lunes, 30 de septiembre de 2013

Nuevas dinámicas urbanas

"La construcción de la ciudad está cambiando de forma muy apreciable en los últimos años. No solamente el ritmo de creación del espacio urbanizado que se ha acelerado casi hasta el paroxismo, sino también los objetivos, la propia mecánica de su planificación y la relación que se establece con el ciudadano. Si a esto añadimos que a partir de mediados de los años ochenta del pasado siglo XX aparece un problema nuevo de carácter planetario que tiene que ver con la relación entre la biocapacidad de la Tierra y consumo, ya puede comprenderse que las dinámicas que subyacen en la creación de la ciudad del siglo XXI son muy diferentes a las de todas las anteriores". Así comencé mi ponencia en el Encuentro de Arquitectura Contemporánea en Ciudades Históricas que se acaba de celebrar en Sevilla el 17, 18 y 19 de septiembre. Como no tengo claro que, al final, se haga una publicación que recoja lo allí debatido, he pensado que sería interesante traerla aquí un poco adaptada y con algunas cosas nuevas. En ella planteaba temas polémicos (que os sonarán bastante a los que leéis el blog) con objeto de generar debate. He tratado de agruparlos en tres apartados.

Visión nocturna de Los Ángeles  LucasJanin

El primero vendría de la mano de lo que Koolhaas llamó “ciudad genérica”. Es decir, una ciudad que va perdiendo sus connotaciones específicas del lugar y que se queda exclusivamente con aquellas que son válidas para casi todos los lugares. Surgen así extensiones urbanas y arquitecturas que podríamos denominar clonadas, copiadas, descontextualizadas o banales.

La ciudad de cualquier lugar

Piezas urbanas de Barcelona, Shangai, Ámsterdam o Tokio, que no se diferencian nada más que en las letras de los carteles de publicidad, si es que se diferencian. Así es como determinado tipo de arquitectura ha construido hectáreas y hectáreas de áreas urbanizadas. Se pueden encontrar muchos ejemplos en el libro de Francesc Muñoz Urbanalización. Lugares comunes, paisajes globales y hay varios artículos del blog dedicados a esta cuestión. No se trata de algo nuevo. Se podría decir que empieza a dar sus primeros pasos a principios del pasado siglo XX con la llamada Ciudad Jardín, sigue luego con el Movimiento Moderno, pero sólo hace unas décadas que adquiere su verdadera dimensión. Muchas son las causas que han llevado a esta uniformidad en la creación de las ciudades. Indudablemente la primera es la globalización, que ha acercado y mezclado culturas y formas diferentes de vivir. Las grandes multinacionales han contribuido de forma muy importante a la creación de imágenes comunes y a la configuración, mediante la publicidad, de paisajes urbanos similares en todo el planeta. Esta cultura de la imagen y de la marca como sustrato de todo lo que vemos ha traído consigo una forma de mirar el paisaje urbano similar en muchos lugares del mundo.

Clones urbanos válidos para cualquier lugar  alturbanist

Se ha creado de esta forma una cultura común que ha permitido avances muy rápidos en la asimilación y deglución de las formas por sociedades muy diferentes, permitiendo que sean soporte de innovación. Esta posibilidad de innovación ha traído consigo que estas piezas genéricas se hayan identificado inmediatamente con la modernidad y el progreso. De tal forma que nos encontramos con arquitecturas y áreas urbanas genéricas, adaptadas a los requisitos que exigen las formas de vivir globales, que han colonizado no sólo las periferias urbanas sino que se han ido introduciendo también en las zonas urbanas históricas. Y esto es válido, tanto para el sustrato urbano, el tejido, como para las emergencias, es decir, aquello que sobresale del tejido: arquitecturas “singulares” que acaban por ser genéricas a base de querer singularizarse. Pero el problema de los límites planetarios, característico de este siglo, hace necesario adaptarse a las condiciones del sitio más que adaptar el sitio a nuestras condiciones. Si tenemos que adaptar nuestras ciudades y nuestros edificios a las condiciones del sitio para conseguir menor consumo y contaminación, ¿alguien me puede explicar como es posible dar la misma respuesta urbana y arquitectónica a requisitos de contexto muy distintos?

