Los cuatro anillos de Londres de Abercrombie. 1944
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Vamos a empezar analizando el proceso de urbanización, proceso que se detecta históricamente como en continua expansión. En el momento actual más del cincuenta por ciento de la población mundial vive en ciudades. Además, en ciudades cada vez mayores. Por muchas razones que ahora no vienen al caso, este es un problema planetario. Pero es también un problema para las propias ciudades que, al pasar de determinada dimensión se vuelven ineficientes y muy difíciles de organizar. Hasta tal punto que, ya antes de los años ochenta del pasado siglo, se pensó que era necesario contener su expansión ilimitada.
El ejemplo que siempre se pone, y que ha dado origen a este artículo, es el de Londres, cuyo anillo verde fue creado para limitar su expansión no por motivos ecológicos o problemas planetarios, sino estrictamente de funcionamiento urbano. De forma que el anillo verde de Londres se convierte en una especie de referente de una forma de entender estas piezas como elementos urbanos cuyo objetivo era la contención del crecimiento de las ciudades que limitaban. Es importante esta consideración de los anillos verdes como “elementos urbanos” porque es la principal característica del cambio de modelo.
Y es que, a partir del momento en el que la huella ecológica de la Tierra supera su superficie, los requerimientos sobre la urbanización aumentan de forma notable. No es solamente que las megaciudades que ya empiezan a poblar el planeta aumenten los ámbitos volviéndose totalmente dependientes de los transportes horizontales, sino que el alejamiento del ciudadano de la naturaleza y los cambios en el sistema de vida basados en el automóvil privado y el sedentarismo se constituyen en las nuevas plagas de la ciudad actual.
Esta es una de las causas por lo que aumentan las voces argumentando la necesidad de mayor biodiversidad y se habla, por ejemplo, de “biofilia”. Pero también de reducción de las distancias. Así, el ámbito de la mayor parte de las ciudades es el mundo entero y los alimentos, los materiales y las mercancías recorren miles de kilómetros consumiendo suelo, recursos, contaminando y superando cada vez más los límites del planeta. También los traslados dentro de la propia ciudad que se ha ido rompiendo y ocupando cualquier sitio de los alrededores de los cascos tradicionales con el único requisito del tiempo de acceso y no de la distancia.
El cambio de modelo, infraestructura verde para Londres
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Es así como van apareciendo los temas críticos que configuran el cambio, tanto en los objetivos como en las funciones, de los anillos verdes. Podríamos señalar los más importantes: consideración del anillo como elemento territorial y no como pieza urbana; necesidad de establecer una unidad de trabajo mayor: bio o eco región; el anillo como parte de la infraestructura verde, entendiendo como tal tanto la “verde” como la “azul”; integración de los territorios agrícolas, por lo menos en parte, de forma que el “anillo verde” pueda ser también “marrón”; y para terminar la necesidad de que la ciudadanía participe de forma efectiva y afectiva en el proceso. A lo largo de este artículo iremos viendo cada uno de ellos dado que son los agentes del cambio en el concepto y funciones de los anillos verdes.
Vitoria-Gasteiz, del anillo verde a la infraestructura verde
conama
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Probablemente el más importante sea el primero: cambio del anillo verde de pieza urbana a elemento territorial. Aparte de tener implicaciones evidentes sobre los demás temas críticos mencionados, establece un cambio de paradigma ya que se modifica la mirada. Así como los anillos verdes tradicionales surgieron de una visión esencialmente urbana, se está empezando a abrir camino otro enfoque: un enfoque integrador con el territorio. Y es que, para conseguir una ciudad eficiente, no solo desde el punto de vista ecológico sino también económico, parece que todos los caminos que se están investigando conducen a una incorporación de la ciudad como una parte más de la región circundante.
