Cuando mi familia llegó a Madrid a finales de los años 50 nuestro primer contacto con la ciudad fue en la zona sur. La empresa para la que mi padre trabajaba nos alquiló un piso cercano al matadero. Recuerdo haber jugado muchas veces en el Parque de la Arganzuela y haber ayudado a rellenar censos (¿o eran padrones?) a la gente que no sabía hacerlo por el Paseo de Yeserías, entonces una de las calles más pobres de una zona llena de gente humilde (en buena parte de los casos analfabeta, por eso el Ayuntamiento nos pagaba una pequeña cantidad por nuestra labor). La plaza de la Beata María Ana de Jesús, las vías del tren (de aquella no existía el Pasillo Verde) o la glorieta de Embajadores donde estaba el instituto de bachillerato constituían “mi” ciudad. También el olor tan especial que imaginábamos venía del matadero. Pero si alguien me hubiera preguntado por el río no habría sabido que decirle. Conocía su existencia, por supuesto. Pero no tenía ni idea de donde estaba ni me importaba lo más mínimo. Y lo mismo que yo le pasaba a mis amigos de aquella época. Madrid nació en una curva del Manzanares pero muy pronto se olvidó de que tenía un río.
De forma que el crecimiento de la ciudad se realizó a sus espaldas o atravesándolo inmisericorde, sin despeinarse, con un aparente desprecio muy cercano a la ternura (como es el carácter tópico del madrileño). Han pasado unos cuantos años desde entonces y ahora, en el siglo XXI, de repente Madrid se ha acordado de su existencia. No se sabe muy bien qué fue primero, si el huevo o la gallina. Es decir, si se pensó en soterrar la M-30 (sigo sin hacerme a la idea de llamarle Calle 30) para liberar el espacio en superficie necesario para “abrir Madrid al río” o si, como consecuencia de la necesidad de enterrar parte de la M-30 quedó un espacio en la superficie que era necesario remodelar. En cualquier caso surgió el proyecto “Madrid-Río”. El nombrecito no me gusta demasiado porque tal parece que vamos a volar de Madrid a Río de Janeiro pero lo que se quiso indicar era que, por fin, Madrid había decidido hacerle caso al Manzanares. Probablemente un poco tarde porque los condicionantes son ahora tantos que es ya casi imposible recuperar el tiempo perdido. Pero más vale tarde que nunca.
Cuando parte de la M-30 desapareció bajo el subsuelo madrileño recuerdo que algún periódico me hizo una entrevista y el periodista me preguntó qué me parecía. Mi contestación fue que sería uno de los cambios más importantes que se iban a producir en la ciudad en décadas. Sigo pensando lo mismo. Así como un río del porte del Manzanares significa una ruptura en la trama urbana muy pequeña (casi podríamos darnos la mano con alguien de la otra orilla) la M-30 era, y todavía es en muchos de sus tramos, una auténtica cuchillada que separaba una parte de la ciudad de la otra. En algún caso los residentes de dos viviendas separadas apenas 200 metros tenían que hacer recorridos de casi 5 kilómetros para reunirse. Ahora no se trata de discutir sobre si el soterramiento que se hizo era lo más conveniente para la ciudad o no (había otras alternativas) o el significado que tuvo desde el punto de vista del automovilista. En este mismo blog escribí un artículo titulado “¿Hay algo más triste que los túneles de la M-30?” donde pretendía describir el proceso de adaptación del conductor al nuevo viario. Lo que pretendo es analizar un poco el proceso de remodelación de la ciudad que se está llevando a cabo mediante este proyecto verdaderamente importante.
