto a continuación, pero ya anticipo que es el resultado de haberme decidido por centrarme en una parte muy pequeña del libro.

Portadas de las ediciones española e inglesa

También he de advertir, antes de empezar, que se trata de un texto muy denso en el que se habla de muchas cosas y se relacionan unos conceptos con otros independientemente del campo de conocimiento al que se asignen. Por tanto, es de lectura lenta asimilando lo que dice y lo que no dice. Además, para sacar todo el provecho posible de su lectura hay que tener conocimientos previos de urbanismo ya que hace una crítica demoledora de la mayor parte de las propuestas, de las teorías y de los autores. Desde la misma Jane Jacobs a cuya sombra vivió en su juventud (según afirma al comienzo del libro) y de la que según dice: “Poco a poco he ido saliendo de ella”, hasta la célebre Carta de Atenas con Le Corbusier a la cabeza. Claro que tampoco se libran del acero afilado de su crítica, ni el Plan Cerdá, ni la Escuela de Chicago ni Lewis Mumford ni la Smart City (por citar alguna propuesta más actual).

Richard Sennett en una imagen de 2018  elpais

Se dicen tantas cosas que me siento incapaz de resumir un libro como este. Hay que leerlo despacio, con cariño y mucha reflexión. Por tanto, me centraré en algunos temas concretos para que el lector se anime a hacerlo. Lo primero que habría que plantear es que la mayor parte de sus críticas se derivan de las dificultades de coexistencia de dos elementos a los que llega después de un análisis histórico de la evolución urbana: la ville y la cité. Es complicado resumir en pocas palabras dos conceptos tan potentes como estos, pero no voy a tener más remedio que hacerlo ya que su coexistencia en la base principal de sus críticas. Hay en el libro una frase que lo condensa todo: “…la primera vez que sentí la punzada de aquella burlona pregunta de Jane Jacobs: «Entonces, ¿tú qué harías?» Me llevó tiempo encontrar modos de salvar la brecha entre lo construido y lo vivido, entre ville y cité”.

Jane Jacobs en un mitin comunitario en 1963  wsquarepark

Es, por tanto, el establecimiento de esta relación lo que subyace en buena parte de las páginas del libro. Y es que la dificultad de establecer una coexistencia equilibrada entre el medio construido, la ville, y el entorno social, la cité, sustenta la mayor parte de la base de las críticas de Sennet. Si a esto se añade la afirmación de que una ciudad debería estar siempre sin terminar (incompleta) solo resta aplicarlo a casos concretos y a ejemplos específicos a lo largo de la historia del urbanismo. Uno de ellos, por supuesto, es el cambio climático: “El cambio climático arroja una sombra de inevitabilidad a largo plazo así como la Fortuna arroja una sombra de imprevisibilidad a corto plazo. Una y otra obligan a repensar cómo construir las ciudades… () …Siempre se nos aconseja que pensemos a largo plazo, pero los desafíos a largo plazo del cambio climático son tan grandes que pueden dar lugar al surgimiento de un estoicismo de la peor clase, esto es, el de no intentar nada porque no se puede hacer nada”.

Ciudades abiertas a lo inesperado  apuntesciudad

Y entonces, ¿qué es lo que propone que hagamos? Es decir, ¿Cuál es la respuesta que le dio a Jane Jacobs a la pregunta?: «Entonces, ¿tú qué harías?». Ya podemos imaginar que la respuesta es tan compleja que no se puede abordar en un artículo como este (hay que leer el libro). Pero algo tengo que decir para estimular su lectura. Diría que la respuesta se podría condensar en la frase “construir una ciudad abierta”. Una ciudad abierta basada en cuatro principios: igualdad, libertad, tolerancia, y que sea posible (realizable): “Desde el punto de vista ético, una ciudad abierta debería tolerar las diferencias y promover la igualdad, por supuesto, pero en un sentido más específico debería liberar del corsé de lo preestablecido y familiar, creando un ámbito en el que sus habitantes pudieran experimentar y expandir su experiencia”.

