Una ciudad más cercana google
Madrid centro, Plaza Juan Pujol
Lo que sigue son una serie de ideas, algunas más desarrolladas que otras que, espero, sirvan en la medida de mis posibilidades, para plantear algunos elementos aparentemente inconexos que rondan el imaginario urbano actual. Pero resulta imprescindible abordar de forma previa algunas cuestiones críticas. La primera se refiere a la imposibilidad de dar soluciones genéricas a los problemas de las ciudades. Cuando hablamos de ciudad, en el fondo pensamos en “nuestra ciudad” o, a lo sumo, en “nuestras ciudades”. Es decir, en las ciudades que conocemos por haber vivido en ellas o haber ocupado nuestro quehacer profesional. El problema es que, salvo excepciones, “nuestra ciudad” nunca es igual a las otras. No sólo porque normalmente están situadas en contextos territoriales diferentes sino porque sus historias son distintas y su cultura, su economía y sus gentes, también. Es por eso que el análisis que sigue solo tiene algún sentido para el caso de ciudades de nuestro entorno geográfico y cultural.
¿Acaso será Johannesburgo, o Copenhague? sevilladirecto
¿Acaso Amman, o Atenas, o Sevilla? (Sí, es Sevilla)
En ciertos casos, y debido en buena medida al proceso de mundialización, algunos factores (sobre todo los culturales) han sido sometidos a un proceso de convergencia paulatina de forma que pudiera parecer que todas las ciudades son la misma. Y es cierto que, a veces, formalmente es así. Lo que no deja de ser irracional. Sin necesidad de hacer una tesis para demostrarlo, es evidente que el mismo edificio situado en un clima tropical no puede ser igual que otro situado en un desierto. El problema es que esto empieza a ser demasiado común y los costes planetarios son ya inasumibles. Es por eso que Madrid (clima de la meseta castellana) nunca debería ser igual que Barcelona (clima marítimo y mediterráneo) y sus edificios no deberían ser intercambiables. Es verdad que la manzana de Cerdá no es igual a la de Castro, pero la diferencia debería ser mayor que la mera dimensión o su orientación. Incluso habría que cuestionarse la manzana como tal en dos contextos tan distintos.
Manzanas de Castro a la izquierda y de Cerdá a la derecha
Misma escala y orientación google
Y eso hablando de clima. Pero hay cuestiones tan importantes como el clima. Temas relacionados con la cultura, la historia, la economía o la identidad de las personas que habitan cada una de las ciudades. De forma que, aunque existen problemas globales, planetarios, que afectan a todas las formas de asentamientos, también existen otros específicos y concretos que, casi siempre, obligan a respuestas diferentes y difícilmente comparables. Es obvio que cuando la comparación entre ciudades se hace en contextos y culturas cada vez más cercanos es posible una cierta aproximación en las respuestas. Esto quiere decir que, en parte, podríamos hablar de modelos e, incluso, establecer ciertos indicadores comunes. Parece lógico que existan más similitudes entre Cáceres y Badajoz que entre Oslo y Amman (por poner algún ejemplo). Pero, en cualquier caso y a pesar de su cercanía, los habitantes de Villa Abajo no deberían construir su ciudad a imitación de los de Villa Arriba.
Huella ecológica mundial, aumenta el déficit año tras año
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Esta postura, que considero irrenunciable (la ciudad siempre debería ser una respuesta local, nunca genérica) es una de las caras de la moneda. La contraparte, o la razón de que esto sea así, es que en el siglo XXI estamos condicionados por los límites del planeta. Hemos llegado a un punto en el que el consumo de recursos ha sobrepasado sus posibilidades y estamos utilizando los ahorros producidos a lo largo de miles de años. Esto significa que hay que repartir ya que el consumo ilimitado para todos es imposible. Hay formas de repartir diferentes, por supuesto. Unas más igualitarias que otras. La primera que se le ocurre a cualquiera es la derivada del refrán tan español (y sus variantes) que dice: “El parte y bien reparte se lleva la mejor parte”. Por tanto, yo reparto (incluso por la fuerza de las armas, del dinero, de la información), me quedo con todo lo que pueda y el resto, si es que queda algo, lo dejo a los demás.
