miércoles, 12 de diciembre de 2012

No puedes zapearlo, no puedes ignorarlo

Una de las funciones del espacio público frecuentemente olvidada por los planificadores y diseñadores urbanos es la de ser contenedor de diferentes actividades artísticas. Su misma conformación y los edificios que la rodean, ya de por sí pueden ser objetos artísticos. Pero, además, es un auténtico soporte de comunicación. A lo largo del blog he desarrollado muchos temas relacionados con la identidad, el uso del espacio público o la ciudad genérica. Incluso, de arte en la naturaleza. Sin embargo, sólo de forma muy lateral he tocado el tema del arte urbano. Hoy, sin meterme en honduras conceptuales, voy a intentar plantear el tema de la intervención ¿artística? en el espacio público centrándome en el grafiti, la publicidad y la contrapublicidad. Dejaré para otro artículo el arte urbano considerado globalmente porque su misma definición plantea problemas complejos. Arte urbano, urban art, arte callejero, street art, arte público independiente, autonomous public art, arte no encargado, uncommissioned art, y tantas otras formas de entenderlo complican bastante su desarrollo en el formato del blog.

Eso, ¿dónde?, Banksy  withfriendship

El tema surgió después de una conversación con Luis Felipe Alonso y Lucila Urda, una de las profesoras del departamento. Lucila está haciendo una tesis titulada El espacio público como marco de la expresión artística que le codirigimos entre Luis Felipe y yo. Nos trajo, para discutirlo, un artículo de Javier Abarca que me pareció de gran interés. Javier Abarca tiene una página, que recomiendo, sobre grafiti, arte urbano y temas relacionados (al final incluyo un enlace). Docente e investigador sobre el tema, su tesis doctoral dirigida por Agustín Martín Francés y presentada en la Facultad de Bellas Arte de la Universidad Complutense de Madrid, se llama El postgraffiti, su escenario y sus raíces: graffiti, punk, skate y contrapublicidad. También ha sido comisario de algunas exposiciones sobre el tema. Pero, además, Javier es (o por lo menos, lo fue) un artista del grafiti y, por tanto, sabe por experiencia de lo que habla. En este artículo me voy a basar en algunos aspectos de su tesis que ayuden a comprender el espacio público como escenario artístico. Por supuesto que también recomiendo la lectura de la misma que se puede conseguir en el enlace que incluyo al final.

Street Art, Puhov Pavel  mundoflaneur

He advertir que, después de un intercambio de correos con Javier he sustituido el término "postgraffiti", que utiliza incluso en el titulo de su tesis, por el de "arte urbano" ya que, aunque en su investigación se diferencian conceptualmente los términos "graffiti", "postgraffiti" y "arte urbano" en el tiempo transcurrido desde que la escribió su forma de pensar el tema ha evolucionado. Me dice en un correo: “la palabra me resultó útil como herramienta de trabajo durante la elaboración de la tesis, porque necesitaba términos para distinguir el arte urbano basado en la propagación de una identidad ("postgraffiti") y el arte urbano que consiste en obras anónimas basadas en contextos concretos ("intervención específica", lo llamaba últimamente). Pero al tratar de usar todos estos términos en el "mundo real" comprobé que causaban más confusión que entendimiento. Prácticamente el 100% de la gente creía que yo usaba "postgraffiti" simplemente como una forma snob de decir "arte urbano".  De todas formas, otros autores siguen utilizando el término “postgraffiti”, aunque dando diferentes definiciones del mismo. Estamos ante un campo, el del arte urbano, en el que todavía los conceptos y las corrientes no están definitivamente asentadas. De cualquier forma, la propuesta que hizo Javier en su tesis me parece válida a pesar de su evolución personal al respecto. También, a partir de ahora, sustituiré las dos “efes” con las que escribe “graffiti” por una sola (excepto en las citas textuales), de acuerdo con la última edición del diccionario de la RAE.

