Ola de calor elconfidencial
Y más que de crisis. Elisabeth Beck (la mujer de Ulrich Beck) habla en el prólogo del último libro escrito por su marido de “libro inacabado” y cuenta como entre John Thompson, Albert Gröber y ella misma consiguieron acabarlo. Al libro le había pasado lo mismo que Beck decía que le estaba pasando al mundo. Un ataque inesperado al corazón había producido algo más que una crisis. Es verdad que ya había comentado con su mujer el sentido de las cosas que quería cambiar, añadir o quitar, pero eso no era más que una metáfora de la propia idea que trasluce el título del libro: “La metamorfosis del mundo”. No estamos en un momento de revolución, de cambio, de crisis. No, estamos en un momento de metamorfosis. Como una mariposa que surge del gusano tras un período de auténtica creación así surgirá el mundo nuevo. Un mundo que no será como el anterior pero para el que hay que ir preparándose con objeto de que, al final, la mariposa no se malogre (en el supuesto de que sea una mariposa y no un sapo o una mofeta con todo el cariño para sapos y mofetas). Por supuesto esto afectará de forma directa a las ciudades y territorios tal y como ahora los conocemos y los pensamos.
Ulrich Beck “La metamorfosis del mundo”
De esto pretendía escribir hoy. Ligeramente, sin citas ni pies de página. Ni tan siquiera con la pretensión de construir un relato. Conforme vayan apareciendo las ideas y los recuerdos de este mes intenso (finalización de las clases, congreso APLU en Santiago, urbanismo con perspectiva de género en Gijón, mesa sostenibilidad en el INAP, lección fin de máster IVAP en Bilbao, 125 aniversario Colonias Escolares en Salinas, seminario en Madrid sobre integración de áreas protegidas en el territorio…). He citado algunas de las actividades en las que he participado con el exclusivo objeto de que el lector vea que tratan de temas muy variados. Pues en todas ellas he creído percibir, en el fondo, la misma pregunta: ¿Qué hacer cuándo no sabemos lo qué va a venir? O lo que es lo mismo: ¿Qué podemos hacer los que nos dedicamos a planificar ciudades y territorios en tiempos de metamorfosis? Porque claro, los planificadores partimos del hecho de que somos gusanos y nos arrastramos por la tierra y que, como mucho, evolucionaremos hacia la vejez. ¿Cómo alguien va a pensar en rutas aéreas y alas de lindos colores?
De gusano a mariposa cellcode
Podría suponerse que estos pensamientos nos llevan directamente al escepticismo y a la tentación de no hacer nada. Además, la metodología basada en dejar las cosas como están parece la más segura. Aunque, probablemente, nos lleve a romper la crisálida demasiado pronto. Pero es una opción, cómoda por lo menos. Pues bien, no es esto tampoco lo que he percibido estos días. Al contrario. Desde Madrid a Santiago pasando por Bilbao, Oviedo o Salinas, en todos los foros me he encontrado con bastante optimismo y ganas de ver, de una vez, si de verdad nos convertimos en mariposas. Y, sobre todo, de como lograrlo. Así que he estado hablando con gente muy diversa: arquitectos, juristas, jóvenes, viejos, marxistas, liberales, ecologistas, estudiantes, profesionales, funcionarios… Y en todos he notado ganas de trabajar sobre el futuro. Pensar en lo que vendrá y cómo afrontarlo. Mi muletilla de hace años: el sistema se ajustará solo (de hecho se está ajustando solo) pero, en caso de que no seamos capaces de controlarlo mucha gente va a sufrir mucho. Ahí van algunas de las ideas que he percibido.
Informe Autopistas Salvajes wwfes
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La mayor parte de los criterios para conseguir territorios, ciudades y viviendas más respetuosas con el medio pasa por conseguir territorios, ciudades y viviendas más eficientes. En realidad el problema es aparentemente sencillo: contamos con un cierto capital natural (energía, agua, suelo, sumideros de contaminación) y tenemos que conseguir convertirlo en bienestar social. Dado que cada vez las necesidades de bienestar social son mayores los beneficiarios del mismo también, y el capital natural permanece fijo, la única solución para conseguir aumentar el bienestar y que este bienestar alcance cada vez a más personas es que consigamos una utilización cada vez más eficiente de este capital natural. Y este objetivo de la eficiencia del sistema debería ser buscado por toda la sociedad independientemente de las posturas políticas. Por supuesto que la forma de conseguir esta mayor eficiencia y la búsqueda de un destino concreto para los pluses generados sí que diferencia unas políticas de otras.