En el Programa Operativo 2007-2011 del Área de Gobierno de Urbanismo y Vivienda del Ayuntamiento de Madrid en la sección de Proyectos Singulares se planteaban dos líneas estratégicas. La primera era la creación del eje medioambiental del Manzanares. Y la segunda la revitalización del eje de interés histórico-artístico, medioambiental y cultural Recoletos-Prado. Respecto a la primera, en su descripción se decían cosas como: “Constituir un eje medioambiental vertebrador de la ciudad desde el Monte de El Pardo hasta el límite con Getafe, articulado a través del Proyecto MADRID RÍO. Ordenar, desarrollar y urbanizar el espacio público existente en las riberas del Manzanares, en particular los terrenos recuperados con el soterramiento de la M-30 oeste. Posibilitar el proceso de apropiación por los ciudadanos madrileños de este nuevo espacio público… Mejorar la integración urbana entre el centro y los distritos del sur y el este de la ciudad, transformando el río Manzanares de barrera urbana a ámbito de encuentro ciudadano y conexión entre barrios y equipamientos”. Ya puede comprenderse la importancia de esta línea estratégica y del proyecto que le daría forma. Cualquiera que se asome al plano o a la foto aérea de Madrid puede darse cuenta de la importancia del reto.
Obras para el periodo 2009-2011
Imagen de la página del Ayuntamiento de Madrid
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Un total de nueve proyectos suponían el desarrollo de este eje medioambiental del Manzanares. Entre ellos destacaban la finalización de los trabajos de redacción y tramitación del Plan Especial de ordenación y diseño urbano de los suelos públicos liberados del uso de red viaria por la actuación de soterramiento de la M-30, y los de la ejecución del plan en los distritos de Latina, Usera, Arganzuela y Carabanchel. Se trataba de una operación que debería producir un impacto verdaderamente importante sobre la ciudad. El 25 de junio de 2008 se aprueba definitivamente el Plan Especial del río Manzanares redactado por MRIO Arquitectos. En la memoria justificativa del Plan Especial se destaca la “centralidad del río” aunque luego, afortunadamente se rectifica y la “centralidad” (que en urbanismo está más bien relacionada con la accesibilidad y la frecuentación) se convierte en “posición central en la ciudad”. Efectivamente, más adelante, entre los objetivos figuran mejoras en la accesibilidad, frecuentación, etc., que indican la necesidad de dotarle de esta centralidad que no tenía mediante la ampliación de la red dotacional, cambiando el sistema de movilidad o mediante la detección de áreas de oportunidad. Creo que se trata de un buen plan especial que merece ser conocido por los profesionales del planeamiento y por los estudiantes de urbanismo (puede encontrarse en el link que aparece arriba) sobre todo en lo que se refiere al análisis dotacional y las calificaciones correspondientes a estas dotaciones.
Otros objetivos importantes de este Plan Especial eran la protección del Patrimonio Histórico-Artístico, la incorporación del Paisaje del río a la ciudad o la articulación del sistema de espacios libres. El resumen de las pretensiones de este plan lo encontramos en la página oficial del proyecto Madrid Río: “El objetivo propuesto fue conseguir un gran parque lineal que con sus más de 10 Km de longitud uniese y diese continuidad a las numerosas zonas verdes, desde El Pardo hasta Getafe, con que cuenta la ciudad de Madrid en ese ámbito. Poco a poco, como un gigantesco mosaico y de acuerdo con el calendario previsto, esta enorme superficie recuperada ya está adquiriendo la forma y la función del nuevo eje medioambiental, lúdico, deportivo y cultural que recorre la ciudad desde el norte hasta el sur, integrando los barrios de ambas riberas del Manzanares. Una gran operación de reequilibrio urbano y medioambiental para Madrid que beneficiará además a todo el área metropolitana”.