¿Arquitecturas singulares? ¿Cuáles?  Wikimedia

De forma que, desde el punto de vista de la eficiencia habría que desconfiar de entrada de las soluciones genéricas, clónicas, descontextualizadas ya que sería bastante extraño que la misma solución arquitectónica y urbanística pudiera funcionar igualmente bien en un clima lluvioso, en uno seco, en una topografía llana y en otra muy accidentada, para una cultura cristiana o para otra musulmana (por poner ejemplos). Las arquitecturas y piezas urbanas “singulares”, en general, deberían resultar de las consideraciones específicas del lugar. Los profesionales somos capaces controlar algunos elementos en situaciones muy distintas. Así, la radiación solar, o la humedad, o el viento. Pero los más complejos, como los culturales o los identitarios, pienso que sobrepasan la capacidad de afrontar problemas “variados”, aunque se trate de un arquitecto o un urbanista. Por ejemplo, una consultora de planificación urbana alemana debería reconocer sin complejos que no es capaz de identificar los elementos esenciales de una ciudad como Amman. Pero el caso es que este tipo de consultoras han destrozado, literalmente, la capital jornada tal y como se puede constatar en una tesis que dirigí ya hace algunos años a Mazen Suleiman titulada Amman, una sociedad islámica en una ciudad de forma y estructura occidentales (Publicado el resumen en Ciu[ur]33 como "La ciudad musulmana y la influencia del urbanismo occidental en su conformación").

Amman (Jordania) “genérica”  triptojordan

Los grandes despachos de arquitectura que construyen en todo el mundo deberían tener su campo de acción limitado a las piezas urbanas con vocación genérica, o a elementos situados en lugares muy concretos y consensuados de las ciudades consolidadas. No digo que hubiera que proscribirlos enteramente como una aberración. No, claro que no, tienen una función obvia que es la de innovar muy rápidamente tanto en las formas como en las técnicas. Y a veces es necesario innovar muy rápidamente. El problema es que las innovaciones rápidas muchas veces son simples ensayos que conducen al fracaso. Otras no, y los inventos formales, funcionales o técnicos, terminan por incorporarse al acervo tradicional de soluciones válidas y adaptadas al contexto. En momentos en los cuales todos los indicadores del funcionamiento de nuestras ciudades nos dicen que resulta necesaria una vuelta a lo local, después de la locura ineficiente de una organización del territorio basada en el transporte masivo de personas, energía, materiales y alimentos, lo mas moderno, lo más puntero, no puede ser lo genérico. Lo que de verdad tiene el valor de lo singular es aquello que está directamente relacionado con el contexto, con el sitio, y por supuesto, con las formas de vida, valores y usos de una sociedad concreta.

Amman (Jordania) “contextualizada”  cestyapamatky

El segundo elemento al que quería referirme es el relativo a las nuevas formas de planificación, en concreto, a la planificación estratégica que cambió el rumbo de los sistemas de planeamiento al cambiar los objetivos. Ya no se trata de tener previstos una serie de espacios para acomodar necesidades ciudadanas, se trata de competir con otras ciudades en una verdadera guerra para captar y acumular riqueza.

La imagen urbana sustituye al plan de urbanismo

En esta guerra, la identidad, la eficacia y la eficiencia, pasan a un segundo plano para ceder paso a la imagen, a la marca ciudad. Guerra en la que vale todo, y en la que en nombre de “la ciudad” como ser supremo, los responsables de su gobierno y planificación se olvidan de los ciudadanos. El modelo subyacente en esta forma de entender el territorio es “cuanto mayor, mejor”. Se supone que una gran ciudad ofrece mejores (y, sobre todo, más) oportunidades al ciudadano que las ciudades medias o que los pueblos. Esto es verdad en parte. Se necesita una cierta masa crítica de público para ofrecer determinados servicios de forma rentable. Es decir, es raro que en un pueblo tengamos un traductor de chino. Y si lo tenemos, es todavía más raro que exista, además, otro de yoruba. Es decir, hay servicios que sólo pueden ofrecer determinadas ciudades. Y cuanto mayores, más posibilidades. De forma que nos encontramos con que las ciudades han optado mayoritariamente por crecer a toda costa. Han entrado, por tanto, en una auténtica competición, en una guerra entre ellas para conseguir acumular la mayor cantidad posible de habitantes, de empleos y de riqueza. Para ello se necesita vender la ciudad en el mercado global. Actualmente los mercados globales se basan en marcas. Lo que quiere decir, en el mundo publicitario, en imágenes.

