Han pasado ya ocho años desde la entrevista que le hice a Fernando Roch. He decido recuperar esta faceta del blog que tenía abandonada porque tengo la disculpa perfecta para hacerlo: Agustín Hernández Aja (“Gus” para los amigos) se ha jubilado después de una vida dedicada a la enseñanza del urbanismo. Hemos compartido muchas cosas a lo largo de estos años y tengo bastante clara la importancia de su trabajo y de su magisterio. Catedrático de Universidad (ya ha sido nombrado Profesor Emérito) ha desarrollado la práctica totalidad de su vida docente en la UPM. Multitud de publicaciones avalan también su actividad investigadora, pero si por algo debería ser recordado, sería por su cercanía a los alumnos y a los compañeros de docencia. Pero también, no podía ser de otra manera, por su implicación en cuestiones sociales. Y no solamente con aquellas relacionadas con el urbanismo.
Aunque no se trata de reseñar sus múltiples actividades si me parece necesario en esta breve introducción a su persona, dar algunas notas al respecto. Pocas, porque no se trata de hacer su currículum. Doctor arquitecto, director del grupo de investigación GIAU+S. También del departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio hasta el año 2016. Miembro del consejo asesor o del comité científico de varias publicaciones, ha dirigido más de veinte tesis doctorales y ha coordinado varios doctorandos. Entre ellos los que se han desarrollado de forma conjunta con la universidad de La Serena en Chile. También ha participado en muchos otros como el de Puebla en México. En el aspecto profesional ha sido miembro del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid formando parte de las comisiones de urbanismo y rehabilitación, coordinando la comisión de sostenibilidad y siendo elegido miembro de su Junta de Representantes.
Ya puede comprenderse la importancia de la persona que entrevistaré a continuación. Pero más allá de estos aspectos “curriculares” me enorgullezco de ser su amigo. Supongo que esto también podrá decirlo bastante gente. Como amigo pienso que estoy en condiciones de decir que es “buena gente”, que su implicación en la actividad social, docente y profesional, le ha granjeado a veces algunas antipatías. Pero estas antipatías casi siempre con el transcurso del tiempo se han vuelto simpatías. Es evidente que los que no se implican no se crean enemigos, pero tampoco hacen que la sociedad avance. Y Gus se implica, como se implicaba en su momento Fernando Roch, también excelente persona, y tantos otros. Espero que esta entrevista resulte de interés, sobre todo a los jóvenes de la era digital, y nos haga pensar a todos en una sociedad que sea capaz de superar la que podíamos llamar "era del meme”.
Gus, después de tantos años dedicado a la docencia y a los temas relacionados con la llamada “sostenibilidad” ¿piensas que el alumnado de hoy es consciente de los problemas a los que seguro se van a enfrentar en su vida profesional?
Es difícil que nuestros alumnos y alumnas, que no son más que un grupo seleccionado del cuerpo social bastante ajeno a la realidad del problema al que nos enfrentamos, a los que se exigió en el periodo previo a los estudios de arquitectura mantener una tasa de éxito escolar, en la que se premian los conocimientos memorísticos, que les permitiera obtener la nota necesaria para acceder a nuestra escuela, hayan tenido el tiempo y los estímulos necesarios para forjarse una visión crítica sobre los fundamentos de la sociedad en la que viven. Es más, en su periodo formativo hay una cantidad significativa del alumnado al que no se la ha provisto de los conocimientos científicos básicos para comprender el funcionamiento de la biosfera, la constatación de los límites planetarios, y la consciencia de que los "avances" científico-técnicos no pueden superar los límites materiales.
