jueves, 16 de octubre de 2014

Arquitecturas desolladas

Arquitectura y urbanismo son materias tan cercanas que, muchas veces, es imposible establecer una línea de separación entre ambas. En cualquier caso, de existir físicamente esta línea, probablemente habría que situarla en la envolvente del edificio. En aquella parte de la arquitectura que acota su territorio. A veces tan tenue, que deja de ser física y es difícil de encontrar. Pero, además de ser contenedor y frontera, esta envolvente es la encargada de que lo particular, lo privado, trascienda a lo colectivo, al patrimonio común. Por eso tiene tanta importancia. Cualquier modificación en el interior de un edificio afecta básicamente a sus usuarios, pero si la modificación se produce en la envolvente en una gran parte de los casos nos afecta a todos. Si entendemos esta envolvente como una piel que, de alguna manera, regula las relaciones de la arquitectura con el entorno físico o social que la rodea, lo que le pase a esa piel es del mayor interés, no sólo de “puertas adentro” sino también de “puertas afuera”.

El dios Huitzilopochtli, cuya mujer, la arquitectura (perdón, la hija de
 Achitométl) fue desollada por los mexicas para vestir con su piel al arquitecto
 (perdón, al sacerdote) en su rito creativo (perdón, de fertilidad).

El artículo de hoy trata de esa piel y en su versión original se ha presentado como una comunicación al Congreso Internacional sobre Eficiencia Energética y Edificación Histórica celebrado en Madrid a finales de septiembre de este año. Lo firman: Margarita de Luxán, Gloria Gómez, Mar Barbero y Emilia Román. Me pareció tan esclarecedor que, de inmediato, pensé en la posibilidad de publicarlo en el blog. Aquellos más asiduos ya sabéis que todo lo publicado aquí sufre un proceso de transformación tendente a ser más fácilmente asimilable por mis alumnos pertenecientes a la generación del tuit y que, por tanto, cuentan con especiales habilidades para la búsqueda, la concisión y el salto, pero que andan algo escasos de pensamiento profundo. Sin rendirme a publicar sólo titulares, pretendo establecer un puente entre un texto tradicional puro y duro y los 140 caracteres que son el horizonte lector al que nos van acostumbrando. Por eso voy a cortar aquí este párrafo (que ya debe superar los 1000 caracteres), pondré una atractiva y culta imagen de desollamiento y pasaré al siguiente.

San Bartolomé, sosteniendo su piel desollada en el martirio
 "El Juicio Final", Miguel Ángel, Capilla Sixtina, Vaticano  wikipedia

Además, el profesional de la arquitectura (independientemente de que experimente con los espacios, los materiales o las formas) no tiene necesariamente que ser un investigador. Me parece bueno que se conozcan aquellos estudios de interés que producen los investigadores pero los profesionales no tienen que estar continuamente leyendo revistas de investigación. Y, por supuesto, tampoco los alumnos, sobre todo los de grado, que bastante tienen con lo que tienen. Los párrafos que siguen son de la autoría de las firmantes y de ellas todos los derechos. Me he limitado a cortar, pegar y darle una mínima coherencia al monstruo resultante de mi actividad simplificadora. La referencia al auténtico trabajo, que aconsejo leer, figura al final.


Consecuencias constructivas y energéticas de una mala práctica. Arquitecturas desolladas.

Desde hace algunos años es habitual encontrar en toda la geografía española edificios restaurados y rehabilitados en cascos históricos o centros urbanos en los que se han eliminado el mortero exterior, dejando a la vista el material de soporte del muro: piedra, ladrillo o entramado. Un estudio de las consecuencias de esta práctica nos ha conducido a concluir que es una intervención sumamente agresiva, tanto desde el punto de vista constructivo como desde el comportamiento energético de los edificios. Hemos denominado esta mala práctica como “desollar” los edificios.

