Vista deSao Paulo (Skycrapercity)
Ha sido necesario quitarle el fondo de trabajo de investigación y también la forma (referencias, notas, etc.) para que sea fácilmente legible en el blog. Si al final ha quedado un poco “maquillado” la culpa no es de Sara sino exclusivamente mía. Como investigación, el trabajo está muy bien y cumple todos los requisitos que se le pueden pedir a un trabajo de doce créditos, pero no sé que tal me habrá quedado la adaptación. Todo el texto que figura a continuación es de la autora del trabajo, lo mismo que las fotos de las que no se indique la fuente.
La identidad de los espacios del anonimato
Autora: Sara González Moratiel
El crecimiento desproporcionado que, en estas últimas décadas, han tenido las ciudades se contrarresta con la inercia de la sociedad urbana para asumir tales cambios. Actualmente, según un informe de las Naciones Unidas la mitad de la población mundial (3.350 millones de personas) vive en ciudades y se prevé que en el 2050 sean 6.400 millones. Las ciudades se han convertido así en gigantescas megalópolis que crecen devorando todo lo que quede a su paso, tejen el territorio con infraestructuras desproporcionadas conectando las distintas conurbaciones siendo idénticas unas a otras. Las ciudades se convierten en espacios habitados por una sociedad urbana a la que se le priva de identidad, de la pequeña escala. La ciudad ha perdido la diversidad de antaño y se ha convertido en un modelo de guetos que responden, en la mayoría de los casos, a pautas del modelo socio-económico actual. Sin embargo, existen en estas grandes urbes aún lagunas de territorio vacío, espacios intersticiales entre realidades consolidadas de la ciudad llamados por algunos autores como “Terrain Vague” o “No-Lugares”, espacios del anonimato. Son paisajes llenos de oportunidad y totalmente necesarios para el funcionamiento de las grandes ciudades en los que reside una identidad inherente al lugar. Conocer estos espacios “anónimos” y analizar la percepción que de ellos tienen los ciudadanos reabre el diálogo del devenir de la ciudad actual.
Identidad y paisaje
Es importante recordar las dos acepciones que existen para el concepto de Identidad, la identidad esencial y la identidad sustancial, la oposición entre ambas es la que media en griego entre los términos isos y autos. Puesto que no es objeto del presente estudio analizar desde el campo filosófico ambas acepciones y haciendo un rápido resumen, diremos que el significado de la Identidad Esencial (el isos) es más próximo al de igualdad o equivalencia y podría definirse como “lo que significa en los otros” mientras que la Identidad Sustancial (el autos) se refiere al objeto en sí a “lo que es”. Esta diferenciación es importante para nuestro estudio sobre el paisaje puesto que en ocasiones la Identidad no sólo es única al lugar en sí sino que además se “parece” o “equivale” a otro y no por eso deja de poseer identidad.
August Macke: Paisaje con vacas y camello (Arte & Artistas)
El término Paisaje es propuesto para designar todo aquello que es percibido por el hombre, ya sea un objeto concreto y mínimo o vastas extensiones de terreno. La idea del Paisaje está intrínsecamente ligada a su relación con el tiempo y con el espacio. El paisaje se encuentra en continuo proceso de cambio o desarrollo, de aceleración o deceleración fruto de fenómenos naturales pero sobre todo, y más en este últimos cinco siglos, de la acción del hombre. Entendemos por Paisaje Natural al paisaje en el que la acción del hombre ha sido nula, a los espacios poco o nada antropizados y Paisaje Cultural los espacios morfológicamente transformados por el hombre. Sin embargo, considerar el paisaje como “vacío de vida” es una abstracción demasiado forzada. El contenido del paisaje se encuentra en las cualidades físicas del área (forma, límites y estructura) y en las formas de uso de dicha área. Como muy bien describe Carl O. Sauer en su artículo “La morfología del paisaje”, el paisaje es el conjunto de hechos de sustento físico y de hechos de cultura humana; siendo así el fenómeno de la ciudad el paisaje humanizado con mayor transformación cultural.
