"No me digas
que no hay nada más triste
que lo tuyo,
hay miles de cosas
en el mundo
que son mucho peor."
Y luego enumeran algunas: una tienda de animales (con los perros y los gatos dando vueltas en sus jaulas), un turno de noche en la cadena de montaje, los caballitos ponis. Estoy totalmente seguro que si cuando hicieron la canción hubieran estado construidos los túneles de la M30 pasarían automáticamente a formar parte de aquellos elementos "más tristes que lo tuyo". Los dos más importantes son el llamado “bypass sur” que a su vez consta del túnel norte y del túnel sur y la “conexión de Embajadores”. Ambos formaban parte de la reforma de esta vía básica para el funcionamiento de Madrid que constaba de 12 actuaciones.
En unas obras que según algunas entidades financieras han superado los 10.000 millones de euros que yo sepa no se ha dedicado ni uno solo a realizar un estudio paisajístico del interior de los túneles. El resultado puede verlo cualquiera que circule por ellos. Por supuesto que hay congestión en los túneles, lo mismo que antes había congestión en la superficie. Pero la diferencia en la salud psíquica del madrileño es notoria.
Cuando antes circulábamos en superficie estábamos sometidos a frecuentes embotellamientos. Entonces estábamos parados en medio de la carretera (perdón, la calle30) y nos podíamos dedicar a variopintas labores. Unos leíamos el periódico de la mañana, algunas aprovechaban para pintarse, otros miraban filosóficamente el cielo mientras pensaban en la perra vida del madrileño, el de más allá se preguntaba que hacía una gaviota en el Manzanares, el otro oía la radio, incluso una vecina me contaba que aprovechaba para hacer ganchillo (aunque aseguro que yo nunca la he visto desarrollar tal actividad en su traslado en coche al trabajo). Eso sin contar los que se entretenían charlando con el manos libres, verificando que según el “tomtom” no avanzaban nada o escuchando la sexta de Mahler en radio Clásica.
Ahora los embotellamientos son iguales (bueno, probablemente algo menores) pero se desarrollan en el reino de los topos. Y claro, ya no hay luz suficiente (aunque alguna hay) para pintarse, ni para leer el periódico. Lo de hacer ganchillo, ni pensarlo. El “tomtom” no dice nada, está sencillamente mudo porque tanta masa de tierra encima desorienta al mejor GPS. Con el manos libres puedes seguir hablando pero, probablemente, nadie te conteste. Y la sexta de Mahler se convierte en una especie de zumbido propio del más difícil John Cage porque la radio es un galimatías. Y no pretendas mirar filosóficamente el cielo porque verás una cosa negra de la que surgen, a veces, unas enormes turbinas y terminarás durmiéndote. Así que sólo puedes hacer dos cosas: mirar fieramente al coche de delante en la hipótesis de que si te concentras lo suficiente desaparecerá, o mirar al lateral.
Claro que si miras al lateral verás unos paneles de acero vitrificado absolutamente anodinos (eso sí, con una resistencia al fuego RF-120), de color indefinido, en los que aparecen unos números cabalísticos acompañados de unas letras (aunque según el túnel ni esto) y, cada 25 metros unos hombrecitos sobre un fondo verde huyendo (prodigio de diseño) se supone que de una desgracia que está a punto de ocurrir en el interior del túnel, hacia dos lados con indicación de los metros que te faltan para llegar al refugio. Por ejemplo: 25 para un lado, 75 para el otro. En el siguiente: 50 para un lado 50 para el otro. Y así. De forma que el madrileño, desesperado, pita.
