Turismo insostenible, aeropuerto de Schiphol Papel en blanco
Hace ya algunos años, en unas Jornadas celebradas en la ETSAM que tenían por título “La sostenibilidad en el proyecto arquitectónico y urbanístico” y en un taller que llevamos entre Margarita de Luxán, José Ricardo Pérez, y yo mismo, titulado Turismo sostenible, ecoturismo, llegamos a unas conclusiones muy parecidas a las que presenté en el Congreso de Turismo del Mercosur en el año 2002 en Tucumán:
- La actividad turística, tal y como se entiende en la actualidad, es básicamente, insostenible.
- Su única justificación, de carácter local, es ayudar a reequilibrar las rentas entre la población del lugar y la foránea.
- El valor ambiental del territorio es siempre superior a su valor turístico y, por tanto, la actividad turística nunca debería impedir el mantenimiento a largo plazo de los valores ambientales.
- El turismo no debería contribuir a distorsionar los valores culturales del sitio.
Territorios del turismo La Republica
Al primero podríamos llamarlo turismo “anclado”, ya que se basa en los valores del sitio. Y al segundo, turismo “flotante”, porque su objetivo consiste en reunir a un cierto número de personas para que se diviertan (independientemente de donde lo hagan) olvidándose de su lugar de residencia. Este segundo tipo de actividad turística descontextualizada, para poder prosperar, depende de una serie de factores clave: la seguridad, el clima, los precios, las comunicaciones, la capacidad de acogida y la capacidad de gestión. Si se dan buenas condiciones para los seis puede plantearse una industria turística masificada, con una incidencia importante en la actividad económica de un país o de un área geográfica determinada. Se trata de un turismo muy volátil y especulativo, aparentemente deseable, pero que puede convertirse con el tiempo en algo imposible de controlar y gestionar.
Ibiza, Privilege, se supone la mayor discoteca del mundo Vicious
Ello es debido a que se trata de un producto muy sensible a dos elementos básicos: los precios y la seguridad. Bajos precios y elevada seguridad fidelizarán a los numerosos visitantes y harán que su número se incremente paulatinamente. Si ambos factores se mantienen el tiempo suficiente, en un contexto climático adecuado, surgirán de forma casi automática unas comunicaciones eficaces y una alta capacidad de alojamiento. Pero si cualquiera de los dos primeros factores evoluciona negativamente las masas de turistas se desplazarán a otros lugares de igual clima, parecida seguridad (incluso inferior) y precios más bajos. Esto es exactamente lo que hace por lo menos diez años se viene vaticinando que ocurrirá en España ya que una parte importante de su turismo es un turismo de estas características. Parece que los responsables políticos empiezan a notar que algo está cambiando y que sería bueno plantear la posiblidad de reconversión.
Territorios del turismo El Economista
De todas formas, el análisis de este turismo es muy complejo y no es el objeto del artículo de hoy. Le dedico unas líneas únicamente para intentar encuadrar el turismo basado en los valores del sitio. En este último caso se pueden distinguir, simplificando mucho, dos tipos distintos con potencialidades, requisitos y problemas muy diferentes: un turismo que podríamos llamar “cultural”, y otro “de naturaleza”. No es que la naturaleza no sea cultura y que los hechos del hombre no formen parte de la naturaleza, sino que con esta división simplemente intento diferenciar entre el conocimiento y disfrute de las obras humanas y de las de la naturaleza. Tampoco quiere decir que no se puedan producir ambos a la vez en el mismo territorio. Pero lo normal es que si el lugar cuenta con obras admirables de la creación humana tales como museos, catedrales o centros históricos (que suelen estar en sitios muy antropizados), no tenga panoramas naturales espléndidos, bosques vírgenes o ríos cristalinos.
