sábado, 3 de agosto de 2024

Releyendo Las Ciudades Invisibles

Hace doce años, en agosto de 2012, publiqué en este mismo blog un artículo titulado “Las ciudades invisibles de Italo Calvino”. Dado que es verano, tiempo propicio a la lectura, he vuelto a releer el libro. Como todas las grandes obras, por mucho que uno las lea siempre encuentra que no las ha leído suficientemente bien. No tengo claro que eso sea lo que me haya pasado en este caso. Quizás sería necesario añadir a esta causa que, desde entonces, han sucedido muchas cosas (y muy importantes) en lo que se refiere a ese artilugio maravilloso llamado ciudad. Y los que nos dedicamos a su estudio empezamos a pensar que viene un tiempo nuevo. Mejor dicho, que es imprescindible que venga un tiempo nuevo, que probablemente cambiará (de forma revolucionaria) la forma de planificar, construir y habitar nuestras ciudades.

Italo Calvino, Las Ciudades Invisibles  clave

Y es que entonces no le había dado toda la importancia que tenía al término “viaje”. El libro se basa en los relatos que Marco Polo (el viajero) le hace a Kublai Kan, emperador de los tártaros. De esta manera se supone que el emperador tendría un conocimiento más profundo de su imperio. Y es que, claro, describe nada menos que cincuenta y cinco ciudades. Se supone que todas ellas son diferentes y cuentan con alguna característica especial, aunque se puedan agrupar, de cinco en cinco, en once categorías distintas. No es nada extraño que el emperador pensara, tras la descripción de Marco Polo, que su imperio era un variopinto muestrario de ciudades atendiendo a su forma de creación, los lugares donde surgían, las gentes que las habitaban… Era necesario viajar a cada una para poder entender su variedad y la complejidad de las relaciones que se producían en su interior y con las demás.

  Una de Las Ciudades Invisibles: Cloe  elblog

¿Pasa esto actualmente? Podríamos preguntarnos: ¿Las ciudades son tan distintas unas de otras, es necesario viajar a cada una para poder descubrirlas y describirlas? Me temo que las cosas en la actualidad son muy diferentes. No estoy seguro de que podamos encontrar ciudades relacionadas con el deseo, con la memoria, con los muertos, con los signos… ciudades escondidas, ciudades continuas o sutiles. Más bien parece que en todo el mundo las ciudades tienden a igualarse unas con otras o, por lo menos, todas aparentan ser muy semejantes entre sí. Probablemente en el mundo actual Marco Polo no tendría que viajar demasiado para describir la totalidad de ciudades que se pudieran calificar como distintas. Porque la mayor parte son demasiado parecidas. Buscando las diferencias es posible que encontrara dos o tres. Quizás, cinco o diez. Desde luego, nunca las cincuenta y cinco que aparecen en el libro.

El síndrome de París  800noticias

No hay una coincidencia absoluta sobre la razón por la que algunos japoneses sufren el llamado “síndrome de París” cuando visitan la capital de Francia. Parece ser que se trata de un trastorno caracterizado por ansiedad, alucinaciones, mareos, taquicardia, o incluso sentimiento de persecución, producido por el choque entre la realidad de París y lo que esperaban que fuera. Y es que “viajar” se ha convertido en el deseo del noventa por ciento de la población. No hay más que preguntarle a la gente que haría si, de pronto, recibiera una cierta cantidad de dinero inesperada. La respuesta sería: “viajaría a…”. Los puntos suspensivos podrían ser variopintos. Desde Katmandú a Dodoma, pasando por Bakú. En general, o bien buscando lo exótico y lo distinto como en las capitales anteriores, o bien alguna de las que la publicidad ha vendido como "los diez ciudades que debería conocer antes de morir" o algo parecido.

Turismofobia  eldiario

El problema es que el propio turismo tiende a igualarlo todo. Y cuando un japonés acude a París en busca de algo diferente y se encuentra con una realidad casi igual a Londres, Camberra, Roma, Kioto o Tokio, puede que sienta que se desvanece la que podría ser la “ilusión de su vida”. O al contrario, que su objetivo vital ha sido conseguido y no acaba de aceptar que sea eso que tiene ahora precisamente ante sí. Y no es que se trate de una hipótesis necesitada de comprobación. Hay muchos elementos que lo corroboran. Probablemente uno de los más importantes sea la percepción de los propios habitantes del sitio que sienten que los turistas les están “robando” su identidad para convertir sus calles y sus barrios en un producto puesto a la venta, en un parque temático. En algo que no sienten como propio. Y es que, en poco tiempo, se ha ido transformando “su” ciudad en la ciudad que se vende al turista.