Paisaje agrario (Geografía, un mundo para descubrir)
El paisaje cultural, lo que nosotros como habitantes de la ciudad percibimos, es creado, por lo tanto, por un grupo cultural, sobre un paisaje natural. En la figura de abajo, a la izquierda vemos La Manga del Mar Menor (Murcia) en su estado natural en los años treinta del pasado siglo. Ochenta décadas más tarde, los embarcaderos naturales, las lagunas, las jaras y las dunas se han transformado, por la acción depredadora del hombre fruto de un mal planeamiento e una gestión insostenible, en autopistas y grandes bloques de edificios destinados a segundas residencias. Actualmente, La Manga del Mar Menor es una lengua natural de territorio sobre la que se ha edificado una realidad cultural, en este caso, deficitaria (importantes problemas de tráfico, de aglomeraciones, de instalaciones de saneamiento, de abastecimiento de agua y de plagas). Así pues, podríamos decir que la cultura es el agente (en este caso sería los sistemas políticos y económicos de la provincia murciana), el área natural es el medio y el paisaje cultural es el resultado.
El paisaje se transforma continuamente y la identidad del paisaje no siempre permanece. Las imágenes de La Manga son el mismo lugar (su identidad esencial sería la misma) pero su percepción ha cambiado notablemente. La identidad reside en el territorio, es cambiante y no siempre es única, en ocasiones se parece a otras identidades (la identidad esencial que antes hablábamos) lo que, por otra parte, le hace ser más fácilmente reconocible o identificable. La identidad del paisaje, por su propia definición, es el conjunto de las cualidades intrínsecas del lugar, es lo que es, es el per se. Sin embargo, en muchas ocasiones, nos preguntamos si la Identidad es una cualidad del espacio o, por el contrario, es lo que el espacio genera en quien lo mira, es decir, ¿la Identidad reside en el paisaje (objeto) o en el observador (sujeto)? Sin duda la Identidad del paisaje reside en lo que es, en el objeto en sí, pero para conocerla tenemos que percibirla como sujeto por lo tanto en ocasiones la identidad está sujeta a connotaciones produciendo expresiones que tienen un significado personal e individual subjetivo.
Anonimato es el estado de algo que es anónimo, que no es reconocible o que carece de identidad. Cuando hablamos de espacios anónimos nos referimos a espacios que no tienen cualidades importantes o fuertes que les haga reconocibles. Esto puede ocurrir por ser espacios que han perdido su identidad con las distintas permutaciones y cambios que han sufrido a lo largo del tiempo o bien por ser espacios que nunca han sido claramente identificables pudiendo pasar desapercibidos (u omitidos) por la mayoría de los observadores. Más recientemente, autores como Marc Augé argumentan que los espacios del anonimato no existían en el pasado y son espacios de confluencia anónima, donde personas en tránsito deben instalarse durante algún tiempo de espera, sea a la salida del avión, del tren o del metro que ha de llegar. Apenas permiten un furtivo cruce de miradas entre personas que nunca más se encontrarán, convierten a los ciudadanos en meros elementos de conjuntos que se forman y deshacen al azar y son simbólicos de la condición humana actual y más aún del futuro. Para referirse a estos lugares de transitoriedad acuñó la expresión no-lugares por no tener, según sus estudios, suficiente importancia para ser considerados como lugares poniendo como ejemplos de un no-lugar a una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto o un supermercado.
El trabajo de investigación
En este trabajo se estudiaron cinco espacios intersticiales del Área Metropolitana de Madrid tanto desde un acercamiento a los datos exteriores como mediante un sistema de entrevistas para llegar a entender la percepción que de dichas áreas tienen los observadores. Los espacios estudiados fueron los siguientes: Estación de Abroñigal (entre carretera y vías ferroviarias), Venta del Batán (entre parque metropolitano y barrio), Barajas (espacio de borde entre área aeroportuaria y barrio residencial), Mesena (entre carretera y barrio) y La Peineta (espacio en construcción y aislado por vías de circulación).
Primero se estudiaron las cinco áreas analizando los elementos físicos, bióticos y antropógenos de cada una mediante la cartografía existente, estudios de campo, fotografías aéreas y simulaciones digitales. Luego se trató de analizar la percepción que el observador tiene de dichas áreas. Se preparó una encuesta corta con las mismas preguntas para cada área que se envió por correo electrónico a distintos colectivos. Puesto que muchas de las áreas escogidas para el estudio no eran conocidas por gran parte de los encuestados, se preparó un video corto de cada una mediante fotografías y se colgó en internet (en Youtube) para que el encuestado tras contestar a las primeras preguntas pudiera ver el video y finalizar su encuesta. Para que los resultados fueran aceptables se recogieron veinte entrevistas de cada área, es decir, un total de cien contando la totalidad de los espacios.