Bienestar social con base verde si
Para este análisis se parte de un concepto de bienestar social que no es el de consumo. Aún así, presuponiendo resuelto el problema de la falsa equiparación entre bienestar social y consumo, subsiste la necesidad de un funcionamiento más adecuado. Sin embargo, la situación que afrontamos hoy es bastante reciente. Hasta hace pocos años no era necesario hablar de “reparto” del capital natural, sino de “explotación” de unos recursos de los que, simplemente, había que apropiarse porque estaban allí. Y esta apropiación (en términos globales) no se hacía en menoscabo de otros porque no se había llegado al límite ecológico del planeta. Es decir, que había margen para crecer sin preocuparse demasiado de los otros o de conseguir un funcionamiento eficiente del sistema. Pero desde hace tres décadas se ha alcanzado ese límite y ahora la cuestión de la desigualdad se ha vuelto crítica. Además, todavía es necesario superar el tema al que ya he aludido en otros artículos del blog y que se conoce con el nombre de la “paradoja de Jevons”: aumentos en la eficiencia de una parte del sistema redundan en una disminución del consumo de esa parte, pero incrementan el consumo global.
Calles de usos mixtos con prioridad al peatón lasnoticias
Pero esto podría superarse con información, educación y participación. De momento lo dejaré aparcado aunque es un problema que habría que abordar de forma urgente. Además ante una situación como la actual es difícil plantear estrategias validadas por la experiencia. Seguramente lo más sensato sea actuar con mecanismos, técnicas y sistemas que podríamos denominar preventivas. Ya se está proponiendo una arquitectura o un urbanismo de la “incertidumbre”. Los contenedores arquitectónicos deberían de ser capaces de albergar usos, incluso desconocidos en estos momentos. Los materiales, capaces de ser reciclados para unas circunstancias muy diferentes a las que fueron pensados. Las calles para albergar funciones no necesariamente destinadas exclusivamente a transitar. Las zonas verdes deberían ser capaces de soportar usos diferentes a los de “alfombra verde” o “equipamiento”. El objetivo es claro, el aprovechamiento total de los espacios construidos y urbanizados con objeto de aumentar la eficiencia global de nuestras ciudades y de nuestras viviendas.
Ecosistemas domesticados, solo uso estético mercadolibre
Otra de las ideas consensuadas es que se debería de tender a poner en carga todo el suelo construido y el espacio urbanizado con objeto de no aumentar más la superficie antrópica del territorio. Mi lema desde hace ya bastantes años: en la medida de lo posible ni una hectárea más urbanizada. Y esto pasa por empezar a utilizar los metros y metros cuadrados de viviendas vacías que existen en nuestras ciudades, por favorecer su rotación mediante un sistema de alquileres eficaz, por sustituir los edificios ineficientes desde el punto de vista energético por otros diseñados con criterios bioclimáticos, por utilizar las modernas tecnologías para conseguir más con menos. Esto por supuesto está detrás de la otra máxima que debería regir la planificación en momentos de incertidumbre: no hacer nada irreversible. A veces es complicado llegar a determinar si algo es o no irreversible, pero hay cosas que no necesitan la realización de una tesis doctoral para que se puedan afirmar con bastante solvencia.
La urbanización casi siempre es irreversible ahora
Así, desde el punto de vista de las relaciones entre ciudad y territorio resulta imprescindible que, poco a poco, se recupere el límite de separación entre ciudad y naturaleza rellenando los intersticios libres que quedan entre trozos urbanizados que se van distribuyendo de forma casi aleatoria con el único nexo común de las infraestructuras. Y dejando sin tocar el territorio de la naturaleza. Porque sin ese territorio de naturaleza la urbanización no podrá sobrevivir. Y porque, además, es suyo, le pertenece. Y eso a pesar de que según Erik Swyngedouw (ver el artículo del blog titulado “La naturaleza en la ciudad” de marzo de 2011) tal cosa no exista y sea una construcción ideológica. Algo así como el cambio climático o las meigas de mi tierra gallega, que no existen pero que “haberlas haylas”. El caso es que también hay un cierto consenso en afirmar la necesidad de respetar lo que queda de medio natural. Es decir, probablemente sea necesario inventar una nueva ciudad.
