Perdonad que sea tan pesimista en este comienzo pero acabo de leer el manifiesto Contra el borrador del Estatuto del Personal Docente e Investigador de la Universidad española y me doy cuenta de que la cosa no tiene remedio. Si ya la situación actual es verdaderamente intolerable con una evaluación de la actividad docente que es sencillamente de pena y de la actividad investigadora puramente formal y no de contenidos (aparte de un procedimiento, desde mi punto de vista, no constitucional y extraído directamente de los tiempos de Torquemada por su opacidad y obscurantismo) la situación que se nos avecina en lugar de enmendar los errores incide en ellos como una especie de maldición bíblica. Sin embargo todavía hay profesores que, saltando un obstáculo detrás de otro, investigando (con una financiación misérrima) a la vez que dan clases, rellenando interminables papeles en una burocracia absurda, pagando luego por la traducción de un artículo a un inglés fetén con objeto de ver si cuela y se lo publican en alguna de las revistas anglosajones del listado canónico con un índice de impacto elevado (?), son capaces de preparar una lección que es realmente “una peripecia de fuerte dramatismo”. De vez en cuando también hay Jornadas y Congresos donde se dicen cosas y donde se atisban soluciones. Increíblemente esto me ha sucedido hace unos días en dos sitios aparentemente muy diferentes y en un plazo de menos de una semana.
El primer milagro sucedió con la disculpa de la clausura de los Ciclos de Paisaje, organizados por la UPV/EHU con el apoyo del Gobierno Vasco y Unesco Etxea, con un diálogo entre Antonio Serrano y yo mismo, moderado por Santiago González sobre el tema de “Bio-regiones para el futuro”. El diálogo se celebró en un lugar extraordinario: el pórtico de la catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz. Aparecieron muchos amigos y conocidos como Stepien y Barno una pareja de jóvenes que prometen ser unos extraordinarios comunicadores (os recomiendo su blog) y a los que, por fin, pude conocer personalmente. Y digo disculpa porque aproveché el fin de semana para quedarme un par de días y recorrer la zona con Luis, Rebeca, Irene y Jon de anfitriones. Surgió uno de los temas que más me interesan desde hace unos años, el ámbito del planeamiento (mejor “los ámbitos” del planeamiento). Luis Andrés Orive, después de haber impulsado y luchado por la supervivencia del Anillo Verde de Vitoria-Gasteiz y trabajar hasta la extenuación por establecer una relación armónica entre lo urbano y la naturaleza próxima (con batallas ganadas y perdidas), está ahora decidido a incluir la naturaleza más lejana y los aspectos rurales en dicha relación. El caso de Vitoria-Gasteiz es un tanto peculiar porque está situada en una llanura rodeada de montes que configuran una especie de círculo de naturaleza alrededor. Lo que se pretende ahora es incorporar este anillo de naturaleza (lo llaman “Anillo de las tierras altas”), las áreas agrícolas, el propio Anillo Verde y la ciudad de Vitoria-Gasteiz, a un entendimiento global de las relaciones territoriales entre todo ello.
Ya hace años que vengo denunciando la incoherencia de un planeamiento basado en los límites administrativos cuando el soporte natural nunca coincide con dichos limites. A mis alumnos, con objeto de que entiendan la diferencia, les aconsejo que tomen con unidad de análisis del territorio la cuenca hidrográfica a la escala que sea necesaria según la variable a analizar y luego vean si se puede hacer coincidir con alguno de los límites administrativos existentes. Todavía estoy esperando que coincida una sola vez. Por supuesto que el ámbito no tiene porque ser la cuenca hidrográfica. Pero desde el punto de vista docente me sirve muy bien porque permite que el alumno delimite con bastante precisión, entienda el significado de la escala en el territorio (una cuenca hidrográfica puede abarcar desde una parte importante del país hasta, incluso, menos de una hectárea) y analice las contradicciones entre un planeamiento basado en un ámbito natural y otro relacionado con criterios puramente económicos y de gestión. La necesidad de fijar el ámbito del plan antes de realizar el plan en función de los elementos de naturaleza y no en los administrativos, ya la recogíamos como parte fundamental de las propuestas del Libro Blanco de la sostenibilidad en el planeamiento urbanístico español. Este enfoque trae consigo bastantes problemas como los derivados del sistema competencial regulado en la Constitución, la necesidad de crear nuevos órganos que se encarguen de la redacción (en su caso), gestión y seguimiento del plan y otras minucias semejantes. Pero seguir haciendo lo que se viene haciendo hasta ahora es, sencillamente, una pérdida de tiempo.