Esto ya sucedía en parte en la ciudad pre-industrial, pero en la situación planetaria actual se ha convertido en criterio de referencia. El anillo ya no se considera una pieza urbana más, sino un elemento territorial que no necesariamente funciona como frontera y que puede actuar como integrador. Su función ya no sería la de un "parque", sino de una parte no urbanizada (o urbanizada de forma diferente) del territorio con ciertas características que la diferencian tanto de una mera reserva de la naturaleza como de una "zona verde".
Lo visto en el párrafo anterior nos lleva a considerar un cambio necesario en las unidades, tanto de análisis como de planeamiento. En muchos lugares se las denomina eco o bio regiones a pesar de las dificultades que entraña desde el punto de vista conceptual. Pero, cada vez más, se va entendiendo que se trata de una cuestión capital y que se relaciona con el mantenimiento de los servicios de los ecosistemas, la biodiversidad y el funcionamiento eficiente de las áreas urbanas. Pero, para ello, además de cambiar las ideas resulta necesario cambiar una normativa que, en el caso español, parece anclada en los años cincuenta del pasado siglo veinte cuando se aprobó una Ley del Suelo de la que la mayor parte de las CCAA han tomado ejemplo, y que estaba centrada en la ordenación de las ciudades más que de los territorios.
Barcelona, mejora de la infraestructura verde
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En los años noventa surgió en Norteamérica el concepto de infraestructura verde como el establecimiento de una red formada por todas las áreas de naturaleza, con el objetivo principal de que no se convirtieran en relictos cada vez más degradados y con menor biodiversidad. Este enfoque se amplió posteriormente dando cabida en el mismo a los servicios ecosistémicos. Así, por ejemplo, la UE la define como “una red estratégicamente planificada de zonas naturales y seminaturales de alta calidad con otros elementos medioambientales, diseñada y gestionada para proporcionar un amplio abanico de servicios ecosistémicos y proteger la biodiversidad tanto de los asentamientos rurales como urbanos”. Es fácil de entender que, desde cualquier punto de vista, el anillo verde debería de formar parte de esta infraestructura que, últimamente, se viene considerando como azul además de verde.
Las áreas agrícolas como parte del anillo verde como infraestructura
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Respecto a la integración de los territorios agrícolas la cuestión está directamente relacionada con la llamada agricultura de proximidad. La agricultura de proximidad tiene varios objetivos muy importantes pero dos de ellos destacan sobre los demás. El primero se refiere a la reducción de transportes horizontales entre la producción y la venta de alimentos. Se trata de otro de los elementos críticos que han aparecido en el panorama ecológico mundial al hablar de límites planetarios. Pero que está también relacionado con una estrategia alimentaria básica desde el punto de vista de la salud pública. Ambas cuestiones se complementan, no solo en este caso de la agricultura de proximidad, sino en muchos otros temas relacionados de una forma u otra con la planificación tanto territorial como urbana.
Los ciclos cortos en la comercialización de los alimentos se empiezan a considerar como la base del entendimiento ecológico de una región urbana. Esto significa que pueden integrarse sin demasiados problemas en el propio anillo verde. Frecuentemente se ha acusado a los cultivos agrícolas de falta de biodiversidad, pero eso solo sucede en el caso de la agricultura industrial, no así la ecológica. Ejemplos hay muchos, pero uno de los más claros es el mantenimiento de los cultivos mediante semillas tradicionales y propias del sitio que, de lo contrario, se perderían. Por otra parte, está la cuestión del mundo rural y sus problemas, muy diferentes a los del mundo urbano. Sin embargo, los anillos verdes pueden contribuir de forma importante a la necesaria integración de las áreas rurales disminuyendo las desigualdades respecto a las urbanas y dotándolas de los servicios imprescindibles para una vida digna. Se trata de otro tema crítico sobre el que va a ser necesario investigar de forma prioritaria.