Ese alumnado, que en su mayoría procede de núcleos familiares con rentas medias y altas urbanas, tampoco ha tenido acceso en su periodo de formación vital a un entorno en el que sean visibles de manera evidente las señales de la contradicción de nuestro sistema de producción y consumo, opacadas por un sistema que simula eficacia y que les permite tener fresas en invierno, o viajar en avión a precios de saldo, a otras ciudades (en las que visitarán barrios idénticos a los suyos propios), o a espacios pretendidamente naturales, convenientemente estructurados al servicio de un turismo en busca de experiencias (seguras). En el desarrollo de sus estudios, no se completan las lagunas y carencias de su formación previa. Se enfrentan a programa de asignaturas semestrales con escasa relación entre ellas, en un marco de prevalencia de las asignaturas de “proyectos”, nueve en cinco años, reducidas a la creación de una imaginería autónoma de cualquier base social o ambiental a las que solo se hace, en su caso, referencias metafóricas.
de Planeamiento y Territorio de la ETSAM
Hace unos años sí se hablaba, de vez en cuando, sobre que podría haber un problema de límites en la disponibilidad de energía. Pero en los dos últimos años se ha extendido la “creencia” irracional de que la energía fotovoltaica, y en su caso su utilización para obtener hidrógeno, nos permitirá un consumo seguro y continuado de energía eléctrica “ecológica”. Pero nadie les explica que la electricidad supone tan solo el 25% del consumo total de energía. Sometidos a la creciente implantación de lo virtual sobre lo real (el 90% de los adictos a las criptomonedas tienen entre 25 y 35 años), y de las redes sobre el contacto físico (el 25,5% de la población entre 16 y 25 años declara sentirse sola). Mientras el segundo hombre más rico del mundo detrás de Bernard Arnault, Elon Musk nos promete vivir en Marte, ampliar nuestra mente con un chip y probablemente acabar con los estados nacionales para ser nuestro emperador. Han desaparecido las malas noticias sobre límites físicos a punto de ser superados.
Pero pese a todo lo anterior, el alumnado es consciente de que enfrenta a un futuro incierto. En las contadas ocasiones en las que se hace alguna sesión de prospectiva de futuro, el escenario más repetido es catastrófico. Pero las soluciones y propuestas no pasan de ser pequeños ejercicios de peatonalización, terrazas verdes, tranvías, algún panel solar, etc.., que son los productos que la ETSAM les ha enseñado a imaginar. Las soluciones que se les presentan en los talleres y seminarios son todas de bajo impacto, pero con códigos formales “a la moda”, mientras que seguimos permitiéndoles soñar con rascacielos autónomos y ciudades en el desierto. ¿Están preparadas y preparados para los retos que les esperan? El tiempo lo dirá, tampoco nosotros habíamos sido formados para pasar de una dictadura a una sociedad democrática y tuvimos algún momento brillante.
Puesto que has trabajado también en el movimiento vecinal, ¿cómo lo ves actualmente en relación con la disciplina urbanística?
En sentido estricto no existe formalmente algo llamado “movimiento vecinal”, ese término procede de la transición democrática, donde la participación por irrupción de la ciudadanía se hizo a través de múltiples espacios y dimensiones. Las carencias en los barrios periféricos y el empoderamiento que sus vecinas y vecinos habían obtenido en las luchas obreras en sus espacios de trabajo hizo que volvieran la vista hacia los barrios en los que vivían, que sumaban carencias de todo tipo impropias de una ciudad democrática y que no se podían comparar con los barrios europeos que se tomaban como referencia. Se agruparon en asociaciones vecinales y se coordinaron entre ellas en sus ciudades. Su éxito e influencia en las políticas públicas fue evidente, obtenido mejoras allí donde vivían, ejerciendo de manera empírica el “Derecho a la Ciudad”. Este episodio singular de éxito de la ciudadanía ha quedado en la memoria y por ello aún se habla de movimiento ciudadano.
Podríamos decir que ahora existe una “ciudadanía en movimiento”, en la que se suman las antiguas asociaciones vecinales que aún persisten (muchas de ellas a la espera de recambio generacional), que demostraron su nervio y capacidad dando apoyo a sus vecinas y vecinos durante la COVID-19, mediante la creación de despensas populares y el apoyo a quienes necesitaban de cuidados. Junto al tejido histórico, han surgido nuevas asociaciones y grupos vecinales, muchos de ellos procedentes de la cultura del movimiento 15-M y que se han ido creando para hacer frente a los nuevos problemas urbanos, en gran parte fruto de unas políticas municipales que ponen la ciudad al servicio del sistema inmobiliario, la hostelería y el turismo. En Madrid, han apoyado la lucha contra los desahucios y la gentrificación de sus barrios, o contra fenómenos como las “cocinas fantasma” o las talas indiscriminadas de arbolado para acelerar obras de infraestructura, generándose un nuevo tipo de asociaciones de base local que se suman a las históricas.