Se les puede llamar como se quiera (bio-regiones, comarcas, áreas naturales, áreas funcionales) pero su delimitación debería basarse en criterios de racionalidad y de funcionamiento de los sistemas naturales en ese territorio. El problema es que no basta con fijar un ámbito adecuado. Además, el plan debería considerar “todo” el territorio. Un plan de urbanismo suele detallar de forma muy precisa la determinaciones urbanas (que se puede construir, donde, de que forma y hasta en algunas ocasiones el color de las fachadas o el tipo de teja en la cubierta) pero el resto es un agujero del que nada se sabe o que contiene una determinaciones tan elementales y poco meditadas que, como mucho, son poco operativas. De manera que las relaciones entre lo urbano, lo natural y el campo sencillamente no existen. La planificación sectorial hace lo mismo. Un Plan de Ordenación de Recursos Naturales detalla de forma muy precisa la forma de conservar o mejorar estos recursos pero se detiene ahí. Respecto a lo rural, frecuentemente es el “territorio olvidado” en casi todos los planes. Pero sin poner sobre la mesa todos los elementos que existen en el territorio y estudiar sus relaciones difícilmente podremos introducir racionalidad y, probablemente, el planeamiento no sólo no mejora la situación sino que la empeora en algunos casos.
Ya puede comprenderse mi emoción cuando me explicaron que el próximo paso que pretenden dar en esta ciudad que va tan por delante de las demás en estos temas es, precisamente, integrar en un todo el ámbito de naturaleza que constituye el anillo de las tierras altas, los pueblos comprendidos en su área incluida la parte rural y la ciudad de Vitoria-Gasteiz con su anillo verde. El problema es que no existe el instrumento adecuado para acometer esta empresa. En el País Vasco lo que más se aproxima es el Plan Territorial Parcial (PTP). Pero claro, no deja de ser un Plan Territorial con todos sus inconvenientes, el mayor de los cuales probablemente sea que deja en manos del planeamiento urbanístico municipal la concreción de las determinaciones más importantes perdiéndose, una vez más, la visión conjunta del territorio y las posibilidades de una gestión común del mismo. Es decir, que puede imponer límites, indicaciones, o incluso precisar el número de viviendas de protección oficial o promoción pública y la cantidad suelo industrial mediante polígonos urbanizados, pero no puede gestionar de forma conjunta con un órgano específico que se encargue de ello, y se deja esta gestión en manos de los municipios a través del planeamiento urbanístico. De todas formas más valen una reglas de juego que nada (muchas comunidades, la mía incluida, no tienen ni eso). En Vitoria-Gasteiz van a intentar conseguirlo mediante la declaración de Reserva de la Biosfera de toda el área.
Las Reservas de la Biosfera según la UNESCO “sirven para impulsar armónicamente la integración de las poblaciones y la naturaleza, a fin de promover un desarrollo sostenible mediante un diálogo participativo, el intercambio de conocimiento, la reducción de la pobreza, la mejora del bienestar, el respeto a los valores culturales y la capacidad de adaptación de la sociedad ante los cambios”. Además, desde un punto de vista puramente turístico visualizan aquellos lugares de un interés especial. Su propuesta requiere no sólo demostrar el interés de su mantenimiento para el planeta sino también un compromiso de las autoridades de cumplir un proyecto que lo permita. En definitiva, posibilitaría aglutinar voluntades en torno a un objetivo preciso y darle forma a una idea de territorio compartida por sus habitantes. Es algo más que un Plan Territorial Parcial y conseguirlo sería un paso importante en la dirección que muchos entendemos que debe ir la organización de nuestros territorios. Cada vez que me acerco por Vitoria-Gasteiz y me explican sus objetivos (sus ilusiones) me doy cuenta que suelen estar siempre mirando hacia delante. Incluso recurriendo a todo lo que pueden encontrar para conseguirlo, sea declarando un territorio Reserva de la Biosfera o presionando para que no se coloquen bancos en determinados sitios del Anillo Verde. Esta lucha entre las herramientas insuficientes con las que cuentan (que son las de todos) y el proceso que pretenden poner en marcha emociona cuando se analiza desde fuera. Pero debe ser duro y, muchas veces, frustrante hacerlo desde dentro.