Más o menos explicada la génesis del proyecto corresponde ahora saber el estado en el que se encuentra. Podría decirse que, en estos momentos (octubre de 2010) están ya finalizadas las dos terceras partes. En concreto, y entre otras cosas, se ha recuperado el Puente del Rey y el Puente de Segovia, se ha abierto la pasarela en forma de Y (que desde hace unos días se llama el Puente Verde), se ha rehabilitado el Puente de Toledo y acondicionado su unión con Pirámides, se ha renovado la Plaza del Marqués de Vadillo, ampliado el Salón de Pinos, acondicionado la Avenida de Portugal, o terminado la Huerta de la Partida. En números: 670.000 metros cuadrados de parques incluidos en el ámbito de Madrid Río, 6.739 árboles plantados, 8,7 kilómetros de caminos y senderos, 7,9 de itinerarios ciclistas, se han rehabilitado 11 puentes, presas y pasarelas y se han construido otras 5 nuevas. Queda todavía bastante para terminar pero pienso que se puede hacer ya un primer balance provisional tanto de lo conseguido como de las esperanzas defraudadas. Todas las fotos sin citar procedencia las hice un domingo de otoño casi con el sol ya puesto, dando una agradable paseo al que invito a todos los que todavía no lo hayan hecho. Al principio cuesta entender por dónde vamos y el sentido de la orientación parece adormecido al intentar unir lugares y espacios que no se reconocen, porque la primera vez que se hace el recorrido todo se va en recomponer una imagen de la ciudad de lectura casi incomprensible. Luego ya yo. Poco a poco, en paseos sucesivos nos daremos cuenta de lo que habíamos perdido y llegaremos a pensar que, verdaderamente, Madrid y el Manzanares deben de caminar juntos.
He dedicado un buen número de artículos de este blog a tratar “cosas de Madrid” casi siempre incluyendo la coletilla “a ver si en algún momento puedo comentar algo positivo”. Debo decir, de entrada, que el balance, esta vez, me parece bastante positivo. Eso no quiere decir que no se hayan defraudado muchas esperanzas y que, incluso, algunos de estos fracasos se hubieran podido evitar. De ello también diré algo. Pero me gustaría empezar por la idea en si. Probablemente esto sea lo mejor de todo. Ya eran demasiados años con Madrid dándole la espalda al río. A pesar de su humildad, de su escaso caudal, el Manzanares posibilitó el nacimiento de la ciudad y, además, tal y como se señala en la memoria del Plan Especial se ha quedado en una posición geográficamente bastante centrada. Todo él, en sí mismo, es un área de oportunidad. Además es un auténtico nexo de unión entre zonas verdes y áreas de naturaleza protegida que era necesario aprovechar. En el primer párrafo de este artículo ya destacaba que la práctica totalidad de su curso atraviesa áreas de naturaleza relevantes. Muchas ciudades en el mundo están intentando en estos momentos unir estas áreas exteriores de naturaleza con las zonas urbanas a través de senderos peatonales y viarios para bicicletas. Qué ocasión más magnifica de hacerlo a través de los márgenes del río. Aunque sea un aprendiz de río y se convierta simplemente en una disculpa. Esa idea del Ayuntamiento de conseguir un gran parque lineal de más de 10 kilómetros desde el Pardo hasta Getafe es, sencillamente, inatacable. El llegar a conseguirlo es otra cuestión.
Otro de los temas pendientes en Madrid era, precisamente, el acceso al río, las construcciones que bordean sus márgenes y la unión entre sí de las dos partes de la ciudad. Esto también se ha intentado en parte mediante la construcción de nuevos puentes y pasarelas y la rehabilitación de las existentes. En este apartado hay que destacar que, después de diversas vicisitudes, se ha decido mantener el antiguo puente de la M-30 que pasaba sobre el Manzanares acondicionado para el tráfico peatonal y dejando el 40% de su superficie como zona verde (!). Me parece un acierto el no haberlo demolido, no sólo por razones de sostenibilidad, sino también por razones de Patrimonio Cultural (las estructuras también tienen derecho a formar parte del mismo). Se le conoce con el nombre de puente Oblicuo. Todavía está en construcción la pasarela diseñada por Dominique Perrault que enlazará el paseo de Yeserías con la avenida del Manzanares y que llevará el nombre de Arganzuela pero ya hay una buena cantidad de nuevos pasos terminados.