Reloj cebra, 6emeia  6emeia

En la tesis se plantea el postgrafiti, no como un movimiento heredero y sustitutivo del grafiti, sino distinto, aunque de consolidación posterior (lo que explica anteponerle la partícula “post”). Aunque, como ya se ha advertido, muchos autores lo hacen prácticamente sinónimo de “arte urbano” Javier Abarca lo entendía entonces de forma más restrictiva. Lo definía como: “El comportamiento artístico no comercial por el cual el artista propaga sin permiso en el espacio público muestras de su producción, utilizando un lenguaje visual inteligible para el público general, y repitiendo un motivo gráfico constante o bien un estilo gráfico reconocible, de forma que el espectador puede percibir cada aparición como parte de un continuo”. Me ha parecido interesante reproducir esta definición que hace Javier (a pesar de que a partir de ahora trataré de sustituirla directamente por arte urbano) porque el término se utiliza por bastantes autores y no he encontrado ningún sitio que aclare con suficiente nitidez a qué concepto responde. Y, de momento, dejaremos las precisiones terminológicas aquí.

Madrid, años ochenta, "Muelle" en la calle Montera  carlitosbuenaventura

El grafiti lo define como: “Marcas gráficas y/o textuales ejecutadas sistemática e ilegalmente sobre superficies públicas, que utilizan un código concreto y se dirigen por tanto a una audiencia concreta, de forma que sirven como sistema de comunicación interno de una escena subcultural cerrada”. Aunque hay otras diferencias, lo fundamental es que la mayor parte del arte urbano pretende que el mensaje del artista sea conocido por todos los ciudadanos, mientras que el grafiti se dirige a un público concreto: los otros grafiteros. El grafiti es, básicamente, un juego competitivo en el cual lo jugadores tienen unas reglas muy estrictas basadas en adquirir prestigio entre los demás. El prestigio no se adquiere de cualquier forma sino que se consigue principalmente a través de la ubicación, el estilo y la propagación. Si se escribe (un grafitero es un writer, un escritor) en lugares muy visibles y difíciles, se sube en el ranking. También se consigue respeto si el nombre aparece muchas veces. Y, sobre todo, si con la práctica se llega a adquirir un estilo propio, reconocible y admirado por los otros “escritores”.

Ganando respeto  veochorras

En este juego, no importan demasiado aquellos actores ajenos al mismo, ya que no son capaces de apreciar en su justa medida las condiciones de prestigio necesarias para adquirir respeto. Por tanto se trata de un vocabulario gráfico hermético a diferencia del resto del arte urbano que trata de llegar también a los no conocedores. El grafiti así definido (y no el grafito que cuenta con una antigüedad de miles de años) aparece en Philadelphia a finales de los cincuenta del pasado siglo XX y se consolida en el metro de Nueva York en la década de los setenta. Sus raíces están en los escritos murales infantiles y en las bandas. La cultura infantil callejera, hoy incomprensible, fue el fruto de la ausencia de TV y otras formas de entretenimiento, que dejaba en la calle a los niños y adolescentes de los barrios más desfavorecidos, que afirmaban su identidad y su rebeldía escribiendo en los muros de los edificios. Los adolescentes se agruparon en bandas (características de las grandes ciudades americanas en los años sesenta y setenta) que solían marcar su territorio con nombres o símbolos. El salto de las marcas de bandas callejeras al grafiti se produce cuando el escenario deja de ser el barrio y se convierte en toda la ciudad, aunque el colectivo al que se dirija no sean todos los ciudadanos.

Dibujando a niños grafiteros que "escriben"  codex1nferno

En los tres o cuatro párrafos anteriores se esconden muchas preguntas y también una forma de mirar el espacio público alternativa a la tradicional en el diseño y la planificación urbana. Por ejemplo, la afirmación que suelo repetir como un mantra a lo largo de los diferentes artículos del blog de que la superación de los guetos urbanos sólo se consigue introduciendo actividades en el espacio público de carácter global, frente a la necesidad de conseguir identidades de barrio mediante la identificación de los habitantes con el territorio concreto, cuenta con un ejemplo más en la evolución de las marcas de las bandas al grafiti, aunque no llegue todavía a considerar todo el colectivo ciudadano como objetivo del mensaje. Necesitamos identidades territoriales basadas en la identificación del lugar concreto en el que vivimos, pero también relaciones con los “otros”, con los que no comparten este territorio. Esa es la esencia de la urbanidad y, por tanto, también de la ciudad. Una ciudad se diferencia de una aldea, de un pueblo, precisamente en la posibilidad de anonimato. Pero para que los anónimos puedan convivir es necesario relacionarse con "el otro", con el que es distinto a nosotros.