En cualquier caso la necesidad de nuevos instrumentos de planeamiento que permitan hacer lo que hay que hacer, que no es otra cosa que iniciar procesos y no plantear fotos fijas de la llegada, es imprescindible. Es casi un clamor. Cualquiera que mire con ojos de hoy, tanto los planes de urbanismo como la mayoría de los planes territoriales, necesariamente tiene que darse cuenta que corresponden a un pasado con otros requerimientos sociales, territoriales y económicos. Es urgente buscar nuevos instrumentos que permitan hacer lo que quieren hacer en Vitoria-Gasteiz sin necesidad de hacer “planeamiento creativo” (que no se entienda como “contabilidad creativa”, por Dios) dedicando más tiempo y esfuerzos a estudiar como hacerlo con las herramientas existentes que son del siglo pasado (o del anterior) que al verdadero análisis y proyecto. Pero todavía no había terminado mi recorrido en aquella semana. A los dos días me fui a Valencia a una Jornada organizada por el Centro de Estrategias y Desarrollo (CEyD). El titulo de la Jornada era bastante genérico “Las ciudades, piezas claves para la sostenibilidad. Valencia, construyendo futuro”. Aparentemente era lo de siempre: que si la importancia de las ciudades, que como hacerlas sostenibles (el titulo de mi ponencia era ¿Es posible una ciudad sostenible?), que si la ciudad por aquí, que si la ciudad por allá... Pero las cosas se desarrollaron de forma muy distinta. Afortunadamente.
Puedo aseguraros que no nos pusimos de acuerdo. Pero la Jornada se desarrolló según la descripción que va a continuación. Me correspondió abrir el fuego con un planteamiento probablemente conocido por todos los lectores del blog: la ciudad como tal no existe si no existe un territorio subsidiario de la misma que, según los casos y según las épocas, puede abarcar desde unas pocas hectáreas hasta el planeta entero. Y que, en la actualidad, es más bien el planeta entero aunque hay una zona más cercana, también de geometría variable, cuyas relaciones entre los distintos elementos son mucho más directas y frecuentes y cuya base es el soporte natural. Por tanto, en la situación actual no se puede hablar de “sostenibilidad local” (sea urbana o no) sino, simplemente, de sostenibilidad porque si la “sostenibilidad global” falla la “local” también. La cuestión está en saber la contribución de la ciudad, entendida no sólo como la zona central del área de influencia, a la huella ecológica global. Y para eso tenemos que considerar a la ciudad como un todo con su territorio subsidiario inmediato, independientemente de sus límites administrativos, de su forma de gobierno o de sus sistemas de gestión. La única forma de hacer eficiente el funcionamiento de una ciudad es estudiando conjuntamente todo el territorio subsidiario más inmediato y las relaciones con lo más lejano (básicamente los flujos de todo tipo: energéticos, de materiales, económicos, sociales). El problema está en la delimitación de este territorio porque resulta que su delimitación depende de la variable a considerar. Mi propuesta es que, en el momento de mínimos en que se encuentra la naturaleza, el elemento que base esta delimitación para el análisis de las relaciones con el espacio más inmediato sea, precisamente, un ámbito de naturaleza. Exactamente lo que están intentando en Vitoria-Gasteiz.