El que parte y bien reparte… se lleva la mejor parte
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Estas dos caras de la moneda, límites del planeta y consecuente adaptación a las necesidades del territorio, constituyen la tan descrita y complicada relación entre lo global y lo local. Pero en un mundo que también se llama de “las nuevas tecnologías” aparece el tercer factor al que me refería al comienzo: la necesidad de observar esta relación entendiendo la moneda como un todo y no como caras independientes. Y es que las nuevas tecnologías han trastocado las formas de mirar. La relación entre lo cierto y lo falso ha cambiado en el mundo de la posverdad debido, entre otras cosas, a la forma parcial de entender la realidad y hay que inventar algún sistema que permita superar esta situación. Un ejemplo muy conocido es el de las relaciones personales, distintas a las de hace tan sólo unos años, debido a un sistema de conocimiento del otro que podríamos denominar de intermediación tecnológica. Un sistema, además, mucho más fácilmente manipulable por unos pocos.
Sistemas tecnológicos de intermediación social districmedia
El mundo de una posverdad fácilmente manipulable
Afortunadamente estamos en un ámbito que podríamos denominar local. Esto quiere decir que la proximidad no se relaciona únicamente con una cuestión física, de cercanía geográfica, sino también de cercanía personal. Aparentemente debería resultar sencilla esta cercanía personal en un ámbito local. Sin embargo, de las investigaciones que están llevando a cabo algunos de mis doctorandos, resulta que los sistemas de intermediación social utilizados en ámbitos globales se empiezan a apoderar también del ámbito local con los consiguientes problemas de control de la información (es decir, de control de esta llamada posverdad). Afortunadamente también parece evidente que, a pesar de todo y probablemente como reacción, existe un cierto mecanismo de rechazo que cubre de escepticismo los intentos, incluso los que se hacen con buena intención, de suministrar información al ciudadano.
Smart City, las TICs como “nueva ideología urbana” readwrite
Probablemente sería más correcto “como nuevo negocio urbano”
Entiendo que los citados son los factores críticos que no habría que perder de vista antes de empezar a intentar definir la ciudad de cercanía: los límites planetarios que lo condicionan todo; la especificidad de cada ciudad concreta que hace difícil cualquier generalización; y la irrupción de los sistemas tecnológicos de intermediación social que impiden un conocimiento racional por los usuarios de cómo se produce la ciudad. Bueno, ya va siendo hora de que empiece a decir algo sobre esta ciudad cercana. Lo primero que no tengo muy claro es si la palabra “cercana” no debería se sustituida por la de “próxima”. Hace un par de años por estas fechas veraniegas escribí un artículo para el diario El País que titulé “Una ciudad más próxima” y tuve los mismos problemas respecto al adjetivo a utilizar. Dos años después pienso que lo más probable es que el adjetivo adecuado hubiera sido el de “cercana”. De ahí el título de hoy, que intentaré explicar de forma resumida en los párrafos que siguen.
A veces determinadas cuestiones técnicas llegan a ser tan
complejas que, desde fuera, parecen incomprensibles admurado
Y voy a empezar por la “realidad intermediada”. Lo cierto es que, en lo que se refiere a la construcción de la ciudad esta “realidad intermediada” ya había aparecido antes de las TICs. Apareció en el momento en el que los técnicos empezaron a producir vocabularios complejos y muy específicos que se fueron separando cada vez más de la comprensión de la mayor parte de la sociedad y parcelando el conocimiento en recintos cerrados y casi inviolables. En su momento, muchos intelectuales (esos seres que han desaparecido sepultados por Twitter, Facebook y los influencers) lo denunciaron como uno de los peligros a los que se enfrentaba una sociedad verdaderamente democrática. Hace ya unos años (en marzo del 2008, ¡Dios mío, cómo pasa el tiempo!) escribí un artículo en el blog comentando el libro de Edgar Morin titulado Los siete saberes necesarios para la educación del futuro porque ya entonces me pareció un libro fundamental. No me resisto a transcribir a continuación un párrafo del libro.
