domingo, 1 de marzo de 2015

Calles y vecinos

A veces ocurren milagros. No se puede calificar con otra palabra el hecho de que unos profesionales de la arquitectura, ante la falta de voluntad de ciertas formas de hacer política que no creen en la participación de los vecinos, que no los consultan, que no les explican qué va a ser de sus calles, de sus plazas, de sus árboles o de sus farolas, hayan dado un paso al frente impulsando un proyecto de diseño urbano alternativo al bendecido por el ayuntamiento, con objeto de generar un debate. Debate imprescindible si de verdad queremos otro urbanismo y otra ciudad más humanos. Esto ha sucedido en Valencia aunque no dudo que milagros parecidos puedan producirse (se estén produciendo) en otros lugares. Se trata del proyecto para remodelar unas calles transversales entre Colón y la Gran Vía del Marqués del Turia. Para aquellos que no conozcan bien Valencia hay que decirles que estamos en el Ensanche. Más concretamente en la parte norte de la Gran Vía, siendo Colón (más o menos) el límite con Ciutat Vella.

Situación de la actuación y distancias en bicicleta  PAM_PIHE_VLC

En el pasado mes de junio estuve dando una conferencia en el Botánico de Valencia y aproveché, como hago tantas veces,  para darme un paseo. Fui bordeando toda la Ciutat Vella por la calle Guillen de Castro, luego la de Xátiva y terminé mi paseo precisamente caminando por la calle Colón hasta llegar al Jardín del Turia. Así, a ojo, supongo que unos tres o cuatro kilómetros que seguramente se duplicaron porque la gracia es ir callejeando a izquierda y derecha, unos ratos por el ensanche y otros por la Ciutat Vella. Recuerdo haber estado en la plaza del Ayuntamiento y, al otro lado, haberme sentado a descansar un rato en una de las cafeterías del remodelado mercado de Colón. Tengo, por tanto, bastante reciente el recuerdo de estas calles y cuando José Luis Gisbert me escribió un correo enviándome el proyecto que habían hecho lo estudié con gran cariño. En principio pensé que era un encargo del Ayuntamiento y sólo me fije en detalles más o menos técnicos: pavimentos, circulación, vegetación… Me pareció bastante interesante.

Mapa de ruido de tráfico en la zona  Ayuntamiento de Valencia  PAM_PIHE_VLC

Pero luego leí más atentamente el proyecto y comprendí que su interés no residía sólo en la calidad técnica, sino en tratar de forzar un debate sobre el acondicionamiento de estas calles. La cronología sería la siguiente. El abril del año pasado se publica en la prensa que el Ayuntamiento tiene la intención de remodelar las calles Hernán Cortés y Pizarro (dos transversales entre Colón y la Gran Vía del Marqués del Turia). José Luis Gisbert y Pilar Ferreres, personalmente afectados por las obras, deciden enterarse de qué se iba a hacer. Solicitan información al ayuntamiento comunicando su interés en participar en el proceso, y en septiembre pueden consultar el proyecto en las dependencias municipales y tomar notas. Ante la falta de respuesta del Ayuntamiento, y vistos los problemas que detectaban, el 11 de diciembre deciden presentar un proyecto preliminar con una propuesta alternativa. En enero de 2015 reciben copia digital del proyecto aprobado.

Calle Hernán Cortés, soleamiento por horas  PAM_PIHE_VLC
 Problemas con la colocación de los árboles del proyecto municipal