Luego fue el turno de Aracha Muñoz. Arancha ya ha tenido un lugar destacado en el blog cuando escribí sobre el tema de la huerta de Valencia. Además acababa de ser nombrada hacía unos días Secretaria Autonómica de Territorio, Medio Ambiente y Paisaje del Consell valenciano lo que le daba mayor relevancia a su ponencia. En el año 2003 coordiné un trabajo titulado “Problemas y oportunidades para el urbanismo de Madrid al empezar el nuevo siglo” realizado para al ayuntamiento que, por desgracia, no llegó a publicar, y fue allí donde incidí por primera vez en la necesidad de cambiar el enfoque sobre los espacios libres urbanos (incluyendo los verdes) de su consideración como equipamiento al de infraestructura. Bien, pues esta idea es la que está detrás de la Ley valenciana y la que Arancha ha intentado dibujar y concretar en los planos. Además de arquitecta es paisajista y, por supuesto, ha abordado la cuestión desde este ámbito. La ley 12/2009, de 23 de diciembre de la Comunidad Valenciana modificó el articulo 19 de la 4/2004 de Ordenación del Territorio y Protección del Paisaje estableciendo la figura de Infraestructura Verde como “la estructura territorial básica formada por las áreas y elementos territoriales de alto valor ambiental, cultural y visual; las áreas críticas del territorio que deban quedar libres de urbanización; y el entramado territorial de corredores ecológicos y conexiones funcionales que pongan en relación todos los elementos anteriores”.
Se trata de algo más que una mera red ecológica de espacios protegidos en la Comunidad Valenciana (o eso espero). Aunque sólo esto ya sería suficiente para destacar su interés. Sin embargo en el articulo 20, según la nueva redacción adaptada a la introducción de la Infraestructura Verde, puede leerse que “La planificación territorial y urbanística integrará la protección, conservación y regeneración del patrimonio natural, garantizando el mantenimiento de los procesos ecológicos básicos y la conservación y preservación de paisajes relevantes por su elevado valor natural, cultural y productivo”. Precisamente este entendimiento conjunto del territorio y sus valores naturales, culturales y productivos se acerca bastante en sus intenciones a los objetivos que se pretenden conseguir en Vitoria-Gasteiz. Dicho y hecho: surge así el Plan de Infraestructura Verde y Paisaje de la Comunitat Valenciana. En la Cátedra de municipios sostenibles de la Universidad Politécnica de Valencia se puede encontrar un breve explicación y los documentos del plan. De acuerdo, todavía no es. Pero el camino está marcado. Sobre todo estoy esperanzado de lo que vaya a surgir del punto 4 del nuevo artículo 19bis en el que se lee: “Se establecerán los criterios integrados de gestión que deban aplicarse al conjunto de la Infraestructura Verde, sin menoscabo de lo dispuesto en las legislaciones y normas sectoriales que regulan cada uno de sus elementos constitutivos, con los que en todo caso deberán coordinarse”. Este es un tema clave que todavía deberá desarrollarse adecuadamente.
En Valencia estas ideas están dando todavía los primeros pasos y se nota excesivamente que, en realidad, el plan de infraestructura verde y paisaje es más bien un plan de paisaje que un plan de infraestructura verde. Resulta curioso constatar que las formas más avanzadas de comprensión del territorio vengan, precisamente, del ámbito del paisaje. No solamente en Vitoria o en Valencia, también en Barcelona o en Santiago, incluso en Madrid en los leves atisbos que asoman es a través del proyecto del Manzanares intentando enganchar como en un collar un cierto número de áreas protegidas y conectar la ciudad con su entorno (a nivel de idea, claro, porque aquí no somos capaces de pasar a la acción cuando se trata de estos temas). Se nota también un cierto olvido de los ámbitos urbanos como si fueran pecadillos (en Valencia pecados mortales) que es conveniente no tocar. Y esto no es bueno. De la misma forma que la mirada urbana suele olvidar las áreas rurales y de naturaleza, a menos que ejerzan el oficio de esclavos de la ciudad, tampoco es bueno que las miradas desde la naturaleza y el rural hacia la ciudad la olviden como si fuera un ente maligno a estigmatizar. Lo mismo que el plan valenciano de la huerta tenía muchas cosas positivas, también hay cosas positivas en el plan de infraestructura verde y paisaje. Sería una pena que quedaran para siempre en el baúl de los sueños incumplidos. También sería bueno dar un paso adelante más y que los conectores que forman la red ecológica no sean casi exclusivamente los ríos cuyas llanuras de inundación deberían manejarse como se ha hecho en Vitoria de forma que realmente fueran una infraestructura y no una simple línea azul en un plano. También es positivo que se aborden algunos temas urbanos aunque pienso que debería existir una mayor integración con la red ecológica para conseguir un funcionamiento total y armónico de todo el sistema. Procesos más que imágenes.
