jueves, 25 de octubre de 2012

Espacio público y espacios privados

Probablemente una de las mayores preocupaciones del urbanismo actual sea la progresiva degradación de la llamada urbanidad. En 1914 se crea en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid la primera asignatura de urbanismo con el nombre de Trazado, Urbanización y Saneamiento de Poblaciones. Pero cuando César Cort gana la primera cátedra de Urbanismo de España en esta misma institución, propone que se llame Urbanología (año 1918). Desde aquella “Urbanología” hasta el día de hoy han pasado muchas cosas pero una de las más importantes ha sido la radical modificación que han sufrido las funciones del espacio público. La esencia de la ciudad, y probablemente de la democracia, se asienta precisamente en la posibilidad de que las distintas personas que forman la sociedad urbana se relacionen directamente entre sí siguiendo determinadas reglas y convenciones que posibiliten su convivencia pacífica. Esta es la función principal del espacio público: educar en la urbanidad.

Cartel en la Puerta del Sol, acampada del 15-M  lainformacion

A pesar de ser esta su misión más importante cumple, o ha cumplido, muchas otras. Es lugar de confrontación, de fiesta, de manifestación, de creación de identidad o de tránsito. Según el momento histórico algunas han tenido más importancia que otras. Sin embargo, la educación en la urbanidad tiene un interés especial ya que se trata de uno de los pilares del funcionamiento de la ciudad. El aprendizaje de la convivencia con el otro resulta básico, por ejemplo, para romper la espiral que se está produciendo entre seguridad y uso de calles, plazas y parques. Sin colaboración ciudadana resulta imposible la seguridad. No parece normal poner a un policía detrás de cada ciudadano y una cámara de vigilancia en cada calle. El principio básico de la ciudad, que es la libertad para ocuparla, sólo se puede conseguir si existe educación urbana que, a su vez, sólo se alcanza si el espacio urbano lo posibilita. La tendencia a la “socialización” en lugares de equipamiento privado donde no se produce la interacción entre desiguales, sino exclusivamente entre iguales, invalida esta posibilidad.

Espacio público, espacio privado; verde público, verde privado 
 Madrid, zona sur de la ciudad  googlemaps

Otra de las funciones importantes es la de confrontación. El espacio público ha sido tradicionalmente un lugar de conflicto. Conflicto entre distintas formas de entender la construcción de la ciudad, conflicto entre clases sociales, entre ideologías, entre formas distintas de poder. Todavía lo es hoy mismo cuando, por ejemplo, determinados colectivos se manifiestan para visualizar sus desacuerdos. Esta función sigue manteniéndose a pesar de los intentos de normarla o estructurarla que han sido continuos (e infructuosos) a lo largo de la historia. Hace pocos días la delegada del Gobierno de Madrid volvía a insistir en la necesidad de “regularla”. Dice Hannah Arendt refiriéndose al espacio público: "No es un lugar abstracto, ni solamente espacial; el espacio público es el lugar para la confrontación, para la puesta en común de la comunidad política”. En algunos casos se trata del último reducto de libertad. Probablemente esta expresión de manifestación, como se ha podido ver recientemente con el movimiento del 15-M, esté directamente ligada a las posibilidades reales de una democracia sin intermediarios. Pero también como expresión de reivindicaciones que no tienen otra forma de trascender al resto de la ciudadanía. 

El espacio público lugar de confrontación 
 Puerta del Sol, Madrid, movimiento 15M, kaosenlared

Pero en el espacio público también se celebran las fiestas, se llevan a cabo determinados ritos sociales. Esta función se va relegando en muchos lugares y puesto que está directamente relacionada con los conceptos de identidad y pertenencia a una comunidad, significa que los pueblos van perdiendo de forma progresiva sus raíces territoriales. La idea de identidad, el orgullo de pertenecer a una comunidad radicada en un lugar concreto es básica para el funcionamiento de la sociedad y, normalmente, va ligada a dos niveles diferentes que suelen relacionarse con ámbitos espaciales también distintos. Uno suele corresponderse con la ciudad como un todo. Y el otro, con determinados barrios o zonas urbanas dotados de señas específicas distintas de las globales. Así, las fiestas de La Karmela en la calle Buenos Aires del barrio madrileño de Vallecas se han convertido en pocos años en un importante elemento de cohesión social. Incluso, a veces, determinados sitios se pueden relacionar con grupos no territoriales. Por ejemplo, la plaza de La Cibeles con las celebraciones del equipo de fútbol del Real Madrid.