En estos momentos la concejalía de urbanismo (siguiendo el proyecto del ayuntamiento) ha empezado las obras de remodelación de la calle Félix Pizcueta, paralela a Pizarro, estando aprobada la remodelación de uno de los cruces de Cirilo Amorós con un sistema muy parecido al utilizado en Ruzafa. Por supuesto que todas estas calles del Ensanche son similares (si bien las transversales entre Colón y Gran Vía sólo tienen 12 metros por lo que ha de extremarse el cuidado) y tanto la propuesta “oficial” como la alternativa podrían extenderse con toda facilidad al resto.  Resumiendo la situación: el ayuntamiento redacta un proyecto de remodelación, la prensa se entera, a través de la prensa también se enteran unos ciudadanos que (casualmente) son arquitectos y estos ciudadanos le dicen al ayuntamiento que “hay otras posibilidades”. Ante la falta de interés de la administración acerca de que los administrados digan lo qué les parece el proyecto, José Luis, Pilar y la gente que les ayuda, como ciudadanos directamente afectados, han convocado para día 5 de marzo en la sede del CTAV, situada precisamente en la calle Hernán Cortés, una reunión para explicarles a los vecinos y a los que trabajan en la zona que existen alternativas (por lo menos la suya) al proyecto municipal.

Plantas de los proyectos municipal y alternativo
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Aunque seguramente no me voy a poder resistir a comentar algunos de los elementos de la alternativa, lo que quería destacar es que en el siglo XXI ya no podemos hacer el mismo tipo de urbanismo con el que Jules Hardouin-Mansart en 1699 proyectó la plaza Vendôme (una maravilla, por otra parte) en París, entre la Ópera y las Tullerías. La ciudad de este siglo la tienen que construir los ciudadanos. No los reyes, ni los alcaldes, ni los concejales de urbanismo, ni tan siquiera los arquitectos o los urbanistas. Mientras no lo consigamos, avanzaremos poco. Todavía en el siglo XX se podían alegar unas ciertas dificultades técnicas para hacer comprender al ciudadano la planta o la sección de un proyecto, pero en la era digital esta no es una excusa. Resulta que nos podemos poner en el medio de una recreación en 3D y pasear por la nueva calle, conducir el coche o jugar con nuestros hijos (digitalmente, claro). Y para hacerlo no es necesario comprender ninguna complicada sección transversal, tal y como se muestra en algunas de las imágenes de la propuesta alternativa.

Secciones de la propuesta alternativa de mejora
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Por otra parte, el acceso a la información de forma comprensible, es también posible. Está bien que la prensa lo difunda pero, además de por la prensa, los afectados deberían poder enterarse de cómo van a cambiar sus vidas (para bien o para mal, porque un proyecto de este tipo cambia la vida de las personas) mediante otros medios. ¿Es qué nuestros representantes no se han enterado que existe Internet, Twitter, Facebook, WhatsApp? ¡Ah! ¡Qué si, que se han enterado cuando hay elecciones y se trata de promocionarse políticamente! Estamos muy, pero muy necesitados de nuevas formas de gobernanza local acordes con el tiempo en que vivimos. Que signifiquen una comunicación fluida y transparente con el ciudadano. Continuamente oímos hablar de “Smart Cities”, nuevas tecnologías, SIG participativos y cosas parecidas. Pero, en realidad, una ciudad verdaderamente inteligente no es la que hace acopio de un montón de datos para beneficio de unos pocos que los dominan y controlan, sino la “ciudad de cristal” que reclama Saskia Sassen, en la que todos tienen la posibilidad de enterarse en forma comprensible de lo que está pasando y cómo nos afecta.

 Imagen de la propuesta alternativa de mejora  PAM_PIHE_VLC

Mientras que el administrado tenga que dirigirse a la administración para preguntar qué va a ser de su vida cotidiana y la de sus hijos en los próximos diez o quince años, porque nadie se ha dignado ni tan siquiera a comunicárselo, los complejos problemas que tendremos que afrontar en estos años que vienen no se van a poder resolver. Porque una parte importante de los mismos van a requerir, para su solución, una actuación proactiva por parte de la sociedad civil. Y hay que ir empezando a acostumbrarse. No se trata de plantear un “proceso de participación” al uso, como un mero elemento complementario o decorativo (a veces legal) de las decisiones del proyecto urbano y del planeamiento. Se trata de cambiar la forma de hacer el proyecto o el plan. Esto significa muchas cosas. Pero, sobre todo, significa que hay que recuperar el interés perdido por el ciudadano para intervenir directamente en la construcción de su ciudad. Casi nadie (excepto los muy ricos a los que no les importa equivocarse) dejarían en manos de otros la compra del sofá o el color de los muebles que van a poner en la cocina. Y sin embargo, “delegan” la decisión de lo que pase con su calle, sus árboles o sus bancos y papeleras. Porque, claro, no son “suyas”, o por lo menos no las sienten como tales.

