domingo, 3 de enero de 2021

El cuarto paisaje

Con este epígrafe de su libro Valoración del paisaje natural es como denominaron Antonio López Lillo y Ángel Ramos, hace ya más de cincuenta años, a aquellos paisajes hacia los que se desplazan los urbanitas “con periodicidad semanal o anual al campo y a la naturaleza primitiva”. Llegaron a este apartado después de haber explicado los tres primeros: la naturaleza en el interior de la ciudad, las áreas agrícolas y la naturaleza inalterada (o “cuasi” inalterada).  Pretendían con ello, indicar la necesidad de los habitantes de las ciudades de tener un contacto, aunque fuese mínimo, con la naturaleza en lugares adecuados para ello. En muchos aspectos se anticiparon a las propuestas de Louv sobre el trastorno por déficit de naturaleza, o de la dosis mínima de naturaleza accesible a toda la población de Shanahan. Incluso, a los planteamientos biofílicos de Wilson de 1984. Me pareció interesante titular este artículo con el nombre del epígrafe que utilizaron López Lillo y Ramos para designar a este tipo de paisajes.

Fragmento de la portada del libro de López Lillo y Ángel Ramos

Me acordé de este cuarto paisaje con ocasión de participar como jurado en el concurso del Bosque Metropolitano convocado por el Ayuntamiento de Madrid. Por cierto, con un nivel extraordinario en casi todas las propuestas lo que hizo bastante difícil tomar una decisión a la hora de otorgar los premios. Ahora solo falta que las ideas tan fecundas del concurso se conviertan en realidades. Este recuerdo del cuarto paisaje (a lo largo de este artículo voy a tomar el título del epígrafe del libro de López Lillo y Ramos como un sobrenombre de este tipo de paisaje) me hizo ver que, a lo largo de casi todos los artículos del blog he incidido, sobre todo, en las zonas verdes de proximidad, lo que podría dar la impresión (pienso en mis alumnos que se enfrentan por primera vez a estos temas) de que serían casi los únicos espacios de naturaleza a considerar en el proyecto y planificación de una ciudad o de un barrio, cuando esto no es así de ninguna forma.

Madrid, el futuro Bosque Metropolitano  gacetin
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Y es que, para el diseño de espacios verdes, es válido el mismo argumento que para el resto de la planificación física (y, probablemente también la económica, la docente, o cualquier otra): es necesario pensar en clave de complejidad. Es decir, en diversidad de elementos y relaciones entre ellos. De forma que no sería demasiado complejo (desde el punto de vista de la introducción de la naturaleza en la ciudad) un plan en el que solo existieran pequeños espacios verdes de proximidad, aunque los mismos estuvieran adecuadamente distribuidos por todo el tejido urbano y unidos entre sí. Las razones son múltiples y no solo de carácter sistémico. Desde posibilidades de interacción social que amplíen el ámbito de lo cercano, hasta todas aquellas que tienen que ver con la salud y con la ecología. Parece, por tanto, que sería interesante contar con diversidad de espacios de naturaleza en las ciudades, desde los más pequeños hasta los más grandes e incluso su conexión con otros situados fuera de los límites urbanos.

Relación entre uso y tamaño del área verde (Sukopp y Werner)
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Hay un gráfico de Sukopp y Werner que se incluye en la publicación “Desarrollo de flora y fauna en áreas urbanas”, que ilustra muy bien la relación entre uso e intensidad de la protección de la naturaleza en el conjunto del paisaje. En la imagen de arriba, extraída de dicha publicación, se ve como el grado de protección es inverso a la intensidad de uso. Así, las zonas de mayor protección estarían excluidas de cualquier uso que las pudiera modificar, particularmente de los económicos, mientras que en el uso intensivo del suelo sería necesario arbitrar ciertas medidas de protección de la naturaleza, pero compatibles con el mismo. En aquellos lugares de uso extensivo, estaría sujeto a restricciones. Y si la prioridad fuera la conservación sería necesario establecer zonas de protección de la misma. Está claro que en las zonas verdes de proximidad que serían las de utilización más intensiva, por supuesto que habría que proteger los elementos naturales, pero siempre que la protección no impidiera dicho uso.