Las vecinas y vecinos de las antiguas y nuevas asociaciones, para las que se ha acuñado el término “barrionalista”, construyen la ciudad desde la acción y por tanto es imprescindible que la disciplina urbanística, las conozca e incorpore su visión y conocimientos tanto en los estudios urbanos como en la práctica del planeamiento. Las vecinas y vecinos organizados nos enseñan la ciudad con otros ojos, nos permiten ver tanto la escala de lo micro (base de lo local), como la existencia de otras redes y necesidades ajenas a la ciudad negocio. Dado que los sufren en sus propias carnes, saben más de los problemas ambientales que las consultoras desde sus despachos y programas GIS basados en datos creados para otros fines. Son capaces de dar soluciones a las nuevas necesidades, como hicieron en la COVID-19, y están preparadas para asumir nuevas funciones y responsabilidades.
Ampliando la pregunta anterior ¿se atisba alguna forma de que exista una verdadera participación en el planeamiento urbano?
Para que exista una participación efectiva en el planeamiento urbano es necesario un acceso a la participación política en el ámbito local. Aunque tenemos que recordar que, en España, solo el planeamiento urbano tiene una participación pública reglada, siendo obligatoria la presentación previa de los documentos de ordenación en sus fases iniciales y la recepción y contestación formal de todas las sugerencias y alegaciones. Pese a esa participación reglada la aprobación definitiva de los documentos es atribución de la corporación municipal, que puede hacerlo, con justificaciones genéricas, sin considerar la opinión de la ciudadanía.
Está claro que, si el fin último del planeamiento es el desarrollo de una ciudad para la ciudadanía, este proyecto de ciudad no puede ser desarrollado sin la participación activa y vinculante de ésta. Pero el plan solo es la guía del futuro de la ciudad y es sujeto de interpretaciones, ajustes y modificaciones posteriores que requieren de una participación de la ciudadanía en la fase de gestión y aplicación del plan. ¿Se espera esta participación de la ciudadanía? En las últimas décadas la ciudad se ha diseñado y gestionado en función de un modelo de competitividad global, en la que se la ponía al servicio de los intereses económicos globales, bajo la búsqueda de la competitividad y la competencia con otras ciudades de su mismo rango. La crisis inmobiliaria y el crack financiero posterior pareció poner en crisis, momentáneamente, la idea de que el mundo podía prosperar con ese modelo de capitalismo financiero ajeno a los intereses de las poblaciones locales y los limites planetarios, pero el modelo se ha reconstruido y probablemente reforzado. Aun así, en el breve periodo de los ayuntamientos del cambio se abrieron puertas a la participación y cocreación de la ciudadanía, con experiencias y resultados que han quedado en la memoria y es de esperar que, como estamos viendo, resurjan y acaben consolidando un nuevo modelo de participación/gestión en los que la ciudadanía actúe en plan de igualdad con el resto de las fuerzas e intereses que conviven y compiten en la ciudad.
También son bien conocidas tus “querencias” ecologistas. Como observador de los temas urbanos, ¿hasta qué punto te parece que “lo ecológico” ha influido en los mismos? Y mirando al futuro, ¿cómo ves la relación entre ambos ámbitos de conocimiento?
Lo primero sería saber qué es lo que entendemos como “lo ecológico”. En sentido estricto la ecología sería la ciencia que estudia los seres vivos como habitantes de un medio, y las relaciones que mantienen entre sí y con el propio medio. En principio no habría problema en extender ese campo de estudio a los seres humanos que habitan en ciudades, analizando su balance con el medio (ya fuera de sus límites administrativos). En la mitología de la ciudad industrial, si faltan recursos para sustentar a la ciudadanía, sus edificios y el funcionamiento de sus máquinas, se traen de afuera y si su metabolismo es incapaz de absorber los residuos producidos se trasladan más allá de sus límites y problema resuelto.