Edgar Morin avizora
Dice Morin: “En el fondo, la fosa que se agranda entre una tecnociencia esotérica, hiperespecializada y los ciudadanos, crea una dualidad entre los conocientes –cuyo conocimiento es parcelado, incapaz de contextualizar y globalizar- y los ignorantes, es decir el conjunto de los ciudadanos. …/… Así es como la reducción de lo político a lo técnico y a lo económico, la reducción de lo económico al crecimiento, la perdida de los referentes y horizontes, produce conjuntamente el debilitamiento del civismo, la evasión y la búsqueda de refugio en la vida privada, alteración entre apatía y revoluciones violentas; así, a pesar de que se mantengan las instituciones democráticas, la vida democrática se debilita”. Dieciocho años después (el libro fue publicado por la UNESCO en 1999) la situación ha empeorado debido a la aparición de un nuevo tipo de expertos: los expertos en nuevas tecnologías y big data. El problema de este tipo de expertos es que, a veces, se ocultan tras una información aparentemente no manipulada pero, en realidad, muy manipulada con grados notables de sofisticación.
Ya hay cosas que se empiezan a mover en el enrarecido
ambiente de la intermediación social tecnológica urbanohumano
La necesidad de entender la intermediación social tecnológica no significa, de ninguna forma, que tengamos que despreciar las TICs y anularlas. Lo que significa es que tenemos que empezar a buscar soluciones que nos permitan aprovechar estos sistemas para mejorar la capacidad de comprensión global de los fenómenos urbanos por parte de los habitantes de las ciudades. Por ejemplo, aunque imprescindible, no es suficiente el hecho de subir a la red una gran cantidad de datos extraídos de cientos de sensores (o del mismo Internet) si se trata de datos sin elaborar. Es probable que para que una máquina se comunique con una máquina o para un especialista en big data el sistema sea perfecto. Pero no sirve de nada para un ciudadano normal. Aunque es bueno que se pueda acceder a ellos para que los “conocientes” los usen. Tampoco es suficiente que estos datos se nos ofrezcan filtrados a través de algoritmos cuya formulación se nos escapa y cuya comprensión sólo está al alcance de algunas personas que pudieran desear que viéramos sólo aspectos parciales de la situación.
Iniciativas open data en España jacastaño
En este sentido puede ser interesante leer otro artículo del blog (“Smart Cities más transparentes”, marzo de 2017) donde uno de mis alumnos, José Antonio, trata de analizar el panorama actual en algunas plataformas locales españolas de difusión de la información. En esta materia estoy esperando que Beatriz acabe su tesis doctoral sobre el tema. Asimismo, otra tendencia a considerar es la de ir convirtiendo lo que actualmente podríamos llamar “internet global” en una “internet local” destinada, precisamente, a favorecer unas relaciones sociales cercanas y menos mediatizadas. También estoy deseando que Domenico consiga terminar su tesis en la que analiza este asunto. Se trata de una cuestión crítica en la que nos jugamos mucho (entre otras minucias nuestro sistema democrático) y debería ser la primera característica que estamos buscando: una nueva gobernanza que permita mejorar tanto la intermediación social tecnológica como el acceso a una información fiable.
Evaluación de los Ecosistemas del Milenio de España blog
La segunda característica está relacionada con la posibilidad misma de existencia de la ciudad. Me refiero a los ecosistemas que soportan la vida urbana. Dado que ámbito de las ciudades ha ido creciendo de forma ininterrumpida desde su creación, pero de forma exponencial desde mediados de los años cincuenta del pasado siglo, la existencia de unos ecosistemas cercanos de soporte parece haberse vuelto irrelevante ya que este soporte se puede obtener casi en cualquier lugar del planeta. Alimentos producidos a miles de kilómetros se distribuyen en el hiper del barrio y a nadie le importa que hayan desaparecido los agrosistemas situados cerca de donde residimos. O el agua, o los materiales de construcción, o los sumideros de CO2, o la energía. El problema, como decía Margalef ya hace unos cuantos años, es que los transportes horizontales tienen un altísimo coste ecológico. Y, por supuesto, económico si la energía de dicho transporte no estuviera interesadamente subvencionada.