Como resultado del trabajo se obtuvieron una serie de conclusiones relativas a cada una de las piezas de estudio, y otras de carácter más general comunes a todas ellas. Nos vamos a detener sólo en algunas de estas últimas ya que, de lo contrario, se alargaría demasiado la exposición del tema.
No existen espacios aislados
Los paisajes, aún siendo individuales o singulares, forman parte de una totalidad, están interrelacionados entre sí, dependen los unos de los otros y forman parte de una estructura. En las encuestas realizadas es relevante ver como los observadores para hacer una descripción del área utilizan objetos o referencias a otros lugares de la ciudad, ya sean estos espacios colindantes al área o no. En el estudio del Área 02 (espacio intersticial entre un parque de escala metropolitana y un barrio residencial), los observadores de las seis fotografías propuestas en las encuestas eligieron como la imagen más representativa del área en un 70 % en la que aparecían bloques de 10 y 12 alturas. Es decir, que para describir este espacio verde veían como más significativa o identitaria la zona residencial de alta densidad adyacente leyendo el espacio de una manera global aunque, en este ejemplo, se trate sólo de su área inmediata.
La identidad de un espacio está condicionada a la identidad de sus espacios colindantes, los objetos que existen en el paisaje están en interrelación. Las cinco áreas estudiadas, pese a tratarse de espacios aislados, y en ocasiones totalmente diferenciadas de los espacios urbanos que los circundan -parques, bloques residenciales o grandes vías de circulación- son entendidas por los observadores como parte de un conjunto de la ciudad, son capaces de extraer estructura y significado entendiendo como posición en un sistema sujeto a desarrollo o cambio.
La necesidad de encontrar referentes
Como hemos dicho antes, la identidad reside también en la pequeña escala, sobre todo cuando el paisaje es homogéneo o no existen fuertes referentes visuales, los observadores fijan su atención en objetos pequeños para definir las áreas. En el área 02 (espacio intersticial entre parque metropolitano y barrio residencial), los observadores apuntan como elementos característicos del área los graffitis pintados en los muros de contención de tierras. Es decir, frente a nombrar objetos más identificativos del lugar como pueden ser los pinos, los bancos, la pradera o el quiosco-terraza fijan su atención en elementos puntuales, anecdóticos desde un punto de vista objetivo. Bien por el rechazo que les produce tales objetos bien por tratarse de elementos disonantes en el lugar, consideran estas pintadas como hitos o referentes dentro del área.
A la hora de enfrentarse a un lugar, a un paisaje, los observadores necesitan encontrar elementos de referencia, hitos que les permitan orientarse. Los dos casos anteriores son un claro ejemplo de cómo en espacios anónimos los observadores encuentran identidad en elementos que en otros espacios pasarían inadvertidos, esto es fruto, sin duda, de la necesidad del ser humano de encontrar referentes identificativos que clarifiquen su percepción del espacio.
Percepción de los espacios y singularidad del paisaje
Al observar el paisaje se procede por comparación a otros paisajes conocidos o vividos, como observadores nos resulta reconfortante encontrar rasgos o características similares en un paisaje que desconocemos a otro que conocemos bien. Sin embargo los paisajes son individuales, cuando hablamos de identidad en el sentido de identidad sustancial decimos que un objeto determinado es idéntico a otro pero ningún paisaje es igual o equivalente a otro, la percepción del espacio y el espacio en sí, es decir, su identidad esencial es singular y única y es cambiante además en cada momento, está ligada al factor temporal.