Global Cities Index  gaiamisiones
  Señalar en la imagen para verla más grande

Así, se sustituyen las actuales realidades urbanas incomprensibles para los foráneos en tuits comprensibles. Hay que dejar reducida la imagen de la ciudad a ciento cuarenta caracteres. Y los mejores tuits urbanos son, precisamente, las obras de arquitectura. Además, dado que los tuits deben ser legibles en todos los idiomas, no podemos basarlos en las culturas locales sino que es imprescindible recurrir a formas genéricas que se entiendan en el mundo global. Sin embargo, este planteamiento tiene partes perversas y otras falaces. Aunque ahora no es el momento de detallar los inconvenientes y falsedades de este planteamiento, me referiré a ciertos lugares comunes para situar el tema. Por ejemplo, aunque no lo parezca, está demostrada la existencia de un gradiente negativo en la eficiencia del funcionamiento urbano en relación al tamaño. Hasta el punto que, algunos autores han llegado a plantear la existencia de un tamaño máximo a partir del cual la ciudad colapsa y empieza a funcionar como piezas urbanas independientes. Es como una estructura que llega un momento en que toda la masa se destina a aguantarse a sí misma. De forma que no es cierto que una gran ciudad sea más eficiente que una pequeña. Es justo lo contrario. Otro de los lugares comunes desmontado por las evidencias: todas las encuestas de satisfacción demuestran que los habitantes de las ciudades medidas son más felices y se encuentran más sanos que los habitantes de las grandes urbes. Vivir en una gran ciudad no es más satisfactorio.

  Tuit perfecto de usar y tirar (pero se queda para siempre)
  El gran consolador en medio de la Sagrada Familia  lavanguardia

A estos datos habría que añadir algo importante. En la era digital, las posibilidades de funcionar en red ya no hacen necesaria una masa crítica de población localizada en un lugar específico para poder ofrecer determinados servicios. Por tanto, el objetivo no debería ser crecer a toda costa, sino que los ciudadanos tuvieran oportunidades de vida suficientes, fueran felices y el coste del mantenimiento de su estructura urbana fuera el más rentable posible. Los planes no deberían marcarse como objetivo “posicionarse en los mercados globales” sino más bien organizar su territorio lo más eficaz, eficiente y bellamente posible. Esto apunta directamente a la recuperación de "la vida cercana" con ayuda, ahora posible, de las nuevas tecnologías. Y su arquitectura no debería intentar ser la “marca" de la ciudad sino representar la identidad, la memoria colectiva, de sus habitantes. En un momento en el que parece verosímil la hipótesis de una subida muy significativa de los costes de transporte debería entenderse, cuando menos temerario, apostar al cien por cien por la obtención de rentas, materiales, alimentos o energía, en sitios lejanos. Más bien, el futuro parece estar en una visión regional. Casi todas las propuestas más modernas se refieren a las ecorregiones, con la recuperación de la agricultura de proximidad, y la planificación conjunta de naturaleza y ciudad, apoyando su eficiencia en la infraestructura verde y los servicios de los ecosistemas.

La singularidad llevada al esperpento, Catar busca imagen
  Alcalde, ¿necesita una torre singular? aquí tiene un muestrario  elpaís

