domingo, 14 de marzo de 2010

Hammarby Sjöstad, barrio eco-friendly

Desde enero de 2010 Estocolmo es la "Capital Verde de Europa", titulo otorgado por primera vez por la Comisión Europea. Esta distinción reconoce la capacidad para resolver problemas ambientales con el objetivo de mejorar, tanto la calidad de vida de sus ciudadanos, como los de la totalidad del planeta. Esta idea surgió en la reunión de Tallinn (Estonia) en mayo de 2006 y, desde entonces, se ha desarrollado un sistema para designar la ciudad merecedora de esta distinción. En una ceremonia celebrada en Bruselas el 23 de febrero de 2009 se decidió que en el 2010 lo fuera Estocolmo y en el 2011 Hamburgo. Para tener una idea de como están las cosas estas dos ciudades se eligieron entre los siguientes finalistas: Ámsterdam, Bristol, Copenhague, Friburgo, Hamburgo, Munich, Oslo y Estocolmo. Resulta sencillamente curioso que no aparezca ninguna ciudad del sur de la Unión Europea y chocante el predominio "nórdico": Copenhague, Oslo y Estocolmo. Esperemos que dentro de unos días cuando se anuncien las finalistas para el 2012 y el 2013 la situación sea un poco más equitativa porque tal y como trataré de desarrollar a lo largo de este artículo se pueden plantear visiones alternativas a la forma en entender la sostenibilidad que se deriva de plantear soluciones “ecológicas” que aumenten todavía más los ya altos niveles de confort imperantes en la Europa más desarrollada.

Hammarby Sjöstad, esperando el “ferry” para cruzar el canal
Imagen de Victoria Henriksson en Hammarbysjostad.se

El que esta distinción haya recaído este año en Estocolmo es debido a varios factores pero probablemente algo tenga que ver la fama de "verde" que ha adquirido el barrio de Hammarby Sjöstad situado al sureste de la ciudad. Se puede encontrar bastante información en inglés en la página oficial así como bajarse diferentes archivos en .pdf para tener una idea más clara de algunos aspectos que en este articulo apenas puedo tratar. Sobre todo se enfatiza en el llamado “modelo Hammarby” explicando bastante claramente su funcionamiento (¡incluso hay un .pdf en mandarín!). Casi desde la creación de este blog tenía pensado dedicarle algún artículo pero, con objeto de estar más seguro de lo que escribía, he preferido esperar a que se conocieran algunos resultados. Sin embargo ahora, con la disculpa de esta designación de Estocolmo pienso que tengo la excusa perfecta para plantear algunos temas que me preocupan. De forma que aprovechando la documentación que ya tenía, las impresiones y material que ha traído uno de mis alumnos en una reciente visita a la ciudad, y repasando un poco lo que se dice últimamente en Internet, me he decidido a escribir este artículo.

Descontaminadas 130 t de aceites y 180 de metales pesados
Imagen de Stockholm City Planning Administration (SCPA)

Para aquellos que no hayan oído hablar de Hammarby habría que empezar por explicar que fue una zona portuaria de la ciudad con graves problemas de contaminación debido al tipo de industrias instaladas en la misma. La idea de un nuevo barrio aparece a principio de los años noventa cuando se estaba elaborando un plan para el desarrollo del lado norte de la bahía. Pronto se advirtió la necesidad de un plan estratégico para todos los alrededores del lago (incluyendo el cambio de uso del área industrial de la que tratamos) centrando su desarrollo en el tema del agua y convirtiendo este barrio degradado en un moderno distrito que ampliara la ciudad por el sur salvando el canal.

Fotografía aérea del barrio
Imagen de Google Maps (59.30493,18.09650)

Estocolmo ya había sido sede de los Juegos Olímpicos en el año 1912 y decidió proponer su candidatura para los de verano del 2004. Dado que Sydney basó la suya (que ganó) para los del 2000 en la ecología, los responsables suecos pensaron hacer algo similar. De forma que aprovechando la reconversión del barrio de Hammarby decidieron darle un impulso “verde”. Al final los juegos se fueron a Atenas pero el impulso ya estaba dado. Como tantas otras veces un acontecimiento de este tipo actúa como catalizador para poner en marcha empresas que, de otra manera, probablemente hubieran languidecido. Y eso aunque al final no se consiga la realización del evento (en Madrid sabemos bastante del tema, me refiero a no conseguir la realización del evento).