El espacio público como lugar de fiesta 
 Puerta del Sol, Madrid, las doce campanadas  efe

Por supuesto que el espacio público también sirve para comunicar entre sí los edificios y los diferentes elementos que componen la ciudad. En algunos lugares del espacio público es casi la única función que queda y, aún así, porque el ciudadano no tiene más remedio que transitar por ella. Y si el tránsito se circunscribe al peatón todavía con mayores dificultades. La relación, tan directa y compleja, entre seguridad y educación para la urbanidad, hace que progresivamente la estancia en el espacio público se vaya haciendo más corta y que la mayor parte de los usuarios prefieran hacerla encerrados (a salvo) en sus vehículos sin casi ninguna posibilidad de interacción con “el otro”. Aún así, los diseñadores urbanos con toda la buena voluntad intentan proyectar espacios urbanos estanciales que, sistemáticamente, se encuentran vacíos de gente contribuyendo a aumentar la inseguridad subjetiva de esas áreas. De cualquier forma se trata de una función casi imposible de soslayar y, probablemente, la que goza de prioridad en el momento del proyecto. Son muchas, por tanto, las funciones que cumple en espacio público. Y eso que ni he mencionado algunas muy importantes como la formativa.

El espacio público como lugar de tránsito  peatonesdesevilla

Sin embargo parece como si, poco a poco, el espacio público se fuera vaciando de todos estos contenidos que no se sabe muy bien a dónde se escapan. De lo que no hay duda es que la ciudad, como lugar de lo heterogéneo y lo diverso, tenía en sus calles, sus plazas y sus parques, el medio de conseguirlo. Hoy, probablemente esto no sea así. Para intentar averiguarlo, una alumna de los cursos de doctorado y a quien actualmente le dirijo la tesis, Macarena Ruiz, intentó demostrar que los espacios privados vaciaban de contenido las funciones tradicionales del espacio público debido, entre otros factores, a las nuevas tipologías de agrupación de viviendas. Algunos de los párrafos recogidos a continuación forman parte de este trabajo aunque no lo cite textualmente. Se titula La transformación del espacio público. Estudio sobre la diversidad de los usuarios a partir de las prácticas que realizan en los espacios de relación de la ciudad. El caso de Madrid. Sólo utilizaré aquellas partes directamente relacionadas con el tema de hoy y, como siempre, eliminaré las citas, referencias y demás elementos imprescindibles en un trabajo académico pero que obstaculizan la lectura no académica.

Una de las plazas estudiadas del centro, San Ildefonso  googlemaps

De la tipología tradicional de los espacios públicos: calles, plazas y parques, el estudio se centró en las plazas por ser, probablemente, los elementos que más han cambiado en su funcionamiento. Se formuló una metodología que intentaba representar tanto la diversidad como la homogeneidad mediante un estudio de casos en dos áreas representativas de Madrid. Se trataba de tres plazas de la zona de Malasaña en el centro de la ciudad y dos de una reciente urbanización en el barrio de Valdebernardo. En ambos casos conformadas por tipologías residenciales muy distintas (sin espacios privados interiores y con espacios privados interiores) como puede verse en las fotos aéreas. El trabajo de campo consistió en registrar, en determinados periodos, la variedad de usos, la cantidad de usuarios de la plaza, la frecuencia de utilización, su disposición en el espacio, etc. Se utilizó un sistema similar al “Mapeo Conductual” o “Cartografía de las conductas”, utilizado en estudios de Psicología Ambiental, y que Fernández-Ballesteros define como “una metodología sugestiva que se usa en el estudio de las mutuas influencias entre el ambiente y el comportamiento”. El procedimiento se inició realizando un listado de detección de veintisiete prácticas de los usuarios.

Una de las plazas estudiadas de Valdebernardo, Juan Benet googlemaps

Se dibujaron las plantas de cada plaza, y se planificaron los momentos adecuados para realizar los registros en los distintos días de la semana y horas del día, tanto en laborables como festivos. Los datos se obtuvieron a lo largo de veinte minutos cada vez. De forma independiente, y mientras duró el trabajo de campo, se realizaron otras visitas a las plazas en distintos horarios, en las que se hicieron nuevas observaciones apoyadas en registros fotográficos y entrevistas. Con el objeto de asegurar la veracidad de las observaciones que caracterizaban algún aspecto concreto del estilo de vida de los usuarios, se completaron, además, cuestionarios de forma sistemática. Los resultados obtenidos en los registros confirman las grandes diferencias existentes en los usos de las plazas de la ciudad tradicional y las correspondientes a la nueva extensión de Valdebernardo. La primera y más evidente es que estas últimas tienen menos de la mitad de visitantes promedio que las primeras. A pesar de mantener características comunes como ser el lugar donde se expresa la comunidad, el uso cotidiano de las plazas de Valdebernardo es muchísimo menor que el de las plazas de Malasaña.