Y eso que el madrileño es de buen conformar. En una cena que tuvimos al terminar el EURAU08 (ya dije que algún día hablaría algo más del EURAU08) en una variopinta y anglófila mesa que me tocó en suerte entre mi compañero Javier Ruiz y yo tratábamos de convencer al resto de las bondades de vivir en Madrid. Como ya no se nos ocurría nada (aunque en el fondo estamos convencidos de que vivir en Madrid es lo mejor que existe) Javier en un intento desesperado llegó a decir: -Además, un madrileño entrenado puede cruzar la plaza de Cibeles sin necesidad de semáforos- "El madrileño entrenado" se me ha quedado ya para siempre en la imaginación y ahora soy capaz de ver "madrileños entrenados" en casi todos los sitios. Y por supuesto en la M30, claro. Si ya los madrileños de por sí están hechos de una pasta especial, los madrileños entrenados ni te cuento.
A pesar de todo hasta los madrileños entrenados tienen graves problemas para sobrevivir si todos los días se pasan una hora (entre la ida y la vuelta) enterrados en la M30. Porque la verdad es que la M30 es todavía "más triste que lo tuyo". Y digo yo, ¿no sería posible, por ejemplo, pintar estrellitas en el techo negro del túnel? ¿o unos laterales decorados con paisajes campestres llenos de vacas rumiando y montañas nevadas que simularan la sierra? ¿qué tal señor Alcalde si convoca un concurso internacional para tratar paisajísticamente los túneles (o tratarlos sin más, aunque no sea paisajísticamente)?
En mi trayecto diario tan sólo al pasar bajo el antiguo puente de Toledo aparece su representación sustituyendo uno de esos paneles de color indefinido. Y entonces notas que te embarga una dulce melancolía. Pero no es bueno que te embargues demasiado porque te puedes pasar de salida. Y es que la llamada "señalética" está tan bien pensada que hasta los que circulan continuamente por esta topera se equivocan una y otra vez. Porque, claro, no hay referencias. Antes, cuando ibas por arriba, ya sabías que al llegar a aquellas casas tan horribles de ladrillo rojo desvaído por la contaminación había que irse preparando y alcanzar el carril de la derecha porque la salida estaba próxima. Pero ahora la casa ha desaparecido y, cuando te das cuenta ya te has pasado la salida a la A42. O te das cuenta en el último instante, pero cuando pretendes cambiarte de carril se forma una especie de muro impenetrable de coches cuyos conductores ponen todo su empeño en que no lo hagas (en algo se tienen que divertir los pobres). Y además, te pitan.
El Ayuntamiento está poniendo todo su empeño en realizar un plan de paisaje del centro de la ciudad. Pero, por Dios, si los madrileños no van nunca al centro. Si se pasan la vida en los túneles de la M30 ¿no sería mejor un plan de paisaje para los túneles? De continuar las cosas así no creo que ni tan siquiera los madrileños entrenados puedan sobrevivir.
Y prefiero no pensar, por ejemplo, en las grandes migraciones que, desde toda Europa atraviesan la M30 para dirigirse al Estrecho. A veces, enormes manadas de coches con matrículas francesas, belgas o alemanas que vienen de la A1 son literalmente tragadas por el Gran Túnel (habría que bautizarlos) y regurgitadas directamente a la carretera de La Coruña sin ninguna posibilidad de desviarse a su querida A4. Cuando surgen al otro lado del túnel se produce un extraño fenómeno de dispersión con los “tomtones” trabajando a pleno rendimiento una vez eliminadas las trabas que los unen con el satélite, para volver a colocar a la manada en el camino adecuado. Pero algunos desaparecen para siempre y otros terminan en la Torre de Hércules.
Hoy me ha salido una entrada algo chusca (los peruanos deberán entender que aquí chusco es igual a divertido) pero es que esta mañana el embotellamiento (en Chile, taco) ha sido particularmente virulento y la única salvación en estos casos es el humor. Además mis alumnos están con entregas de proyectos y necesitan reírse por lo que, seguramente, he exagerado algo. Bueno, también me he entretenido un poco haciendo fotos en el interior del túnel mientras estaba parado (he tenido mucho tiempo) lo que ha mitigado en parte tan triste experiencia.