Marcas de bandas, Barcelona  elmundo

Si lo que predomina de forma clamorosa es la identificación con el sitio, hasta tal punto que los residentes se “lo apropian” (sean bandas o asociaciones de vecinos) expulsando a los “no residentes” o a “los otros”, en la ciudad se va a producir una segregación socio-territorial muy importante que impedirá la educación en la urbanidad. Es decir, estaremos creando anti-ciudades porque la ciudad nació, precisamente, para superar la horda o el clan. Pero resulta que sin identificación con el sitio todo el cuerpo social urbano se perderá diluido en “lo genérico” y se convertirá en una masa indiferenciada en la que el individuo no se sentirá formar parte de un grupo. Estamos, en el otro lado, y desde el punto de vista individual, ante uno de los problemas esenciales de la ciudad actual, denunciado por numerosos médicos y psicólogos, la soledad. Y desde el punto de vista social ante el desapego respecto a lo público (y no me refiero ahora tan sólo al espacio público físico, sino a “lo público” en general incluyendo la política).

Grafiti de Garrulo (Javier Abarca), firma  garrulo

Pero no era mi intención plantear este tema cuando me decidí a escribir el artículo. Retomaré el hilo que, como siempre, al ir escribiendo voy olvidando. Después de tratar de entender un poco el grafiti volvamos ahora al arte urbano. Javier detecta varias raíces diferentes en su formación: el arte académico, la vida en la calle, las culturas urbanas, el punk, el skate, el diseño gráfico, la publicidad, la contrapublicidad y el grafiti. Al grafiti ya le he dedicado unos párrafos y ahora voy a centrarme en el núcleo del artículo: la publicidad y la contrapublicidad. El espacio exterior como soporte publicitario tiene casi tantos años como la propia ciudad. No quiero meterme ahora en honduras históricas pero, probablemente todos mis alumnos recuerden que al explicar la plaza de San Marcos de Venecia les digo que la forma alargada de la gran plaza estaba pensada con una perspectiva que la alargara todavía más para “vender a los comerciantes que llegaban al puerto que aquella ciudad era magnífica y que a los que hicieran negocio con sus habitantes les iría bien". Es la propia ciudad publicitada a sí misma. Aunque el city branding tampoco es el tema de hoy.

Amor mural, Leipzig (Alemania)  streetarutopia

Se trata, más bien, del espacio público considerado como soporte publicitario. En sus comienzos la publicidad moderna utilizó el espacio público como un lugar idóneo para insertar sus invitaciones al consumo. Que, si al principio, eran sólo instrumentos de información para que la gente conociese la existencia de los productos que aparecían en el mercado (el término “anuncio” viene de ahí), pronto se convirtieron en creadores de necesidades. En realidad, el espacio público era casi el único soporte que existía hasta la llegada de los mass media. Sobre todo con la aparición de la TV, porque se constató que los anuncios en movimiento vendían mucho mejor que los fijos. La consolidación de la TV como medio de comunicación y entretenimiento fue una época dorada para la publicidad. Nada parecía fuera de sus posibilidades y pronto fue capaz de cambiar el patrón de comportamiento social e, incluso, los valores. Fue el momento en el que se pusieron las bases del sistema actual basado en el consumo desaforado de productos aparentemente no necesarios, pero que podemos hacer que lleguen a serlo invirtiendo los recursos suficientes y utilizando las técnicas adecuadas.

Puerta del Sol, Madrid, 1935, anuncio de Cinzano  historias matritenses

Parecía que el soporte publicitario mediante muros, vallas, carteles y los variopintos artefactos que se había inventado para utilizar el espacio público tenía sus días contados. Sobre todo porque aquello apenas se movía (a pesar de los neones nocturnos) y, además, llegaba a poquísima gente. Las normas que fijaban unos máximos de tiempo dedicado a la publicidad en TV fueron un problema, sobre todo para las pequeñas empresas debido al encarecimiento que se produjo. Pero, casi a la vez, la proliferación de canales parecía que iba a arreglar las cosas. Entonces apareció el mando a distancia. El resultado fue que el espectador podía zapear y evadirse de la publicidad cambiando de canal (maldita sea, estos imbéciles se nos van). Pero no sólo el mando a distancia. Los modernos sistemas de grabación posibilitan que los programas grabados sean tan perfectos como los originales y mucha gente empieza a verlos en diferido, con la posibilidad de pasar un cuarto de hora de elaborados y caros anuncios publicitarios en cinco imágenes que no dejan huella. Incluso, acaba de aparecer una app llamada “Duck” (pato, no me preguntéis por qué) que te avisa cuando acaba la publicidad “para que no te pierdas eso tan interesantísimo que descubrirás cuando termine” (la publicidad, claro).