El turismo mata los barrios  huelvared

Yo no digo que todo sea culpa del turismo y de los viajes, que son el deseo implícito y explícito de toda la ciudadanía. También tienen mucho que ver las nuevas tecnologías, las redes sociales, Internet… que suelen difundir mensajes basados en imágenes icónicas de las ciudades que, de esa manera, intentan aumentar las visitas. Esto hace que, en el fondo, una ciudad se caracterice por un elemento determinado que se potencia hasta la saciedad y se convierte en aquello donde hay que hacerse un selfi para enviarlo a cuanta más gente mejor. Pero claro, para que estas imágenes sean comprensibles para todas las culturas hay que “dulcificarlas”, asimilarlas a elementos que sean fácilmente reconocibles en cualquier lugar del planeta. Lo que significa la necesidad de ir igualando icónicamente unos elementos con otros buscando una única característica diferencial que sea reconocible frente a las demás.

Brandscape, imaginarios de marca ciudad  elblog

Pero una vez “visto” este elemento diferencial, el resto de la ciudad se prepara para que el turista se encuentre “como en su casa”. Lo que significa que los restaurantes, los hoteles, los comercios, incluso los lugares para divertirse, van siendo iguales en todas las ciudades del mundo. Aunque esto también implica que la identidad del sitio, relacionada directamente con sus habitantes y sus peculiaridades, va desapareciendo. Y la gente que vive en el parque temático en que se ha convertido su barrio o su lugar de residencia se siente expulsada. Además con una agravante. Dado que normalmente la renta que el turista destina a los gastos del viaje es muy superior a las posibilidades del día a día de los residentes habituales, el coste de vivir en ese sitio se vuelve prohibitivo. Y desde el punto de vista del márquetin los elementos diferenciales (excepto el icono de marca) van desapareciendo. Por lo que hay que buscar otros, también comprensibles para cualquier cultura, en un eterno vaivén de ida y vuelta.

Por si uno necesita urgentement4e un McDonald`s
en pleno centro histórico de Madrid
  elblog


De forma que el “viaje de descubrimiento” como el de Marco Polo (o el de Colón, los de Cook o Peary, el de Américo Vespucio…) y tantos otros, prácticamente ha desaparecido. Probablemente en la actualidad sea imposible encontrar una “ciudad invisible”. Todas son muy visibles y antes del viaje ya suponemos que nos vamos a encontrar al llegar. A pesar de que, en el fondo, esperamos siempre algo distinto, una ciudad que seamos capaces de descubrir y que nos emocione. Porque la palabra viaje todavía está asociada en parte al descubrimiento, a una cierta aventura, que nos permita conocer cosas nuevas. Por supuesto, está muy relacionada con la curiosidad, innata en los seres humanos, y que es aquello que nos impulsa a progresar. Pero, en general, este aspecto del viaje va siendo sustituido por el de "entretener las horas", "pasar el tiempo", "desconectar"... respondiendo a un fuerte deseo creado por la publicidad.

El síndrome de Stendhal  infosalud

El viaje también se asocia con sentir la emoción de encontrar la belleza. Esta cuestión de "la belleza" está presente en buena parte de los viajes desde siempre. Encontrar la belleza es uno de los objetivos implícitos en todo viaje. Esta faceta está también muy relacionada con otro síndrome: el denominado “síndrome de Stendhal”. Marie-Henri Beyle, cuyo pseudónimo era Stendhal, escribió un libro titulado Roma, Nápoles y Florencia donde se puede leer: “Absorto en la contemplación de la belleza sublime. Había llegado a aquel punto de emoción en el que uno experimenta sensaciones celestiales” y “todo le hablaba tan vívidamente a mi alma. Ah, sí tan solo pudiera olvidarlo. El corazón me palpitaba, lo que en Berlín se conoce como ‘nervios’. Mi vida se drenaba. Caminaba con miedo de caerme”. Todo ello refiriéndose a Florencia. Graziella Magherini (una psiquiatra italiana experta en Historia del Arte) en 1990 en su libro El síndrome de Stendhal le dio carta de naturaleza a estos síntomas.

