Probablemente por esto la mayor parte de las pocas tesis que se leen lo son de doctorandos de otros países. Tal y como contaba en un artículo anterior, en los últimos días he estado en dos tribunales de tesis doctorales. Una en el Departamento de Urbanismo de la Escuela de Arquitectura de Sevilla, y otra en el de Arte, Ciudad y Territorio de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Las dos de doctorandas (ya doctoras) latinoamericanas. Como pienso que los dos trabajos tienen aspectos de gran interés voy a escribir algo sobre ambas. El hecho de que haya juntado en el mismo título el Valle de Tafí en el Tucumán argentino y el Camino de la Sal (la carrera Séptima) de la ciudad de Bogotá obedece exclusivamente a criterios personales de oportunidad y no al hecho de que exista ninguna conexión apreciable entre ambas.
La deconstrucción de un paisaje cultural
Aunque el trabajo que voy a comentar lleva por título La construcción del paisaje cultural en la ordenación del espacio turístico. El Valle de Tafí, en realidad, lo que hace su autora, la ya doctora arquitecta Gabriela Claudia Pastor con la ayuda y dirección del profesor Dr. Domingo Sánchez Fuentes, es deconstruir ese paisaje para poder llegar a determinar sus características esenciales. Debo confesar que tengo una especial debilidad por este trabajo porque en el año 2002, en plena crisis argentina, con los niños tucumanos muriéndose de hambre como primera plana en todos los medios de comunicación del mundo, fui invitado a asistir en San Miguel de Tucumán al Congreso Regional para el Mercosur titulado “Preservación y Revalorización del Patrimonio Cultural y Natural como base para un desarrollo turístico sostenible”. Creo recordar vagamente que hablé un poco de la nefasta experiencia europea al respecto, pero muchas de las imágenes de aquellos días quedarán para siempre en mi memoria porque las recuerdo hasta en sus menores detalles. En algún articulo para el blog rescataré aquella experiencia.
En el Boletín Oficial del Estado español del pasado 5 de febrero de este año se publicó el Instrumento de Ratificación del Convenio Europeo del Paisaje. Por este Convenio los países firmantes se comprometen (entre otras muchas cosas) a “identificar sus propios paisajes en todo su territorio”, a “analizar sus características y las fuerzas y presiones que los transforman”, a “realizar el seguimiento de sus transformaciones” y a “calificar los paisajes así definidos, teniendo en cuenta los valores particulares que les atribuyen las Partes y las población interesadas”. Se trata, por tanto, de una pretensión muy ambiciosa. Sobre todo en un país como el nuestro donde no existe ni tradición, ni profesionales, ni metodologías contrastadas, ni sensibilidad, ante esta cuestión.
Además, la mayor parte de los paisajes europeos son de los que se suelen denominar “paisajes culturales” (soy de los que piensan que todo paisaje es cultural, pero bueno) es decir, paisajes en los que la antropización ha intervenido de forma determinante. Y este tipo de paisajes presentan algunas características que hacen que su tratamiento sea muy difícil. Esto es así porque la expresión de los mismos reflejada en el territorio está directamente ligada a una sociedad que, en general, no es la que los ha producido. Esta separación entre la “sociedad que los admira y que, además, los usa” y “sociedad que los ha producido” exige importantes dosis de sabiduría para resolverla.
Si a estas dificultades añadimos que, en muchos casos, estos paisajes además constituir las señas de identidad de un pueblo son un recurso turístico que es necesario someter a las reglas de dicho mercado ya puede comprenderse la complejidad del tema que estamos tratando. De ahí el interés de una tesis como esta que incide en los elementos básicos mencionados. El Valle de Tafí es un paisaje eminentemente cultural (también hay una parte importante de paisaje de naturaleza pero está bien identificado y protegido) con una tradición turística bastante arraigada que, además, ha ayudado a construirlo. La autora dice que el valle de Tafí no es sino un espacio periférico, de otro a su vez periférico (Tucumán), de una región en sí periférica respecto a la pampa húmeda de Argentina, nuevamente un país periférico.
Para aquellos que no lo conozcan y puedan entender un poco su complejidad Gabriela marca cinco características esenciales del mismo: La primera es que se trata de un etno-territorio construido en su comienzo (hace unos 2000 años) por los pueblos indígenas que habitaban el valle; además presenta rasgos culturales muy fuertes ya que fue ocupado de forma continua desde el 800 aC; tiene un importante patrimonio natural con varias áreas protegidas: los Sosa, la Angostura, los Ñuñurcos o la Quebrada del Portugués; cuenta con un notable patrimonio cultural como el Conjunto de los Menhires y la Estancia Jesuítica de la Banda; por último, se trata de un espacio turístico consolidado desde hace ya muchos años como portal de acceso a los Valles Calchaquíes.