No puedes zapearlo, no puedes ignorarlperiodicopublicidad

Entonces fue cuando se empezó a redescubrir el espacio público como soporte publicitario. Hay una frase que recoge Javier en su tesis y que atribuye a la Asociación Americana de Publicidad Exterior (y que da título a este artículo) refiriéndose al espacio público: “no puedes zapearlo, no puedes ignorarlo”. Esa es la gran ventaja que tiene como soporte. No llega a mucha gente (excepto en lugares estratégicos porque permanece para siempre en miles de fotos y vídeos de recuerdo), pero es inevitable. El problema es que cuando la publicidad importante se marchó de las calles y de las plazas para irse a las televisiones, sólo quedaron en ellas las pequeñas empresas y a las administraciones empezaron a regular su colocación de forma muy restrictiva con objeto de aumentar los cánones por uso del espacio público para compensar la pérdida de ingresos. Pero cuando los publicistas se percataron de la inevitabilidad del espacio público nuestras calles, plazas y parques se volvieron a llenar de vallas, muros y soportes publicitarios de toda índole. Hasta tal punto que se empezó a hablar de “contaminación visual”. Una de las tesis que dirijo, a José Manuel Gallego, trata el tema, su título es Contaminación Visual (CV). Algoritmos. Estoy esperando que avance lo suficiente para contaros lo que vaya descubriendo del tema.

Estación Sol Galaxy Note!  marketingdirecto

Son particularmente “golosos” aquellos espacios cercanos a monumentos históricos o artísticos, grandes obras de arquitectura o ingeniería, lugares de centralidad o elementos simbólicos urbanos. Como algunos están protegidos por las leyes de defensa del patrimonio surgen los patrocinios, que consiguen colar en el cartel de anuncio de una ópera o de restauración de una catedral, el símbolo de Bankia, de Apple, o de Adidas. El Ayuntamiento de Madrid ha llegado a vender por unos días el nombre de la estación del Metro de Sol que ha pasado a llamarse “Estación Sol Galaxy Note”. Como reacción, a partir de los años setenta del pasado siglo se empezaron a producir intentos de sabotaje de esta publicidad (culture jamming) mediante distorsiones en los anuncios, bromas, pegadas de carteles encima de otros, etc. Aunque se trata de un campo bastante complicado, para lo que ahora necesitamos comprender vamos a llamar a toda esta reacción que tiene múltiples derivaciones “contrapublicidad”. La contrapublicidad abarca muchas muestras de arte urbano además del grafiti, en particular las perfomances y algunas instalaciones inclasificables.

Cartel de “L’Oreal” en la Puerta del Sol de Madrid durante el 15M 
astutamente reconvertido en “Democracia real” (sin "ya")  robertocarreras

La mayor parte de la contrapublicidad en el espacio público se produce, por supuesto, ilegalmente. Es decir, machacando total o parcialmente el anuncio publicitario existente con objeto de hacerlo ilegible, ridiculizarlo (lo más corriente) o destruirlo. Aunque, a veces, también de forma legal aprovechando los resquicios del sistema. Pero los publicistas no se han quedado con los brazos cruzados. Han contraatacado con las mismas armas. Y lo han hecho de forma tan inteligente que la línea de separación entre publicidad y contrapublicidad ha veces se ha borrado. Básicamente su defensa ha consistido en adoptar los modos y estilos de la contrapublicidad y hacerlos suyos. Así han empezado a aparecer carteles destinados a un público concreto, más contestatario, que imitan las formas de la culture jamming. Y no sólo las formas, dice Annie Finnegan en un texto que recoge Javier en su tesis: “un gran número de publicistas se han convertido en expertos en la imitación no solo del aspecto de la contrapublicidad sino de todo su espíritu sinvergüenza y su actitud”. Y Pedro Carvajal de Cicada: “algunos anuncios parecen tan auténticos que cuando los veo tengo que admitir que parecen algo hecho por un culture jammer”.

