domingo, 31 de agosto de 2008

El Convenio Europeo del Paisaje

El penúltimo día de mi viaje por Chile estuve en Santiago en un Simposio Internacional organizado por la Asociación Chilena de Profesionales del Paisaje (ACHIPPA) y el Departamento de Arquitectura de la Universidad de La Serena. El Simposio llevaba por título “Paisaje Urbano Sustentable” y mi ponencia “El paisaje de los territorios europeos en el siglo XXI, el convenio de Florencia del año 2000”. Como el tema de la primera parte de la charla ya lo he tratado suficientemente en el blog voy a centrarme en la segunda.


Puede parecer curioso que en un país paisajísticamente extraordinario como es Chile vaya un europeo a decir como hay que conservar unos paisajes que, hasta el momento, han sabido conservar, mientras que la mayor parte de Europa está arrasada. Yo siempre lo enfoco desde la perspectiva de lo que no debimos hacer. Hay un refrán español que dice: “escarmentar en cabeza ajena”. Pero para ello hay que conocer los errores cometidos. En general puede decirse que estos errores son los que suelo contar cuando no estoy en Europa. Paisajes como los de la Patagonia, la región de los Lagos, los Andes o el desierto de Atacama deberían ser patrimonio mundial y su conservación debería ser cosa de todos. Pero claro, en primer lugar de los chilenos, que son los que mejor saben que hacer con ellos. Bien, en un contexto territorial europeo caracterizado por su escaso respeto al patrimonio natural (aunque algo mayor respecto al cultural) aparece el llamado Convenio Europeo del Paisaje. Dice Florencio Zoido en un artículo publicado en la web del Consejo de Europa (puede encontrarse el artículo entero aquí):


“El Convenio Europeo del Paisaje representa un giro copernicano en el entendimiento político del paisaje; lo convierte en un bien público generalizado a todo el territorio, objeto de derecho de las poblaciones que lo perciben y para cuyo disfrute es preciso generar actitudes no sólo de protección, sino también de gestión y de ordenación. Esta forma de comprender el paisaje no está presente en la legislación básica española, aunque recientemente se ha incorporado a la normativa autonómica, si bien sólo en dos casos (Comunidad Valenciana en 2004 y Cataluña en 2005)”.

El salar de Atacama, paisaje 1

Por lo que se refiere a España no comparto estas palabras tan optimistas. El Convenio fue firmado por el Estado Español el 20 de octubre de 2000 en la ciudad de Florencia (se le conoce también con el nombre de Convenio de Florencia), pero hasta el 6 de noviembre del año 2007 el Rey no mandó expedir el instrumento de ratificación y sólo el 5 de febrero de 2008 ha sido transcrito al Boletín Oficial del Estado aunque no entró en vigor hasta el 1 de marzo de 2008. Esta tardanza nos hace sospechar que va a seguir un camino muy parecido al que siguió toda la legislación de Evaluación de Impacto, tanto la de Proyectos como la de Planes y Programas. Es decir, se firma, se ratifica, pero su cumplimento se reduce al mínimo posible. Sin embargo, haciendo un ejercicio de buena voluntad, voy a intentar analizar lo más importante de los 18 artículos de que consta el Convenio (puede encontrarse el texto completo aquí y las orientaciones y recomendaciones en este otro .pdf).

El salar de Atacama, paisaje 2

Como contraposición a un tema muy europeo como es el Convenio de Florencia, he pensado acompañar el texto con algunas fotos del salar de Atacama. Como escribí en la entrada anterior este salar es el tercero del mundo en extensión y está muy cerca de San Pedro de Atacama (y del Tatio). Paisajísticamente es muy distinto al de Uyuni y su belleza se sustenta en el fondo escénico del altiplano acompañado de unos tonos de color pastel que no se pueden encontrar en ningún otro sitio. La mezcla de fotos y texto puede parecer rara ya que la esencia del paisaje europeo es el objeto antropizado y lo que se muestra en las imágenes es pura naturaleza. Sin embargo la idea que subyace es la misma porque el paisaje es, básicamente, percepción. Es decir, cultura. Lo que significa que lo importante es la mirada. Por eso puede haber paisaje en una ciudad, en los Andes, en una flor de sal de centímetros, o en una mezcla fangosa de tierra y agua. Por eso veremos más adelante que para el Convenio de Florencia “todo” es paisaje. Pero no todo es paisaje. Porque paisaje sólo es lo que el observador dice que es. El resto son otras cosas.

