miércoles, 3 de marzo de 2021

A vueltas con el derecho a la ciudad

Después de haber escrito el artículo del mes pasado en el que planteaba el tema de la zonificación me di cuenta de que, en realidad, había obviado una de las críticas más fuertes: la que, en su momento, había venido de Henri Lefebvre. Pero lo dejé estar con la idea de dedicarle más espacio a una cuestión que es casi un mantra, “El derecho a la ciudad”. Todos los que nos dedicamos al urbanismo nos hemos tropezado, en los lugares más insospechados y justificando las cosas más contradictorias, con la susodicha expresión. Así, parece normal encontrarla en manifestaciones callejeras o en estudios académicos muy profundos, incluso existe una Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad que empezó su andadura en el Foro Social de la Américas de Quito en julio de 2004 y llegó con algunos cambios hasta Barcelona 2005. Pero el “derecho a la ciudad” aparece incluso en la Nueva Agenda Urbana proponiendo enfoques casi enfrentados ambos documentos, Carta y Agenda, sobre la forma de entender el concepto.

Pintada mayo del 68. Bajo el pavimento, la playa  labrujula

Habría que empezar por el principio. Y el principio es un libro de Henri Lefebvre titulado Le droit à la ville publicado en 1968, aunque su autor lo firma en París en 1967 haciendo notar su coincidencia con el centenario de la publicación de El Capital de Carlos Marx. Probablemente más que las propuestas contenidas en el libro fue su título lo que constituyó un éxito indudable. Son bien conocidas las dificultades del marxismo cuando se enfrenta al hecho urbano. Dificultades que no se escapan a un análisis riguroso del libro (ni tampoco al propio Lefebvre como veremos posteriormente). Sobre todo, a un análisis realizado cincuenta años después y con problemas planetarios y una revolución digital por medio. Pero parece imprescindible intentar plantear, por lo menos, las ideas básicas del mismo. Existe una buena cantidad de estudios y trabajos al respecto con opiniones no demasiado coincidentes. Sobre todo, porque el propio Lefebvre varió bastante sus ideas desde los primeros tiempos hasta el final de su vida.

Henri Lefebvre, Le droit à la ville, fragmento de la portada

Se puede leer en el libro que “El derecho a la ciudad no puede concebirse como un simple derecho de visita o como un retorno a las ciudades tradicionales. Solo puede formularse como un derecho a la vida urbana, transformada, renovada”. En esta frase puede encontrarse una sutil, pero importante, diferencia entre la ciudad como ente físico y la “vida urbana”. La vida urbana, lo urbano, es el elemento básico de la ciudad. Y, según Lefebvre, se produce una confrontación entre la ciudad entendida como entre controlador (y, en cierta medida, opresor) y lo urbano, el conjunto de relaciones que se establecen al margen de este control. Fernando Delgado en la introducción a la edición de la editorial Capitán Swing llega a decir que: “Para asesinarla o impedir que nazca esa vida urbana -lo urbano como vida- trabajan los programadores de ciudades. (…) De manera al tiempo ingenua y arrogante, piensan que el espacio urbano es algo que está ahí, esperándoles, disponible por completo para sus hazañas creativas”.

Henri Lefebvre, El derecho a la ciudad, edición de Capitán Swing

A pesar de no coincidir con esta opinión hay que reconocer que, en algunos casos, esta forma de intentar controlar la vida urbana está presente en no pocas ocasiones. Y una de las más claras ya la hemos revisado en el artículo del mes pasado: la zonificación. Hasta tal punto que Lefebvre entendía las propuestas del Movimiento Moderno como una estrategia burguesa de apropiación del espacio urbano y su mercantilización. Es más, consideraba que la idea de trocear la ciudad en fragmentos para residir, trabajar, educarse, consumir o distraerse, y luego simplemente circular entre esos fragmentos, dejaba enteramente en manos del capitalismo las decisiones sobre lo urbano. Y, sobre todo, dificultaba (casi imposibilitaba) la realización de la vida urbana como construcción de sus habitantes. Porque ahí justamente ponía el énfasis: en la necesidad de que fueran sus habitantes y, sobre todo la clase obrera, los encargados de organizar y construir la ciudad como forma de hacer posible una vida rica y plena.