Municipio de Panamá ¿publicidad?  portodiao

Pero no sólo la contrapublicidad se produce normalmente de forma ilegal (o, por lo menos, sin permisos y sin cánones) es que la misma publicidad también recurre a saltarse las leyes a su conveniencia, colocando carteles en lugares prohibidos, machacando con otros encima, o eludiendo el pago de cánones. Algunos de los ejemplos más significativos se pueden encontrar en la publicidad de los partidos políticos en tiempo de elecciones. Esto se debe a esa especie de confusión que se produce entre la pretendida libertad del espacio público como medio de expresión y la constatación evidente de que “no puedes zapearlo, no puedes ignorarlo” lo que le otorga un valor importante. Es decir, que cualquier viandante, por narices, tiene que tragar con lo que la marca Adidas le pone delante de los ojos, con Zapatero o con Rajoy. En caso de ilegalidad claro que se multa. El problema es que, normalmente, esas multas son muy inferiores a los beneficios que obtiene el que infringe la ley. Eso, en el supuesto, de que le compense a la propia administración o a un particular perseguir, y en algunos casos llegar a los tribunales, a una gran empresa (o no tan grande) con un litigio de este tipo.

"Le's go...", Huida hacia un espacio urbano ¿libre?, OaKoAoakoak

Esto que sucede con la publicidad y la contrapublicidad pasa también con todo aquello que utiliza nuestras calles para violentar la libertad a decidir si queremos verlo o no. Por supuesto, pasa también con el grafiti y con todos los tipos de arte urbano. La única diferencia es la obtención de un rendimiento económico aunque a veces es complicado separar el arte de la promoción personal. Vemos, por tanto, que el arte urbano no sólo tiene relaciones con el grafiti, el skate, el punk y el diseño gráfico, sino que también la publicidad y la contrapublicidad influyen, distorsionan y, sobre todo, ocupan. En muchos casos las diferencias se diluyen y se hace impreciso plantear qué es aquello que está en la pared. Una de las notas de diferenciación de la publicidad, por ejemplo, con el grafiti, sería la de contar con los permisos administrativos correspondientes pero ya hemos dicho que no siempre es así. A la inversa, determinados trabajos realizados, por ejemplo, en muros ad hoc en muestras o exhibiciones por parte de algunos artistas no está demasiado claro que no sean publicidad personal aunque imiten las formas y estilos del grafiti. Todavía se produce una mayor confusión cuando es el propio artista que "de forma premeditadamente ilegal" utiliza las calles y plazas como medio de autopromoción.

El resto se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia  positivos

En realidad, el espacio público (el físico) debería ser, sobre todo, un soporte de libertad. El problema es su inevitabilidad. Cuando salgo a la calle no puedo dejar de ver, de oír, de sentir, algo sobre lo que no tengo aparente control. “No puedes zapearlo, no puedes ignorarlo” (el grafiti, la publicidad, la contrapublicidad, la arquitectura). Es verdad que un writer (grafitero) no debería tener menos derecho que un publicista o un arquitecto a expresarse en ese espacio. Y que todos los arquitectos lo hacen, es su oficio. Y que no siempre lo hacen como deberían. Todavía más sangrante: una obra de arquitectura dura, más o menos de media, unos cuarenta años, mientras que, por ejemplo, la mayor parte de las obras de grafiteros y otros artistas urbanos desaparecen muy pronto. A veces tan pronto que la única prueba de que han existido es la fotografía o el vídeo. Ya he dicho muchas veces que las ciudades se van haciendo históricamente. Cada generación la adapta a sus necesidades y la expresa como entiende que debe expresarla. Esto obliga a seleccionar en cada momento lo que va a perdurar. En su mayor parte los restos de los primeros grafitis ya no están en las calles, en soporte urbano, sino en fotos, en vídeos o en el recuerdo. Dentro de unos años sólo lo excepcional, aquello que pasa por el tamiz de la generaciones permanecerá allí donde se creó, en nuestras calles, plazas o parques. El resto, casi todo, será ¿arte? efímero. Se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Lo que no tiene porque ser necesariamente malo.


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