Masterplan de 2005 (SCPA)
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El masterplan fue redactado en 1991 y revisado en 1996 por el Stockholm City Planning Bureau (y coordinado por Jan Inghe-Hagström ). En 1997 se inician las obras después de haber descontaminado unas doscientas hectáreas de suelo. Aunque las cifras van cambiando así como las determinaciones del plan (en la figura de arriba puede verse la versión del 2005) parece que, según las últimas, se trataría de construir unas 11.000 viviendas para 25.000 habitantes y 200.000 metros cuadrados de espacios comerciales y de trabajo. Para ello hubo que derribar o cambiar de sitio la mayor parte de los edificios industriales. Entre los escasos que se han conservado está la fábrica Diesel reconvertida en centro deportivo y cultural. Hasta el momento se han construido cerca de 9.000 viviendas en las que viven unas 20.000 personas. Se supone que se van a crear unos 10.000 empleos en el barrio que estará terminado en el 2015 ó 2016.

Calle de Hammarby Sjöstad (ganchingabz)

Los edificios no sobrepasan las seis plantas pero se intenta conseguir un barrio compacto con densidad suficiente para mantener vida urbana y con distancias cercanas a los equipamientos. El hecho de que el municipio fuera el propietario de la mayor parte del suelo (ver artículo en Urblog) permitió adaptarlo al transporte público y proponer la utilización compartida del automóvil. Por todo esto se pensaba que serían suficientes 0,3 plazas de aparcamiento por vivienda. Actualmente estas 0,3 plazas ya han sido subidas a 0,7 cifra algo más realista. En el sistema de car-pooling que también se ha implantado participan unos 300 vecinos y unos 25 coches. Cada uno paga una cuota en la que se incluye hasta el combustible (que es biogás o etanol) y lo usa cuando lo necesita. Las comunicaciones con el centro están basadas en el transporte público: autobuses, un tranvía eléctrico en el que se ha puesto el énfasis en la comodidad y el silencio, y un “ferry” gratuito que permite cruzar el canal y va al centro de la ciudad. A pesar de todo las previsiones iniciales de que el 70% de los viajes se realizarán a pié, en bicicleta o en transporte público, de momento están lejos de cumplirse. Todos los datos que aparecen en este artículo proceden sobre todo del Centro de Información Ambiental (GlashusEtt) del barrio y se los debo a mi alumno Antonio Olano (lo mismo que las fotos sin referenciar), o de las declaraciones que su portavoz Erik Freudentahl ha hecho en diferentes medios de comunicación.

Bloques en la arteria peatonal principal paralela al canal

Pero en este artículo no voy a insistir demasiado en el análisis de los edificios de este nuevo barrio, aunque el asunto podría dar para escribir bastante, porque debo admitir que este blog no es de arquitectura (a veces se me escapan cosas) y los lectores esperan otros temas. Si por algo destaca Hammarby Sjöstad es por sus instalaciones urbanas. Su fama no proviene de la arquitectura que, en realidad, es relativamente sencilla con la mayor parte de las viviendas prefabricadas, y que incluso (aunque esto lo habría que matizar un poco) tecnológicamente no están entre lo más avanzado desde el punto de vista ambiental.