El Media Lab del MIT  crechi

Encuentra más dificultades para explicar el tema del pragmatismo, que ejemplifica en el trabajo del Media Lab del MIT, como medio de pasar del experimento a la práctica. De forma que llega a afirmar que “El MIT me hizo pensar que tal vez todas estas facetas de lo «abierto» condujeran al enigma de la relación entre cité y ville”. Las respuestas que se dan a un proceso evolutivo como es la ciudad en continua transformación, las centra en tres tipos concretos: restauración, arreglo y reconfiguración. La restauración trata de dejarla como nueva, como era antes. El arreglo pretende cambiar lo que no funciona para que siga más o menos ofreciendo el mismo servicio. Y la reconfiguración pretende construir algo nuevo con lo que ya existe y añadiendo lo necesario. La restauración es la respuesta más cerrada y la reconfiguración la más abierta, mientras que el arreglo se sitúa en una posición intermedia.

Tecnología entontecedora  smartcitiesword

En otro de los apartados se refiere concretamente a cómo abrir la ciudad ya que se trata de una cuestión fundamental. La “ciudad abierta” es la base de sus propuestas. Para ello habría que huir de tres aspectos concretos: el crecimiento veloz, la no consideración de las diferencias y lo que llama “tecnología entontecedora”. Y, por supuesto, es necesario algo básico e imprescindible como es conocer la ciudad. Y aquí ya voy a entrar en la segunda parte de este artículo, el [caminar] que he puesto en el título. Dice: “Desde la antigüedad, el esfuerzo físico de andar a pie profundiza la experiencia de un largo peregrinaje o de una visita a un santuario cercano; el camino largo o difícil incrementaba el aura del destino”. Repasa la ascensión al Monte Ventoux de Petrarca, Los Sueños de un paseante solitario de Rousseau, Les Nuits de París de Restif, o la figura del flâneur, para llegar al análisis del “libre movimiento”.

Le flâneur  luzyarte

Y es que este concepto lo considera importante para el diseñador. Se pregunta por la diferencia entre el caminante que deambula sin saber muy bien a donde dirigirse y aquel que tiene un objetivo marcado como el de ir al trabajo o al teatro. Desde una perspectiva de un espíritu abierto, que es la que preside todo el libro, considera mejor el caminar del flâneurporque su conocimiento de los lugares y de la gente puede ampliarse de maneras imprevistas”. Y esto sucede, al parecer, por la llamada percepción lateral que permite captar datos nuevos sin centrarse en el objetivo. Esta visión periférica cuando andamos tiende a limitar el análisis detallado a tres o cuatro objetos situados fuera del cono principal de visión. Sin embargo, en un coche a 80 kilómetros por hora el análisis se reduce a uno solo. Aunque ya sean muchos los párrafos que copio literalmente no me resisto a hacerlo con el siguiente:
    “La percepción lateral es uno de los criterios para distinguir un lugar -el sitio en el que uno vive- del espacio, el sitio en el que uno se desplaza. Constituye el argumento cognitivo fundamental para defender que se favorezca a los ciclistas antes que a los motociclistas, porque aquellos, en términos neurológicos, saben más que estos acerca de la ciudad”. Y, por supuesto, favorecer al peatón antes a cualquier otra forma de desplazamiento.

La velocidad impide la percepción real de la distancia  busininsider

El problema fue que la velocidad y, en particular a la que se desplaza un automóvil, se convirtió poco a poco en el eje central del diseño urbano sustituyendo a la más tranquila del peatón. La ciudad del movimiento rápido y libre se convierte así en la ciudad del privilegiado. Sin embargo, en el otro extremo, en el del paseante (el flâneur) la pregunta sería cómo superar los límites de lo local. Es decir, como llegar a una percepción global. De forma que se trata de establecer un delicado equilibrio entre el llegar a un sitio concreto y habitar o percibir el entorno. Por supuesto los sistemas de transporte rápidos son esenciales para moverse en la ciudad pero son también perjudiciales desde el punto de vista cognitivo. Por tanto habrá que atender a ambos extremos para conseguir un diseño que responda a las necesidades de la ville y de la cité.