Allá, a lo lejos, está la Gioconda (aparentemente) Etreparisienne
Además, el denominado turismo cultural forma parte importante de la oferta turística europea mientras que el turismo de la naturaleza lo hace en muy escasa medida. Ello se refleja (como ya he denunciado en este mismo blog) en el intento de convertir el paisaje que es el sustento del turismo territorial o contextualizado en “paisaje cultural”. Es el panorama inverso al que se produce en buena parte de América y África. Las ventajas que presenta el turismo cultural son muy importantes. La primera es que cuenta con una altísima capacidad de carga. Las Meninas o La Gioconda se visitan aunque sea casi imposible su disfrute debido a la gran cantidad de gente que lo hace a la vez y aunque se vean delante de un cristal blindado y sólo durante breves minutos porque los que están detrás exigen rapidez para que la espera no sea eterna. El simple hecho de haber estado “en vivo” delante del cuadro es suficiente para la mayor parte de los turistas.
Para completar la visita de la mañana a La Gioconda
unas horitas en el Moulin Rouge por la noche Felixcasanova
Su principal ventaja es que se trata de un producto adecuado para casi todos (los viejecitos no tienen que trepar colinas disfrazados de exploradores). Sobre todo si luego por la noche se puede complementar la visita “cultural” con unas horas de can-can en el Moulin Rouge. Además es turismo urbano. Esto, que puede parecer baladí no lo es si lo que se pretende es que los habitantes se beneficien con la llegada del turista. Dado que el producto se encuentra en la ciudad, al turista no le queda más remedio que ir a ella y gastar en ella. Se trata, por tanto, de un turismo lleno de ventajas. Y por eso, países como Francia, España, Grecia, Egipto o Italia puedan plantearse el futuro en este campo con optimismo. Un país como España, con un medio natural prácticamente destrozado en sus zonas más valiosas por un planteamiento equivocado del turismo flotante, jamás podrá pretender un turismo de naturaleza. Y cuando los problemas de seguridad dejen de afectar a los competidores las masas que buscan diversión a bajo precio, con seguridad y buen clima, se desplazarán a otros lugares. Pero si antes de que desaparezcan se consigue su reconversión en turismo cultural, probablemente esta fuente de ingresos se podrá mantener durante un tiempo.
Argentina, Mendoza, Rafting en el río Autel Darío Granato
Pero aquellos lugares que no tengan la suerte de contar con una herencia cultural como la europea (propia o en “depósito”) sólo podrán ofrecer, o bien turismo flotante o bien turismo de naturaleza. El turismo de naturaleza comparte algunas de las características del turismo cultural pero presenta peculiaridades que lo convierten en uno de los productos turísticos de tratamiento más difícil y complejo. Probablemente la más importante es que el territorio no se puede trasladar. Si el territorio presenta elementos de interés, estos elementos sólo se pueden consumir “in situ”. Se cuenta entonces con una base sólida para poder ofrecer algo. Pero su principal diferencia es que su capacidad de carga (tanto ambiental como turística) suele ser baja o muy baja. Así como casi todo el mundo está dispuesto a ver La Gioconda entre decenas de turistas, no lo estaría si se tratara de una maravillosa puesta de sol en el lago Victoria. En este caso la existencia de algunos cientos más de acompañantes y el lago infestado de plásticos y botellas vacías de refrescos sería un problema importante.
Lago Victoria, Tanzania, Lukuba Island Cananga
Además, los destinos de turismo de naturaleza suelen evolucionar según un modelo que, a menos que se controle, termina con una minusvalía muy importante de su naturalidad (que es la base de su valor turístico). El modelo que más suele utilizarse para su estudio está basado en las propuestas de Butler y Walbrook (1991) y Burton (1995). En él que se pueden distinguir una serie de períodos. Todo empieza con el descubrimiento de la zona por un pequeño número de turistas científicos. Los accesos son difíciles (normalmente a través de ríos o de vehículos todo terreno) lo que supone largos viajes, pero también un bajo impacto ambiental. Y todo termina cuando ya casi no se puede hablar de un turismo de naturaleza: aparece una red de caminos pavimentados, se construyen aparcamientos y hoteles, e incluso surgen desarrollos urbanos condicionados al establecimiento o no de figuras de protección. Todo este proceso pasa por diferentes etapas y, por fortuna, no siempre se llega a la última. Los territorios que están en las primeras fases son los más escasos y, por tanto, los que tarde o temprano, serán más valiosos.