Plantas de viviendas estándar (Tengbom architects)

Una vivienda típica de dos dormitorios tiene 80 m2 y hay bastante variedad de tamaños, desde estudios hasta pisos para familias de cinco personas aunque predominan los destinados a familias de una o dos. Cuenta con amplios ventanales y una altura de techo de unos 2,80 metros, pero no destacan de forma apreciable las soluciones bioclimáticas pasivas como no sea la utilización en algunos lugares de cristales triples. Muy pocos edificios cuentan con paneles solares en fachada (eso sí, son muy fotografiados) y sólo en Sickla Kanalgata se han instalado en los techos de los edificios para suministrar alumbrado a las áreas comunes de los bloques aunque también se publicitan hasta la saciedad. Es cierto que las posibilidades de obtener energía de esta forma en Suecia son muy inferiores a las que tenemos, por ejemplo, en España pero en este apartado Alemania le saca varios cuerpos de ventaja.

El Centro de Información Ambiental, GlashusEtt (Björn Lofterud)

Y que conste que esta forma de entender lo ecológico, sin grandes alardes tecnológicos high-tech, sino con soluciones pensadas y sensatas es la que entiendo debe prevalecer. No lo estoy describiendo como una crítica. La crítica la voy a plantear más adelante basada, más bien, en el grado de implicación de los residentes. Quizás se podría exceptuar de esta ausencia de productos de alto desarrollo tecnológico el propio GlashusEtt (el Centro de Información Ambiental) del arquitecto Stellan Fryksell de Tengbom Architects. Se trata de un edificio de doble fachada con ventilación vertical y persianas venecianas controladas automáticamente para redireccionar la luz natural. Ventilación equilibrada con recuperación de calor. La temperatura interior depende de la exterior y varía entre los 22 y los 26 ºC con 1 ºC fuera de la zona de confort en modo confort y 6 ºC en modo económico. Las condiciones exteriores en el verano son de +27 ºC y 50% HR. Cuenta con paneles solares y almacenamiento de energía mediante hidrógeno, utiliza biogas, etc. Tiene tres plantas sobre rasante y dos de sótano.

Centro de Información Ambiental (ABB y SCPA)
  Señalar en la imagen para ampliarla

 
El eje del barrio es un amplio bulevar de casi 40 metros de anchura que es el centro neurálgico del transporte público. Es a lo largo de este eje donde se localizan la mayor parte de las actividades comunitarias y comerciales. Para favorecerlo, las plantas bajas de casi todos los edificios que tienen fachada al mismo permiten diferentes usos. Respecto a la urbanización se ha intentado que sea más urbana que suburbana lo que, dada la tradición del país, no deja de ser un paso adelante. Aunque el resto de las secciones de calle son amplias, 18 metros, contienen suficientemente el espacio. Asimismo los tamaños de los bloques 70x100 metros están en la media necesaria para producir también sensación de ciudad, sobre todo porque la relación de alturas (de cuatro a cinco plantas a lo largo del canal Sickla y 6 a 8 plantas a lo largo de los corredores principales) producen una sección de calle adecuada.

Arteria central

Probablemente lo más discutible desde el punto de vista del diseño urbano sea la excesiva proliferación de espacios libres que se produce en las zonas interiores de los bloques que están organizados de forma que casi parecen manzanas cerradas (según por donde se miren, claro). Aunque me gustaría destacar la ausencia de espacios privados en los pseudo patios de manzana algo muy importante (desde mi punto de vista) y que contribuye a devolver funciones al espacio público.

Espacios interbloques públicos (Google Maps)

Pero, como he dicho antes, la fama de este barrio proviene de las instalaciones urbanas. Dados sus antecedentes de suelos altamente contaminados y la inversión que fue necesaria para dejarlos limpios la cuestión de los residuos fue una preocupación (casi una obsesión) desde muy pronto. De forma que se decidió hacer algo con las basuras. La clasificación corresponde a los usuarios que la separan en tres fracciones: restos biológicos, papel y todo lo demás. Esas basuras se trasladan mediante un sistema neumático a los centros de procesamiento. Con los restos biológicos se producen abonos, el papel se tritura y el resto se quema en una planta de cogeneración de distrito para producir electricidad, agua caliente y calefacción a las viviendas.

