jueves, 3 de octubre de 2019

Crecer con la naturaleza

Lo siento pero hoy me ha salido un artículo probablemente demasiado personal. Pero es que estos días he estado repasando antiguas publicaciones y ponencias ya olvidadas para organizar un poco el caos de ficheros en que se ha convertido el disco duro de mi ordenador. Mientras, oía en la radio el resultado de las manifestaciones de los jóvenes en contra del cambio climático. Después de tanto tiempo y esfuerzos no se había conseguido prácticamente nada. Las mismas ideas y reflexiones de hace veinte y treinta años parecen de hoy. Eso sí, yo hablaba de sostenibilidad (palabra que ya no uso) y no de cambio climático, pero el tema es el mismo: los límites del planeta. Y, además, en situación de extrema urgencia. Entonces entendíamos que era imprescindible cambiar el sistema de valores y, en lo que se refiere al urbanismo y la ordenación del territorio, los objetivos. A día de hoy, también.

Crecer con la naturaleza, portada libro de actas

Entre los ficheros descolocados me encontré uno del año 2004 de unas Jornadas de Educación Ambiental tituladas “Crecer con la naturaleza” organizadas por la Mancomunidad Ribera del Júcar y celebradas en un pueblecito de Cuenca llamado Casasimarro. Luego estuve buscando el libro de actas que no era capaz de encontrar (pero que luego apareció). Leyendo mi ponencia  fue cuando me di cuenta de que la situación está como entonces, solo que peor, porque han transcurrido quince años de un estado de cosas que necesitaba de cambios urgentes.
       Y es que el llamado cambio climático (esa cosa que no existe) no es más que una de las caras del problema. Una cara visible y que afecta a todos, de ahí su relevancia mediática. Entonces decidí convertir aquella ponencia en el artículo de hoy. De forma que los párrafos que siguen no son más que su transcripción con pequeños cambios de adaptación a un texto escrito. Ahora, repasándolo me doy cuenta de que muchas cosas ya están escritas en diferentes lugares del blog y en otros artículos. Incluso con los mismos ejemplos. Pero lo entiendo como una reafirmación de estas ideas. 

Huella ecológica 1960-2005 fuente WWF

En el año 2000 se calculó la huella ecológica de la totalidad del planeta atendiendo a siete indicadores y los resultados fueron espectaculares: resultó una biocapacidad de 125 millones de unidades de medida, pero ¡se usan 164 millones!, lo que significa un exceso del 31%.  Esto no siempre ha sido así. Los cálculos indican que en los años sesenta del pasado siglo XX la actividad humana consumía el 70% de lo que el planeta era capaz de producir, pero ya a principios de los ochenta se alcanzaba el 100%, y en estos momentos estamos utilizando los ahorros obtenidos a lo largo de los siglos. Con ser grave el problema habría que añadirle otro: esta excesiva explotación del medio no se hace de forma uniforme en la totalidad del planeta. Por poner ejemplos extremos: los Estados Unidos de Norteamérica utilizan el 120% de su capacidad, mientras que Perú sólo usa el 14%, o Gabón el 6%. A escala mundial resulta que el 77% de la población del planeta tiene una huella ecológica menor que la media y el 23% restante ocupa el 67% de la huella de toda la humanidad.

Cuantos países se necesitan… globalfootprint 
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¿Por qué he empezado mi ponencia hablando de huella ecológica y no sobre los medios para dejar a nuestros hijos un monto de recursos naturales al menos igual al que hemos recibido qué es como en el informe Brundtland se define el desarrollo sostenible? Porque las urgencias ha cambiado notablemente a partir del año 2000. Existen dos problemas diferentes pero perfectamente interrelacionados: el primero se refiere a que hemos sobrepasado la capacidad de carga del planeta. Pero el segundo, cada vez más acuciante es que esta explotación excesiva se hace por parte de pocos habitantes del planeta a costa de muchos otros.
       Aunque también existen otros temas que frecuentemente se mezclan con los anteriores. Uno de ellos es el de la “defensa del medio natural” que, a su vez engloba muchos otros subtipos como “lo verde”, “lo ecológico”, “lo natural”, etc. La defensa del medio natural está muy relacionada con la sostenibilidad y muchos de sus objetivos son comunes pero no es lo mismo, ni tienen los mismos objetivos.