La ciudad del pasado no volverá (esperemos)
La ciudad industrial de Staffordshide angelfire
Lo que significa inventar una nueva forma de utilizar el territorio en comunión con la naturaleza. Cuando se habla de ciudad compacta parece que ya no nos estamos refiriendo a ciudades de ensanche, barrocas o medievales. Es absurdo plantear el volver a la ciudad de nuestros abuelos. Nadie (casi nadie) aceptaría residir hoy en una vivienda medieval. Se necesita ya pensar en una ciudad del futuro que, por desgracia, apenas se vislumbra. Más no menos se sabe hacia donde no hay que ir. También se empiezan a conocer algunas líneas del rumbo a seguir. Mientras tanto habría que actuar cautamente para no hipotecar posibles soluciones aún desconocidas. Pero, y aunque parezca contradictorio, también se debería experimentar. Mucho se habla de innovar. Pero innovar significa equivocarse. Sin equivocación no existe innovación. Por supuesto que es necesario equivocarse a pequeña escala. Las equivocaciones a gran escala en realidad lo que hacen es descontar los avances conseguidos.
Ciudad y naturaleza, Vitoria-Gasteiz se aproxima conama
Como se puede advertir, en lo escrito hasta ahora subyacen tres ideas básicas. La primera es la necesidad de conseguir un funcionamiento más eficiente del sistema. La segunda es que la respuesta en un contexto de incertidumbre nunca puede ser igual que en una situación estable o de evolución más o menos previsible. Y la tercera, recuperar ese límite entre ciudad y naturaleza que permitía el funcionamiento de la primera a base de que la segunda era capaz de absorber todo aquello que le sobraba a la ciudad y, además, de suministrarle los recursos que necesitaba. Al borrar el límite, la naturaleza deja de funcionar como tal y ya no es capaz de ser sumidero de residuos ni suministrador de “nutrientes”. De las tres, parece que la crítica es la última ya que se trata de la condición básica para que las otras se puedan producir. Es decir, que sea posible que sigamos poblando este planeta maravilloso en condiciones dignas y sin necesidad de convertirlo en un detritus de materia inerte.
¿”Metamorfosis del mundo”? ¿De todos y para todos? ellixas
Pero para conseguirlo es imprescindible un nuevo acuerdo social. Ya solo su existencia justificaría el término “metamorfosis” aplicado a lo que vendrá. Porque, en realidad, lo que hoy conocemos como “acuerdo social” no sería más que un pálido reflejo de lo que habría que lograr para que el resultado no se malograra y que surgiera una mariposa viva y colorida. Se trata, entre otras cosas, de la consabida participación. Es un tema muy difícil y complicado de abordar. Pero, como ya está analizado en otros artículos del blog solamente diré ahora que, probablemente, no se pueda plantear más que desde la educación. Pero no solo a partir de la educación en las aulas sino mediante la educación de ciudadanas y ciudadanos en muchas y diversas instancias. Sobre todo, en el conocimiento de la ciudad y el territorio. El planteamiento último de educar en estos temas pasaría, sencillamente, por profundizar en la democracia a partir del conocimiento (y no de la ignorancia) de nuestro entorno. De forma que información, comunicación y educación parecen herramientas básicas que, paradójicamente, casi ninguna instancia parece dispuesta a abordar. Y este sí que es un problema.
Nota.-Estamos en julio y lo que corresponde es que recomiende un libro. Los asiduos ya conocen mi predilección por Ulrich Beck al que le he dedicado dos artículos uno de los cuales es el que tiene más éxito de todos los escritos en el blog si atendemos al número de visitas. Es fácil de imaginar que voy a recomendar la lectura de su último libro (ya mencionado), Metamorfosis del mundo, que en realidad, no tuvo tiempo de revisar enteramente y que se encargaron de terminar su mujer Elisabeth, John Thompson y Albert Gröber. Publicado por la editorial Paidós en su colección Estado y Sociedad en el año 2017, es la traducción del original inglés The Metamorphosis of the World: How Climate Change is Transforming Our Concept of the World. Como puede observarse el título en inglés es algo más descriptivo.
No me resisto a copiar un fragmento del primer capítulo titulado "¿Por qué metamorfosis del mundo en lugar de transformación?" Dice: “Esa confusión no puede conceptualizarse desde el punto de vista de las nociones de cambio de que dispone la sociología: evolución, revolución y transformación, pues vivimos en un mundo que no está solo cambiando, sino que se está metamorfoseando. El cambio implica que algunas cosas cambian, pero otras siguen igual: el capitalismo cambia, pero algunos aspectos del capitalismo permanecen inalterables. La metamorfosis implica una transformación mucho más radical, mediante la cual las viejas certezas de la sociedad moderna se desvanecen mientras surge algo completamente nuevo. Para comprender esta metamorfosis del mundo hay que explorar los nuevos comienzos, centrándose en lo que surge de lo viejo e intentando comprender las futuras normas y estructuras que caracterizan la confusión del presente”.