Sistema de recogida de basuras (SCPA)

El sistema de recogida es de la compañía ENVAC (puede verse una descripción del sistema y la ficha técnica correspondiente aquí). Se trata de una serie de puntos instalados en las áreas comunes de los bloques de viviendas y en lugares públicos. Cuando los sensores detectan que el área de almacenamiento está llena los extractores se ponen en marcha y succionan la basura a una velocidad de 70 km/h. El sistema puede absorber hasta un distancia de 2 km y un volumen correspondiente a unas 3000 viviendas.

Puntos de recogida en los bloques y en espacios públicos (SCPA)

Pero lo que se ha dado en llamar “modelo Hammarby” es la integración de todo lo relativo a la energía, agua y basura. Hemos visto ya como se enfoca el tema de las basuras relacionado con la energía. Respecto al agua tiene un tratamiento diferente si se trata de pluviales o de residuales. El agua de la lluvia se filtra y se purifica, por ejemplo mediante balsas de descarga, se deriva hacia espacios verdes o humedales o, sencillamente termina en el lago. Las residuales van a una planta de tratamiento donde se utilizan para producir biogás con el que se cocina y sirve también de combustible (junto con etanol) para los autobuses. Luego pasa a otro lugar donde se recupera el calor residual que sirve de complemento al obtenido en la planta de cogeneración producido por las basuras. Lo que queda se utiliza para conseguir un suelo rico en nutrientes. Aparentemente se trata del paraíso: la ciudad ha conseguido cerrar el círculo en parte (en su totalidad ya hemos razonado muchas veces que esto es imposible por la misma esencia de lo que es el orden urbano). He escrito “aparentemente” porque el llamado “modelo Hammarby” presenta algunos inconvenientes a la hora de implantarlo en otras realidades que no sean la sueca. Por ejemplo, en esta página puede encontrarse una discusión sobre los problemas de hacerlo en Inglaterra.

Arteria central de comunicaciones (Projektlots)

En realidad habría que empezar por decir que la huella ecológica de Suecia es de 6,1 hectáreas globales por habitante, la mayor de Europa si exceptuamos el caso de Estonia y el de Finlandia. Eso sí, también son los únicos con Lituania y también Finlandia que no tienen déficit ecológico. Es decir, que consumen menos que lo permitido por las posibilidades de su territorio. Pero ello no quiere decir que no consuman mucho más planeta que la media mundial que es de 2,2, o que España con 5,4. También es necesario recalcar que Suecia es el noveno país del mundo en PIB pc con casi 53.000 dólares. El problema es que estas soluciones básicamente tecnológicas necesitan unas inversiones iniciales muy fuertes. Se supone que con el transcurso del tiempo una política de este tipo produce beneficios. Pero en algunos sitios, sencillamente no se puede esperar o no hay la financiación suficiente para las inversiones iniciales (sin contar luego el mantenimiento). Además habría que hacer un balance real en términos de huella ecológica ¿verdaderamente el barrio de Hammarby Sjöstad ha conseguido reducir su huella ecológica con este sistema? Lo he intentado por todos los medios pero no he conseguido ni una cifra (ni tan siquiera aproximada).

Cuenta, por supuesto, con todos los equipamientos (rstaffan)

Habría que decirle a cualquier sueco que tan orgulloso está de su conciencia ecológica y de los fantásticos “modelos” (como el de Hammarby que estoy describiendo en este artículo) que intentan exportar al resto del mundo que, por ejemplo, Colombia con una huella ecológica de 1,3 hectáreas globales por habitante, o Marruecos con 0,9, son mucho más sostenibles. Claro que a este dato habría que añadirle otro igualmente importante según el cual el índice de (in)felicidad del planeta calculado por los responsables de la New Economics Foundation (ver una discusión del tema en este artículo del blog), Colombia está en sexto lugar de la lista con un HPI de 66,1 Marruecos el 21 con 56,8 y Suecia en el 53 con 48,0. El que los habitantes de Marruecos o los colombianos estén en mejores posiciones que los suecos a pesar de sus 53.000 $ de PIB pc sorprende un poco. A pesar de todo no deja de ser un puesto bastante digno, España está en el lugar 76 con un índice de 43,2. Yo no digo que los suecos tengan que aprender de los colombianos (aunque a lo mejor sí) sino que hay enfoques distintos que deberían atender a realidades diferentes. El camino hacia una conciencia planetaria no debería incluir dominios, imposiciones o exclusiones y mucho menos modelos basados en fuertes inversiones de dinero que pocos países pueden permitirse. Lo que sí habría que aprender del modelo sueco, y en eso son invencibles, es la planificación y la racionalidad en sus planteamientos.