Plaza Mayor de Medinaceli (Soria)  google streetview

El denominador común es que en todos los casos estudiados esta acción tiene un impacto negativo en el comportamiento de los muros de cerramiento ya que, como consecuencia de esta acción, aparecen expuestos a la intemperie elementos que inicialmente no estaban previstos para tal situación, modificando de forma importante las condiciones en las que fueron construidas las edificaciones en su origen.

Impacto estético y compositivo

Una de las consecuencias más visibles de esta mala práctica de restauración de muros es la modificación de las condiciones estéticas y visuales que se producen en todas las escalas, desde las más próximas, como en los espacios interiores, hasta en las más amplias, como las urbanas y paisajísticas. El resultado es confundir “lo antiguo”, con “lo viejo” y simplemente deteriorado por el tiempo. Un problema estético que se ha repetido en distintas ocasiones a lo largo de la historia. Esta acción de descarnar los paramentos puede derivar de decisiones ligadas a un entendimiento, buscado en el siglo pasado, de mostrar expresamente el proceso y las soluciones constructivas y estructurales, pero que es contradictorio en la mayoría de las veces con las realidades históricas y tradicionales, y con su conservación.

Conjunto histórico de Villafamés en Castellón  © Foto Margarita de Luxán

Aunque se puede producir también en interiores, esta práctica cuando se traslada al exterior, y a mayor escala, implica un importante cambio de la imagen urbana y del carácter paisajístico de nuestro patrimonio. Así, en el conjunto urbano histórico de Villafamés (Castellón), en origen sólo se apreciarían los elementos monumentales, mientras el núcleo de caserío y viviendas aparecería acabado con morteros y colores claros. Tras el “desollado” de parte de las viviendas, la visión del conjunto se ha alterado sustancialmente, y muestra una imagen mucho más confusa. Es también el caso de Patones (Madrid), que presenta un aspecto muy distinto tras la restauración de sus fachadas eliminando los revocos tradicionales, apreciándose claramente un cambio en la imagen tradicional del caserío con elementos revocados de color claro y cubiertas de teja.

El pueblo de Patones en Madrid  aventurate

Antiguamente, la práctica del revocado de los muros soporte era bastante corriente, tal y como se puede apreciar en los tratados clásicos de arquitectura, dado que ello preservaba y garantizaba la durabilidad del mismo. De este modo, sólo quedaban a la vista aquéllos elementos puntuales que denotaban el estatus social de la familia a la que pertenecía la edificación o la importancia de la misma. Sin embargo, el tratamiento de los muros de piedra vista, en lo que respecta a su aspecto, diseño y talla, en el modo de aparejar las piezas, en el tipo de apoyo o en los morteros y ordenación de las juntas, no tenían nada que ver con los muros preparados para ser revocados. Al despojar a estos últimos de los morteros de revestimiento, su apariencia es distinta a la de aquellos que fueron construidos para ser vistos, con la aparición de aparejos irregulares o piedras sin tratar. A veces, incluso, las fachadas de piedra vista se solían revestir con revocos, imitando la propia piedra, con objeto de preservar su conservación.

Viviendas populares en los Alpes franceses  © Foto Margarita de Luxán

El problema del “desollado” se extiende, sin que se salve ningún territorio, en gran parte del mundo. En la figura de arriba puede apreciarse la diferencia entre el aspecto original y el aspecto descarnado, con un muro de piedra desigual desbastada y de relleno, y huecos enmarcados por grandes piedras de un aspecto ciclópeo o primitivo en los Alpes.

Comportamiento constructivo

En las construcciones originalmente resueltas mediante muros pétreos, de ladrillo o entramado y relleno, y revocados en su cara exterior, el soporte tenía las funciones de cerramiento, así como de resolver la resistencia estructural, y los revocos se encargaban de evitar la filtración del agua de la lluvia y prolongar la durabilidad del soporte, al resistir éstos las tensiones provocadas por los saltos térmicos o la heladicidad. De ahí que dichos revestimientos se consideraban de “sacrificio”, por lo que eran renovados periódicamente. Al mismo tiempo, actuaban como una capa de aislamiento exterior que mejoraba la resistencia y estabilidad del conjunto, minimizaba las tensiones por dilataciones y contracciones del muro soporte y regulaban el funcionamiento de los elementos base de mayor inercia térmica. Mejoraban, por tanto, el comportamiento del muro, garantizando su conservación y mantenimiento y aumentando su durabilidad.

