
El lugar elegido para la intervención paisajística fue el embalse de El Atazar situado a pocos kilómetros de Madrid. La decisión sobre el emplazamiento fue debida tanto a las condiciones naturales como al alto grado de deterioro del área. Uno de los problemas fundamentales desde el punto de vista paisajístico de un embalse es lo que se llama la ceja, parte de la ladera sometida a las variaciones estacionales de la altura del embalse en la que es muy difícil que arraigue ningún tipo de plantación. Este proyecto intenta afrontar esta cuestión cuya solución es verdaderamente complicada.

La actuación se inicia en el pueblo de El Atazar con objeto de que se beneficie de las rentas turísticas que se produzcan. El proyecto consta de tres partes. La primera es un teleférico que, partiendo del pueblo, recorre todo el perímetro de la presa con estaciones en puntos estratégicos de la misma.

La segunda, ya en la presa, consiste en un mecanismo que permite volar por encima de la lámina de agua mediante unos cables sostenidos por globos cautivos.

La tercera es un sistema de lonas de colores colocadas sobre la ceja y que son, propiamente, la parte de intervención más artística del proyecto y que le da sentido al recorrido turístico en el teleférico y al sistema de tirolinas.

Las lonas (o plásticos, hubo discusiones en el equipo al respecto) cuentan con un sistema de flotación que permite ajustarlas a la ceja al variar el nivel del embalse. Esta parte se complementa con el enmarque de los senderos con la misma lona puesta en vertical. Prácticamente toda la instalación, menos parte del teleférico, es desmontable.