Ya en la segunda parte de la mañana Roberto González, técnico del Centro de Estudios Ambientales de Vitoria-Gasteiz, explicó las bases de la designación de la ciudad como European Green Capital 2012. Es como el círculo que se cierra. Roberto, lo siento, pero no voy a decir nada más de Vitoria porque ya le he dedicado más de la mitad del articulo. El resto de temas expuestos por los ponentes están más alejados del objeto de esta columna y sólo voy a mencionar el título. Luis Jiménez, director del Observatorio de la Sostenibilidad de España habló sobre “Sostenibilidad local y empleo verde” y, por último, César Jiménez gerente de RIVA en Ruzafa y Arturo Ortigosa, director de FIVEC, explicaron respectivamente la actuación en este barrio valenciano y el proyecto CAT-MED. Como puede verse una jornada bastante completa y que complementaba de forma notable mi viaje a Vitoria-Gasteiz. Comprendo que el contexto en el que se producen las ideas en Valencia hace que las que tienen que ver más con la solidaridad que con la competitividad sea complicado que pasen de ideas a realidades. Pero el mero hecho de que existan es un paso adelante imprescindible. Para rematarlo todo hace un par de días vino a verme al despacho Francesca Lotta, una alumna de la universidad de Palermo a la que codirijo la tesis con un profesor de esa universidad, y me contó los progresos realizados en Santiago de Compostela en el estudio de los espacios verdes en el interior de la ciudad considerados como una red ecológica. Es decir, como una infraestructura. Hay esperanza de que las cosas se vuelvan más racionales.
Alcira, Valencia, inundación del Júcar en 1916 (Urbanity)
El camino parece claro. Los espacios libres y las zonas verdes en nuestras ciudades deben ser considerados como algo más que un equipamiento. Además deben formar parte de un entendimiento global del territorio de forma que estén relacionados con las grandes (o pequeñas) reservas naturales periurbanas y con todo el territorio preservado. Para ello deben ser estudiados, organizados y proyectados, de forma conjunta con los elementos urbanizados y con las zonas rurales. Para hacerlo posible lo primero será delimitar las áreas de planeamiento y gestión del territorio en términos de naturaleza y no en términos de urbanización, por la sencilla razón que los elementos de naturaleza se han vuelto prioritarios para que lo urbanizado pueda funcionar de forma adecuada. Y luego contar con los instrumentos necesarios para poder gestionar procesos y no metas. De acuerdo que la gestión de procesos es mucho más compleja que la gestión de imágenes finales. Sobre todo si la gestión es una gestión de verdad participativa. Pero el tiempo de gestionar imágenes finales se ha terminado. El planeamiento, basado en este tipo de metas, no parece tener razón de ser ante el escaso control posible sobre la multitud de interacciones que se producen en los territorios modernos. Sobre todo los sometidos a fuertes dinámicas de cambio. Me parece (y esta es una hipótesis a verificar) que deberíamos de reconocer la imposibilidad de controlar ad nauseam la forma final, el resultado de estas interacciones, y centrarnos en comprender los procesos y en reconducirlos en la medida de lo posible. Y eso lo hay que hacer de forma continua (en tiempo real), con acuerdos a corto y a largo plazo y con participación efectiva de la población. Estamos muy lejos del urbanismo como proyecto cuasi arquitectónico que tuvo su cenit en los años ochenta y noventa del pasado siglo. Cuando se aprobó el Plan General de Madrid ¿a quién se le hubiera ocurrido dibujar el perfil urbano con las características que tienen en la actualidad? Claro que todavía queda la necesidad de garantizar a los inversores en suelo que sus inversiones van a seguir siendo rentables. Todo se andará. De momento mis últimas excursiones me han devuelto la esperanza.