Sustitución del revoco tradicional por sólo relleno de juntas
 Villafamés (Castellón)  © Foto Gloria Gómez

Sin embargo, este sistema constructivo requiere una intervención periódica para reparar los daños en el mortero por la acción de los agentes climáticos y en su caso, el correspondiente enlucido de muros para mejorar la resistencia del conjunto. Sin estas labores de mantenimiento, el muro sufre un deterioro importante. Los morteros tradicionales para proteger los muros, eran de espesores medios notables (aprox. 4 cm), ya que no sólo cubrían los elementos más salientes, sino que rellenaban los huecos e irregularidades que quedaban entre ellos y la capa base del revestimiento. Como se observa en las figuras, la desaparición de esta capa superficial deja a la vista un muro con elementos de piedra, irregulares y sin labrar. El abandono de muchas edificaciones históricas ha dado lugar a que esta imagen deteriorada, lejana al aspecto tradicional e histórico, sea habitual en muchas de nuestras ciudades y pueblos.

Fachada deteriorada de piedra con mortero tradicional
 Villafamés (Castellón)  © Foto Gloria Gómez

La eliminación de estos acabados, intentando dejar vista la piedra base que antes estaba reguardada, obliga a rellenar los huecos entre las piedras o ladrillos con morteros de rejuntado impermeables. Estos morteros suelen tener una base de cemento, cuya incompatibilidad con los soportes tradicionales ha sido ampliamente probada en las últimas décadas. A ello se suma la modificación estética del conjunto, con la aparición de juntas de gran espesor que terminan por hacer que la apariencia puntillista del muro sea una superficie de mortero de cemento irregular entre la que, tímidamente, asoman fragmentos diminutos de la base como se observa en la figura de arriba. En función del material del muro soporte, (piedra, ladrillo o entramado) las consecuencias son diferentes. A continuación se analizan los efectos de esta práctica en los muros más habituales en este tipo de edificaciones.

Plaza Mayor de Medinaceli (Soria) © Foto Margarita de Luxán

En los muros de piedra, la consecuencia de eliminar los morteros de acabado es, como ya se ha dicho, que se distorsionan y destruyen las condiciones originales. Por ejemplo, como se ve en la figura de arriba, en la Plaza Mayor de Medinaceli (Soria) el “desollado” de la casa que forma la esquina del oeste de la plaza ocasiona una ruptura visual de la escena urbana. Este edificio destaca negativamente frente al resto del conjunto, compuesto por fachadas revocadas en las que los huecos se cercan con embocaduras de piedra o se remarcan mediante un tratamiento de geometrías rectas, quedando también resaltados los escudos y elementos decorativos de piedra. Esta composición de una gran claridad y limpieza, desaparece con la eliminación del revoco sustituido por un paño formado mediante piedras desiguales, en el que tanto el desbastado como la forma y tamaño de los elementos que lo componen disminuye de abajo a arriba, perdiéndose también las alineaciones y composición de las embocaduras.


Fachada desollada en Medinaceli y detalle embocadura  © Foto Margarita de Luxán

Puede observarse como los elementos pétreos de las embocaduras de huecos y decoraciones, jambas y dinteles labrados, estaban trabajados dejando en los sillares unas bandas rectangulares más resaltadas y rebajando el resto de la pieza hasta quedar en el plano del muro a recubrir. Esto permitía resolver el encuentro entre las partes de piedra vista y oculta y marcaba el espesor del revoco. Se encuentra la misma solución en la mayoría de las edificaciones históricas de una cierta calidad, con encuadres de huecos y de elementos decorativos en piedra labrada. En los muros descarnados, aunque los sillares de jambas y dinteles estén labrados remarcando resaltes rectos, lo que se aprecia son los elementos pétreos completos, descubriendo sus espesores y bordes desiguales. La imagen resultante es primaria, primitiva, menos culta y cuidada, y contradictoria con las apariencias y composición originales.