Arteria peatonal principal (Stockholm)

Pero es que, además, el concepto de sostenibilidad no implica sólo cerrar los ciclos. Es mucho más. Entiendo que hay tres cuestiones irrenunciables que involucran un sistema de vida distinto. El primero es el de complejidad, que no tiene que ser simplemente diversidad sino que también trata de las relaciones (redes) entre elementos. El segundo es el mantenimiento de la justicia interterritorial e intergeneracional al que responden claramente la huella y el déficit ecológicos de los que ya he dicho algo. Y el tercero es el relativo a la participación que tiene que ver con el grado de cumplimiento de los compromisos individuales fijados en función de las necesidades colectivas. Intentaré razonar porque pienso que el “modelo Hammarby” no es un modelo fácilmente replicable en otras situaciones y al que, demás, le faltan todavía algunas condiciones para que se pueda considerar un paradigma de la sostenibilidad (aunque está en el camino).

Los detalles de la urbanización están muy cuidados (Wikipedia)

Respecto al tema de la complejidad, y dado que no es el momento ahora de tratarlo en profundidad, me limitaré a señalar sencillamente dos elementos: variedad de usos y variedad social. El primero parece que, por lo menos en parte, se ha intentado conseguir (como ya he explicado anteriormente) dejando las plantas bajas de buena parte de los bloques de viviendas con fachada a la arteria principal para locales comerciales y oficinas. Pero en el resto casi no existe la mezcla de usos. Si se analiza detalladamente el planeamiento puede observarse una zonificación bastante rígida y tradicional, con áreas de oficinas o comerciales, los equipamientos separados, etc. Además, la variedad social es otra cuestión. Gente joven (estudiantes o no), con una media de hijos por unidad familiar mucho mayor que en el resto de Estocolmo, casi todos de parecida clase económico-social. Esto no se corresponde con la idea primitiva de que la población iba a estar mayoritariamente comprendida entre los 50 y los 55 años (tampoco muy variada, por otra parte). En realidad, se aprecia una gran homogeneidad social. Además se ha producido el hecho curioso de haberse puesto de moda como lugar de residencia. Si los primeros habitantes acudieron allí a vivir por los precios algo más bajos que en el centro y por una cierta aura verde que rodeaba su construcción, ahora lo hacen por motivaciones distintas. Respecto al tema de los precios, al principio rondaban los 250.000 € las viviendas de 80 m2 (menos que en el centro). Sin embargo ahora es casi imposible conseguir una vivienda de estas característica por menos de 500.000 € en el caso, por ejemplo, de tener vistas al lago o a la iglesia de Sofía.

Bares al borde del canal (jeffucde)

Sin embargo, desde mi punto de vista el mayor problema está en la participación, que entiendo puede reflejarse en un indicador que tiene que ver con el grado de cumplimiento de los compromisos individuales fijados en base a las necesidades colectivas. Erik Freudenthal, del GlashusEtt nos dice que la meta consistía en reducir a la mitad el impacto medioambiental total en comparación con el producido en la década de 1990. Y para ello el 75% de esta reducción iba a conseguirse a través de los edificios y las infraestructuras, y el resto mediante la conciencia ecológica de los residentes. Hasta el momento parece ser que se han conseguido los objetivos entre un treinta y un cuarenta por ciento de lo previsto. Y esto, en general, se atribuye a que el 25% correspondiente a la “conciencia ecológica de los residentes” no ha funcionado demasiado bien. Así, en esta página web puede leerse “Fränne muestra cierto escepticismo sobre el éxito en ese sentido: 'En general, a la gente le gusta esta idea como proyecto de sostenibilidad, pero no está tan interesada en bajar un poco la calefacción en su apartamento. Es probable que la mayoría de la gente considere que esta es, sobre todo, una zona de viviendas normal'.” Esta postura se puede encontrar en una parte de residentes según la impresión que mi alumno ha sacado en el tiempo que ha estado viviendo en el barrio.