En este contexto, tanto las soluciones urbanas genéricas (todo el sprawl periférico, banal, ineficiente y escasamente funcional), como las singulares basadas en una imagen (escultura, icono, símbolo) que sustituyen a la arquitectura y que se convierten en el mismo momento en que se construyen en aparatos obsoletos y desfasados, no sólo desde el punto de vista técnico sino también formal, no parecen tener razón de ser, como aquellos lugares de París de que hablaban los dadaístas. En la cultura del tuit, el trending topic de hoy dura minutos (y a veces segundos). ¿Alguien en su sano juicio puede basar un desarrollo social armonioso (hago notar que no hablo de crecimiento sino de desarrollo) en cuatro fuegos artificiales que duran lo que duran y nos dejan sumidos luego en una obscuridad todavía más negra que la que había? ¿Alguien puede pensar que ha hecho más por los madrileños el trending topic de ayer por la tarde ("relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor") aunque lo hayan rebotado millones de seres, que el propio espacio de la Plaza Mayor? ¿Alguien puede pensar que la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela va a hacer más por los santiagueses que la catedral? ¿o qué la torre Cajasol en Sevilla más que la Giralda o la Torre del Oro? Por supuesto, ahora estoy hablando estrictamente de imagen urbana.

¿Sevilla busca posicionarse mundialmente con un rascacielos-tuit?
  ¿Para qué? ¿Atraerá más turistas o riqueza con esto?  elcorreoweb

El tercer conjunto de temas tiene que ver con el divorcio progresivo que se ha ido produciendo de forma acelerada desde mediados del pasado siglo XX, entre los políticos, los técnicos y la sociedad civil, y que ha caracterizado unos usos autistas de estos estamentos y unas formas de planificar y organizar la ciudad ajenas a la racionalidad y el sentido común.

Otra gobernanza para otra sociedad

Los políticos tienen ya poco que ver con los de la antigua democracia, cuando las relaciones personales importaban. Ahora lo único que importa es la imagen que dan los medios lo que, de hecho, implica una separación con el ciudadano que no llega a conocer a sus gobernantes (y a la inversa) sino la imagen de estos gobernantes. Sucede algo parecido a lo que escribía en párrafos anteriores relativo a las formas y soluciones urbanas y arquitectónicas. Y esto tiene también que ver con la ciudad, su tamaño y organización. En una ciudad de diez mil habitantes probablemente una parte importante de los vecinos conozcan a su alcalde, hayan sido incluso compañeros de juegos, estudios o trabajo. En una ciudad de trescientos mil ya es más complicado aunque, probablemente, se le vea por la calle e, incluso, hable con algún vecino. Pero, desde luego, en una ciudad de un millón o más eso es imposible. De forma que la política local (de eso estamos hablando) deja de ser local y se convierte en otra cosa. El sistema actual de representación local es evidente que no funciona en estos casos, y que deberíamos de estar repensándolo, porque el divorcio entre políticos y ciudadanos es ya casi irreversible.

Calderón de la Barca, El alcalde de Zalamea
  ¡Un político que anteponía el honor a la hacienda y la vida!

Una ciudad la deben construir los ciudadanos, y sus representantes deberían intentar que esto fuera así. Pero, a día de hoy, la situación es penosa. Los actuales planes de urbanismo, pensados para resolver los problemas de la ciudad industrial, no sirven de ninguna manera para organizar la ciudad del siglo XXI. Es imprescindible pensar cosas nuevas. Ciudades de código abierto, transparentes, en las que el ciudadano sepa, de verdad, las implicaciones de tomar una decisión u otra. Porque nuestros sistemas de participación ya no puede ser igual que los del siglo XX. Lo digital abre posibilidades que deberían ayudar a mejorar la relación entre los políticos y los ciudadanos, pero nada ha cambiado todavía. Parece necesario modificar la organización de las entidades locales con objeto de conseguir una democracia real (objetivo de movimientos como el 15M) planificando áreas urbanas con entidad propia y reconocible en las que, por ejemplo, la elección directa de sus representantes sea posible, acercando el político local al ciudadano, de forma que la relación personal se imponga. Y, por supuesto, aprovechar las nuevas formas de comunicación descentralizadas de base local, mucho más difíciles de controlar que un periódico o una emisora de televisión.

