martes, 24 de enero de 2012

Paisaje, lugar e identidad

Hace unos meses, charlando con mi amiga Esther Prada me dijo que había terminado una Guía de Buenas Prácticas para la observación del Paisaje Agrario como espacio patrimonial en el occidente peninsular por encargo del Ministerio de Medio Ambiente. La Guía es un documento muy interesante y si la podéis conseguir os recomiendo su lectura. También muy recientemente ha terminado un trabajo coordinado por Eduardo Martínez de Pisón sobre Sayago y el concello luso de Miranda (Braganza). Luego, hablando y hablando, terminamos remontándonos a nuestras tesis doctorales. La mía sobre la aldea rural gallega y la suya sobre sus queridas tierras de Sayago. Pero así como en mi caso dejé prácticamente abandonado el estudio del rural gallego después de aquella incursión juvenil, Esther no. Más constante que yo siguió trabajando en el tema hasta hoy mismo. No sé si cuando tenga mi edad seguirá Sayago va y Sayago viene pero, de momento, continua fiel a sus amores. También hablamos del blog y, al final, terminé convenciéndola para que escribiera algo sobre el tema de la identidad y la relación con el lugar. Como es una persona absolutamente cumplidora lo hizo. El resultado es este artículo.

Todos los derechos reservados ©Esther Prada

Os daréis cuenta al leerlo que considera el dibujo (la representación,  interpretación y apropiación del paisaje mediante esta herramienta) como una metodología analítica fundamental para la comprensión del territorio rural. También observaréis que predica con el ejemplo. Los dibujos que acompañan el texto correspondientes a la zona de León, Zamora y Salamanca (todos suyos) son magníficos y van directos a la esencia de lo que quieren mostrar. Señalando en cada uno de ellos se pueden ver a mayor tamaño. Desde el punto de vista teórico tiende un puente muy interesante entre el paisaje particular de las memorias personales y el colectivo. Entiende que no es posible éste sin aquellas, y que la formación de una identidad colectiva se hace posible de esta forma. Este planteamiento ayudaría a superar la contradicción entre la construcción personal y social del paisaje que, tantas veces, ha imposibilitado racionalizar una praxis en las cercanías del proyecto y del plan. También retoma una idea de Martínez de Pisón al afirmar que cualquier amputación del paisaje interiorizado y vivido supone una mutilación del yo, sea o no percibido por el sujeto. Habría que concluir, por tanto, que esta amputación cercena también la identidad colectiva. Se llega así al desarraigo como uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta la sociedad actual.


Paisaje, lugar e identidad
Autora: Esther Isabel Prada Llorente. Dra. Arquitecta

Como decía Giner, el paisaje en gran medida
lo traemos con nosotros.
Eduardo Martínez de Pisón. Laberintos, nº21, 2010

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Pienso que escribir en el blog de José implica una gran responsabilidad y el agradecimiento por mi parte hacia su confianza por lo que yo pueda aportar a la historia del mismo. Historia que lleva ya un largo recorrido desde sus comienzos en el verano del año 2007, y que como él dice, "parece que tiene vida propia" siguiendo un camino paralelo pero que discurre independientemente de su creador y sigue, muchas veces, los albures de tantas cosas como puede ser la publicación de este mismo artículo. "Un camino es una posibilidad, una ruta siempre abierta dónde el deseo es quién perfila el recorrido, lleno de sueños, de huellas, encuentros, despedidas...su trazado, precisa lentitud excluyendo el exhibicionismo..." De esta forma concluía mi experiencia vital de un paisaje agrario, la vivida en el occidente fronterizo castellano-leonés de alguna forma resumida en el monográfico que dedica al paisaje de Castilla y León la revista de geografía Polígonos coeditada por las Universidades de León, Valladolid y Salamanca.

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Toda mirada afectiva es parcial, pero provoca a su vez otras miradas afectivas que permiten enriquecer la experiencia sobre espacios, paisajes cotidianos, paisajes heredados... habiéndose convertido para mí en un camino de trabajo, estudio y difusión, la definición de la identidad o carácter del paisaje propio. Los paisajes propios, los paisajes familiares, son fundamentales para la configuración de la memoria personal y colectiva. Cada uno tenemos el nuestro y es preciso promover un pensamiento crítico sobre sus procesos de génesis y transformación a lo largo del tiempo, para conseguir una sensibilización. Cuando se ha interiorizado un paisaje vivido y forma parte del yo, de la propia identidad, la idea de encuadrar un estado de ese paisaje y una metodología para su estudio y representación, encuentra su origen en aquellos elementos materiales y espirituales que implican un modo de mirar, de ver el mundo. Esto supone un esfuerzo de reflexión y de método que origina una construcción intelectual,  una geografía del alma en la que la memoria es la que caracteriza el paisaje y su representación, ese paisaje afectivo, la idea propia y personal de su imagen.