El salar de Atacama, paisaje 3

Podemos empezar el comentario del Convenio por el artículo 1. Este artículo lo dedica el legislador a establecer una serie de definiciones (lo que ya resulta chocante, aunque no inusual, en un texto legal) entre las que destaco las siguientes:

a) por «paisaje» se entenderá cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos; … c) por «objetivo de calidad paisajística» se entenderá, para un paisaje específico, la formulación, por parte de las autoridades públicas competentes, de las aspiraciones de las poblaciones en lo que concierne a las características paisajísticas de su entorno; … d) por «protección de los paisajes» se entenderán las acciones encaminadas a conservar y mantener los aspectos significativos o característicos de un paisaje, justificados por su valor patrimonial derivado de su configuración natural y/o la acción del hombre;

El salar de Atacama, paisaje 4

Como puede observarse se utiliza un concepto de paisaje laxo, casi diría que geográfico, en el sentido de que “paisaje” es todo el territorio tal y como lo percibe la población. Siempre he desconfiado de esta forma de entender el paisaje ya que, desde una perspectiva sistémica “todo” es sinónimo de “nada”. Esto se ratifica en el articulo segundo donde se puede leer que “el presente Convenio se aplicará a todo el territorio de las Partes y abarcará las áreas naturales, rurales, urbanas y periurbanas. Comprenderá asimismo las zonas terrestre, marítima y las aguas interiores. Se refiere tanto a los paisajes que puedan considerarse excepcionales como a los paisajes cotidianos o degradados”.

El salar de Atacama, paisaje 5

¿Alguien tenía alguna duda que no se refiriere a “todo”? Todo significa que, para poder entender un paisaje habría que recurrir desde un licenciado en económicas hasta un médico. Y, por supuesto, un geógrafo, un arquitecto, un ecólogo, etc. Porque un paisaje, en definitiva, es la vida que hay detrás. Menos mal que luego, aunque esto sea un paisaje, no hay que mantenerlo y entenderlo todo (afortunadamente) ya que basta proteger “los aspectos significativos o característicos” “justificados por su valor patrimonial derivado de su configuración natural y/o la acción del hombre”. Lo he buscado por todo el Convenio, pero en ninguna parte se aclara el significado de “los aspectos significativos o característicos” siendo, como es, la parte fundamental de la norma.

El salar de Atacama, paisaje 6

Entre los compromisos de las Partes que aparecen en el artículo 5 destacan algunos como: “reconocer jurídicamente los paisajes como elemento fundamental del entorno humano, expresión de la diversidad de su patrimonio común cultural y natural y como fundamento de su identidad” ¿Hay alguien que no reconozca esto? Que levante la mano. Sin embargo, el apartado d) ya tiene más gracia: “integrar el paisaje en las políticas de ordenación territorial y urbanística y en sus políticas en materia cultural, medioambiental, agrícola, social y económica, así como en cualesquiera otras políticas que puedan tener un impacto directo o indirecto sobre el paisaje”. Me gustaría recordar que ya en estos momentos el paisaje está integrado en las políticas (y no sólo en las políticas, también en los planes) de ordenación territorial y urbanística. También en las medioambientales a través de la legislación de impacto ambiental y en la Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad. Sin embargo no parece que haya servido de mucho.