Anuncio que muchos veíamos representativo del técnico:
  un ser de otro mundo, un fantasma ajeno a la vida real

Y, por último, los técnicos. El divorcio entre los técnicos y la sociedad lo denunciaba Morin ya hace algunos años. En el último cuarto del pasado siglo veinte los técnicos se han recluido, definitivamente, en sus torres de marfil al volverse muy complejas (a veces de forma innecesaria) las metodologías y las formas de investigar los problemas, de proyectar y de planificar. Con ello se han distanciado de los políticos y de los ciudadanos, renunciando a comprender otras visiones de la realidad alternativas a las propias. A su vez se han ido separando entre ellos, creando lenguajes y jergas propias, de manera que la comunicación empieza a ser imposible entre áreas de conocimiento. Esto que incluso puede ser bueno al ser más precisa la terminología, en materias transversales como la construcción de la ciudad, se convierte en un problema. Más de la mitad de la humanidad está viviendo inmersa en ese artefacto técnico cada vez más complejo llamado ciudad. Y los ciudadanos deberían decidir sobre su organización, su forma, sus condiciones y sus límites. En la situación actual, no sólo no participan en las decisiones, sino que el sistema les hurta la información necesaria para saber qué está pasando en sus calles, en sus plazas o en sus parques.

El plan de urbanismo en España ¿proyecto incomprensible de ciudad?
  Más bien: garantía comprensible para el inversor inmobiliario  cabezodetorres

He tratado de demostrar con tres temas esbozados de forma muy esquemática, que las ciudades del siglo XXI se deberían de construir con presupuestos diferentes a las de épocas anteriores, por la sencilla razón de que los requisitos son distintos. Las regiones, las ciudades, que antes lo comprendan y cambien el rumbo se encontraran mejor preparadas cuando se produzcan los cambios que vienen.

A modo de final que es un comienzo

Las actuales dinámicas de formación de áreas urbanas ya empiezan a plantear algunos de estos temas. Es verdad que no sabemos, en realidad, qué va a venir. Es por tanto, un momento de crisis, de incertidumbre. Y en los momentos de incertidumbre el único consejo de sentido común es el de no hacer nada irreversible. Muchas de las cosas que estamos haciendo, en nuestra desesperación por agotar un sistema agónico, son irreversibles. La construcción de un canal de comunicaciones que rompe en dos un ecosistema es irreversible. La construcción de las cuatro torres en Madrid es irreversible tanto desde el punto de vista funcional como visual. Como lo fue en su momento la construcción de la Torre de Valencia como fondo escénico de la Puerta de Alcalá. Porque destruyen el imaginario colectivo de generaciones y generaciones que basan su identidad en la permanencia de determinados elementos urbanos.

Santiago, Ciudad de la Cultura, destrucción irreversible del Gaiás  compostelavirtual

Pero no querría terminar sin plantear dos cuestiones insinuadas en párrafos anteriores. La primera es la vuelta a lo local. En un mundo global en el que el dispendio energético y la contaminación producidos por el transporte de grandes cantidades de energía, materiales y personas, entre puntos del planeta separados miles de kilómetros es insostenible, en algunos sitios ya se está empezando a preparar el cambio. Resulta imprescindible reducir las distancias a las que se transporta la energía, el agua, las personas o los alimentos. Para ello no queda más remedio que volver al uso de los materiales locales, a la agricultura de proximidad, al autoabastecimiento energético, a la comprensión de las relaciones de los ciclos de los ecosistemas y los servicios que prestan a la ciudad, y a la recuperación de las identidades locales perdidas o a su creación. Desde este punto de vista las ciudades históricas tienen ya una parte del camino andado porque, normalmente, su expresión urbana responde a identidades y cultura locales y lo único de verdad necesario es su adaptación a las formas de vida actuales que, por experiencias anteriores, sabemos que nunca resulta bien si se hace de forma traumática.

La agricultura de proximidad está teniendo un importante
  protagonismo en la recuperación de lo local  elmundo.es

