La literatura siempre ha contribuido a crear paisajes. Hay varios artículos donde reflexiono sobre el tema. Así, el segundo que escribí para este blog (del año 2007), dedicado a las Quintanas en Santiago de Compostela. Los ejemplos son muchos. Podríamos citar, entre los actuales, a Dolores Redondo y el valle del Baztan, a Domingo Villar y Vigo, o a Eva García Sáenz de Urturi y Vitoria-Gasteiz. Pero esta relación entre literatura y paisaje también se puede plantear como una forma de ver ciudades y territorios que se escapa al rigor del análisis académico describiendo situaciones y características que, de otra forma, quedarían ocultas o se tardaría mucho tiempo en plantear. En julio de 2016 fui tutor de un trabajo fin de grado que planteaba esta cuestión. Siempre he pensado que estaría bien compartirlo aquí, de forma que, a continuación, voy a hacerlo.
La que fue mi alumna (ya arquitecta) se llama Alba Carballal Gandoy y el trabajo del que fui tutor: Tiempo de silencio. Madrid y Barcelona en la novela española 1939-2014. No es extraño que Alba eligiera un tema como este porque, realmente, lo que le gusta a Alba, además de la arquitectura, es escribir. Hasta tal punto que obtuvo una de las becas de la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores y, además, ya tiene publicada una novela que se titula Tres maneras de inducir un coma con excelentes críticas y gran éxito de ventas. En las notas del final aparecen más datos sobre la novela y donde comprarla.
Ha sido complicado convertir las casi cien páginas del trabajo en este artículo, aunque me he limitado a transcribir y adaptar algunos de los párrafos introductorios y de las conclusiones. Ya he dicho otras veces que toda adaptación de un trabajo académico a la estructura del blog es una operación dolorosa por lo que hay que dejar. Sobre todo, en lo que se refiere a citas o bibliografía. Bueno, y en este caso, también partes enteras. Aquellos interesados en leer el original pueden localizarlo en el enlace que aparece en las notas finales.
Madrid y Barcelona en la novela española
Autora:
Alba Carballal Gandoy
El objetivo de este trabajo es analizar la huella social de las
ciudades franquistas y posfranquistas en la novela española. Las artes siempre
han funcionado como una avanzadilla de carácter intuitivo para representar los
fenómenos sociales coetáneos, mientras que las ciencias sociales necesitan
décadas para digerir, procesar y explicar, a base de análisis complejos, las
mismas cuestiones. A través de una selección de dieciséis novelas escritas en
España entre 1939 y 2015, se estudian los casos de las dos ciudades
consideradas centros neurálgicos del país en el periodo estudiado: Madrid y
Barcelona.
Este planteamiento nos permite abordar, de manera más general, las diferentes percepciones simbólicas de la ciudad que se daban cita en la sociedad en la que nacieron estas obras; y, por comparación, también deja entrever hasta qué punto esta imagen se corresponde con la realidad de la época o si depende en exceso de la ideología del escritor. Así, este ensayo tratará de poner de relieve en qué medida estas dos urbes, fundamentales para la historia del país, han influido también, en tanto que escenarios vividos, en la novela española, y se plantearán una serie de conclusiones acerca de la importancia que un determinado sistema político puede llegar a tener en la configuración simbólica de la ciudad a través de la literatura.
Antecedentes
A pesar de que existen muy pocas referencias a las que atender sobre este tema en concreto, no podemos dejar de mencionar aquí una serie de libros que, de modo más general, han tratado de maneras diversas la relación entre la literatura y el fenómeno urbano. En este sentido, probablemente la obra de mayor importancia en la que se plantea esta cuestión es Las ciudades invisibles, de Italo Calvino. Este libro, que dista de ser un ensayo académico, plantea, en clave poética y narrativa, alguna de las piedras angulares a tener en cuenta al abordar una temática tan compleja como ésta.
Al despegarnos un poco de la literatura y adentrarnos en el ámbito ensayístico, es necesario mencionar dos obras de autores españoles que, si bien no se centran exactamente en el tema aquí tratado, presentan sendas aproximaciones a temas que, tanto por su método de estudio como por su contenido, resultan de interés para este trabajo. En Las ciudades y los escritores, del filósofo Fernando Savater, se plantea un recorrido por las principales ciudades de Occidente y se evidencia el profundo vínculo que unió a algunos de los mayores escritores de todos los tiempos con las ciudades en las que residieron. Por otra parte, Imágenes de la ciudad. Poesía y cine, de Whitman a Lorca, del teórico y crítico literario Darío Villanueva, pone en relación las imágenes urbanas presentes en la obra de algunos grandes poetas, como Charles Baudelaire o Walt Whitman, con la visión de la ciudad que ofrece el séptimo arte.