Huella ecológica por persona globalfootprint
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Supongamos que tenemos un arroyuelo que pasa por una ciudad y nos lleva a un lugar de solaz y esparcimiento de la población. El arroyuelo topográficamente va bastante encajonado pero es el camino más corto para llegar al citado lugar. En el momento actual una gran parte de la población tiene que dar un rodeo muy grande para llegar este lugar de solaz y esparcimiento y va sistemáticamente en coche. El Alcalde decide entubar el arroyo y hacer encima un sendero peatonal. Ahora todos van andando al lugar de solaz y esparcimiento.
       Este Alcalde aparentemente ha mejorado la sostenibilidad del planeta y puede estar orgulloso de ello. Pero los grupos ecologistas que, tradicionalmente, se encargan de la defensa de este medio natural se quejan amargamente. El Alcalde ha hecho desaparecer el arroyo, la vegetación de ribera, la flora, la fauna, la gea... En fin, un desastre que prueba que, a veces, los objetivos no son los mismos.

Los servicios ecosistémicos hacen posible la vida urbana  life 
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Otra de las cuestiones colaterales es la del “ambiente”. Muchas veces también decimos “medio ambiente” pero deberíamos disciplinarnos para hablar sólo del “medio” o del “ambiente”, aunque la situación lingüística sea ya irreversible. Al hablar del “ambiente” nos referimos a temas como la calidad del aire, del agua, el ruido, el soleamiento, o la cantidad de zonas verdes o espacios libres por habitante. Y aquí sí que, en una buena parte de los casos (en los países desarrollados, claro) existe una confrontación directa entre los objetivos ambientales y los sostenibles. Todos queremos que nuestro río discurra puro y cristalino con los pececillos retozando en sus aguas. Cuando esto no sucede y, en realidad, es una mezcla pútrida de fecales, detergentes, metales, etc., la población decide hacer un tremendo esfuerzo y construye una sofisticada depuradora. Al fin, los pececillos vuelven a retozar.
       Sin embargo, esta solución choca directamente con la sostenibilidad. Consumo de energía para construir y mantener la depuradora, introducción de un orden artificial impuesto, etc. Todo ello significa en realidad lo siguiente: consumo más de lo que me corresponde en detrimento de la huella ecológica de Senegal y luego vuelvo a consumir más construyendo la depuradora y apoderándome en este caso de parte de la huella ecológica de Gabón. Probablemente una solución sostenible y a la vez ambiental sería conseguir que esos ciudadanos consumieran menos para que contaminaran menos y el río pudiera auto regenerarse.

Índice de desarrollo humano 2018  economipedia
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Otra de las cuestiones que suele aparecer mezclada con las anteriores y surge cuando se mencionan estos temas es la de “nivel de desarrollo” o “calidad de vida”. Se suele medir, por ejemplo, en tantos dólares de ingreso nacional bruto per cápita ajustado según la paridad de poder de compra. Claro, hay otras medidas más sofisticadas que incluyen también, cantidad de camas hospitalarias por tantos habitantes, consumo en kilovatios hora o calidad del aire y de las aguas. Incluso, a veces, les preguntan a los habitantes sobre el grado de satisfacción que sienten al vivir en esa comunidad. En definitiva, una mezcla de parámetros de consumo y parámetros que hemos llamado ambientales. Pero claro, esto sólo sirve para los países desarrollados. No puede utilizarse la misma vara de medir para un francés cuya máxima aspiración es que sus calles estén limpias de papeles o de hojas que caen de los árboles que para muchos habitantes de África, Latinoamérica o Asia cuya máxima aspiración es no morirse de hambre.