Calle Hernán Cortés, situación actual  Google Street View

Comprendo que es complicado. Sobre todo porque la decisión sobre el sofá afecta a muy pocos, pero la decisión sobre el tipo de árbol que hay que poner en la acera no sólo afecta a los que pasan diariamente, sino a mucha más gente. Y además, no se trata de que todos los vecinos sean arquitectos, o diseñadores, o ingenieros. De lo que se trata es de conocer los puntos críticos de las decisiones y de poder discutirlos. Pongamos un ejemplo para bajar a la realidad. Simplemente mirando la imagen superior, la inferior y la siguiente podemos darnos cuenta de las dificultades. La situación actual de la calle Hernán Cortés (una de las afectadas) es bastante terrible ya que configura un espacio inhóspito, insano y feo. Además no hay sitio para aparcar. Si miramos en la figura de abajo la propuesta del Ayuntamiento probablemente para la mayor parte de vecinos representa un avance indudable: podemos aparcar. Incluso nos colocan algún árbol. Pocos, y en un sitio no demasiado adecuado, pero hay árboles. En el proyecto de Pilar, José Luis, Álvaro y Javier, (en la imagen que todavía está más abajo) todo se ve más amable. Hay muchos más árboles, animación, espacio para charlar, para jugar (incluso los bares podrán poner alguna terraza). Pero, seguro que de inmediato, la mayor parte de los vecinos notarán que no hay aparcamiento.

Calle Hernán Cortés, proyecto municipal aprobado  PAM_PIHE_VLC

Probablemente el equipo redactor de la alternativa intentará razonar que va en beneficio de la salud que la contaminación se fije en las hojas de los árboles, que haya que andar aunque sea sólo un poco desde el aparcamiento hasta el domicilio, que pueda funcionar mucho mejor el comercio de proximidad, que tengamos mayores posibilidades de socialización para nuestros hijos que, a pesar de todo, se pueda seguir accediendo en coche (aunque eso sí, muy despacito) para aquellos que lo necesiten, que vaya a disminuir de forma muy apreciable la contaminación acústica y que se rebajen notablemente los niveles de estrés de los vecinos. Todo esto lo razonarán y lo discutirán unos y otros. Al final, es muy posible que el equipo redactor del proyecto alternativo vea frustradas sus expectativas y se decida que más vale aparcamiento en mano que salud volando. Y, seguramente, los vecinos se equivocarán. Pero lo importante no es decidir lo mejor o lo peor (o decidir bien o mal), lo importante es saber a la hora de elegir qué nos dejamos en el camino. Y luego diremos: “mira, pues José Luis tenía razón, el tener el aparcamiento a la puerta era menos importante, hubiera preferido que mis hijos jugaran en una hermosa acera y los viera desde la ventana en lugar de tener que estar soportando el ruido y el humo de los coches. Cuando remodelen la calle de Isabel la Católica les contaremos a los vecinos nuestra experiencia”.

Calle Hernán Cortés, propuesta alternativa  PAM_PIHE_VLC

Y es que en este campo tan complejo se hace camino al andar. Llevo algún tiempo “predicando” la vuelta a lo local. Habría que empezar por cosas como estas. Probablemente es bastante complicado que, de entrada, una persona no especialista entienda el concepto de área de reparto y las implicaciones que conlleva delimitarla de una forma u otra. Pero igual de probable es que se percate de inmediato mirando el dibujo de arriba del significado de que una acera sea de cinco metros o de cincuenta centímetros. O que considere mejor plantar en su calle un árbol de alineación no alergógeno que otro más bonito pero que pueda producir problemas a su salud. Pero para que no toda la carga de la crítica caiga sobre los hombros del ayuntamiento de Valencia (que he tomado solo como ilustración) voy a contar mi propia experiencia en la urbanización en la que vivo. En mi caso no me enteré de nada hasta que no empezaron las obras pero, probablemente, si mi hubiera enterado por la prensa como en el caso de José Luis y Pilar, no hubiera tenido el valor de hacer lo que ellos hicieron. A lo mejor porque soy ya más viejo (menos joven) y me he vuelto cómodo.