Ayuntamiento de Zaragoza, proceso de participación
zaragoza
El último punto que habría que mencionar se refiere a la necesidad de participación de la ciudadanía en todo el proceso. Y no solo de forma efectiva. Es decir, incluyendo el proyecto, la construcción, el mantenimiento, y los elementos legales y económicos que la posibiliten, sino también afectivamente. Ya se ha mencionado en otros artículos que las estructuras de participación deben de contar con algunos elementos que hagan que la ciudadanía las considere parte suya. El primero es el de mantenerse en el tiempo. Situaciones de participación, como por ejemplo, las obligadas por un plan de urbanismo que aparecen un día y desaparecen al siguiente no crean más que frustración y abandono. El segundo, un lugar físico que sea un faro donde se pueda acudir a educarse, a que le expliquen por qué se hacen las cosas, incluso donde se pueda ir a reclamar. Y ello independientemente de la cuestión de las TICs que deberían funcionar de forma complementaria a las sedes físicas permanentes.
Una ciudad de proximidad
levante
Los párrafos anteriores conducen a varias ideas que se podrían deducir de su consideración conjunta. La primera es la necesidad de conseguir que las ciudades sean ciudades “de proximidad”. Una ciudad de proximidad es, esencialmente, una ciudad en la que la mayor parte de los desplazamientos domésticos se puedan hacer andando y no en automóvil privado. Lo que significa tres cosas: densidad, compacidad y complejidad. Todo ello, por supuesto, es independiente de los anillos verdes. Pero los anillos verdes pueden ayudar a conseguirlo. Y lo pueden hacer de muchas maneras. Así, acotando los ámbitos y facilitando la convivencia de la gente. O posibilitando una interfaz fácil de entender y económica con el resto del territorio. Y, en cualquier caso, ayudando a esa proximidad imprescindible a la naturaleza.
Vitoria-Gasteiz, ejemplo de ciudad intermedia
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Otra idea que surge de inmediato es el cambio en el enfoque sobre el tamaño ideal de una ciudad. Hasta hace poco parecía que el ser una gran urbe (en el sentido del número de habitantes y la superficie ocupada) era el objetivo a conseguir por cualquier ciudad. Hoy sabemos que las grandes ciudades, y no digamos las megaciudades, plantean numerosos problemas de articulación con el territorio en muchos casos imposibles de resolver. Aparte del coste ecológico y económico que conllevan. En este tipo de ciudades el concepto de “anillo verde” se vuelve absurdo y contradictorio. El tamaño de ciudad ideal casi todo el mundo está de acuerdo que es el de la ciudad intermedia, con capacidad para suministrar la mayor parte de los servicios urbanos y la posibilidad de integrarse territorialmente con su biorregión. En este tipo de ciudades los anillos verdes muestran su razón de ser y su potencial integrador.
Vitoria-Gasteiz, cambio de modelo del anillo: de la ciudad al territorio
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Según lo razonado en párrafos anteriores de lo que no hay duda es que nos encontramos en una situación de cambio de modelo muy importante. Como se ha dicho al comienzo, el haber llegado al límite de la biocapacidad del planeta hace necesario replantearse muchas cuestiones que, hasta el momento, no parecían tener importancia. Un cambio climático que ya está manifestándose sin duda alguna, la pérdida de biodiversidad, la urbanización masiva y sin control del territorio, la contaminación de los océanos, entre otros muchos indicadores de que algo no va bien, no pueden conducir más que a un cambio de rumbo.
Y esto, por supuesto, afecta también a los anillos verdes. De ser considerados como elementos urbanos (con la finalidad principal de contención del crecimiento de la ciudad) se ha pasado a entenderlos, lo mismo que las propias urbes, como parte del territorio que les acoge y soporta. Y, en concreto, como una pieza más de esa infraestructura verde, urbana y territorial, a la que cada vez se le está dando una mayor importancia. Y que se refiere al mantenimiento de los servicios ecosistémicos, a la biodiversidad o a la salud física y mental. Pero, sobre todo, a la necesidad de que seamos conscientes de dicho cambio y de que los necesarios ajustes se hagan de acuerdo con todos los habitantes.
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