Tasas brutas de natalidad en 2017 (comparar con el anterior)
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Así planteado el problema de la sostenibilidad, las políticas que pretenden atajarlo sólo pueden incidir en tres factores: disminuyendo la población total del planeta (mediante controles de natalidad, guerras, enfermedades o hambrunas), inventando (nuevas energías, sistemas no contaminantes, aumentando el rendimiento del sistema) o tratando de ralentizar el consumo disminuyendo las necesidades.  Respecto al primero, es decir a la disminución de la población total del planeta pienso que hay poco que decir. O somos muy cínicos (que lo somos) o pensar que el reparto masivo de condones y píldoras anticonceptivas en el Tercer Mundo es la solución, realmente no se sostiene. Les diría a los benefactores de este tipo de reparto que, aparentemente, es mucho más efectivo aumentar el nivel de vida, puesto que hay una evidente y conocida correlación entre éste último y las tasas de natalidad. Probablemente el problema se solucionaría por sí solo si el Tercer Mundo se convirtiera en Primer Mundo. En ese mismo momento, y de forma mágica, las tasas de natalidad bajarían de forma automática.

Las desigualdades sociales permanecen  imperiodedes

La mejora en el nivel de desarrollo debería empezar por no morir de hambre. Está demostrada la escasísima incidencia monetaria que tendría para los países desarrollados el terminar con el hambre en el mundo. Pero claro, en nuestros corazoncitos de clases medias siempre permanecería soterrada la pregunta: ¿y si no se mueren de hambre y luego quieren más? Claro que hace menos de un mes [recuerdo al lector que esta ponencia tiene ya más de quince años] se podía leer en la prensa nacional que si restamos de la ayuda que España ofrece a los países del Tercer Mundo los reembolsos de los créditos resulta que, en realidad, Etiopía le pagó a España en el año 2002 aproximadamente 85.000.000 de dólares, Uganda 350.000.000 de dólares, o Tanzania 118.000.000. Dado que este primer conjunto de políticas me subleva y me pone tan nervioso que, a veces me hace caer en la demagogia, lo voy a dejar aquí.

La cantera a cielo abierto más grande del mundo
 Chuquicamata, Chile  eldinamo

El segundo conjunto de políticas son aquellas que se refieren a la invención. Obtención de nuevas fuentes de energía, utilización de energías alternativas, etc. Hay un problema aquí que no se suele mencionar frecuentemente y es el de los materiales. Quien esté interesado puede leer el libro dirigido por Naredo y Valero titulado “Desarrollo económico y deterioro ecológico” que trata la cuestión de forma magistral. Eso en las entradas, porque en lo referente a las salidas los problemas también son igualmente importantes, ¿qué se hace con los desechos y la contaminación? Y dentro de la invención aquellas otras más técnicas y directamente relacionadas con mi profesión aunque los principios generales podrían ser igualmente aplicables a muchas otras. Me refiero a la necesidad de mejorar el rendimiento de nuestros edificios y de nuestras ciudades. O como a mí me gusta más: aumentar su racionalidad.

