domingo, 24 de febrero de 2013

Convirtiendo el paisaje urbano en un tuit

El 14 de abril de 1921, en París, y a las tres de la tarde, y bajo un diluvio torrencial, Dada fija una cita frente a la iglesia de Saint-Julien-le-Pauvre. Con esta acción los dadaístas pretenden iniciar una serie de incursiones urbanas a los lugares más banales de la ciudad”. Así describe Francesco Careri, en su libro Walkscapes, el inicio de una serie de acciones estéticas relacionadas con lo que llama la “transurbancia”. Es decir, la recuperación del viaje y del descubrimiento en el interior de la ciudad. Precisamente el capítulo de la transurbancia lo dedica a esa periferia fractal (en italiano, citta diffusa) habitada por los difusos, esos entes que nacen, viven, se desarrollan y mueren, en los centenares de miles de hectáreas de sprawl en que se han convertido nuestras ciudades. Careri se fija en los espacios vacíos, esos lugares de la periferia que no son parques, ni calles ni plazas, que tienen usos aparentemente marginales y que propone recorrer a lo zonzo. Pero en el artículo de hoy no voy a reflexionar sobre ellos sino sobre sus contrarios, los espacios llenos. Aquellos donde los difusos duermen, conducen, compran, o se relacionan (casi siempre con difusos muy parecidos a ellos), y donde los habitantes de los no lugares en la ciudad continua deambulan por territorios que les son ajenos.

“Difusa” familia adosada y su ideal de felicidad  Construcciones SHQ