Fachada desollada en Torre Val de San Pedro (Segovia)  © Foto Gloria Gómez

En el caso de los muros de ladrillo el comportamiento es similar al de los de piedra. La figura de abajo corresponde a un ejemplo de viviendas restauradas en Zaragoza, en las que se ha eliminado el revoco exterior, dejando a la vista el muro de ladrillo. Este tipo de aparejos estaban realizados con ladrillos hechos a mano y cocidos en hornos tradicionales, por lo que no tiene un comportamiento óptimo en condiciones externas, por su elevada porosidad y, en la mayor parte de los casos, riesgo de heladicidad, por lo que requieren de la presencia de un mortero exterior. También se observa que las embocaduras de huecos sobresalen para albergar el espesor del mortero que en este caso ya ha sido eliminado. No da la impresión de que esta operación “estética” mejore su apariencia (resultando sólo más viejo y deteriorado), ni la conservación del edificio, ni por supuesto el comportamiento térmico.

Fachada desollada de ladrillo en Zaragoza  © Foto Gloria Gómez

La práctica del desollado en los muros de entramado tiene, si cabe, peores consecuencias que en los muros de piedra y ladrillo al dejarse al exterior los elementos de madera que originalmente no estaban pensados para permanecer en esta situación expuesta. En origen, los muros base entramados se cubrían con revocos para evitar no sólo la fotodegradación de la madera sino también los movimientos derivados de los cambios de humedad que se producen al quedar a la intemperie, especialmente en climas secos. De hecho, para proteger aún más de la pudrición los apoyos y las cabezas de los elementos horizontales estructurales, se colocaba por el exterior sobre ellos un tablón que impedía que el agua penetrase en la dirección de las fibras de los mismos, y que era fácilmente sustituible.

Entramado tradicional en La Alberca (Salamanca)  © Foto F. J. González

Aunque en las restauraciones que eliminan el revoco suelen protegerse estos elementos con algún tipo de barniz, su aspecto se modifica. En algunos casos, aunque se respeta la presencia del mortero en los paños del muro, se dejan a la vista los elementos de madera, incluyendo los frentes de forjado, con el consiguiente riesgo de pudrición de las cabezas de las viguetas y vigas. Esta composición, que busca equivocadamente cierta imagen tradicional, es muy distinta a la original y ofrece una solución peor desde el punto de vista del comportamiento del muro frente a los agentes exteriores.

Fachada desollada de entramado de ladrillo en Vitoria  © Foto Emilia Román

También encontramos en muros de entramado de ladrillo ejemplos de “desollado” de los paños para dejar a la vista el muro desnudo. En la figura de arriba se aprecia esta práctica con más detalle y, de nuevo, las embocaduras de huecos recuerdan la eliminación del revoco tradicional. En el paramento se descubren los aparejos pobres y se ponen en peligro los elementos estructurales ahora a la intemperie, en los que sólo cabe realizar protecciones superficiales.

Comportamiento energético

En origen, el sistema de funcionamiento térmico de la mayoría de los cerramientos tradicionales e históricos, tiene la inercia mayor al interior del cerramiento, en los muros portantes, protegida por un acabado como aislante exterior que evita el enfriamiento del muro soporte durante las largas noches del invierno, y el sobrecalentamiento en las horas soleadas del verano, equilibrando su comportamiento y aprovechando estas condiciones en el interior de los espacios vivideros. Al “desollar” estos muros, se invierte el sistema. Se pierde la protección exterior del soporte que cuenta con más inercia en las condiciones climáticas mencionadas, y al tener que colocar nuevos aislamientos en la cara interna, se dificulta el aprovechamiento del equilibrio térmico y de la amortiguación de los cambios de temperatura exterior.