Los incendios forestales devuelven le CO2 a la atmósfera  vanguardia

Algunos de los problemas que afectan a la racionalidad de nuestras ciudades se derivan del hecho de que cuando los profesionales encargados de pensarlas adquieren el hábito del proyecto sólo se forman para dar respuesta a los problemas del pasado. Queda mucho camino por recorrer todavía en materia de política educativa en los centros universitarios dedicados a formar profesionales del proyecto y la planificación urbana. Si ya es complicado pronunciarse sobre la formación de nuestros profesionales, mucho más lo es hacerlo sobre acciones concretas que racionalicen el funcionamiento de la ciudad.
       Pueden señalarse algunos aspectos que facilitarían la construcción de ciudades más racionales y eficientes. Por ejemplo: limitar el excesivo consumo de suelo, favorecer el régimen de tenencia de la vivienda en alquiler, apostar por la población concentrada frente a la dispersa, aumentar la complejidad de las áreas urbanizadas, rehabilitar, reconstruir, reutilizar, diseñar de acuerdo con el ambiente mediante criterios bioclimáticos, racionalizar las áreas verdes, reordenar los usos agrícolas, limitar el uso turístico del territorio o dejar áreas territoriales de suficiente extensión sin ningún uso.

Urbanizando alegremente y sin mesura  pilaradiario

Claro que si conseguimos mejoras en la racionalidad de forma que los pluses generados con dichas mejoras se destinan a aumentar los ya altos niveles de desarrollo de los más favorecidos, tanto países como clases sociales, habremos dejado las cosas peor que estaban. Un ejemplo aparece en el último Catálogo de Buenas Prácticas [Recuerdo que esta ponencia fue leída en el año 2004]. La Empresa Municipal de la Vivienda de Madrid ha decidido introducir criterios de ahorro energético en las viviendas protegidas. Esto está bien. Se trata de una Buena Práctica y por eso está en el Catálogo. Pero si se analiza desde una perspectiva más amplia puede resultar chocante que los habitantes de algunos de los barrios más ricos de Madrid no solamente no introduzcan medidas de ahorro energético en sus viviendas sino que, incluso, superen año a año las tasas de consumo energético sin que nadie les imponga ningún tipo de limitaciones mientras que los más pobres intenten ahorrar de los ya de por sí escasos consumos.

Madrid, viviendas protegidas  europapress

Es necesario proponer un cambio de valores. Y probablemente un cambio de sistema. La realidad es el que el mercado es un instrumento que se ha manifestado bastante eficiente asignando recursos y equilibrando la oferta y la demanda, pero su problema es que no puede asumir los umbrales de producción sostenible de los sistemas naturales. Hay un ejemplo que explica Lester Brown: ante una oferta de pescado inadecuada el precio sube fomentando la inversión en aparejos de pesca. Este esquema funciona bien en condiciones normales. Pero cuando las capturas exceden la producción sostenible de las pesquerías el invertir en más aparejos y capacidad de pesca, como respuesta a los precios más altos, resulta suicida.
       Parece que casi todo el mundo está de acuerdo en la necesidad de realizar un ajuste. Porque, incluso a veces, los excesos de consumo se camuflan de formas realmente pintorescas. Dado que los consumos de agua para usos urbanos crecen de forma progresiva y vista la dificultad que tiene importar agua (se ha llegado a pensar incluso en partir grandes trozos de hielo de los polos y transportarlos hasta las ciudades) se recurre a argucias. Por ejemplo, se desvían aguas de usos agrícolas a urbanos y luego se importan, por ejemplo, cereales. Dado que para producir una tonelada de cereales se necesitan mil toneladas de agua, nos encontramos ante un método sumamente eficiente de importar agua.

Campos de cereal  unidalillo

También urgen cambios en los sistemas sociales. Para que esta situación pueda ser modificada resulta imprescindible hablar de participación, educación e información. En primer lugar habría que referirse a la educación ciudadana. Hablar de educar a los ciudadanos y ciudadanas es lo mismo que decir profundizar en la democracia. Se trata de un tema muy instrumentalizado pero que resulta necesario si de verdad se quiere intentar conseguir una reversión en el actual proceso de desarrollo y aumento de los niveles de consumo a costa de todo. En concreto, resulta imprescindible para que funcione uno de los pilares fundamentales de una sociedad más sostenible: la participación. Las personas inmersas en un proceso de participación es bueno que conozcan el estado de su atmósfera o de sus ríos, pero también el significado de que puedan oír el trino de los pájaros en su adosado, o el costo real de la magnífica depuradora de la que están tan orgullosos, desde la perspectiva del Senegal, Mauritania o el Amazonas.