La necesidad de contacto con la naturaleza  oxigeno

Pero el tema de hoy es el del cuarto paisaje. Puede leerse en el libro de López Lillo y Ramos casi al comienzo de este epígrafe: “Con periodicidad semanal, una parte de los habitantes de la ciudad se desplaza al campo y a la Naturaleza primitiva; con periodicidad anual se repite el mismo fenómeno para un número aún mayor de ciudadanos”. Desde que se escribió el libro este fenómeno no ha hecho más que agudizarse. De forma que una parte de la naturaleza en la que, necesariamente priman los elementos naturales, va a ser usada de forma bastante intensiva pero solo en determinados momentos, mientras que el resto del tiempo su uso va a ser más extensivo. Atendiendo a su cercanía al domicilio, tendríamos en primer lugar las zonas verdes de proximidad en diversos tamaños, situaciones y funciones. Luego estarían los parques urbanos o metropolitanos de fin de semana seguidos de los espacios de ocupación mensual o anual (en parte serían el “cuarto paisaje”). Más allá, según la clasificación de López Lillo y Ramos, el campo y, por último, la que llaman “naturaleza primitiva”.

El Parque Nacional de Yosemite  viator

Independientemente de que se pueda discrepar más o menos de esta clasificación, su intención apunta a algo de gran interés. El hecho de que determinadas áreas “verdes” han de ser pensadas para que los urbanitas puedan tener esa dosis mínima de naturaleza de la que habla Shanahan. Y que esto no se consigue con un único tipo de espacio, sino que se necesita una cierta variedad que atienda a las distintas circunstancias en las que se encuentran las áreas urbanas. La idea de aunar conservación y disfrute es bastante antigua. En realidad, fue la propuesta de los llamados parques nacionales que data del último tercio del siglo XIX, la que abrió el camino. Es bien conocido el caso de los parques de Yosemite y Yellowstone, ya tratado en otros artículos del blog, como una estrategia de conservación. Sin embargo, su enfoque como una necesidad de los habitantes de las ciudades ha sido menos valorada. Quizás sea debido a que, inicialmente, la propuesta partiera de las organizaciones ecologistas.

La importancia de los parques urbanos  temmpo

En 1971, dos años después de publicarse el libro de López Lillo y Ángel Ramos, Alonso Velasco recoge estas ideas de movimientos periódicos de los urbanitas y la necesidad de naturaleza, proponiendo una clasificación del tiempo libre atendiendo al acceso a estas zonas: 1.-El tiempo libre cotidiano; 2.-La jornada festiva; 3.-El fin de semana; 4.-El corto período vacacional; y 5.-El descanso anual. Luego trata de relacionar algunos espacios de naturaleza con esta clasificación: “Sí habíamos visto que el parque urbano correspondía al primer elemento de esta clasificación, tiempo libre cotidiano, con una limitación fijada en veinte minutos de distancia-tiempo a los sectores de habitación, el parque metropolitano ocupa el escalón siguiente en la estructuración del equipo para el tiempo libre, y se relaciona con el segundo y tercer elementos de esta clasificación: jornada festiva y fin de semana. Una distancia máxima de 80 a 100 kilómetros del núcleo urbano, desplazamiento medio correspondiente a la movilidad del fin de semana delimita y sitúa el parque metropolitano en la estructura de la trama verde”.

Tiempo de acceso y frecuentación
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Ya aparece en la propuesta de Alonso algo importante como es el tiempo de acceso al área de naturaleza que estamos considerando. De tal forma que, así como plantea un tiempo de unos veinte minutos para los espacios verdes de proximidad, llega al tiempo de desplazamiento de unos cien kilómetros para los de fin de semana. Está claro que los espacios verdes de proximidad deberían ser el criterio básico a la hora de organizar la trama verde urbana. Por muchas razones, pero por una principal que es la frecuentación. En el gráfico de arriba, extraído del trabajo de la Universidad de Manchester  titulado Developing standards for accesible natural greenspace in towns and cities, se aprecia claramente como las visitas a áreas naturales se disparan claramente si son de proximidad y, además, tanto para mujeres como para hombres, superando el 70% de visitas si se encuentran a menos de cinco minutos. En cambio, la frecuencia baja considerablemente para tiempos de acceso superiores.