Pueblo de Susín (Huesca)  ljaime

En climas fríos de la península se encuentra habitualmente la solución del mortero exterior sobre muros de piedra, ya que se protegían mejor estos elementos frente a las inclemencias del tiempo. Además, los revocos tradicionales integraban materiales aislantes como la paja y otros. Se pueden encontrar casos interesantes en el Pirineo aragonés, como por ejemplo en Susín (Huesca). Se trata de un conjunto rural en un clima frío de alta montaña, construido con muros de piedra de la zona, recubiertos por un revoco de mortero de barro y cal que protege de las inclemencias. Los revocos protegían y minimizaban las dilataciones por cambios térmicos en el interior de los muros, evitando las fisuraciones y las penetraciones de frío y calor. Asimismo, al ofrecer una superficie que evita que el agua penetre, evita el deterioro por heladicidad, otra causa de problemas térmicos y estructurales.

Ejemplo en clima húmedo, Ares (A Coruña)  © Foto J. Vizcaíno

Disminuían también las condensaciones en las caras frías del muro soporte, que podrían darse en caras internas en el caso de doblar el cerramiento al interior. Estas posibilidades de mejorar las condiciones de humedad, resultan muy importantes en climas lluviosos y fríos, ya que la sensación de disconfort es muy marcada en situaciones de humedad ambiente elevada. En los climas cálidos se repiten las razones que se comentan anteriormente, pero en ellos además, al dejar vistos los elementos con gran capacidad térmica y colores oscuros en el material soporte, se producen intensos sobrecalentamientos en condiciones de verano. Para comprobar el comportamiento de los tres tipos de se ha realizado una simulación con y sin revestimiento. El análisis se limitó a la localidad de Villafamés (Valencia). Los datos climáticos considerados son los correspondientes a Castellón de la Plana, por ser el municipio más cercano y aquellos más técnicos pueden verse al final del artículo.

Simulación en estado pseudotransitorio
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Como se puede apreciar la temperatura de los muros sin revestir es aproximadamente 2ºC superior a la de los muros revestidos, tanto en condiciones de invierno como en las de verano. Aunque, a priori, dicha diferencia pueda parecer insignificante, el resto de los datos pone de manifiesto la importancia de los revestimientos, especialmente en condiciones de verano. A tal respecto, se observan reducciones de los desfases de hasta 15 horas y de amortiguación del 10%, mientras que los flujos térmicos aumentan hasta 17 W/m², lo que implica no sólo un mayor riesgo de sobrecalentamiento sino también un incremento de las tensiones térmicas en los materiales, que compromete sustancialmente su durabilidad. En invierno, sucedería lo contrario, el flujo térmico se reduce, con ganancias hacia el interior de la edificación (el signo negativo significa que el flujo se produce desde el interior al exterior). No obstante, dicha circunstancia no es tal, puesto que la inclinación de los rayos solares implica que las fachadas no están soleadas y, por otra parte, las amortiguaciones y los retardos se reducen.

Ejemplo real en Villafamés (Castellón) © Foto Gloria Gómez
 Caso de fachada de piedra revocada y zócalo de piedra vista
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A modo de ejemplo se contrastan estos datos procedentes de la simulación, con las medidas reales tomadas in situ en edificaciones históricas ubicadas en el municipio de Villafamés (Castellón). En las horas centrales del día y con una temperatura del aire de 26ºC, la temperatura de las capas exteriores superficiales de un muro soleado, orientado al sur, es de 31ºC en las partes de la fachada revocadas y acabadas con encalado, y de 48ºC en las zonas en las que se ha eliminado, dejando la piedra arenisca de color oscuro a la vista. Esto supone 17ºC de diferencia entre ambas soluciones constructivas. En la tabla de arriba se muestran los resultados de la medición, en marzo y en junio, de la temperatura superficial del muro, con una parte revocada y un zócalo sin revocar.