El turismo de naturaleza pasa por diferentes fases Cabalgando los Andes
Como puede comprenderse la capacidad de carga es muy diferente según el período evolutivo de que se trate. La comunidad residente debería de tener conciencia de en qué momento se encuentra su territorio y en qué estadio quiere parar la evolución del modelo. O establecer estrategias diferentes en lugares distintos de las áreas afectadas. Una parte muy importante del territorio europeo está en el último nivel. Es decir, que a Europa le resulta muy difícil ofrecer turismo de naturaleza en sus primeros estadios evolutivos. Para conseguir este tipo de turismo un europeo, en muchos casos, está dispuesto a recorrer grandes distancias y pagar altísimas sumas de dinero. Por ejemplo, por un safari fotográfico en el Tanzania un alemán está dispuesto a pagar 5.000 euros o más por diez días. En general, cuando se llega al último nivel, el turismo de naturaleza tiende a convertirse en turismo flotante y el impacto sobre el medio es irreversible. Es lo que ha sucedido en muchos lugares de la costa española. La única salida es reconvertirlo en turismo cultural (si se está en condiciones de hacerlo, claro).
Safari en Tanzania PlayadelCarmen
La otra cuestión es cómo conseguir que la comunidad residente pueda apropiarse de las plusvalías generadas por el uso de su territorio. Es decir, de qué forma puede conseguirse una trasferencia de rentas entre el habitante de Tanzania y el turista que viene de Berlín. Si la operadora turística y la companía aérea son alemanas, el hotel y la organización del safari son de Chicago y los 4x4 ingleses. ¿Qué queda para los residentes? Se trata de un nuevo colonialismo y, para muchos, tiene un nombre: “secuestro del territorio”. Son riesgos a controlar en el turismo de naturaleza:
- Que acabe por convertirse en turismo flotante, sin la salvaguarda de un turismo cultural (también basado en el territorio) detrás.
- Que se supere la capacidad de carga para que funcione en el estadio más conveniente según el tipo de interés que contenga ese territorio.
- Que el control de lo que está sucediendo con el territorio pase de la comunidad y sus representantes políticos a las empresas turísticas y operadoras. Normalmente este tipo de empresas no atienden a los requerimientos del territorio y suelen tener muchas dificultades para pensar en los impactos (sobre todo en los irreversibles) que produce la actividad turística.
- Que los beneficios obtenidos se desplacen mayoritariamente a otros lugares, en lugar de servir para aumentar la calidad de vida de los residentes. Como el territorio no se puede llevar sencillamente se secuestra. El problema es que muchas veces, una vez obtenido el rescate, el territorio secuestrado no es más que un cadáver.
Migajas flolkclóricas para los residentes, el secuestro del territorio El País
Otra ventaja es que, aunque el impulso necesario (al no existir externalidades de las cuales pudieran apropiarse los particulares) deba venir de la administración, se puede conseguir con un esfuerzo inversor muy pequeño y con unos gastos de explotación y mantenimiento mínimos. A pesar de ello, la actividad o actividades que se propongan han de ser interesantes también para la población local, de forma que si no se observa pronto una cierta afluencia de visitantes, por lo menos la inversión (aunque pequeña, siempre importante para la economía de la administración) no se pierda y pueda ser utilizada para mejorar las condiciones de vida de la comunidad. Una vez planteado lo anterior, estamos ya en condiciones de dar respuesta a una pregunta clave: ¿cuáles son las cuestiones básicas que posibilitan un turismo basado en la naturaleza sin deterioro del medio natural, o incluso de forma que pueda llegar a ser beneficioso para éste?
Artesanía mapuche Milvia Raquel en Picasa
En primer lugar resulta imprescindible controlar su evolución si se desea continuidad. El control se puede hacer de muchas formas pero, en cualquier caso, su finalidad última es la de mantener los valores del territorio. Para ello la sociedad puede valerse de diferentes técnicas: no abrir viarios, controlar de accesos, prohibir determinados usos del suelo, concienciar ecológicamente el visitante, etc. (incluso, directamente, mediante patrullas policiales de vigilancia). Sin embargo las más efectivas suelen ser las que prohíben la urbanización a determinados niveles y las que limitan los usos del suelo. En general las prohibiciones de urbanizar tienen que ser más estrictas cuanto menos antropizado esté el territorio. La experiencia de nuestro país nos enseña que los valores patrimoniales existentes en un territorio, ante la más mínima debilidad de las autoridades, terminan siendo apropiados por los particulares, se consumen en un plazo de tiempo muy corto y acaban por desaparecer de forma irreversible.