Registros en la plaza de San Ildefonso, 4 de abril 18:00 horas

Al promediar la cantidad de usuarios de todos los registros tomados en cada una de las plazas, se obtiene que las del centro alcanzan una media de 541 visitantes en una semana, mientras que las de la periferia tan sólo 251 de promedio para períodos similares. En cuanto a la diversidad de prácticas realizadas, de un total de 27 acciones posibles, en las plazas del centro se observa una notoria mayor variedad, anotándose de media en una semana de registros: 23 acciones en la Plaza del Dos de Mayo, 17 en San Idelfonso y 20 en Sta. Mª Soledad Torres Acosta, a diferencia de las plazas de Valdebernardo, donde los usos se reducen a la mitad, registrándose promedio 9 acciones en la plaza Juan Benet y 10 en plaza Rosa Chacel por semana de registros. Sobre la variedad de prácticas que se realizan en las plazas, es importante destacar que existe un grupo de ellas que podríamos denominar acciones básicas que son comunes a la mayoría de los espacios públicos y se relacionan con el equipamiento instalado: juegos de niños, de ancianos, bancos o terrazas.

Registros en la plaza de Juan Benet, 20 de mayo 17:30 horas

Según los datos obtenidos, las plazas del centro y a diferencia de las de Valdebernardo, son utilizadas como soporte para realizar múltiples actividades no relacionadas con sus instalaciones, tales como utilizar el ordenador, comprar, o patinar en skate. Además de una gran variedad de eventos entre los que se registraron ferias, recitales, fiestas de barrio, filmaciones etc., que implican para muchas de ellas una apropiación temporal de alguna zona de la plaza y su utilización como soporte para generar una nueva actividad. También las variaciones estacionales significan cambios importantes. Uno de los más llamativos con la llegada del buen tiempo es la apertura de terrazas, como se pudo observar en el centro en las plazas Dos de Mayo y San Idelfonso, y en Valdebernardo, en plaza Rosa Chacel. Es claro que existen grandes diferencias entre el resultado que logran las terrazas en las plazas de Malasaña, donde se produce una verdadera revolución de usos cuando abren en marzo, y la terraza de Rosa Chacel, en la que si bien fue un foco de actividad también se anotó días con terraza vacía.

Terraza en una de las plazas del centro

Una de las principales observaciones, confirmada por los cuestionarios y las entrevistas, fue que algunas actividades que tradicionalmente se desarrollaban en los espacios públicos se están retirando de ellos para desarrollarse en entornos privados. Los casos de la periferia lo expresan claramente: las plazas son desocupadas por los usuarios, quienes prefieren los patios cerrados en el interior de las manzanas de los bloques de vivienda. Los resultados del estudio revelan que la variedad de usos está disminuyendo prácticamente a la mitad si comparamos el espacio público de la nueva urbanización y el de la ciudad histórica, permaneciendo constante sólo un grupo de ellos que hemos denominado como acciones básicas. Estas acciones se repiten normalmente en la mayoría de los espacios públicos y se relacionan con la infraestructura con que cuenta cada sitio. Por ejemplo: jugar y conversar en una plaza con asientos y juegos, transitar los coches en una calle con amplias calzadas, etc. Otras acciones observadas y consideradas durante el estudio, quizás más específicas y eventuales ayudan a incorporar lo informal y lo imprevisto como expresión de la diversidad de los usuarios.

