En febrero del año 2009 publiqué un artículo en el blog titulado “Jane Jacobs,
destellos de sostenibilidad” en el que pretendía señalar el hecho de que en
varios de sus libros se ponían algunas de las bases de lo que luego se llamó
“sostenibilidad” (sin mencionar la palabra, por supuesto). También decía que
uno de ellos, Muerte y vida de las grandes ciudades, era uno de mis
libros preferidos. Como texto de cabecera lo releo de vez en cuando y siempre
encuentro cosas nuevas. Hace unos días terminé mi enésima lectura del mismo y
pensé que reducir su figura en el blog a unos “destellos de sostenibilidad” no
le hacía justicia. De forma que me propuse incluir en otro artículo algunos
destellos además de los ya mencionados relacionados con la sostenibilidad. Y
de esto trata el artículo de hoy.
Uno de los conceptos que aparece, de forma implícita o explícita, como un destello refulgente a lo largo de todo el libro, es el de diversidad y a ello dedica toda la segunda parte. La necesidad de una ciudad diversa, de ninguna forma monotemática o monofuncional, se desprende casi de cada página. Sin embargo, pienso que uno de los lugares donde se plantea de forma más clara es en el capítulo titulado “Necesidad de edificios antiguos”. Se trata de la tercera de las condiciones generadoras de diversidad y dice: “El distrito ha de entremezclar edificios que varíen en edad y condición, con una buena proporción de casas antiguas”. En principio se trata de una afirmación no demasiado sencilla de entender si se piensa en “antiguo” como “ruinoso”. Hay que pensar que más bien lo que intenta decirnos es hacer una equivalencia entre "antiguo" y "diferente". Y es interesante este aspecto, no solo desde un punto de vista de la sostenibilidad tal y como ya he señalado sino también de la conservación del Patrimonio.
Aunque si se atiende al desarrollo de su justificación económica, este apartado no me parece demasiado afortunado, probablemente debido a que Jacobs no profundizaba demasiado en planteamientos de este tipo. Sin embargo, cuando plantea otras consideraciones el razonamiento parece impecable. Dice al referirse a los edificios construidos a la vez que “…son de por sí ineficientes para albergar amplias gamas de diversidad cultural y comercial, de población y de otros usos. Son ineficientes incluso para albergar la más simple, sencilla y barata diversidad comercial que pueda imaginarse”. Pero necesidad de edificios antiguos no significa mantenerlos todos sin derribar y conservarlos como un museo. Algunos será necesario sustituirlos por nuevos, renovarlos o rehabilitarlos. Eso sí, todo ello realizado en diferentes fases temporales sin hacer tabula rasa de todo lo existente precisamente para mantener la diversidad.
De forma que ya empiezo a tener clara la procedencia de la cuestión de la diversidad, omnipresente a lo largo de la mayor parte de mis artículos de blog, y que viene de tiempo atrás, cuando realizaba los estudios de doctorado y mi libro de cabecera (que tengo subrayado en casi todas sus páginas) era el que estoy comentando. Pero no es solamente la diversidad. Otro de mis “mantras” preferidos es el relativo a las densidades suficientes que permitan conseguir ciudades de proximidad. La ciudad pensada para el peatón es una de las condiciones imprescindibles para construir ciudades más saludables tal y como afirmamos en la Guía publicada por el Ministerio de Sanidad y la FEMP. Si las densidades bajan apreciablemente es imposible que un comercio, un equipamiento o una zona verde, estén lo suficientemente cercanas a las viviendas como para que puedan ser accesibles a pie y rentables económicamente.
A este tema se refiere Jacobs en su libro cuando en la condición cuarta afirma que: “El distrito ha de tener una concentración de personas suficientemente densa, sea cual fuere el motivo que les impulsa a las diferentes personas a ocuparlo. Naturalmente, incluimos en este concepto los residentes de manera regular en el mismo”. Por supuesto, esta necesidad de densidades suficientes la relaciona directamente con las posibilidades de vitalidad del área en cuestión. La relación, “poca gente = a poca actividad” le preocupa porque, justamente, la poca actividad es el origen de la decadencia de un área urbana o de toda una ciudad. No hay que olvidar que en el título del libro aparece la expresión de "muerte" (y vida) de las grandes ciudades.
Pero densidad suficiente no hay que confundirla con densidad excesiva. Aunque no trata el tema del hacinamiento (al que ya me he referido en otros artículos) sí que plantea la cuestión desde el punto de vista de la diversidad. Entiende que es complicado conseguir altas densidades sin recurrir a la estandarización de las viviendas con la consiguiente pérdida de diversidad. Afirma de forma taxativa que no es sencillo “reconciliar una densidad alta con una gran variedad de edificios” aunque se hace necesario intentarlo por todos los medios. Entonces la pregunta sería ¿existe una densidad ideal? La respuesta de Jacobs es que no, que depende de cada lugar concreto y cada situación específica: …”la densidad de viviendas ideal en las ciudades es más bien un problema de realidades”.
Bien, ha llegado el momento de hablar de los automóviles. De ello trata el capítulo XVII titulado “Erosión de las ciudades o sacrificio de los automóviles”. Y este título es bastante ilustrativo de la posición de Jacobs al respecto. Entiende que, por una parte, los automóviles están llevando a las ciudades a su mal funcionamiento, o incluso a su ruina ya que, en el fondo, se piensan para ellos y no para las personas. Pero, por otra parte, habla de “sacrificio” y la palabra implica ofrenda a una deidad (la ciudad) en señal de homenaje o expiación. En definitiva, renuncia a algo de interés. Es decir, que puede ser necesario sacrificar una parte valiosa del funcionamiento de la ciudad como son los coches para evitar su erosión. Y claro, la pregunta sería: ¿es posible un funcionamiento adecuado de la ciudad moderna sin la existencia del automóvil? Jacobs lo pone en duda y plantea la necesidad de un equilibrio.