Tejado verde en un aparcamiento de bicicletas
Imagen de extraída de Ann Forsyth (Univ. Minessota)

Y eso que, por ejemplo, según cuenta Bill McKibben (autor del famoso libro publicado en 1989 The End of Nature y activo militante de la Iglesia Metodista) en el artículo “A place that makes sense”, refiriéndose a Hammarby Sjöstad: “La ciudad requiere una voluntad no coaccionada pero muy real a cooperar, a ser parte de una comunidad. Por ejemplo: en el vestíbulo de cada bloque de apartamentos hay una serie de ojos de buey en el muro, cada uno conectado a un tubo neumático. Usted pone la basura orgánica en uno, los restos de papel en el siguiente y así sucesivamente siendo todo succionado al centro de procesamiento. Pero si usted coloca en el sitio del plástico mondas de plátano, el sistema se viene abajo. Así que hay un pequeño gráfico encima de la rampa que muestra cuantas veces cada edificio lo ha hecho mal (la ha jodido, dice Bill textualmente) el mes anterior. Edificio 7 (cinco plantas como la mayoría de los bloques), tres bolsas equivocadas. Edificio 8, una. Edificio 9, ninguna”. Bien, diga McKibben lo que diga para mi, esto es coacción pura y dura. Bien, pues ni siquiera la coacción social ha funcionado adecuadamente.

Estanque para recogida y regulación de pluviales

Probablemente esto es porque el ciudadano europeo (y el ciudadano sueco es casi un paradigma) tiene una mala conciencia en todo aquello relativo al consumo de planeta. Pero esta mala conciencia no le impide considerar como prioritario el confort. No en vano el “estado del bienestar” es casi un invento europeo. Hammarby Sjöstad constituye el ejemplo perfecto de intento de conciliar ambos mundos. Me sorprendió el gran número de veces que aparecía la expresión eco-friendly asociada al nombre de este barrio. De forma que empecé a pensar que la idea que tenía del significado de dicho término en inglés (amigo de lo ecológico o de la ecología, ecológicamente sano, virgen o puro, o sencillamente ecológico sin más) había quedado desfasada. Efectivamente, un breve repaso por la red me permitió percatarme de mi obsolescencia lingüística. Cada vez más el termino aparece relacionado con cosas que están "a la última" y marcan tendencia. Así, expresiones como “Luxury Eco-friendly Resort”, “Ecofriendly Cabinetry for Executive Kitchens (!), “Tips for an Eco-Friendly Holiday” son bastante corrientes. Hasta he encontrado un “Eco-Friendly Font Pack” (con el 50% de descuento) que voy a pedir inmediatamente para escribir este blog con esos tipos de letras (19,99$) válidos para todos los programas de Windows y sentir que hago algo por el planeta. Porque este es el tema. Un barrio eco-friendly no es sencillamente un barrio sostenible o un barrio ecológico, o incluso un barrio verde. Es algo más, es un barrio que marca tendencia, que está de moda. Un barrio con todo el confort de un barrio cualquiera, pensado y diseñado para ser lo más agradable posible con un transporte colectivo como el que quisieran la mayor parte de los barrios de la ciudad, en el cual una parte de lo que tengo que pagar está subvencionado porque uso tecnología verde y en el que, además, soy bueno y benéfico porque estoy salvando el planeta.