Sin embargo, el sustento de la visión “ecologista” es el pensar que el planeta es una unidad y que los sistemas industriales que habitamos no pueden obviar los problemas que generan, consumiendo de manera crecientes recursos fósiles limitados, como consumiendo la propia base natural que sustenta la vida en el planeta, poniendo en riesgo la existencia de la biosfera, degradando los ecosistemas, por su consumo físico como por su degradación o envenenamiento por los residuos que producen (de los que las emisiones de gases de efecto invernadero son en estos momentos las más evidentes). Pero el ecologismo va más allá de la concepción del ecosistema como una máquina que solo necesita de ajustes, al considerar como base de su mantenimiento el “apoyo mutuo” y la interrelación de todos sus elementos. La visión de interrelación y dependencia mutua se traslada a la propia relación de los seres humanos entre sí, estableciendo que igual que no es sostenible un sistema económico-industrial que consume ciegamente los recursos del planeta, tampoco lo es que desde el punto de vista social el sistema se base en la explotación de una parte de la población sobre otra.
Si solo consideramos la visión funcional del ecosistema, el sistema urbano en sus infraestructuras solo ha adoptado medidas correctoras que trasladan los problemas producidos por su consumo creciente de recursos y producción de residuos a otros espacios, mientras que la urbanización consume el territorio circundante de manera creciente dejando frágiles reductos de naturaleza en su desarrollo. En la escala local se han adoptado medidas de ajuste, aún embrionarias, que buscan recrear en la escala próxima fragmentos de naturaleza con el fin de reducir el impacto del cambio climático o mejorar la calidad espacial de las calles y zonas verdes.
Desde mi punto de vista lo urbano, no es ajeno al ecosistema sobre el que se asienta, y necesita de adaptarse a éste. Es necesaria una Rehabilitación Urbano-Ecológica, que no solo afecte a la dimensión espacial del sistema, sino que transforme un sistema de producción y consumo ajeno a los limites planetarios y reduzca las desigualdades sociales tanto al interno de las ciudades como con los espacios exteriores de lo que depende para su mantenimiento.
¿Cómo ves el planeamiento urbano español (heredero directo de la época franquista) en el siglo XXI? ¿Te parece aprovechable o sería necesaria una revolución para enfrentar nuestras ciudades a las nuevas pandemias, la crisis climática… y tantas cuestiones que surgen cada día?
No acabo de entender esa referencia al planeamiento como heredero de la época franquista, últimamente parecen más herederas del franquismo otras instituciones como el registro de la propiedad, la judicatura, u otras entidades y empresas. El planeamiento basado en la Ley del Suelo de 1975, demostró ser una herramienta útil para que los primeros ayuntamientos democráticos transformasen nuestras ciudades, mejorasen la calidad de las periferias urbanas y desplegasen un modelo de equipamientos y zonas verdes al servicio de una ciudadanía que accedía a esa condición después de cuarenta años de represión y mediocridad.
Si el instrumento fue aprovechable en los primeros años de los ayuntamientos democráticos ¿Puede serlo ahora? Probablemente sí, pero tendría que recuperar su capacidad de generar y desarrollar un proyecto de ciudad al servicio de la ciudadanía. Gran parte de los problemas que tiene el desarrollo de los planes generales son debidos al desarrollo de normas y leyes (posteriores al franquismo), que buscando garantizar el respeto a aspectos sectoriales de la estructura urbana y territorial, lo complejizan y ralentizan en un bucle de determinaciones no siempre coincidentes. Las sucesivas modificaciones legislativas estatales, han tenido que eludir el propio concepto de integralidad y coherencia del planeamiento urbano, ya que las comunidades autónomas tienen la competencia plena en materia de urbanismo y cualquier injerencia del estado, por bienintencionada que sea, es trasladada de inmediato al tribunal constitucional. En cualquier caso, creo que sí es posible un reajuste del marco jurídico del planeamiento para que este sea útil para los nuevos retos sociales y ambientales, pero probablemente sería necesario que participasen en su redacción las personas que desarrollan, revisan y gestionan el planeamiento, de forma que los nuevos enunciados legislativos tengan relación con los problemas reales y no solo con una coherencia jurídica de carácter abstracto.