La segunda tiene que ver con la nueva política local. En estos momentos hay una eclosión de términos que tienen que ver con búsquedas de caminos alternativos a las tradicionales formas de gobierno representativas. No voy a hablar de democracia líquida, holacracia, lógica distribuida o inteligencia colectiva. Porque, además, no está muy claro si algunas de estas formas de encarar las relaciones entre gobierno y gobernados, y entre los ciudadanos entre sí, acabarán finalmente por dar resultados prácticos. Lo que sí parece claro es que, desde el punto de vista de la construcción de la ciudad, el sistema tradicional no funciona. Ya lo denunciábamos cuando redactamos para el Gobierno de España el Libro Blanco del Planeamiento Urbano Sostenible: no es que la ciudadanía tenga derecho a participar en la construcción de sus ciudades, es que debe ser la encargada de hacerlo con auxilio de los técnicos, que deberían descender de su Olimpo y aprender del ciudadano. Saskia Sassen habla de la ciudad de cristal, transparente y visible para todos. Pero para que una ciudad sea de verdad transparente es imprescindible información comprensible. Y ese es el primer deber del técnico que colabora con el ciudadano. Ya hace algunos años un visionario llamado William Bunge lo experimentó en Detroit, pero en la era digital todavía no se ha producido la revolución en la gobernanza local que se tiene que producir.

Buscando nuevos caminos para avanzar juntos  urbanohumano

Cuando voy a Santiago y los amigos me preguntan qué me parece la Ciudad de la Cultura yo (muy gallego) les respondo: y a ti ¿alguien te lo ha preguntado?¿alguien te ha explicado sus costes ecológicos, sociales y económicos?¿te han presentado alternativas viables?¿te han explicitado los objetivos reales a conseguir con su construcción?¿te han dicho que esos mismos objetivos se podrían conseguir rehabilitando algunas de las decenas de edificios existentes en el casco histórico o distribuyendo las actividades en los barrios degradados de la periferia? Y, sobre todo, ¿quién, en realidad, se ha beneficiando, se beneficia o se beneficiará con ella: los santiagueses, un especulador, un grupo político, un banco? Las mismas preguntas se pueden aplicar a determinados aeropuertos, barrios, torres, rehabilitaciones, peatonalización de calles o campos de golf. La construcción de la ciudad, en la situación actual, se está empezando a convertir en algo insoportable para el ciudadano. Recuerda el momento histórico de aparición del plan de urbanismo, cuando el descontento se había ya empezado a concretar en revueltas sociales, derivadas de la ciudad insana y gentrificada producida por la Revolución Industrial. No hace falta ser muy clarividente para darse cuenta de que, de continuar la situación actual, va a producirse una mutación (esperemos que no violenta) en la forma de entender la ciudad y su relación con el ciudadano. Y sería deseable, por los perniciosos efectos colaterales que pueden producirse, que en lugar de una mutación se produzca una evolución controlada.

Alejandro de la Sota, maestro de tantos de nosotros
  Que este recuerdo sea un homenaje a su figura  alejandrodelasota

Ya acabo, y con una anécdota que suelo utilizar frecuentemente al abordar el tema de la arquitectura en ciudades históricas. Cuenta Alejandro de la Sota: “Un alumno preguntaba al arquitecto Neutra qué debía de hacerse si en una plaza antigua, de viejo cuño y con solera, se derrumba una de las casas que la forman. Se podría hacer una copia de la desaparecida, o un pastiche o bien una casa actual ocupando el hueco. El viejo profesor contesto simplemente: llamar a un buen arquitecto. Como en una dentadura el diente caído no es sustituido por otro ya gastado sino más bien por una moderna y cara prótesis que no desentone por bien hecha. El nuevo rico, quizá, se ponga un diente de oro”. Probablemente hoy también sería suficiente con llamar a un buen arquitecto. Pero el buen arquitecto de hoy no debería hacer las cosas como entonces. Necesita, más que nunca, estar empapado de una cultura que, normalmente, en ciudades históricas, es local. Y, sobre todo, los arquitectos y los urbanistas del siglo XXI deberían proyectar con la ayuda del ciudadano y para el ciudadano. Nunca para su propio ego o para el ego del prócer de turno (por no hablar de lindezas pecuniarias relativas a elementos corruptos). Y plantear con todas las cauteles la intervención en determinadas áreas urbanas de las grandes multinacionales de la arquitectura, que crean iconos de consumo instantáneo, en Bangkok, Sevilla, Estocolmo o Nueva York, indiferentes al sitio, sin importarles destrozar las imágenes de largo recorrido, las identidades y la memoria de generaciones que han anclado sus recuerdos en unos espacios y unas piedras irremplazables.