Millones de toneladas de alimentos, materiales o energía
se desplazan diariamente entre lugares muy alejados worldatlas
De forma que, además de conseguir una gobernanza adaptada a las nuevas condiciones, parece necesario mantener la salud de los ecosistemas cercanos. No sólo por el hecho que nos suministran servicios esenciales disminuyendo la dependencia del exterior, sino para intentar que el consumo de planeta se estabilice dentro de unos límites racionales evitando desplazamientos horizontales de materiales, alimentos, personas o energía. Por supuesto que existen ciudades más privilegiadas que otras. Pero esto lo único que quiere decir es que existen ciudades con más posibilidades de desarrollo que otras. Tampoco esta característica debería de llevarnos a pensar en la necesidad de conseguir una utópica autarquía urbana. No todas las ciudades tienen litio cerca ni otras el mar. Aunque la función básica urbana tradicional haya sido la intermediación, no hay duda que el aprovechamiento de los servicios ofrecidos por los ecosistemas cercanos y la salud de los mismos deberían ser objetivo prioritario en la construcción y renovación de la ciudad del siglo XXI.
Sistema mundial de ciudades
Señalar en la imagen para verla más grande lifegate
Tampoco parece ningún drama que unas ciudades tengas más posibilidades de desarrollo que otras. Por esencia el territorio es anisótropo y, por tanto, desigual. Además, una visión sistémica de las ciudades (comprendo que tal concepto está pasado de moda pero sigue teniendo pautas de racionalidad insuperables) nos habla de la necesidad de contar con la mayor complejidad posible del sistema. Lo que implica muchos elementos diversos y variadas y numerosas relaciones entre ellos. Desde el punto de vista del tamaño es bueno que tengamos, por ejemplo, unas pocas megaciudades, bastantes más que sean grandes urbes y una multitud de ciudades medias y pequeñas. El objetivo de las grandes, medianas y pequeñas, no debería ser ir subiendo escalones hasta llegar a ser una megaciudad, sino el vivir en armonía con las posibilidades del territorio que las sustenta. Claro, si en todos los casos se entiende que este territorio es la totalidad del planeta no vamos por buen camino.
Incluir los residuos en el ciclo económico
Economía circular frente a economía lineal sf
La cuestión del territorio que soporta la ciudad no se circunscribe a la cuestión de los recursos. Casi tan importante es el tema de los residuos. Si se sigue con la idea de que ámbito de la ciudad es el planeta entonces, por supuesto, puedo desprenderme de lo que me sobra convirtiendo, por ejemplo, el continente africano en un inmenso basurero. O las zonas que parecen más desfavorecidas en improvisados vertederos. “Total, es un secarral”, es la afirmación de cualquier político deseoso de desprenderse de los desperdicios (y no es sólo en sentido literal) de su ciudad llevándolos allí donde nadie protesta porque el valor económico del suelo no parece ser muy alto. En el siglo XXI ya no se pueden pensar nuestras ciudades sin considerar los servicios que aportan los ecosistemas cercanos, no sólo de los recursos sino también a las posibilidades de reconvertir o deshacernos de los desechos.
Uno de los factores críticos a resolver de la agricultura
de proximidad es el de la distribución y venta habitar
Esta característica del mantenimiento sano de los ecosistemas cercanos y su utilización racional se refiere, entre otros temas, a la agricultura de proximidad, al uso de materiales de la zona (por ejemplo, en construcción), a la autosuficiencia hídrica y, por supuesto, a la energética. Pero ello no significa que no podamos utilizar la propia ciudad y sus construcciones para conseguirlo. Ya se están haciendo pruebas de cultivos en edificios de altura, paredes y cubiertas verdes o un entendimiento distinto de las llamadas “zonas verdes”. Se hacen necesarios cambios importantes, tanto en las zonas de suministro de alimentos con reducción de las distancias entre el productor y el consumidor, como en los sistemas de distribución. Se trata de un tema complejo, pero lo mismo que a finales de la Revolución Industrial se vio como una necesidad la limitación de la propiedad privada para controlar las epidemias de cólera ahora estamos ante un problema que también requiere imaginación y valentía para resolverlo.