El nuevo marco del planeamiento requeriría de una absorción de la legislación ambiental, entendiendo los ecosistemas como unidades integrales con un valor al menos equivalente al de la urbanización que se quiere implantar. También es necesario un nuevo marco del valor del suelo y la edificación que permita la actuación pública en pos del bien común, así como una participación reglada y efectiva de la ciudadanía. No deberíamos de esperar una guerra o una catástrofe para el ajuste, es necesario hacerlo antes para que los espacios urbanos sean lo suficientemente resilientes y solidarios como para superarlas.
¿Qué piensas que le falta a la Universidad actual cuando enfoca las cuestiones relacionadas, de una forma u otra, con el ámbito urbano?
Podemos ver la universidad en sus dos dimensiones, la institucional y la funcional. En la institucional, se habla de la cuarta misión de la universidad (que se sumaría a educación, investigación y transferencia), que sería la articulación funcional con los territorios sobre los que se asientan. En estos momentos las universidades y las ciudades mantienen una relación incompleta, la universidad es dirigida a una internacionalización genérica que no busca relacionar su espacio de pertenencia con estos nuevos lugares a los que sus investigadores son “destinados” para lograr puntos para su proyección académica. ¿Cuántas universidades actúan como agentes locales en articulación con sus territorios? ¿Cuántas universidades tienen una articulación estable con los distintos agentes de las ciudades a las que pertenecen? Sin un proyecto de articulación espacial con sus ciudades y territorios, la enseñanza la investigación y la transferencia no podrán cumplir la función de herramienta para la transformación de nuestras ciudades para que sean capaces de enfrentar los retos sociales y ambientales a los que nos enfrentamos.
En la dimensión funcional, el profesorado y el alumnado deben de ser capaces de buscar la forma de avanzar en el conocimiento de sus ciudades, conocer sus problemas y dialogar con su ciudadanía. En ese sentido quiero señalar que el Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio (DUyOT) de la UPM lleva décadas desarrollando este tipo de relación, con múltiples ejemplos de colaboración con los municipios y sus habitantes (mucho antes que se llamase Aprendizaje Servicio). Creando unas bases de conocimiento solido de su alumnado y un reconocimiento de sus actividades por parte de la ciudadanía. Creo que es una identidad cultural del DuyOT que espero que se mantenga y amplíe en los próximos años y que podríamos difundir y compartir con el resto de las universidades públicas que desarrollan proyectos y visiones semejantes.
Para terminar, si tuvieras que recomendar a los alumnos tres libros clásicos sobre la ciudad ¿cuáles elegirías? ¿y tres recientemente publicados?
Entre los clásicos: La revolución urbana de Henri Lefebvre; Ideología urbanística de Fernando Ramón; y Tres ciudades para el hombre de Paul Goodman. Y entre los más actuales: Contra lo común. Una historia radical del Urbanismo de Álvaro Sevilla; La crítica agotada de José Manuel Naredo; y el Vol. 55 de la revista Ciudad y Territorio, Estudios Territoriales que lleva por título "Planeamiento Urbano en España: crisis y desafíos de futuro".
En complicado encontrar en el mundo actual personas como Agustín Hernández Aja. Comprendo que los que hemos vivido ya algunos años y vemos las cosas con la perspectiva que nos ofrece el tiempo pasado echemos de menos figuras como la suya. En el mundo de Internet, de las “redes sociales”, de los ordenadores… en definitiva, de las nuevas tecnologías, falta algo. No quiere esto decir que no nos guste la sociedad en el que vivimos. Soy el primero en revindicar la necesidad de contar con todos estos instrumentos y mecanismos que abren unas posibilidades que generaciones anteriores no tuvieron. Pero… sin perder algunas de las cosas y las personas que los han hecho posibles. Me encanta la IA, incluso he escrito algún artículo en el blog al respecto. Pero la IA no existiría sin la “inteligencia natural”. Y tampoco existiría sin las personas que, como Gus, han intentado que la sociedad avance implicándose en sus problemas más allá de los intereses personales y profesionales.