Por último, el libro que, aunque de manera más general, se relaciona más directamente a nivel temático con el presente trabajo es La ciudad en la literatura. Un análisis geográfico de la literatura urbana, del geógrafo Carles Carreras i Verdaguer. En esta publicación se analizan más de doscientas obras literarias desde la perspectiva de la geografía urbana, y se propone un método analítico que combina el análisis bibliográfico y literario con el trabajo de campo realizado por el autor a lo largo de más de setenta ciudades de todo el mundo. A pesar de que la perspectiva de la que parte Carreras i Verdaguer entronca más con la disciplina geográfica que con la urbanística, La ciudad en la literatura ha resultado muy útil para esta investigación, tanto a nivel formal como metodológico.
Reseña metodológica
Para analizar la huella social de las ciudades franquistas y posfranquistas en la novela española, se ha comenzado por elaborar una lista de 54 obras de narrativa en las cuales, de una u otra manera, la presencia de las ciudades de Madrid y Barcelona —urbes en las que se centrará este trabajo— sea determinante para el desarrollo de la novela. Ante la evidente imposibilidad de analizar todas y cada una de estas obras, dada la brevedad del formato, se realiza una selección de 16 de las novelas que conforman esa lista siguiendo, fundamentalmente, dos criterios: la relevancia histórica del autor y de la obra y la importancia de la ciudad dentro del contexto general de la narración.
A continuación, y tras una primera lectura de los 16 libros, se realiza una recopilación de aquellos fragmentos en los que la presencia de la urbe en la que se ubica la acción sea determinante: descripciones físicas de la ciudad o del ambiente urbano, conversaciones en las que alguno de los personajes exprese su propio sentir sobre el Madrid o la Barcelona de su tiempo o, simplemente, escenas en las que la visión de la ciudad propuesta por el autor condicione el mismo desarrollo de la trama.
Tras este trabajo de búsqueda, clasificación y documentación, que se prolongó en el tiempo durante varios meses, se realiza una labor comparativa, que cuenta con dos vertientes diferenciadas: por un lado, el análisis y la comparación literaria de los textos recopilados, lo que nos proporciona una idea general acerca de las diferentes percepciones de la ciudad que se daban cita en la sociedad en la que estas obras fueron escritas; por otro, la comparación de estos mismos fragmentos con una serie de documentación gráfica significativa (planos, mapas de recorridos o fotografías), que permite hacerse una idea de hasta que punto estas ideas destiladas de la literatura se corresponden con la realidad de la época o, por el contrario, dependen en exceso de la ideología del escritor.
Abajo, vista de Barcelona en la actualidad archivoupm
Para terminar, se propone una comparación entre la visión de la ciudad descrita durante el franquismo y la descrita en democracia que articule el conjunto del trabajo, de tal modo que resulte sencillo extraer conclusiones acerca de la importancia que un determinado sistema político puede tener en la configuración simbólica de la ciudad a través de la novela.
Conclusiones
A la luz del estudio así realizado, cuyo objetivo fue el de analizar la huella social de las grandes ciudades franquistas y posfranquistas en la novela española, podemos concluir, en primer lugar, que la influencia de Madrid y Barcelona en las obras que se ambientan en ellas es enorme, y que la percepción simbólica que los personajes y los propios autores tienen de la ciudad es un condicionante determinante para el desarrollo de cada narración en concreto, pero también de las tendencias generales de la literatura española.
Tras analizar las dieciséis obras escogidas, se observa que la imagen que los escritores tienen de la ciudad es relativamente independiente de su ideología política, ya que, aunque ningún texto puede separarse de su contexto, las novelas que se ambientan en una ciudad determinada y en un tiempo determinado suelen coincidir, en términos generales, en la visión que ofrecen de ella. Esto nos conduce a pensar en la existencia de una memoria simbólica fuertemente arraigada en el imaginario colectivo que, al transformarse, modifica también las expresiones culturales asociadas a ella. Así, estas dos urbes, fundamentales para la historia del país, también han influido, en tanto que escenarios vividos, en la novela española.
Fragmento de la portada, 1ª ed. archivoupm
A través de estas páginas hemos constatado, también, que la existencia de un determinado sistema político tiene una gran relevancia en la configuración simbólica urbana, que se construye social y culturalmente, y en su plasmación, en este caso, en las obras literarias escritas tanto en tiempos franquistas como democráticos.
Así, los códigos se van modificando, y esto se percibe de manera especialmente clara al comparar las novelas ambientadas en el franquismo escritas durante la dictadura y las escritas en tiempos democráticos. A pesar de que la crítica hacia la configuración social de las ciudades existe en ambos casos, en los textos escritos en democracia es mucho más directa. En parte por causa de afecciones políticas, en el caso de algunos autores, y en parte por el afán de evitar la censura franquista, las críticas hacia la existencia de chabolas y miseria o hacia las consecuencias urbanas de la Guerra Civil en la ciudad de Madrid se exponen de manera mucho más amable —como sucede en La colmena, de Cela— o de un modo velado —como en Tiempo de silencio, de Martín Santos— en las novelas publicadas durante la dictadura, mientras que el juicio se radicaliza en las obras que vieron la luz en democracia: el caso más paradigmático es el de La caída de Madrid, de Rafael Chirbes.