Los autores del proyecto alternativo han pensado hasta en los bordillos
 Señalar en la imagen para verla más grande  PAM_PIHE_VLC

Hace unos dos meses el pequeño mundo cotidiano de la urbanización en la que vivo vio rota su tranquilidad de muchos años sin problemas, sin ruidos, sin gastos ni dispendios (es una de las primeras urbanizaciones construidas en España en régimen de cooperativa), por la irrupción inesperada de la maquinaria “constructiva”. Se empezaron a levantar parte de las calles para hacer zanjas y en el pequeño jardincillo que está entre las dos calles se quitaron todos los árboles y se empezaron a abrir agujeros por doquier. Un poco preocupados preguntamos a los obreros que abrían diligentemente las zanjas si es que se iban a construir trincheras para una futura guerra. La respuesta fue que iban a colocar farolas. ¡Farolas! A nuestras pobres y sostenibles farolitas que habían cumplido su misión de forma humilde, pero eficiente y barata (ya estaban superamortizadas) a lo largo de más de treinta años les había llegado su jubilación. Pero el caso es que las farolitas lucían muy bien, no daban signos aparentes de deterioro y su único pecado es que estaban embutidas (literalmente) en los muros de separación entre parcelas. Es decir, en los terrenos propiedad de los cooperativistas y no en la vía pública.

Las antiguas farolas, muy dignas ellas

Esta supongo que fue la disculpa para “hacer algo en época de elecciones”. Me niego a creer que algún amigo de algún edil tuviera una fábrica de farolas, pero tal y como se planteó el tema da pie a pensarlo. Las nuevas farolas ya están erectas en sus puestos, cambiando totalmente la estética de nuestras calles y arrinconando a las humildes y baratas farolitas que pagamos todos los miembros de la cooperativa en su momento. Pero, por ahora, las únicas que iluminan son las de toda la vida. Supongo que en unos días, las desconectarán y pasarán a mejor vida siendo sustituidas por unos soberbios palos gris obscuro coronados por unas lámparas leds de impresión. Supongo, porque nadie nos ha dicho nada. Es posible que en alguno de los periódicos locales se haya escrito algo, o en la página web del Ayuntamiento se publicara el acuerdo de aprobación del proyecto o de adjudicación de las obras. Pero ninguno de los vecinos que hemos estado hablando entre nosotros sobre el tema sabíamos nada. El problema es que los vecinos teníamos mucho que decir al respecto pero nos hemos encontrado con los hechos consumados.

Las nuevas farolas, el poderío

Y lo que podríamos decir son cosas de sentido común. Por ejemplo, dado que los soberbios palos erectos (con una leve curvatura en su parte más elevada) había que ponerlos en suelo público, pues resulta que las fantásticas aceras cuya anchura está comprendida entre los noventa centímetros y un metro (incluido el bordillo), de que están dotadas nuestras calles quedan todavía más inútiles. Antes, cuando aparecía un coche todavía te podías refugiar en la acera y andabas tranquilamente. De uno en uno, eso sí. Ahora no. Sencillamente, entre el muro, el coche y la farola no cabe una persona. Y eso por no hablar del cochecito de un bebé o del carro de la compra. Otra ventaja es que las han colocado a una altura tal que iluminan perfectamente la segunda planta de nuestras casitas con la posibilidad añadida de abrir la persiana y ahorrar una parte de la factura de la luz. Si las anteriores bastaban y sobraban (buena prueba de ello es que, supongo que para gastar menos, se encendían una sí y otra no) y era suficiente ¿a qué viene esta orgía de luz? Si el Ayuntamiento nos hubiera informado, se hubiera puesto en contacto con nosotros, es muy posible que las cosas fueran distintas.