La metáfora del laberinto  laregion

Pero desplazarse, de una forma u otra, se requiere en algún momento (incluso en el caso del flâneur) saber dónde estamos. Para razonar esta cuestión recurre a la metáfora del laberinto de Yi-Fu Tuan y la forma en la que, para salir, hay un aprendizaje de los movimientos que se realizan y de los lugares de paso que, según Tuan, contienen “mojones”. Con la experiencia suficiente el paseante al caminar aprende a enfocar determinadas señales. Señales que, muchas veces pasan inadvertidas al “primerizo”. Según su análisis “hay una percepción lateral que hace posible el tipo de aprehensión que conduce a la gente hacia una salida que de momento no puede ver”. Se establecen así unas relaciones entre lo que está cerca y lo que está lejos que solo pueden percibirse caminando ya que mediante otros sistemas de desplazamiento quedan desvirtuadas. En realidad, el problema es un problema de escala.

El cuerpo humano como referencia de escala  plataforma

Lógicamente el término escala relacionado con la cuestión que estamos tratando tendría que ir acompañado del adjetivo humana. Así lo han entendido casi todos los autores, desde Vitrubio hasta Le Corbusier, pasando por Leonardo da Vinci. Repasando los diferentes enfoques llega al de Jan Gehl que analiza las distancias en función de las capacidades de reconocimiento de cosas: a 500 metros se puede saber que se trata de personas; a 100 metros ya se distingue el movimiento y parte del lenguaje corporal; a 50 metros a una persona concreta; y, a unos 25 metros su expresión facial. Eso pasa también con los sonidos. De esta forma el caminante crea escala. Escala que, de ninguna forma se crea en avión, en tren o en automóvil. Y no la crean porque en esto medios el movimiento está suspendido. Es más, incluso para el paseante es necesario el esfuerzo y que exista algún obstáculo para favorecer la experiencia.

Jan Gehl, las miradas del peatón  naiz

Ni tan siquiera tengo claro que haya podido transmitir adecuadamente las escasas diez páginas que Sennett dedica al apartado de “Conocer caminando”. Es de imaginar la dificultad de hacerlo con las más de cuatrocientas de que consta el libro. Pero antes de terminar no puedo dejar de mencionar la gran cantidad de espacio dedicado a otro de mis tópicos más queridos: la relación con “el otro” (o “los otros”). Y es que, para Sennett, una ciudad abierta es, sobre todo, una ciudad tolerante. Pienso que el cómo conseguirlo es lo que le ha movido a escribir el libro. Y la conclusión final es que no se trata de una tarea sencilla por muchas razones pero, sobre todo para el planificador, porque la relación entre ville y cité, está sometida a un equilibrio tan delicado que casi cualquier elemento extraño puede deshacerlo. Pero aquí entraríamos en la tan socorrida resiliencia que, al final, no he tenido más remedio que mencionar.

Richard Sennet y Saskia Sassen en su domicilio  nytimes

Sennett es un personaje relacionado con algunos de los urbanistas, tratadistas o pensadores, más interesantes. Ya he mencionado los casos de Jane Jacobs y Mumford. Pero también fue alumno de Annah Arendt y está casado con Saskia Sassen. Estudió en la Universidad de Chicago y se doctoró en Harvard. Actualmente es Profesor Emérito en la London School of Economics e imparte clases en el MIT y en la universidad de Nueva York. El original inglés de Construir y habitar se publicó en 2018, y lo escribió después de padecer un ictus que le hizo cambiar la percepción de muchas cosas. Hasta tal punto que en el libro hace mención al mismo, sobre todo en su proceso de recuperación que le hizo ver de otra forma el hecho de caminar y su relación con la percepción de la ciudad y su planificación. La publicación en español es del año 2019 y la versión que tengo y a la que aludo en el texto es de editorial Anagrama.





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