Llega a decir que: “Pero los automóviles no son por definición objetos destructores de las ciudades”. La verdadera cuestión es su número excesivo: “El problema consiste en cómo reducir en cifras absolutas el número de vehículos en circulación por una ciudad”. También analiza la relación con el transporte colectivo (público y privado) y, sobre todo, con el comercial. Al entender que uno de los pilares de la ciudad es el comercio y que el comercio necesita llevar y traer mercancías habría que empezar por solucionar este problema. Y priorizar el transporte colectivo para conseguir ir disminuyendo el uso del automóvil privado. Se trata de recomendaciones que, en el momento actual, parecen obvias pero que a comienzo de los años sesenta no eran tan unánimemente compartidas. En cualquier caso, el concepto de equilibro que es el que subyace detrás de cada línea que aborda el tema es fundamental.
Y aunque podemos encontrar muchos más “destellos” no solo de sostenibilidad a lo largo del texto, para terminar voy a referirme a la parte que podríamos denominar “paisaje urbano”. Lo trata en el capítulo XVIII que lleva por título “Orden visual: sus limitaciones y posibilidades”. Ya la utilización de la palabra “orden visual” nos encamina hacia una concepción que podríamos denominar como de mínimos respecto al tema. Para empezar, no aclara muy bien que entiende por arte urbano. Lo digo porque su afirmación (que aparece en el texto en cursiva para llamar la atención del lector) de que “una urbe no puede ser una obra de arte”, en los párrafos que siguen no es tan taxativa. Para intentar justificarse diferencia entre arte y vida y relega las posibilidades de que pudiera ser arte a que cumpla tres condiciones, que su contenido sea “arbitrario, simbólico y abstracto”.
Además, se desliga directamente de la arquitectura y llega a escribir: “Abordar el problema de la ciudad o de una simple barriada como si estas constituyeran un tema arquitectónico capaz de recibir orden y medida convirtiéndolo en una disciplinada obra de arte, supone cometer la falta de intentar substituir el arte por la vida”. Más adelante trata de matizar esta afirmación de una forma un tanto confusa cuando dice que “en determinadas circunstancias la creación artística puede en principio ser posible por un consenso general y, en efecto, anónimo”. Aunque luego habla de la Ciudad Jardín dice: “Por supuesto, son proposiciones gratuitas muy semejantes a las de la Ciudad Radiante y la Ciudad Bella. Estas fueron siempre, elementalmente, formas de culto de la proyección arquitectónica, más bien que cultos de reforma social”.
Al final reduce el tema a una cuestión de orden visual, para lo que recurre al libro de Kevin Lynch, The Image of the City. Habla entonces de escenarios visuales y, sobre todo, de referencias relacionadas con la orientación: “Lo que se necesitan son sugerencias que ayuden a la gente a hacer por sí mismas orden y sentido, en lugar de caos, de lo que ven”. El análisis y estudio de estas referencias es lo que le preocupa ya que son las que ayudan a establecer el necesario orden en la lectura de la ciudad. Para ello sigue bastante las teorías de Lych, muy conocidas por los lectores del blog ya que le he dedicado a ellas varios artículos. Así, se plantea la cuestión de las referencias y de las interrupciones visuales, las irregularidades, y la forma de introducirlas donde sea necesario. Y también dedica unos párrafos al estudio de cómo dar unidad visual a las calles cosa también de gran importancia para su análisis.
Pero pienso que este apartado no constituye uno de los destellos más refulgentes del libro. Quería mencionarlo por la carga polémica que lleva implícito. En el artículo anterior, cuando le preguntaba a la IA sobre si la urbanística era un arte o una ciencia (siguiendo los planteamientos de mis profesores de urbanismo cuando era estudiante) me contestaba que: “Por otro lado, la urbanística también tiene una dimensión artística, ya que busca crear entornos atractivos y funcionales que mejoren la calidad de vida de las personas. Los urbanistas deben considerar aspectos estéticos, culturales e históricos al diseñar ciudades y espacios públicos. Además, la creatividad y la visión artística son fundamentales para encontrar soluciones innovadoras y equilibradas”. Dado que la IA no hace más que resumir posturas más o menos consolidadas ante ciertos temas, vemos un claro enfrentamiento con las ideas de Jacobs.
El artículo de hoy (como en alguna otra ocasión) contiene muchas citas literales que no tratan de disuadir de la lectura del texto de referencia sino, precisamente, de incentivarla. Como puede observarse la figura de Jacobs es una referencia fundamental para aquellos que trabajamos en estos temas. Y, en concreto para mí, ha sido el origen de muchas de las preocupaciones que me han ocupado a lo largo de los años. Los enlaces de algunas de las ilustraciones llevan a artículos del blog que, desde mi punto de vista, son de interés para el de hoy. He preferido hacerlo así en lugar de poner notas al final. El libro que ahora acabo de cerrar tiene mi firma en rotulador negro y debajo (siempre lo hacía) una fecha: marzo – 1974. Han pasado más de cincuenta años desde entonces y todavía estos días, cuando terminaba de releerlo por enésima vez, pensaba que siempre encuentro cosas de interés cuando lo abro, por lo que recomiendo su lectura. Parece increíble que el original en inglés sea del año 1961.