La metodología seguida por la autora es de gran interés ya que consiste en ir diseccionando las diferentes marcas o improntas que los sucesivos pobladores han ido dejando en el valle. De forma que, capa a capa, ha ido separando el espesor histórico en zonas de discontinuidades y rupturas. Al final ha sido capaz de identificar los elementos característicos del paisaje de los tafíes (el período prehispano), del Tafí hispano, del Tafí de las estancias, del Tafí del veraneo y del período de mundialización.
De todas estas capas sólo voy a destacar dos cosas. Una, que en el paisaje de los tafíes adquieren una importancia extraordinaria los menhires encontrados en la zona. Sobre su significado profundo puede leerse el libro de Francesco Careri “Walkscapes, el andar como práctica estética” sobre el que estoy preparando otro articulo. Y la segunda el hecho de cómo el turismo ha conformado una capa más de este “espesor histórico”. Es decir, que el propio turismo se ha convertido en protagonista y conformador de este paisaje en un momento histórico determinado. Y esto se ha producido básicamente por la evolución del conjunto de estancias a villa veraniega.
En el momento actual las comunidades indígenas, los empresarios y los veraneantes se disputan, no solamente los recursos, sino también los símbolos de identidad del valle. Se rehacen paisajes para el turismo, en competencia con las marcas indígenas y con las necesidades de los cultivos y comercialización de productos agrícolas. Un ejemplo paradigmático es el de los menhires que estaban distribuidos por todo el valle pero que alguien pensó que estarían mejor juntos de forma que constituyeran una atracción turística. Así que se arrancaron de sus lugares originales y fueron emplazados en un sitio que dominaba visualmente el valle. Ante las protestas de los vecinos fueron llevados definitivamente al Mollar a un sitio que se llama “El Parque de los Menhires” como si de un parque temático se tratara. El problema es que la comunidad indígena entiende que los lugares donde estaban situados eran lugares especiales (no me atrevo a denominarlos sagrados) y que la relación entre el sitio y el menhir se ha perdido.
Pero esta lucha no se limita a la comunidad indígena. Durante muchos años Tucumán tuvo un notable desarrollo debido al cultivo de la caña de azúcar. En la época dorada llegaron a funcionar hasta treinta ingenios azucareros que en muchos casos han dado lugar a poblados que han conformado de forma determinante del paisaje del valle. Y la caña y su corte han estado en el imaginario de generaciones de sus habitantes. Ahora mismo en muchos lugares la caña (en horas bajas) está siendo sustituida por frutilla, naranjas y, sobre todo, limones, en muchos casos cultivados bajo plástico. Ya puede comprenderse la lucha entre el valle turístico y el productivo.
Al final la autora llega a catalogar con una ficha cada una de estas capas lo que luego le permite llegar a un resumen de los problemas y procesos vinculados a las dimensiones estructural, formal, funcional y social. Como ejemplo aplica estas dimensiones a tres elementos que detecta como distorsiones: la despatrimonialización, la homogeneización y la banalización del paisaje del valle.
Espero que la Tesis llegue a publicarse porque en un momento como el actual con los compromisos adquiridos con la firma y ratificación del Convenio Europeo del Paisaje estamos necesitados de muchos trabajos de este tipo que nos ayuden a ir desbrozando un camino, de momento bastante salvaje. Con ello no me quejo de la inexistencia de estudios europeos sobre el paisaje cultural, sino de estudios adaptados a nuestra realidad, básicamente turística y, todavía en España, con una cierta componente de naturaleza no excesivamente deformada.
La calle como guía
Con la emoción de los recuerdos de Tucumán creo que he escrito ya demasiado pero me gustaría comentar también algo (aunque sea poco porque me va a quedar un articulo de una longitud imposible) de la otra tesis que mencionaba al comienzo del articulo. Su autora es la arquitecta (ya doctora) Carolina Ordóñez Acevedo, y la tesis titulada “El camino de la sal. Permanencia, significación y construcción en el proceso de desarrollo urbano de Bogotá”, ha sido dirigida por el catedrático de urbanismo de la universidad de Las Palmas Eduardo Cáceres Morales. En este caso se ha seguido una metodología tradicional, y el interés (o la emoción) está en ver como determinados elementos de los que componen la ciudad “de siempre”, en este caso una calle (pero en otros podría ser una plaza o una manzana), pueden explicar la ciudad como proceso histórico.