El salar de Atacama, paisaje 7

Donde sí se va a producir un auténtico impacto es en una serie de campos afectados por el articulo 6. Este artículo me parece verdaderamente importante ya que implica un compromiso de las partes en la realización de acciones concretas. El apartado de formación es casi un reto ya que “cada parte se compromete a promover”: a) la formación de especialistas en la valoración de los paisajes e intervención en los mismos; b) programas pluridisciplinares de formación en política, protección, gestión y ordenación de paisajes con destino a los profesionales de los sectores privado y público y a las asociaciones interesadas; c) cursos escolares y universitarios que, en las disciplinas correspondientes, aborden los valores relacionados con los paisajes y las cuestiones relativas a su protección, gestión y ordenación”.

El salar de Atacama, paisaje 8

Esto va a suponer una auténtica revolución porque en España, en el momento actual, no existen estudios reglados de paisajismo, no existe la profesión como tal (aunque algunos paisajistas se han agrupado) y existen muy pocas disciplinas que cuenten en sus currículos con asignaturas sobre paisaje. Ante esta escasez de profesionales resulta que nuestro Gobierno se ha comprometido por una parte a: “i) a identificar sus propios paisajes en todo su territorio; ii) a analizar sus características y las fuerzas y presiones que los transforman; iii) a realizar el seguimiento de sus transformaciones;” y por otra: “a calificar los paisajes así definidos, teniendo en cuenta los valores particulares que les atribuyen las Partes y la población interesadas;”

El salar de Atacama, paisaje 9

Sencillamente impresionan estos compromisos teniendo presente la descripción del estado realmente complejo en que se encuentran los territorios europeos (que he descrito en diversos lugares, incluso en este mismo blog), la inexistencia de enseñanzas regladas específicas de paisaje y, en general, el estado de la metodología científica que se refiere al tema. Pero es que, además, una vez identificados y calificados los paisajes resulta que el compromiso va más allá y llega “a definir los objetivos de calidad paisajística para los paisajes identificados y calificados, previa consulta al público, de conformidad con el artículo 5.c)”.

El salar de Atacama, paisaje 10

Bien, nadie sabe en que va a terminar todo esto. Por un lado los planes territoriales y urbanísticos se apoderan de todo el territorio (la mayor parte de las veces para transformarlo urbanizándolo). Bueno, no de todo. Quedan los reductos constituidos por los territorios con valores naturales defendidos por la Legislación de Protección del Medio Natural. Y en medio de todo ello aparece ahora el paisajismo. Aparentemente no como tratamiento cosmético de una realidad conformada por las carreteras, las ciudades o las águilas de las reservas naturales, sino como algo más profundo que tiene que ver con la percepción e identidad de los europeos. Hay grandes posibilidades de que sea tarde pero Europa siempre se ha caracterizado por ser corredora de largo recorrido. Veremos de aquí a unos años si hemos sido capaces de inventar algo nuevo porque con lo que tenemos las cosas (desde este punto de vista) no parece que vayan muy bien.

El salar de Atacama, paisaje 11

Entiendo también que la situación que reflejan las fotos que ilustran el artículo tiene poco que ver con la situación europea. La batalla que está llevando a cabo Europa de sobrevalorar los paisajes culturales frente al paisaje de la naturaleza (intentando introducir un nuevo canon de belleza más favorable a sus intereses) se debe al hecho evidente de que Europa ha destrozado su naturaleza. Por eso, los países que sí cuentan con un paisaje natural extraordinario (como Chile) deberían considerarlo en su justa medida y seguir su propio camino. La polémica sobre “Pure Chile” a la que he dedicado una entrada reciente en el blog pienso que está intencionadamente sesgada por este hecho. Una campaña de este tipo sería impensable y absurda para países como Francia, Alemania, España o Italia que están intentando, sobre todo, una valoración del paisaje cultural (más cercana a sus posibilidades). Resulta triste, pero la mercadotecnia tiene, aparentemente, mucho que ver con las identidades sociales y culturales. Lo que significa que tiene mucho que ver con el paisaje.