Tiempo de acceso y frecuentación, el caso de A Coruña. De la
tesis doctoral de Pedro Calaza  Señalar la imagen para verla más grande

Sin embargo, esta cuestión no nos debe hacer pensar que los únicos espacios de naturaleza a considerar, a pesar de su importancia, sean los cercanos. Ya se ha argumentado sobre la necesidad de una variedad tanto en sus funciones como en su tamaño. Así, Pedro Calaza en su tesis doctoral Infraestructura verde, salud pública y actividad física. Evidencias de su relación. Caso de estudio: La Coruña, España (2016) hace referencia al trabajo sobre El Urbanismo Ecológico (2012) de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona cuando destaca:
         “La proximidad simultánea a espacios verdes, donde se especifica que la dotación de espacios verdes se debe articular a través de una red de espacios verdes de dimensiones y funcionalidades diversas accesibles de forma cotidiana: desde espacios verdes de 500 m2 hasta espacios mayores a 10 has, a una distancia que se pueda recorrer a pie o bien mediante un corto desplazamiento en transporte público (4 km). Entendiendo por espacios verdes aquellos que tienen más de 500 m2 y más del 50% de su superficie sea vegetal. Las recomendaciones son las siguientes: Espacio verde más grande de 500 m2 a una distancia menor de 200 metros desde los domicilios; Espacio verde mayor de 5000 m2 a una distancia menor de 750 m.; Espacio verde mayor de 1 Ha a una distancia menor de 1 km.; Espacio verde mayor de 10 has a una distancia menor de 4 km."

“Territorio de gran belleza natural” Sierra Nevada  niusdiario

Todo ello en lo que se refiere a la posibilidad de acceso peatonal o en bicicleta. Pero “el cuarto paisaje” de López Lillo y Ángel Ramos va mucho más allá y se relaciona sobre todo con la propuesta de Alonso Velasco mencionada más arriba. Dice un poco más adelante que: “Una distancia máxima de 80 a 100 kilómetros del núcleo urbano, desplazamiento medio correspondiente a la movilidad del fin de semana, delimita y sitúa el parque metropolitano en la estructura de la trama verde”. Pero es que, además, plantea algunas condiciones que debe cumplir: “Además de esta limitación espacial, el parque metropolitano debe estar constituido por un territorio de gran belleza natural, con una configuración favorable a la creación de actividades recreativas y culturales, así como no estar habitando y poseer unas dimensiones suficientemente amplias”. Este sería el primer escalón del “cuarto paisaje”, pero el segundo todavía estaría más alejado y se correspondería con una frecuencia de acceso anual.

El fuego, uno de los problemas del uso inadecuado
en determinadas zonas forestales  comunidaddemadrid

El segundo escalón del “cuarto paisaje” está constituido por aquellos lugares más alejados y que suponen una ruptura con la vida habitual del urbanita y durante más tiempo que el correspondiente a los fines de semana. Se puede leer en el libro de López Lillo y Ramos: “Los lugares de invasión anual suelen estar lejos del punto de partida; acostumbran, en cambio, a estar cerca de alguna otra ciudad, pero no son usados por sus habitantes. La distancia parece ser parte importante de la vacación”. Los paisajes de este tipo suelen ser, o bien de montaña, o de playa y ribera. Por ejemplo, las zonas forestales suelen ser aptas para un uso intensivo pero limitado, compatible con la conservación e incluso con la producción maderera. De forma que pueden ser explotadas como recurso turístico si se consiguen resolver algunos problemas, particularmente el de los incendios. En cambio, las zonas de costa o ribera (las que no están completamente urbanizadas) son muy sensibles al uso antrópico. Es por ello que su uso intensivo, aunque sea en momentos puntuales, debería ser controlado.

Las zonas de costa suelen ser muy sensibles al deterioro por uso
Sistemas de dunas en las Baleares  diariomallorca


En cualquier caso, una de las variables más importantes a considerar en este tipo de paisajes es la saturación. Saturación que debería reflejarse no solo en la capacidad de carga ambiental, sino también en la capacidad de carga turística. En ambos casos los límites vendrán determinados por el tipo concreto de paisaje y la actividad a desarrollar en el mismo. Ya hace bastantes años abordé el tema en un capítulo titulado “Turismo del territorio y protección del medio natural” del libro Arquitectura del siglo XXI: más allá de Kioto (2007). Entonces decía que: “Según Wolters se podría definir la Capacidad de Carga Ambiental como la cantidad de actividad antrópica a partir de la cual se deteriora la base de recursos del medio. La Capacidad de Carga Turística según McIntyre sería la máxima cantidad de visitantes que puede soportar un lugar sin que disminuya la satisfacción del visitante o se produzcan impactos adversos sobre la sociedad residente”. El cálculo de ambas es crítico para el caso de este cuarto paisaje.