La pasarela de Dominique Perrault (de la Arganzuela)
pretende convertirse en el símbolo del proyecto Madrid Río
Imagen extraída de Es por Madrid
pretende convertirse en el símbolo del proyecto Madrid Río
Imagen extraída de Es por Madrid
Entre ellos figura la pasarela en Y que ahora se llama Puente Verde. Se trata de un puente de nueva construcción a la altura de la calle del Mármol. El nombre con el que ha sido rebautizado le viene del antiguo puente, hoy inexistente, obra del arquitecto Pedro de Ribera (el mismo que hizo el puente de Toledo) y aludía al color con el que estaban pintados sus pretiles. Estaba situado cerca de la ermita de San Antonio de la Florida. El actual ya ha sido apropiado por los ciudadanos y tiene su “leyenda”: los enamorados sellan su amor con un candado y tiran las llaves al río para que su amor sea eterno (como en Sevilla y en otros tantos sitios). Respecto al tema de la rehabilitación de los edificios situados en sus márgenes existe un Plan de Renovación Urbana del Entorno del Río Manzanares cuya finalidad es precisamente conseguirlo. El Plan propone nueve ámbitos de renovación que se irán poniendo paulatinamente en carga con el horizonte del año 2016.
Puente Verde y candados que sellan amores eternos
Rafa, gracias por las fotos y por hacerme notar los candados
Rafa, gracias por las fotos y por hacerme notar los candados
Sin embargo, uno de los problemas sin resolver (y de abordaje muy complicado) es el de la conexión del río con el resto de la ciudad. De siempre, el río ha sido algo casi exclusivo de las primeras manzanas cercanas e inexistente para el resto de madrileños. Pasaba lo mismo que en Barcelona con el mar. El problema es que el Manzanares no es el mar y la potencia como elemento configurador de este aprendiz de río no es comparable. Pero si no se soluciona esta cuestión (que está sin resolver, tanto en el Plan Especial a pesar de los aparcamientos, el transporte público, etc., como en la cabeza de los responsables municipales) uno de los grandes peligros que corre el proyecto es que toda la zona se convierta en una pieza de ámbito doméstico de los distintos barrios por los que transcurre el río en lugar de llegar a ser un referente urbano de primera magnitud. Aunque esto ya podría ser bastante. Pero entonces el río seguirá siendo ajeno a la mayor parte de los madrileños para los que el centro histórico será Sol, Callao, Cibeles, Salón del Prado, Alcalá y el de negocios la prolongación de la Castellana (con la operación Chamartín por bandera y las cuatro torres en el skyline de la ciudad). Habría que ser valientes y plantear un verdadero proyecto de renovación urbana tirando lo hubiera que tirar, rehabilitando lo que fuera rehabilitable y estableciendo nuevos viarios de acercamiento (como espinas de pez respecto al río). Pero probablemente la ciudad esté en estos momentos exhausta después de tanto cambio y comprendo que necesite un tiempo de digestión antes de emprender nuevas aventuras.
Otro de los condicionantes digamos que insuperables lo plantea la propia génesis de toda esta propuesta de cambio. El hecho del soterramiento de la M-30. Esta extraordinaria obra de ingeniería (no digo que necesaria) significa muchas cosas para lo que está por encima. Aparte de las torres de aireación, en muchos sitios la cercanía a la superficie de las losas impide plantaciones adecuadas, encallejona el río y deja poca libertad en el diseño paisajístico de los márgenes. En algunos tramos es muy notable la diferencia entre las imágenes de proyecto todas llenas de verde y las fotos de la realidad todas llenas de hormigón, baldosas hidráulicas y granito por la sencilla razón de que no se pueden plantar árboles y, cuando se puede, hay que tener cuidado con lo que se hace no sea que las raíces produzcan problemas. Este subsuelo que, en realidad, lo condiciona todo, tiene implicaciones también en aquellos tramos en los que el túnel impide igualar rasantes y es necesario construir verdaderos paredones que aparecen revestidos de granito. La realidad de la concreción de las ideas no ha sido sencilla y constituye el verdadero talón de Aquiles del proyecto. Pero el urbanismo es el arte de lo posible y, necesariamente ha de plegarse a la realidad.