La deriva de la percepción de la Ciudad Condal es, si cabe, más significativa: mientras que en las novelas escritas durante el franquismo Barcelona presenta un aire romántico, de melancolía, que hace que incluso las miserias urbanas y la pobreza parezcan atractivas —es lo que sucede en Nada, de Laforet, pero también en las Últimas tardes con Teresa de Marsé—, en las novelas escritas en el siglo XXI por Jordi Sierra i Fabra sobre la Barcelona de posguerra la visión es radicalmente distinta, y la melancolía se ha transformado en rebeldía y tristeza.
Por otra parte, también es interesante comprobar cómo la percepción de los autores que vivieron y describieron estas dos ciudades durante el franquismo contrasta de un modo muy vivo con la de aquellos escritores que representaron en sus novelas las mismas ciudades, contemporáneas a sí mismos, en democracia.
De este modo, mientras que el Madrid franquista era percibido en el imaginario colectivo de la literatura coetánea como una ciudad de carácter costumbrista, con grandes problemas de infraestructuras, de vivienda y de pobreza, y sin demasiadas ambiciones más allá de la de ser un lugar de residencia para un enjambre de personas que, día a día, luchaban por sobrevivir en la gran ‘colmena’; la percepción cambia de manera total con la llegada de la democracia y de los movimientos contraculturales que le fueron propios.
La Movida Madrileña lo cambió todo, y la percepción social y literaria de la ciudad no es una excepción: sin previo aviso, el mismo Madrid que una década atrás era vista como un lugar sin pretensiones, triste, gris, agobiante e incluso feo; en las novelas ambientadas en tiempos democráticos empieza a percibirse como un sitio atractivo y lleno de cultura, de movimiento y de juventud: el lugar en el que había que estar, allí donde las cosas estaban sucediendo. Con la diversión y las libertades llegó el color, y con él, el Madrid que se plasma en estas obras es una ciudad llena de oportunidades, en la que cualquiera puede contribuir a la reconstrucción simbólica de una urbe aún por hacer. Para percibir este cambio de paradigma, la lectura de la novela de Julio Llamazares, El cielo de Madrid, es especialmente significativa.
En este sentido, es paradójico que la trayectoria literaria de la Ciudad Condal dibuje el camino contrario. Así, la pátina de nostalgia, de melancólica belleza y de singularidad romántica que percibimos en la Barcelona franquista, descrita por los autores de la época, con la llegada de la de-mocracia se va desvaneciendo y, tras la Transición, los escritores prefieren describirla como una ciudad más mundana, menos exclusiva y con mayo¬res problemas de los que a menudo se nos sugiere de manera oficial.
No cabe duda de que Eduardo Mendoza y su serie de novelas del detective sin nombre —entre las que se cuentan El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas— ha tenido un papel especialmente activo en esta desmitificación de Barcelona, pero su visión irónica —incluso sarcástica en determinados momentos— sobre esta ciudad se corresponde con la imagen simbólica de una urbe, en aquellos momentos, demasiado volcada en lo institucional y muy alejada de los movimientos culturales que invadían las calles de otras ciudades como Madrid, abiertas a la experimentación, a la innovación y a los nuevos modos de vida recién llegados de otros países más adelantados que la España de la década de 1980.
En definitiva, y más allá de los detalles concretos que definen la evolución de la imagen simbólica de cada una de ellas, las dos ciudades estudiadas han tenido una importancia central en el desarrollo del país que hoy conocemos, y han funcionado como centros neurálgicos de la vanguardia, el progreso y la evolución cultural y artística. Sin duda, esta relevancia se ve retratada de manera fehaciente en las novelas que se ambientan en ellas. Las obras seleccionadas no podrían haber existido —o serían distintas— sin las ciudades en las que se ubican, que en las narraciones trascienden su dimensión física y pasan así, de ser consideradas un mero telón de fondo a convertirse en elemento central del argumento. Las ciudades dejan huella en las historias y las historias construyen la dimensión simbólica de las ciudades: ni Madrid ni Barcelona serían tal y como las conocemos hoy sin que los personajes literarios que protagonizan estas novelas hubieran recorrido, un día, sus calles y sus plazas.
Alba Carballal
Nota 2.-Las dieciséis novelas analizadas en el trabajo son las siguientes: Carmen Laforet: Nada; Ana María Matute: Luciérnagas; Camilo José Cela: La Colmena; Rafael Sánchez Ferlosio: El Jarama; Luis Martín Santos: Tiempo de silencio; Mercè Reboreda: La plaza del Diamante; Juan Marsé: Últimas tardes con Teresa, Si te dicen que caí; Eduardo Mendoza: El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas; Francisco Umbral: Trilogía de Madrid; Antonio Muñoz Molina: El invierno en Lisboa; Rafael Chirbes: La caída de Madrid; Julio Llamazares: El cielo de Madrid; Jordi Sierra y Fabra: Siete días de julio, Dos días de mayo.
Nota 3.-La novela de Alba Carballal titulada Tres maneras de inducir un coma se publicó en el año 2019 por la editorial Seix Barral. Puede comprarse en muchas librerías. Entre otras, en La Casa del Libro, en Amazon o en FNAC.