A veces no solo se supera la capacidad de carga ambiental
sino también la capacidad de carga turística
  huffingtonpost


Por último, tan solo queda señalar la necesidad de que todos estos espacios de naturaleza estén unidos entre sí. Esta cuestión también se ha tratado en muchos artículos del blog pero resulta imprescindible mencionarla también ahora. Ha ayudado bastante la popularización del concepto de Infraestructura Verde que ha superado la consideración de red de espacios naturales desde el punto de vista puramente ecológico. Y es que, este “cuarto paisaje” nos permite mirar el territorio bajo otro aspecto: el de la necesidad de naturaleza que sentimos, precisamente debido a que nos aislamos de la misma en ciudades cada vez más alejadas de nuestros orígenes. Y esta necesidad de naturaleza la notamos en diferentes grados e intensidades, de forma que la respuesta ha de serlo también con espacios de dimensiones y características variadas. Por supuesto, las consideraciones ecológicas han de ser críticas y la base de cualquier actuación, pero también tenemos que atender a otros requisitos, cada vez más importantes, derivados de nuestro aislamiento urbano. El contacto con la naturaleza, más o menos intenso, según el déficit que tengamos en cada situación y caso concreto, es necesario empezar a considerarlo de forma prioritaria en nuestros proyectos, planes y programas.


Nota.- A continuación se incluyen algunas de las referencias mencionadas en el artículo. Puede observarse que, en buena parte, son del pasado siglo XX, lo que es un indicativo de que muchas de las cosas que ahora se están descubriendo como "novedades" en realidad, ya habían sido "descubiertas" hace tiempo. Sirva el artículo de hoy como homenaje a estos pioneros.
  • La edición que he consultado del libro de Antonio López Lillo y Ángel Ramos se titula Valoración del paisaje natural. Se trata de una reedición del año 2010 de la editorial Abada. El original que llevaba por título Valoración del paisaje natural: Las plantas ornamentales fue editado por la sección de publicaciones de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid en el año 1969. La edición de 2010 no incluye la segunda parte del original de 1969 titulada “Cuadros descriptivos y de aplicación de las especies” ya que (según nota al comienzo) se consideró que esos cuadros habían sido completados y ampliados en la literatura posterior.
  • La cita a la publicación de Sukopp, H. y Werner, P. titulada “Desarrollo de flora y fauna en áreas urbanas” se incluye en el libro de dichos autores Naturaleza en las ciudades publicado por la Dirección General de Medio Ambiente del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo en el año 1989. Dicha publicación recoge otras dos de esos mismos autores. La primera con el título de Nature in Cities de 1982, y la segunda Development of flora and fauna in urban áreas de 1987. Ambas publicadas por el Council of Europe en Strasbourg.
  • También aparece citado el libro de Alonso Velasco, J. M.: Ciudad y espacios verdes. Fue publicado en el año 1971 por el Servicio Central de Publicaciones del Ministerio de la Vivienda.
  • El informe de la Universidad de Gales tiene el enlace en el pie de imagen: Centre for Urban and Regional Ecology (CURE). Developing standards for accessible natural greenspace in towns and cities, University of Manchester, Manchester, 2002
  • La tesis de Pedro Calaza a la que se hace referencia en el texto lleva por título Infraestructura verde, salud pública y actividad física. Evidencias de su relación. Caso de estudio: La Coruña, España. Fue leída en el año 2016 en la universidad de Lisboa para la obtención del título de Dr. en Arquitectura del Paisaje. La remisión incluida en el párrafo citado es a El urbanismo ecológico de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona.
  • Las referencias de Wolters sobre la capacidad de carga ambiental, y de McIntyre sobre capacidad de carga turista, así como algunas consideraciones sobre el uso turístico de los espacios naturales pueden consultarse en mi artículo “Turismo del territorio y protección del medio natural”, Hernández Aja, Agustín (coord.): Arquitectura del siglo XXI: más allá de Kioto; Mairea libros, Madrid, 2008.
  • La necesidad de contacto con la naturaleza y la importancia de las zonas verdes de proximidad en la planificación urbana, en relación con la salud, la calidad ambiental y el bienestar físico y mental de sus habitantes (con las evidencias científicas que lo avalan) puede consultarse en un texto que escribí conjuntamente con José Antonio Corraliza. La referencia completa es la siguiente: Corraliza, J. A. y Fariña, J. (2018): “Zonas verdes de proximidad en la ciudad y efectos sobre sus habitantes”. En Briz, Julián; Köhler, Manfred y Felipe, Isabel de: Agricultura urbana en altura, Editorial Agrícola Española, pp. 283-295. En este texto desarrollamos más ampliamente la necesidad de contacto con la naturaleza de los urbanitas y puede ser un buen complemento a la lectura del artículo de hoy.