El sistema de parques ¿hay algo más verde? (SCPA)

Por eso un barrio de Estocolmo en el que al principio nadie quería ir a vivir está terminando de construir a toda velocidad (en unos momento de supuesta crisis) los edificios que faltan, porque la gente se disputa vivir allí. Sólo se les pide que pongan de su parte un 25%. Estoy seguro que muchos (la mayoría) lo intentan de buena fe y colocan en su bolsita de orgánicos sólo restos orgánicos que depositan en el “buzón” correspondiente pero, como nos dice Bill McKibben, en el edificio 7 hay tres que no lo hacen y ponen plásticos en la bolsa de orgánicos. Y en el apartamento contiguo al de Fränne su vecino no baja un grado la temperatura de la calefacción (total, la pagamos entre todos) porque, en realidad, le importa un bledo la huella ecológica. Cierto que no sabe muy bien que es eso de la huella ecológica porque nunca ha ido a las charlas de concienciación que se dan en el GlashusEtt, pero en ese barrio se vive fenomenal, está a un paso del centro, le subvencionan parte de los gastos comunes, presume ni se sabe cuando le dice a los amigos que vive en uno de los barrios más “cool” de la ciudad y, además, el planeta está en deuda con él.

Hammarby Sjöstad, Sickla Udde (skyscrapercity)

El lenguaje siempre resulta esclarecedor. Menos mal que no escribí el artículo cuando eco-friendly significaba otra cosa. Probablemente el título hubiera sido algo así como: “El ecobarrio de Hammarby Sjöstad” o “¿Es verdaderamente sostenible Hammarby Sjöstad?” y lo que habría contado estaría centrado en la explicación mucho más detallada de cómo los políticos y planificadores suecos habían conseguido dar un paso importante en la mejora de los aspectos relativos a la eficiencia urbana. La deriva casi publicitaria que está tomando la palabra “eco-friendly” me ha simplificado las cosas. Ha conseguido que empiece a ver el que sea probablemente el intento más serio de cerrar los ciclos en la propia ciudad de otra manera: a partir de sus carencias. Sobre todo me reafirma cada vez más en la necesidad de empezar a plantear seriamente la cuestión de la implicación social. Esta es la asignatura pendiente cuando hablamos de sostenibilidad. Y es que estamos ya en la tercera fase. La primera era reconocer que nos enfrentábamos a un reto nuevo en la historia de la humanidad, parece que esto está ya superado en muchos sitios. La segunda era tomar medidas para hacer más eficiente nuestro consumo (conseguir más con menos). La técnica, la principal creación del ser humano ya se ha puesto en marcha. Hammarby Sjöstad en buena prueba de ello. Pero la tercera es la más difícil: conseguir una conciencia planetaria y modificar el rumbo de la progresiva imposición de lo privado sobre lo público y del concepto de crecimiento sobre el de desarrollo. En eso estamos.

Nos vamos de Hammarby Sjöstad (Anders Adermak)
Punto de encuentro, estructura de madera sobre el canal


Mañana me corresponde moderar una mesa redonda en un seminario sobre “Planeamiento Urbanístico a Escala Humana: Necesidades, Satisfactores y Calidad de Vida Urbana” que se abre con una conferencia de Antonio Elizalde sobre “Desarrollo a Escala Humana. Teoría de las Necesidades”. Manfred Max-Neef junto con Antonio Elizalde y Martin Hopenhayn son los firmantes principales de un trabajo seminal llamado “Desarrollo a escala humana, una opción para el futuro” publicado en el año 1986. Curiosamente, además del CEPAUR (Centro de Alternativas de Desarrollo) está patrocinado por la fundación sueca Dag Hammarskjöld. Lo he traído aquí casi como una anécdota para insinuar que, incluso entre los mismos suecos, hay también visiones alternativas sobre esta cuestión. Además la lectura del documento puede ayudar a vislumbrar que otras soluciones, probablemente más factibles para la mayor parte de la población mundial, son posibles. Bueno, veo que este artículo me ha quedado larguísimo de forma que tengo que dejar la parte acerca de las dudas que me surgen cuando me pongo a trabajar sobre el tema de los ecobarrios. Casi mejor, porque esta cuestión tampoco veo como contarla brevemente y sin enfadarme demasiado.