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Es la memoria que revela el tiempo de los orígenes, el de la infancia, cuando se dieron las primeras contemplaciones que han sido definitivas para nuestra formación. En mi caso, con la suerte de haberlas podido reflejar en la Guía de Buenas Prácticas para la Observación del Paisaje Agrario como espacio patrimonial en el Occidente Peninsular realizada para el MARM (Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino), y en el Estudio comparado Tierra de Sayago (Zamora)-Concelho de Miranda (Distrito de Braganza) coordinado por el geógrafo y profesor Eduardo Martínez de Pisón, director del  Instituto del Paisaje de la Fundación Duques de Soria. Cómo surge y por qué la realización de estos trabajos sobre ese paisaje vivido y experimentado desde la realización de mi tesis doctoral, significa que se ha elegido un camino, no tanto como elogio de lo rural, sino de entendimiento del valor pedagógico de los paisajes antiguos. Paisajes culturales que muestran las huellas de prácticas cotidianas organizadas como habitus, estructuras de carácter colectivo que expresan la verdadera función de habitar, a medio camino entre los condicionantes de un determinado contexto histórico socio-cultural y la creatividad,  una iteración en el tiempo que determina las formas de entender y organizar el espacio vivido por una comunidad, el espacio o lugar  antropológico, el territorio social, del que podemos extraer lecciones que la cultura contemporánea no nos ha aportado.

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Cualquier amputación en ese paisaje interiorizado y vivido, supone asimismo una mutilación del yo, lo perciba o no quien lo experimenta, expresa Martínez de Pisón. Educadas las gentes en la dureza de alma, hay una generalizada insensibilidad y una extensa carencia de cultura que no permiten apreciar tales hechos, que sin embargo existen, como una ceguera o falta de percepción inducida. En este sentido, el hecho de acercarse a través de la imagen y la memoria, reinterpretando y dibujando, re-presentando algunos fragmentos-rincones de estos paisajes prácticamente desaparecidos, implica tanto un modo personal de relación y percepción del mismo, como una lectura concreta de lo visible a través de la que revelar su identidad o singularidad como lugar. El paisaje que habita en el núcleo de la experiencia personal es una interpretación del territorio, en el presente caso, de un paisaje agrario, un espacio patrimonial situado en la franja fronteriza con Portugal, pero manteniendo una actitud más amplia desde lo local hacia los fenómenos que determinan la construcción del territorio o paisaje cultural. Detrás de cada una de estas imágenes topamos con una referencia explícita al lugar, documento de su propio devenir y el de sus gentes. Asimismo estas imágenes son depositarias de formas y escenarios que nos invitan a una relectura callada de la memoria e identidad de los lugares, cuando ya muchos de ellos se han convertido en lugares borrosos.

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Los lugares y sus paisajes están cargados de señales y signos, también de símbolos, una escritura colectiva, la vida, el trabajo y la experiencia de una comunidad acumulados en el tiempo sobre el espacio, la propiedad de la tierra, la organización de lo comunal, lo público y lo privado, que se decantan a modo de  imagen hoy progresivamente debilitada y que interacciona con el soporte ecológico descifrable a partir de su tejido, su urdimbre de redes y límites, una mixtura entre naturaleza y cultura expresada en el espacio exterior como construcciones materiales y en nuestro espacio más íntimo, el interior, como pensamiento reflejado en el lenguaje, el léxico, la toponimia. El léxico implica una taxonomía de los objetos vividos, hay un principio de clasificación en el mero acto de nombrar, una cartografía mental que muestra la huella de esas prácticas. La desaparición de las últimas generaciones ligadas al trabajo de la tierra y a géneros de vida calificados ahora de ecológicos o sostenibles, liquidará definitivamente muchos de estos signos o señales de nuestros paisajes identitarios. Es la trama de la memoria y la identidad, la tradición, dinámica por su sentido de transmisión, el genius loci cuya presencia todavía podemos leer en las cercas de piedra, en los caminos, en las viejas casas arroñadas por el tiempo y la indiferencia.

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La palabra "tierra", transformada o abducida por las urbanas "finca" o "solar", derivada del latín terra y común a todos los romances presenta una diversidad de sentidos, terrazgo, terreno, terruño, territorio, territorial o territorialidad, desde el suelo que se pisa con los pies o que se trabaja, al país en que se vive, expresión que se conforma según los modos de ver y de decir, a través de diferentes términos. Así "paisaje" según expresa Corominas, se encuentra directamente relacionado  con aquella, a través de "país" utilizado por primera vez en castellano en 1597, tomado del francés  pays, duplicado de pagensis "el que vive en el pago" (1ª doc.: doc. leonés de 1095), pueblo, aldea, distrito o comarca pequeña y sustantivado en el sentido de "territorio rural". La imagen de un lugar, la representación ajustada y completa de un sitio, supone una concepción del mundo, un sentido de la tierra fundado en valores mayores. El mundo que alentaba esta empresa, la lentitud, la experiencia, y el conocimiento de una comunidad, generó una manera concreta de hacer, un sistema, una homología en la que todas las escalas, desde el territorio a la arquitectura con el hito urbano como nexo de unión,  reflejaban la identidad de un lugar y el paisaje como producto de la misma.