Conclusiones

La exposición de los todos los ejemplos permite concluir que existe una práctica generalizada de “desollado” en la restauración de los muros tradicionales que tiene consecuencias negativas muy importantes en diversos aspectos. Por un lado, la eliminación de estos acabados exteriores implica la modificación de la estética y composición de edificios y conjuntos urbanos de ciertos núcleos históricos. Aunque algunos no cuenten con una protección patrimonial específica, en muchos casos se trata de importantes ejemplos de arquitectura tradicional. Además, la eliminación de los morteros exteriores modifica el funcionamiento constructivo de los muros y empeora, en los casos estudiados, su comportamiento energético.

Fachadas de piedra en Villafamés (Castellón)  © Foto Gloria Gómez

Los mayores problemas se producen en verano, con riesgos de sobrecalentamiento, sobre todo en muros con poca inercia térmica como pueden ser los entramados. De acuerdo con las simulaciones, mientras que los flujos térmicos aumentan hasta en 17 W/m², se producen reducciones tanto en los desfases (hasta 15 horas) como en las amortiguaciones (hasta el 10% en los muros sin revocar). En invierno, a pesar de que pueda parecer ventajosa la eliminación de los revestimientos, se observa que desfases y amortiguaciones se reducen, al tiempo que el aumento de temperatura conlleva un incremento de los saltos térmicos y de las tensiones producidas en los materiales. La diferencia de temperatura superficial exterior entre un muro con un mortero exterior blanco y uno de piedra oscura puede ser de más de 20ºC. Este calentamiento puede suponer un incremento de la temperatura interior importante, y por tanto unas peores condiciones de confort en los meses cálidos.

© Autoras: Margarita de Luxán, Gloria Gómez, Mar Barbero y Emilia Román


Para terminar sólo querría destacar que una vez más, las buenas prácticas, sean de género, de conservación del Patrimonio, o de disminución de las desigualdades (por poner ejemplos), resulta que convergen. Es decir, que lo que es bueno para evitar la discriminación o para disminuir el consumo energético suele serlo también para conservar nuestros paisajes culturales, o para que nuestras ciudades sean más confortables. Por supuesto que no todos los muros de los edificios han de ser necesariamente revocados o enlucidos. Y no todos han estado originalmente revestidos. El problema aparece cuando la moda impone el desollamiento como “lo moderno” a la hora de rehabilitar, sin pensar si era lo original, o si es lo idóneo o lo conveniente. El arquitecto a la hora de enfrentarse a una situación de este tipo debería hacer prevalecer su sentido común, raciocinio y conocimientos, por encima de cualquier otra cosa. Está más vigente que nunca la solución de Richard Neutra “de llamar a un buen arquitecto” para afrontar un problema complejo como lo es una rehabilitación. Y aunque a veces sea dificil de encontrar, ese "buen arquitecto" suele aparecer siempre que se le busca con el suficiente ahínco e interés.


Nota 1. La página web con las actas y vídeos del Congreso Internacional sobre Eficiencia Energética y Edificación Histórica celebrado en Madrid a finales de septiembre de este año, y donde se ha presentado esta comunicación la podéis encontrar en este enlace.
Nota 2. Datos adicionales sobre las condiciones consideradas para la simulación en estado pseudotransitorio con el programa Antesol V6: ambiente urbano con un coeficiente de albedo de 0.20, un día soleado en el que las edificaciones carecen de obstrucciones solares, con temperaturas interiores fijas comprendidas en el rango establecido por el RITE, de 21ºC en invierno y de 24ºC en verano, suponiendo que las edificaciones disponen de sistemas de climatización y unas condiciones de viento exterior de 3 m/s, siendo ésta la velocidad más común de acuerdo con los datos de las Rosas de los Vientos del Instituto Nacional de Meteorología 1971-2000. Las simulaciones se realizan para los días 15 de los meses de enero y de agosto por ser éstos los de temperaturas más extremas.