Acciones básicas: sentarse en un banco (si hay banco)  mimiradab&n

Además de la disminución de la diversidad en el uso del espacio público y la cantidad total de usuarios, habría que resaltar una serie de factores que relacionan el contexto de las plazas estudiadas con los resultados obtenidos:
  • La urbanización netamente residencial se relaciona con espacios públicos visitados sólo por sus vecinos con las consiguientes carencias de diversidad y variedad de usos posibles. En cambio en los lugares del centro de la ciudad esta situación cambia y, a pesar del predominio de la vivienda, siempre se incorporan y entremezclan otras actividades que suman usuarios diversos.
  • Dotaciones que se desarrollan sin relación al espacio público. Con esta ruptura no sólo se pierde la posibilidad de establecerse entre un edificio público y su entorno, sino que además generan grandes frentes muertos que pasan a ser las fachadas de plazas y calles.
  • Se observó que en las correspondientes al centro hay una gran variedad de actividades de distinta índole que se realizan en las plazas y que aportan vitalidad al entorno motivando a su utilización. Estas actividades organizadas tanto por los vecinos en fiestas de barrio o en las ferias y eventos promovidas por organismos públicos y privados, prácticamente no existen en las de nueva creación.
  • La acentuación del límite entre las zonas públicas y privadas da lugar a plazas que no intercambian actividad con el entorno, ya que el comercio es escaso y las fachadas de vivienda sólo señalan su nula interacción con el exterior. El espacio público relacional queda entonces abandonado a los lugares privados y sólo cuenta para transitar.
  • Un apunte especial merece la utilización de las terrazas que fue la característica determinante para generar verdadera revolución en los registros, siendo responsable de la mitad de las acciones que se realizaron en determinado momento en las plazas del centro de Madrid.
La revisión de lo que ocurre en zonas específicas del espacio público en el periodo comprendido entre primavera y otoño al aparecer las terrazas, indica el fuerte potencial que tienen para generar vitalidad y atraer a visitantes diversos. Si bien operan como iniciativa privada utilizando espacio útil de aceras y plazas, su funcionamiento se desarrolla muy relacionado con el entorno en el que se encuentran, beneficiándose de él y por otro lado, animando y constituyéndose en un catalizador que irradia actividad. A pesar de las grandes diferencias de contexto entre los casos estudiados, se ha comprobado que las terrazas producen el mismo efecto en casi cualquier lugar en que puedan ubicarse, llegando a ser el centro de la vitalidad de la plaza. A veces, la proliferación de terrazas puede llegar a molestar a los residentes. Por ejemplo, en la plaza de San Ildefonso los vecinos se quejan de las incomodidades que suponen y han llegado a pedir la declaración de Zona de Protección Acústica.

A veces, la proliferación de terrazas puede no ser tan buena 
 Plaza de San Ildefonso, quejas de los vecinos  ABC

Las conclusiones del trabajo son claras. Es posible establecer, como visión general, que el espacio público mantiene sus atributos esenciales de ser lugar de tránsito de peatones y de expresión de la comunidad. Sin embargo en su función de ser el principal espacio de intercambio y encuentro con el otro se ha visto fuertemente afectado, tanto en la cantidad de reuniones que posibilita como en el tipo de encuentros que favorece. En este aspecto se puede afirmar que el espacio cívico en el momento actual y tal como se explica al comienzo, encuentra sustitutos privados. Lugares sociales en los que directamente se debe pagar para acceder, o espacios de uso restringido como es el caso de los patios del interior de los edificios de vivienda. Se evidencia que en el centro de la ciudad las plazas mantienen una gran diversidad de usuarios, diversidad expresada en las edades y procedencias de los visitantes, pero principalmente en la gran cantidad de prácticas que realizan en los espacios públicos.

Casi cualquier sitio puede servir para algunas actividades 
 Skaters en Colón  foto de Andrés Maloberti

En las plazas de nueva urbanización, a diferencia de las del centro, esta diversidad disminuye. Son visitadas mayoritariamente por vecinos y conocidos en una cantidad comparativamente muy inferior a lo registrado en el centro de la ciudad, y realizando en ellas la mitad de acciones posibles, antecedentes de los que se puede concluir que la posibilidad que en ellas se produzcan intercambios entre personas diferentes se ve muy reducido. Por último, se hace evidente que el encuentro entre personas desiguales se sigue produciendo en los espacios públicos que presentan la característica de generar prácticas diversas, tal como ocurre en el centro de la ciudad. Se observa que al disminuir la cantidad de usuarios y la variedad de prácticas registradas, se produce una homogeneización en los intercambios y el aprendizaje de la urbanidad (relacionarse con el otro, con el diferente, con el desigual) se ve comprometido. Ello parece ser debido a diferentes causas, pero una de las más importantes es la tipología de las unidades residenciales de vivienda que configuran las plazas.

De cómo los conjuntos de viviendas dan la espalda a la ciudad 
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Me ha parecido interesante reseñar este trabajo de Macarena Ruiz porque va en la línea de intentar un análisis de la evolución del funcionamiento del espacio público en la ciudad en unos momentos en que parece romperse en un mosaico de nichos (frecuentemente étnicos)  que reducen la complejidad de su tejido social. Se podrían establecer, como material para el debate, tres propuestas de recuperación de las funciones perdidas por estos espacios. La primera tiene que ver con la seguridad. En este blog ya se han dedicado varios artículos al tema porque estoy convencido de que la seguridad subjetiva debería convertirse en parte sustancial del diseño urbano. La gente se refugia en espacios privados como los que aparecen en la foto de arriba porque se siente insegura en el espacio público. La segunda la relaciono con el entorno construido: tipologías de vivienda adecuadas, mezcla de usos, comercio de proximidad en los bajos, calidad del diseño con seguridad vial y confort… Y la tercera, como también ha detectado el trabajo de Macarena, surge de la necesidad de animar estos espacios con propuestas de actividades concretas que favorezcan la creación y consolidación de redes sociales y que atraigan usuarios de otras partes de la ciudad.