No se pasa ni de perfil

Probablemente les hubiéramos hecho ver a nuestros mayoritariamente votados representantes que bastaba sustituir progresivamente, según fueran pasando a mejor vida, las luminarias de las ya instaladas farolas por otras de bajo consumo, y adaptarlas para que no hubiera contaminación lumínica, con lo que habríamos podido seguir con nuestras aceras (estrechitas pero dignas) y con el dinero ahorrado de la nueva instalación se hubiera podido pintar la guardería municipal situada a unos metros y muy necesitada. A la mayor parte no nos hubiera importado ceder al Ayuntamiento el derecho de superficie del trocito de muro. O expropiarlo, ya que sería mucho más barato que la solución de cambiar toda la instalación. Por otra parte, y ya con las farolas erectas, si se hubiera contado con nosotros podríamos haberle ahorrado al servicio de inspección del Ayuntamiento bastante trabajo si nos hubieran preguntado sobre la calidad de la instalación, de la pintura y (en su momento, cuando las enciendan) de la iluminación producida. Podríamos decirle, farola a farola, las que están pintadas de forma chapucera, las que están erectas pero torcidas, o las que tienen su base desplazada y otras menudencias.

Y luego, no es solo la farola, sino las obras para arquetas, conexiones…

Pero claro, “no hay cauces” para nada de esto. ¿De verdad estamos en el siglo XXI? ¿Qué es eso de las TIC con que nos bombardean constantemente? ¿Existen, o son como los OVNIS, es decir TICNIS? Cuando algunos de nosotros hablamos de una nueva gobernanza local nos estamos refiriendo justamente a este tipo de cosas. No se trata de hacer la revolución, ni de plantear modificaciones traumáticas del sistema. Se trata de hacer ciudades transparentes. Cuando hace más de dos años escribí el artículo del blog titulado “Hacia un urbanismo de código abierto” me refería a esto. Ahora parece que este ya no es el objetivo. A lo que aspiran todos los políticos locales es a que su ciudad sea una “Smart City”. Supongo que algunas compañías de esas que venden, gestionan o mantienen el software propietario que ata los ayuntamientos de por vida a Cisco, Microsoft o IBM, estarán encantadas. Y que se relamerán de gusto los que puedan tener acceso a gigas de datos que pueden cruzar impunemente para tener una información que nadie más tiene. Y que, por supuesto, vale oro.

Fragmento de dibujo del proyecto alternativo  PAM_PIHE_VLC

Ya no está de moda la expresión “urbanismo de código abierto”, pero sigue siendo imprescindible conseguir ciudades transparentes, lo que significa una gobernanza diferente, con una información comprensible que llegue a la mayor parte de los ciudadanos, de forma que la sociedad civil pueda intervenir directamente en la gestión de lo local con conocimiento de lo que hace. Y para eso sí que necesitamos ciudades que sean sabias, no listillas (aunque los listillos son otros). No estamos propugnando un cambio en el sistema democrático, eliminar los partidos y el sistema representativo. Estamos planteando que lo local no se puede gestionar ni tratar de la misma forma que el gobierno de un país, ya que se trata del escalón de poder más cercano al ciudadano. Y que estamos en el siglo XXI. Y que algo se supone habrá cambiado en las posibilidades de intercambiar información entre unos y otros. ¿Sólo a mí me parece raro que, desde Getafe, me pueda enterar en tiempo real de los crímenes que ocurren en Chicago simplemente entrando en la página web de la policía de esa ciudad y que no me entere de que van a cambiar las farolas de mi calle hasta que no aparecen los bulldozer?


  • Nota: Si queréis saber como evoluciona este caso de participación ciudadana en Valencia con un proyecto alternativo al oficial, podéis seguirlo en la página web de PAM_PIHE_VLC. También en ella hay un enlace para acceder a un documento resumen del proyecto de 12 páginas al final del cual hay otro, mediante el que podéis bajaros el documento completo de 77 páginas. Os aconsejo que lo miréis con interés, merece la pena.