Lo cierto es que la obra supone un verdadero adelanto respecto a la situación existe antes y, en general la gente que reside por los alrededores (tengo amigos que viven por allí y me cuentan) está bastante contenta de cómo están quedando las cosas. Esto, por supuesto y como señalaba anteriormente es en el ámbito doméstico. Lo que no es poco ya que una gran parte de los márgenes del río estaban en unas condiciones bastante deplorables. De momento la ciudad sigue de espaldas al río aunque hay que reconocer que para los madrileños que viven cerca las cosas son muy diferentes. Veremos cuando terminen las obras pero me temo que para conseguir que el Manzanares sea un referente de Madrid falta todavía otra vuelta de tuerca (endeudarse hasta el 2100). Hasta ahora he mencionado las cosas buenas y los problemas principales, a modo de disculpas, que se han encontrado los responsables de hacerlo a la hora de convertir esta idea de acercar el río a la ciudad en una realidad tangible. También que, probablemente, todavía no sea el esperado momento del idilio entre ciudad y río. Pero, por lo menos, estamos en la fase del conocimiento. Es verdad que podrá pensarse que ha sido una oportunidad perdida (y así se ha dicho en los foros más críticos) pero por algún sitio había que empezar. Yo lo entiendo como un comienzo. Pero, y aún como intento, tiene una magnitud realmente grande y un enorme interés desde el punto de vista de los barrios afectados. Con las ciudades hay que tener paciencia.
Aunque también hay muchas cosas discutibles en lo que ya podemos ver. La primera, y sin salirnos del ámbito doméstico, se refiere al diseño del carril multiuso. Por ejemplo, en el tramo ya en funcionamiento que va desde el puente de Segovia hasta el de la Princesa una amalgama de ciclistas, peatones, patinadores, niños corriendo incontrolados lejos de sus padres, perros (con y sin correa, los más peligrosos son los con correa si la maldita atraviesa el viario en sentido transversal), viejecitos con y sin bastón, sillas de ruedas con y sin motor, etc., atestiguan el éxito de lo realizado y la necesidad que había de hacerlo. Normalmente casi todo el día no hay problemas pero al atardecer y los fines de semana el recorrido puede volverse peligroso. Si a eso añadimos la policía a caballo (los caballos no piden “papá caca” a la hora de hacer sus necesidades, aunque en mi paseo de ayer los municipales iban en moto) la situación puede llegar a ser caótica. Tarde o temprano será necesario organizar un poco esta sección del viario para que no se produzcan accidentes porque, tal y como está ahora, ya empiezan a existir problemas. Si se desea mantener la compatibilidad de todos estos usos por lo menos habría que establecer prioridades o algún tipo de reglamento sencillo. Puede encontrarse un interesante articulo al respecto en Es por Madrid.
Se ha criticado también la excesiva utilización del granito. En este aspecto no estoy de acuerdo con las críticas. Puedo entender las críticas económicas (es realmente caro respecto a otros materiales) pero no las estéticas. El granito, sea en forma de bolas de adorno, de pavimento o de revestimiento es uno de los escasos materiales tópicos y típicos de la ciudad. Y, sobre todo, en lo que ha sido la tradición constructiva de las cosas que se han hecho en el propio río. Por supuesto que en una ciudad como Madrid sometida a cambios continuos (alguna vez hablé de su “tasa de renovación” que debe ser de las más altas) tampoco parece el material más adecuado, pero haciendo las cosas bien no debería ser un impedimento. Un articulo bastante crítico pero bien fundamentado sobre el proyecto Madrid-Río puede encontrarse en Pasión por Madrid.
Pero probablemente el mayor problema sea el de las “zonas verdes”. Aún partiendo de que la idea inicial del proyecto fuera demasiado optimista respecto a su imagen verde puesto que ya se sabía de las dificultades que iba a plantear el subsuelo, hay decisiones realmente incomprensibles. En un momento en que los criterios de sostenibilidad se han sumado a otros como los funcionales o los estéticos no debería de ofrecer ninguna dificultad no poner un árbol en el caso de que no se pueda poner. Por supuesto que se pueden poner árboles en cualquier sitio (en mi terraza tengo un madroño en una maceta). Pero si estos árboles no pueden alcanzar el nivel freático o no tienen suficiente cantidad de tierra las cosas no van a funcionar muy bien. Esto puede ser tolerable en un jardín encima de la placa de hormigón de un aparcamiento pero no de forma masiva. Y luego está la elección del tipo de árbol y su función. Un pino no es precisamente un árbol de los más adecuados para dar sombra. Algo hace, claro. Pero cuando les explico a mis alumnos la relación del árbol con la ciudad siempre les digo que los árboles de hoja caduca son persianas maravillosas (excepto para los barrenderos, claro) porque dejan pasar el sol en invierno y dan sombra en verano. Los paseos en verano por las márgenes del río van a ser duros. En fin, además no sé lo que en el futuro le costará al Ayuntamiento el mantenimiento de los 700.000 metros cuadrados de zonas verdes que se van a poner en carga pero con los criterios más jardiniles que forestales con el que se ha hecho el diseño paisajístico y, a pesar del cambio tan brusco entre la idílica, verde y blanda imagen del proyecto y la más dura de una realidad mucho menos transpirable, supongo que será una ruina.