A veces, en ciudades particularmente complejas, es difícil llegar a entender los procesos que subyacen en su construcción y evolución. Sobre todo cuando no han estado sometidas a voluntades muy claras como las que se pueden explicitar en un plan de urbanismo o en un proyecto político. Una de las discusiones que se suscitaba en este caso era si el crecimiento de la ciudad había tenido que ver más con el azar que con determinados procesos que había que descubrir y explicar. Carolina consiguió reunir una cantidad de material verdaderamente importante y buena parte de la tesis consistió en ordenarlo adecuadamente. Pues bien, desde mi punto de vista (es una opinión personal) ante este material, que incluye multitud de procesos, actores y circunstancias que ha intervenido en la construcción de esta ciudad (y no sólo de esta, sino de la mayor parte de las ciudades grandes), no puede entenderse más que como verdaderamente azaroso este desarrollo. Esto explicaría las similitudes formales en la organización de los territorios urbanos actuales en gran parte del mundo y las características de autosimilaridad que las definen a diferentes escalas.
Ante la tremenda dificultad de comprensión (incluso de visualización por el ciudadano) del funcionamiento real de una ciudad grande, un recurso que ya se ha utilizado otras veces, es elegir un elemento determinado que como un transepto recorra su evolución histórica y atraviese, además, las diferentes áreas territoriales que la han ido conformando. Esto es lo que ha hecho Carolina en esta tesis con el primitivo camino de la sal, hoy convertido en carrera Séptima. Este recurso le ha permitido ordenar los materiales acopiados en una secuencia lógica y establecer discontinuidades haciendo un recorrido diacrónico y sincrónico de esta importante pieza de la ciudad.
Independientemente de otras cuestiones más técnicas que tienen que ver con la vida académica y que no creo sea este el lugar para tratarlas (si os interesan este tipo de cosas os aconsejo que asistáis a la lectura de una tesis hasta el final, incluidos los comentarios) lo que me interesó de este trabajo fue la renuncia consciente a una explicación global para centrar la atención en un elemento de ese todo. La cuestión es complicada porque implica considerar “el resto” de la ciudad como una caja negra tomando exclusivamente las reacciones producidas en esa caja ante los estímulos de la parte analizada y las entradas a esta parte desde la caja como elementos azarosos que no siguen un proceso o, por lo menos, que no requieren una explicación.
En muchos sitios ya se ha renunciado directamente (de forma explícita o implícita) a controlar la construcción de todo el territorio ¿estaremos en puertas también de renunciar a su conocimiento global? Lo digo porque son escasísimos los trabajos de investigación que conozco se están desarrollando con esta pretensión. Tan sólo determinados planes estratégicos buscan un entendimiento más completo aunque también centrado exclusivamente en la capacidad de intervención. Pienso que el error se encuentra en la pretensión de utilizar determinadas herramientas de análisis científico pensadas para abordar lo parcial (que es lo tradicional en el método científico) ante situaciones que requieren un entendimiento holístico de la realidad. Probablemente estemos en un momento en el cual sea necesario, no solamente cambiar los instrumentos de que nos hemos dotado para controlar la construcción de nuestros territorios, sino también crear nuevas herramientas de análisis y racionalidad para entender unos procesos que sobrepasan las posibilidades de las que tenemos.
Bogotá en 1911 plano del Observatorio Nacional
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Imagen de la tesis
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Imagen de la tesis
Comprendo que estos dos últimos párrafos tienen poco que ver con la tesis de Carolina, pero son dudas que vengo arrastrando ya hace algún tiempo, y que este trabajo no ha hecho más que aumentar. La propia tesinanda dijo en el turno de réplica a los comentarios de los miembros del tribunal que no pretendía una explicación del desarrollo y construcción de Bogotá, sino tan sólo la contribución del antiguo camino de la sal (luego carrera Séptima) a esta construcción. Para ello recurrió a las herramientas científicas tradicionales y completó una tesis seria y consistente merecedora de las más altas calificaciones académicas.
Pero cuando volvía en el avión, mientras charlaba con Manuel Saravia (otro de los miembros del tribunal) de cosas que no tenían nada que ver con la tesis, no podía dejar de pensar que, desde el punto de vista de la investigación en estas cuestiones, se estaba cerrando un ciclo. Que la mayor parte de las tesis que estoy dirigiendo (y de otras que conozco se están realizando en estos momentos) cuentan con sofisticados aparatos metodológicos, con técnicas seguras y muy depuradas y con planteamientos ya muy contrastados pero, en general, están faltas de esa visión holística de la realidad para la que, de momento, no contamos con herramientas que admitan como válidas ni la comunidad académica ni la científica en general. Es más, pienso que algunos de los intentos que se han hecho, han sido rechazados de plano en estos ámbitos. La cuestión es que, en tanto esperamos las nuevas herramientas, tenemos la pretensión de que la suma de cientos de miradas parciales nos devuelvan la visión del objeto real y completo. Y no estoy nada seguro de que esto sea así. Por lo menos, como hizo Carolina, deberíamos reconocer más humildad en nuestras pretensiones. Que, por parciales, son sesgadas y, por tanto nos resulta imposible saber cuanto se alejan de la realidad.