El parque nacional de Doñana vigilado por el Seprona La Información
Diez agentes de la Guardia Civil se encargan de su custodia
Frecuentemente se olvida que las limitaciones de uso del territorio siempre deben de hacerse de acuerdo con la población residente e intentando que ésta se beneficie de alguna forma. Resulta imposible el mantenimiento de limitaciones de uso si la población residente no está de acuerdo. En el caso de que no fuera posible que se beneficiara directamente de la actividad turística la sociedad debería compensarle. Otra cuestión importante a considerar es que no siempre coinciden los valores dignos de ser conservados desde el punto de vista de la ecología y los culturales del territorio (por ejemplo, el paisaje). Hay que recordar que el paisaje es un constructo cultural cuya belleza, en muchas ocasiones, está muy alejada de su interés ecológico. El turismo puede ayudar a conservar aquellos paisajes que la sociedad considera, por ejemplo, bellos, pero no muchas áreas cuyo interés ecológico no entiende. Además, muchas veces, la capacidad de carga de un territorio desde el punto de vista turístico no coincide con la de sus valores naturales. En este caso siempre debería de prevalecer la segunda.
Creando Patrimonio, Llanes, Cubos de la Memoria, Ibarrola Efeverde
Una comunidad no debería de basar su principal función exportadora únicamente en el turismo de naturaleza. Su techo es muy bajo y su capacidad de crecimiento pequeña. Inevitablemente tiende a derivar en turismo flotante con mucha mayor capacidad de crecimiento pero también con una altísima volatilidad. Lo ideal sería que parte de ese turismo se reconvirtiera en turismo cultural. Los “monumentos” aunque no se tengan se pueden conseguir. Por ejemplo, el campo de pararrayos de Walter de María en Quemado, Nuevo México. Los túneles solares de Nancy Holt, en el desierto de Utah, el dique del puerto de Llanes de Ibarrola o el museo Guggenheim en Bilbao. Pero no todo el turismo cultural son monumentos: la gastronomía, las ferias y congresos o las fiestas populares, por ejemplo, también. La existencia de un turismo cultural "complementario" ayuda a rebajar la presión sobre el turismo de naturaleza, si se consigue que sea un turismo no volátil mediante técnicas de anclaje al territorio.
Todavía pueden salvarse, Torres del Paine, Chile Sernatur
Aunque debería parece obvio, la planificación turística no debe realizarse al margen de la planificación ambiental o la urbanística. Los planes de protección del medio natural y los planes de desarrollo turístico no se deben de redactar, aprobar y gestionar de forma independiente. En cualquier caso la planificación ambiental debería de prevalecer sobre la turística (y por supuesto sobre la urbanística) atendiendo al principio de precaución. Lo ideal sería lograr un instrumento de planificación integrado que aprovechara los beneficios turísticos para conservar el medio natural y mejorar la calidad de vida de los residentes, incluyendo también el desarrollo urbanístico. Por último, aunque probablemente tenga tanta importancia o más que todas las indicaciones anteriores: de nada sirve una buena planificación si luego no se gestiona de forma adecuada. El enfoque de usos múltiples del territorio (pero usos controlados) así como los modelos cooperativos o basados en organismos mixtos, deberían de presidir los intentos de gestión turística y ambiental del territorio. Para terminar, y aunque no querría hacerlo en un tono pesimista, habría que ir empezando a replantear la industria turística, su techo y sus posibilidades, con unos precios de los desplazamientos al doble o al tripe de los actuales. Todos los datos que me van llegando de diferentes fuentes coinciden en que uno de los problemas a resolver en el siglo XXI va a ser el de los costes de los desplazamientos de mercancías y personas. Y una industria cuya base fundamental es, precisamente, el transporte de personas (cuanto más lejos, mejor) debería estar pensando alternativas.