Para terminar me gustaría referirme a otros hechos que han levantado una cierta polvareda y que podríamos denominar “efectos colaterales”. El primero es el destrozo producido en algunos árboles centenarios que habían conseguido sobrevivir al soterramiento de la M-30 pero que no han podido soportar las obras de acondicionamiento sobre todo por el cambio en el sistema de riego (la denuncia de Ecologistas en Acción en 20 minutos). También problemas con el Patrimonio Histórico como el acceso al Campo del Moro proyectado por Villanueva (puede leerse la denuncia en Caminando por Madrid) o el polémico traslado de la Puerta del Rey (puede leerse la controversia en Es por Madrid) que ya había sido dañada en mayo de 2006 durante las obras de la M-30. Realmente el destrozo de los árboles podría haberse evitado con un poco de cuidado, lo mismo que el del acceso al Campo del Moro pero entiendo que son problemas menores comparados con la magnitud del proyecto.
Probablemente “Madrid-Río” esté acabado en su totalidad antes de las elecciones municipales y suponga un buen número de votos para el equipo de gobierno actual. Se trata de una obra irreversible (como el soterramiento de la M-30) y de una importancia extraordinaria para la ciudad. No me gustan demasiado las obras irreversibles en momentos de incertidumbre como el actual pero el “pescado está ya vendido” y no es el momento de lamentaciones. Estoy convencido que el coste de ambas obras (que han hipotecado a los madrileños por muchos años y que, en realidad, vienen a ser una) sólo podría quedar compensado con un plan a largo plazo que colocase de una vez por todas al río Manzanares en la configuración y la imagen de la ciudad. Eso sí que supondría un paso adelante verdaderamente importante para una capital tan maltratada por unas obras generalmente sin referente, sin visión más allá de unas elecciones municipales y sin un plan a veinte o treinta años que aúne voluntades políticas y que impulse las ilusiones de sus ciudadanos.
El puente Verde, el estadio Vicente Calderón al fondo,
y los vecinos paseando encantados (¡por fin!) a lo largo del río
y los vecinos paseando encantados (¡por fin!) a lo largo del río
Muchas veces he escrito que los madrileños son seres excepcionales capaces de sobrevivir a una ciudad como Madrid y, además, ser felices. Ya va siendo hora de que la ciudad les compense de una forma u otra. Los habitantes de los barrios que siguen el curso del río ya empiezan a verlo en parte. Para los demás hay que tener la esperanza de que este proyecto sea un comienzo y que, por supuesto, la carga que se pretende echar encima a este “aprendiz de río” no sea excesiva para la única corriente fluvial (!) del orbe “que tiene la ventaja de ser navegable en coche y a caballo”. Claro que si este embajador en lugar de alemán fuera holandés debería tener mucho cuidado con lo que decía porque para los niños holandeses el Sinterklaas (el Papá Noel de allí) llega en barco desde Madrid. Por supuesto que para hacerlo el pobre Manzanares tiene que arreglárselas para ser navegable hasta el Atlántico y aunque pueda parecer tan increíble como que Vallecas sea puerto de mar, lo cierto es que en tiempos de Felipe II incluso se comenzaron las obras a cargo del ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli. Una vez en el Atlántico la llegada a Holanda ya es pan comido. El hecho de estar en el inconsciente colectivo y en las esperanzas de regalos de tanto niño holandés debería darle una cierta moral al bendito río (y a los madrileños, claro).