En el modelo de encuestas diseñado para este estudio se preguntaba a los observadores antes de que comenzara el video con las imágenes del área si con los pocos datos facilitados (una foto aérea y la descripción básica del área) sabían de qué espacio se trataba, si lo conocían y de ser así si les resultaba “parecido a otro lugar”. Los observadores procedían por comparación al enfrentarse a un lugar o espacio nuevo y desconocido encontrando elementos de asociación con áreas que sí conocían. Sin embargo, en sus respuestas posteriores una vez visualizado el vídeo del área describían ésta como un espacio con sus características y elementos singulares. Aparentemente esto que podría entenderse como una contradicción no es tal, puesto que los paisajes son únicos e individuales.
Los elementos de juicio personal en la percepción
Croce sustenta que la ciencia de la historia carece de criterios lógicos, algo parecido puede entenderse a la hora de definir la percepción de un lugar y posteriormente la idea que se forja sobre la identidad del paisaje. La percepción no es fruto de un control lógico completo y está condicionada por el criterio del observador, de cada observador. Según esto podríamos deducir que la identidad de un paisaje es radicalmente distinta para cada observador, sin embargo no es del todo cierto.
Aunque hemos entrevistado a personas que no conocían o no estaban vinculadas a ese lugar (incluso a gente que no había estado nunca en la ciudad) los resultados eran tremendamente semejantes. Los observadores someten el elemento personal a un control parcial, a la hora de enfrentarse a un paisaje determinado son capaces de entenderlo como un conjunto de características generales y no únicamente como una escena individual.
Las áreas más estables poseen una identidad más fuerte
Son varios los factores que determinan la identidad de un lugar, sin duda el factor temporal es esencial a la hora de aprehender un paisaje. Puesto que estamos siempre trabajando con paisajes culturales, las acciones del hombre sobre el paisaje son fundamentales para entender el devenir de la ciudad. Los paisajes cambian no sólo morfológicamente, cambia también su significado, cambia lo que representan, la identidad del paisaje es tremendamente frágil.
Estadio de La Peineta (20 minutos)
En las encuestas realizadas se aprecia como los observadores manifiestan su confusión en áreas como la Peineta donde los cambios se producen continuamente y cómo, por otra parte, se encuentran cómodos en áreas donde estos cambios, de producirse , son mucho más lentos. La identidad del lugar es más clara cuando éste ha permanecido estable a lo largo de un tiempo.
Una imagen fuerte enmascara su significado
A menudo lo urgente distrae la atención de lo importante, perdemos en ocasiones el enfoque de las cosas. Una objeción similar puede ser planteada a la hora de observar un lugar y aprehenderlo. En el estudio realizado sobre los distintos espacios intersticiales de la ciudad vemos como en espacios con sobreabundancia de elementos antitéticos los observadores fijan su atención únicamente en éstos y no en el área en sí.
Un caso relevante es el área de Barajas cuyo significado es importante para los ciudadanos como puerta de entrada y salida de Madrid, sin embargo en las encuestas realizadas los observadores apenas son conscientes de tal significado y es en áreas más homogéneas donde sí lo perciben. El carácter fuerte en la imagen de un área hace en ocasiones que los observadores no recuerden el significado de ésta, la enmascara.
La identidad de los espacios del anonimato
Las áreas elegidas para el estudio podrían ser áreas residuales o sobrantes de cualquier otra ciudad, la imagen de “espacios del anonimato” es el único criterio utilizado para elegirlas, sin embargo, tras el estudio, vemos como los observadores son capaces de encontrar identidad en ellas, su percepción va mucho más allá que la mera imagen residual de partida.
La identidad del paisaje se construye como la suma de tres factores determinantes: el carácter reconocible, la estabilidad en el tiempo y el significado. En las encuestas realizadas vemos como todas las áreas de estudio poseen estos factores en mayor o menor medida. Resulta muy significativo que cada área se define con indicadores distintos de los tres factores, cada área resulta, a los observadores, singular. Sería objeto de un trabajo posterior investigar los indicadores de estos factores y como éstos influyen en la formación de una identidad fuerte de lugar. A modo de ejemplo vemos como de las cinco áreas estudiadas el lugar con menor identidad es el área de La Peineta, esto es debido, sin duda, a la poca estabilidad en el tiempo que posee ese paisaje. Por tanto supone un error definir un espacio como un no-lugar o espacio sin identidad. La identidad de los espacios del anonimato es la identidad del paisaje, de cualquier paisaje cultural, y depende de los mismos factores, será más o menos frágil dependiendo de su significado.