Un entendimiento distinto de las zonas verdes jan
Por último, habría que decir algunas cosas acerca del diseño interno de la ciudad. Y aquí también existen algunos factores críticos. El primero es el relativo a las condiciones geográficas. No se puede seguir ignorando por más tiempo elementos fundamentales como los climáticos. Y no sólo pensando el clima actual, también planteando como enfrentarnos a las medidas de adaptación y mitigación frente al cambio climático. No podemos diseñar una acera con unas dimensiones determinadas y una sección bella y armoniosa, y plantarla en Tel Aviv, Copenhague o Sao Paulo con pequeñas variaciones. Por desgracia esto en lo que están haciendo algunos grandes estudios internacionales de arquitectura y urbanismo. Y esto debería ser así no sólo debido a cuestiones puramente formales sino también de confort, culturales e, incluso, económicas. El diseño urbano debería ser siempre “bioclimático” y "propio del lugar".
Equipamientos cercanos a los que se pueda acceder
andando y con un mantenimiento adecuado 20minutos
Luego está el tema de la movilidad. Se podría decir que el diseño urbano debería estar basado en la cercanía de los elementos urbanos necesarios para la vida. Zonas verdes, equipamientos, comercios, enseñanza y, en la medida de lo posible, el trabajo, deberían estar lo bastante cercanos como para poder ir a pie de forma que el uso del coche fuera esporádico. Esto significa densidades suficientes. Densidades que dependerán no sólo del número sino también de las tradiciones de los habitantes y de su economía. Así, la rentabilidad de una panadería de barrio está relacionada no sólo con la densidad sino también con la capacidad de compra de los vecinos y de sus costumbres. Pero lo mismo pasaría con los establecimientos de enseñanza o con los gimnasios. Y también, por supuesto, complejidad. Para ello habría que cambiar un sistema de planeamiento que hoy está basado en lo contrario: sistemas poco complejos derivados de modelos simples y de raíz casi exclusivamente económica.
Densidades que hagan rentable el comercio de barrio elmundo
Respecto al proyecto urbano concreto existen muchos otros elementos que tendrán mayor o menor importancia dependiendo de cada situación, pero se podrían destacar algunos. Así, la salud, relacionada con tres factores concretos: zonas verdes, contaminación y ejercicio físico. También habría que atender a las cuestiones de seguridad, tanto desde el punto de vista de las condiciones viales como frente a la delincuencia y el terrorismo. A lo largo del blog ya he planteado estos temas en varios artículos de forma que, vistos los folios que ya llevo escritos, para mayores detalles me remito a los mismos. Sin embargo, no me resisto a mencionar la necesidad de zonas verdes de proximidad situadas a menos de cuatrocientos metros de la residencia, que tienen una especial importancia en ciudades con una pirámide demográfica muy envejecida (como la española), no sólo por los beneficios psicológicos y físicos que producen, sino también por los importantes ahorros en farmacopea. Y, por supuesto, su funcionamiento conjunto en red. De forma que ya no se debería de hablar de espacios o verdes, sino de "la red de espacios verdes" y su conexión con la naturaleza periférica.
Parque Bryant, New York, wifi gratuita cortesía de Zara
Podría ser un buen final al artículo de hoy eleconomista
Repasando los elementos que forman el esqueleto de lo que sería una ciudad más cercana podríamos agruparlos en tres grandes apartados:
- Superación los actuales problemas planteados por la intermediación social de carácter tecnológico y la posible manipulación de la información, mediante una nueva gobernanza que haga posible una mayor transparencia real.
- El mantenimiento, salud y aprovechamiento de los servicios de los ecosistemas situados en el ámbito cercano y también de los propiamente urbanos.
- Un diseño urbano que considere los elementos geográficos climáticos, topográficos de suelo y subsuelo, presentes y futuros (tales como el cambio climático); que permita acceder andando a los servicios y equipamientos básicos; y que asegure la construcción de ciudades sanas y seguras.
Y todo ello teniendo presentes los límites planetarios y la especificidad de cada ciudad. Queda un último tema a tratar (una especie de resumen de todos los anteriores) al que ya le he dedicado muchos artículos en el blog, el relativo a la necesidad de no seguir convirtiendo naturaleza en urbanización. El lema podría ser: "ni una hectárea más urbanizada sin necesidad". Lo que conlleva la obligación de poner en carga todo lo ya antropizado, con el consiguiente énfasis en la renovación y rehabilitación de nuestras áreas urbanas. Bueno, me ha quedado un artículo más largo de lo normal pero es que estamos en verano y, sin acuciantes obligaciones docentes, me apetecía escribir.