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El paisaje representa una respuesta culturalmente creada y transmitida frente a problemas humanos sólo expresables en el grupo social concreto, que responde a requerimientos tales como la fijación en un lugar. En este sentido, la red caminera, los sistemas de cultivo, la rotación de las "hojas" y la organización del terrazgo tradicional en propiedades privadas y comunales para la escala del territorio, las unidades básicas de aprovechamiento agrícola agrupadas en barrios como celdas elementales de la escala urbana y la casa en la escala de la arquitectura, centro de vida y trabajo, espacio en el que se produce el encaje de las partes, espacio que inviste el carácter de las personas que viven y trabajan un territorio, configuran el sistema paisaje agrario, una síntesis entre naturaleza y cultura. En cada uno de estos órdenes de complejidad o grupos de escalas, el paisaje participa tanto de la ecología, como de la geografía, la urbanística, la historia, la lingüística, la antropología o la arquitectura, al modo de cajas dentro de cajas. El espacio se ha construido de forma entrelazada, una urdimbre de redes subyacente que configura el sistema territorial social, componiéndose la realidad del paisaje de hechos particulares atomizados en infinidad de datos y aspectos que expresan una determinada estructura social, un sistema socioeconómico concreto. Las reglas de construcción del mismo, se fundamentan en la célula elemental o primaria, la casa, que genera según un proceso de agregación de dichas células un "sistema" de ocupación del territorio.

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Por otra parte, los elementos patrimoniales se definen en relación con un territorio dado, paisaje y territorio que a su vez se identifica por el conjunto de elementos que lo componen, las "marcas" a través de las que las personas se reconocen. La "marca" o frontera, palabra germánica, territorio fronterizo, de dónde se pasó a "señal que marca un límite", "mojón" o piedra clavada en aquellos límites de las heredades que por no ararse estaban siempre verdes, "comarca", o territorio colindante, primera fase del recorrido en etapas o escalas del sistema del paisaje agrario. Sistema que se organiza en una red de caminos y una red de límites, que pueden ser construcciones materiales o líneas virtuales señaladas por hitos puntuales, los signos o topónimos. La transformación de la construcción material en lenguaje hay que buscarla en los "signos", término que proviene de "seguir las huellas", una acción sostenida en el tiempo fruto de una experiencia colectiva, una comunidad que por iteración consiguió además, efectos compositivos de belleza orgánica. El dibujo permite rescatar, en el proceso de reconocer, interpretar y exponer, las morfologías históricas y actuales de terrazgos y asentamientos reflejando una imagen, un paisaje. El arquitecto puede y debe recuperar mediante esta herramienta, los trazos naturales y culturales del paisaje en todas y cada una de las escalas, de la llanura o la ribera a la casa, los puentes, muros, núcleos urbanos, montes y las viejas palabras que lo definían.

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La recuperación de esos términos trae consigo los significados de un medio y un lugar, una identidad para muchos perdida pero necesaria para la supervivencia del habitante. Es preciso enseñar a ver el paisaje también desde la arquitectura y el urbanismo y difundirlo. Dado que el paisaje es un complejo de ingredientes complementarios, toda aproximación parcial se queda en una aportación parcial al paisaje. El objeto arquitectónico, aún como ingrediente parcial, debe contribuir a la comprensión del lugar por sus habitantes. Asimismo, dado que detectar los procesos de identificación de los habitantes con los lugares es difícil de conseguir en las ciudades, es importante cambiar de escala y en los paisajes agrarios patrimoniales encontramos las claves para que el "saber mirar" arquitectónico, que requiere conceptos, perspectiva y método, se recicle a una necesaria visión transversal, superando la dicotomía local-global, ya que todos los paisajes son la expresión local de fenómenos con alcance global. Estudiando en profundidad nuestros paisajes personales, nuestros lugares secretos, el "paisaje propio" como elemento fundamental en la configuración de la memoria personal y colectiva, exponemos una percepción única de los paisajes familiares, contribuyendo al habitus colectivo y a la dinámica de habitar, ya que somos, en tanto que nos podemos explicar a través de nuestra relación con el resto de la sociedad.

Esther Isabel Prada Llorente