Iniciativas de datos abiertos  jacastaño 
 No siempre la web es la solución

Una información rigurosa, veraz y completa resulta imprescindible para que el proceso educativo pueda plantearse sin tópicos. De tal forma que educación, información y participación, deberían ser los tres ejes de cualquier proceso previo al intento de instaurar sistemas de racionalidad en las actuales formas de vida. Desde esta perspectiva toda la planificación, sea estratégica o no, debería reconducir sus objetivos en dos direcciones. En primer lugar intentando soldar la rotura que se ha producido entre los expertos tecnocráticos, los que “saben”, y el resto de los ciudadanos (los ignorantes, según Morin) de forma que el plan (sea educativo, de carreteras, de urbanismo o de sanidad) responda, de verdad, a la implicación de toda la ciudadanía. En este sentido, sí se están dando pasos adelante y existen multitud de experiencias de participación, unas con mayor fortuna que otras. Pero la participación real sólo se producirá cuando exista información fiable, imparcial y accesible. Y cuando los ciudadanos y ciudadanas puedan sentirse tan “sabios” como técnicos y expertos.

Acometer problemas globales en los planes locales  fundeu

La segunda dirección, igualmente complicada,  puede resumirse diciendo que la planificación del siglo XXI deberá acometer problemas globales en los planes locales. La visión de ámbitos globales ya ha sido propuesta, por ejemplo, por la planificación estratégica pero con objetivos muy distintos a los solidarios. Caricaturizando el tema se podría decir que estamos necesitados de un Plan Estratégico de la totalidad del planeta, asumido por los ciudadanos del mundo y en el que, por supuesto, no existiría ni el “análisis de competidores” ni el “estudio del posicionamiento del planeta en el Universo”.
       Estamos ante la necesidad de cambios en el sistema de valores. Como diría Maturana de lo que estamos hablando es de utopía. La dificultad es que el problema no parece tener salida en el actual sistema basado en la competitividad y en el mercado. Habrá que ir desplazando las emociones hacia valores de solidaridad y cooperación. Está bien que nos esforcemos en conseguir ciudades más racionales y territorios más inteligentes pero no servirá de nada sin aspirar a sociedades más justas y personas más libres.

Casasimarro, Cuenca, Plaza Mayor  googlestreetview

Hasta aquí la transcripción de una ponencia leída hace quince años en un pueblecito de Cuenca llamado Casasimarro. Hay que reconocer que si entonces “alguien” no demasiado conocido, en “algún lugar del planeta” (unos 3.000 habitantes) tampoco demasiado conocido, se preocupaba por la “educación ambiental” y por “crecer con la naturaleza” no hay que perder la esperanza. Hay que ser razonablemente optimistas: igual las manifestaciones de estos días de los jóvenes en todo el mundo puedan tener algo que ver con estas semillas sembradas en su momento por algunos de estos “alguien”.
       Sin embargo, la cuestión es que hay que cambiar los objetivos. Un ejemplo relacionado con el cambio climático: cuando hace cinco años publicamos el libro “Medidas para la mitigación y la adaptación al cambio climático en el planeamiento urbano” lo urgente era la mitigación. Ahora sigue siendo urgente pero la adaptación es todavía más urgente porque el cambio climático (esa cosa que no existe) está ya aquí. Y el sistema está empezando a adaptarse por si mismo. Claro que lo está haciendo. El problema, como digo casi siempre que me dan la oportunidad, es que en caso de no poder controlarlo mucha gente va a sufrir mucho. Y, además, no precisamente los más pudientes. En el fondo se trata del concepto original de la llamada “sostenibilidad” que no era otro que la desigualdad. Y del que el cambio climático (esa cosa que no existe) no es más que una parte. Eso sí, bastante mediática.