Google, Puerta del Sol (Madrid)  streetview

De forma que el viaje “para descubrir” se convierte en el viaje “para entretener”. Cuando se viaja, el que viaja ya no se dirige a la aventura. Sabe perfectamente lo que se va a encontrar, lo que le va a costar. Incluso, mediante artilugios como Google Maps es capaz de recorrer virtualmente las calles que luego se encontrará en el sitio cuando llegue. Planteado de esta forma: ¿Qué sentido tiene el viaje, para qué viajar? La única respuesta sería: para pasar el tiempo, para no aburrirnos. El problema es que esta forma de pasar el tiempo, que se ha institucionalizado como turismo de masas, tiene importantes implicaciones que es necesario valorar. La primera es muy evidente y la he señalado en varios sitios y publicaciones. Se puede resumir en la frase que me ha costado algún disgusto según el sitio donde la dije: el turismo es la actividad más insostenible que se puede dar en el planeta, ya que consiste en llevar a mucha gente lo más lejos posible, para que se haga un selfi, y volverla al traer al lugar de donde partió.

Hacerse un selfi en la Puerta del Sol (Madrid)  elblog

Pero, además, tiene otras implicaciones que ahora están empezando a aflorar entre los propìos habitantes de los sitios turísticos y que se pueden resumir en falta de identidad. En otros artículos del blog ya he discutido esta cuestión. Por ejemplo, en “Maurice Halbwachs, la memoria colectiva”, también en “Defender el patrimonio identitario”, o incluso en “Turismo, paisaje e identidad”. Pero cada vez tiene más implicaciones que ya rebasan las puramente sociales para meterse también en el ámbito económico. Como ya he indicado antes, afecta también al precio de los alquileres o a cambios en el comercio de proximidad que hacen el barrio prácticamente invivible para los habitantes de siempre. Y lo peor es que de esta forma lo propio, lo identitario del barrio o de la ciudad, se pierde y hay que buscar elementos nuevos que puedan imponerse mediante el márquetin publicitario. El problema es que estos elementos normalmente son ajenos a los habitantes y a la historia colectiva del lugar.

Astaná (Kazajistán) y Quito (Ecuador)  swiss y mapp
Culturas y territorios distintos, ciudades parecidas


Y esto no solo tiene importantes repercusiones culturales. Ya hemos hablado de la insostenibilidad del viaje. Pero es que también la propia ciudad se vuelve insostenible. A la largo del proceso histórico la ciudad (y la cultura de sus habitantes) se ha ido adaptando a las necesidades territoriales y climáticas del sitio en el que está ubicada. Por eso, cada ciudad se ha ido volviendo distinta a cualquier otra, para conseguir la mayor eficiencia posible según el contexto en el que se encuentra. Asombra que, actualmente (por ejemplo), una ciudad sudafricana pueda ser tan parecida a otra nórdica cuando las condiciones territoriales y culturales son tan diferentes. Dado que estas condiciones relacionadas con el sitio son tan distintas, la respuesta deberían serlo también. El hecho de que, en general, no lo sea puede suponer un alto costo ambiental. Y el planeta, actualmente, no puede soportarlo.

Kublai Kan y Marco Polo  quora

Entonces ¿Dónde están las ciudades invisibles actualmente? ¿Existen? En el libro de Calvino, Kublai le pregunta a Marco a qué ciudades todavía no descubiertas (Nueva Atlántida, Utopía, la Ciudad del Sol, Océana, Tamoé, Armonía, New-Lanark, Icaria) les impulsarán los vientos futuros. La respuesta, como en el caso de la canción de Dylan, está en el viento: “Si te digo que la ciudad a la cual tiende mi viaje es discontinua en el espacio y en el tiempo, ya más rala, ya más densa, no has de creer que se puede dejar de buscarla. Quizá mientras nosotros hablamos está aflorando desparramada dentro de los confines de tu imperio; puedo rastrearla, pero de la manera que te he dicho”. Es posible que las áreas urbanizadas de la Nueva Era Urbana se estén gestando ya en algún sitio. Probablemente al margen de urbanistas y planificadores, aunque tanto unos como otros ya se están viendo impulsados por los vientos de la sostenibilidad y el cambio climático. Como se ve en muchos lugares (y en los artículos del blog) ya están empezando a cambiar los presupuestos básicos de la construcción y organización de nuestras ciudades. Pero casi seguro que serán revolucionarios porque es necesario que lo sean. Por lo menos, tal y como entendemos actualmente ese artefacto llamado ciudad.