Guy Debord (a la izquierda) en noviembre de 1962  notbored

Sin embargo, Lefebvre terminó bastante desilusionado de las posibilidades del proletariado de llevar a cabo la necesaria revolución urbana. En el libro El tiempo de los errores de 1975, y que recoge Garnier en un trabajo citado al final de este artículo, llega a decir que “no es cierto que el proletariado haya cumplido la misión histórica que Marx le había encargado”. Más bien, según admite el propio Lefebvre, fue la burguesía quien se encargó de seguir llevando la iniciativa en la construcción del espacio urbano. Claro que ya en el año 1958 había sido expulsado del Partido Comunista francés por sus críticas al marxismo soviético, lo que hizo que se trasladara a Estrasburgo como profesor. En Estrasburgo uno de sus alumnos fue un viejo conocido de los lectores del blog: Guy Debord. Sus relaciones con el situacionismo terminaron igual que con el Partido Comunista francés: expulsado en el año 1965. El motivo fue la acusación de plagio que hizo Guy Debord de un texto de Lefebvre sobre la Comuna de París.

Centralidad urbana  artchist

En cualquier caso, es imprescindible analizar los dos elementos básicos presentes en la construcción del derecho a ciudad tal y como lo entendía Lefebvre: centralidad y lugar de intercambios. Eso no quiere decir que no se puedan señalar muchos otros como el tema de la participación, pero el artículo de hoy ya va suficientemente sobrecargado. Dejo al lector que lo complemente con las recomendaciones bibliográficas incluidas al final.
         El primero es el de centralidad. En el capítulo 12 llega a escribir: “La estrategia urbana surgida de la ciencia de la ciudad necesita apoyo social y fuerzas políticas para operar. No actúa por sí sola. No puede dejar de apoyarse en la presencia y en la acción de la clase obrera, la única capaz de poner fin a una segregación dirigida esencialmente contra ella. Solo esta clase, en cuanto tal, puede contribuir decisivamente a la reconstrucción de la centralidad destruida por la estrategia de segregación y retomada bajo la amenazadora forma de los «centros de decisión»”. Sin embargo, tanto lo que sea realmente esta centralidad, como la forma de conseguirla es otro de los problemas que casi todos los autores denuncian de la casi imposibilidad de pasar de los presupuestos teóricos a la práctica. Además, en otras ocasiones se refiere también a la multicentralidad de forma que el concepto no queda demasiado claro.

Centralidades y corredores en Barcelona  bitacora21

Andy Merrifield en un artículo de Urban (ver la referencia al final), y después de analizar la cuestión de la centralidad en relación a las ideas de Lefebvre, dice: “Así, uno podría preguntarse con razón si aún tiene sentido hablar del derecho a la ciudad, a la ciudad monocéntrica que diferencia claramente lo interior de lo exterior. Es más, también podría preguntarse si hay alguna intención política en definir la ciudadanía a través de algo ‘urbano’, especialmente cuando la territorialidad urbana es tan informe y expansiva, tan global en su alcance. ¿Es el derecho a la ciudad un significante político vacío?” Y todavía más, cuando llevamos dos décadas del siglo XXI, con una revolución digital que ya ha explosionado (en mayor medida debido a la pandemia) y un problema global como es el sobreconsumo de planeta, cabría hacerse más preguntas sobre la centralidad y no solo desde el punto de vista físico, sino también desde una perspectiva más económica y, sobre todo, de concentración de poder.
 
Aislados juntos, espacios para iguales  promora

La segunda característica tiene que ver con los encuentros. La ciudad como lugar de encuentro. Ya al final del libro, en el punto 7 del último capítulo que llama “Tesis sobre la ciudad, lo urbano y el urbanismo”, puede leerse: “Entre estos derechos en formación figura el derecho a la ciudad (no a la ciudad antigua, sino a la vida urbana, a la centralidad renovada, a los lugares de encuentros y de intercambios, a los ritmos de vida y empleos del tiempo que permiten el uso pleno y entero de estos momentos y lugares, etc.)”. Este entendimiento de la ciudad como lugar de encuentros e intercambios también lo compartía con los situacionistas tal y como se vio en el artículo del mes pasado cuando se hablaba de la expresión de Guy Debord “aislados juntos”. Esta producción de espacios solo para iguales o para desiguales sin contacto (como los no-lugares) es lo contrario a lo urbano, ingrediente básico del derecho a la ciudad.  

Aislados juntos, no-lugares  diariosur

Para Merrifield, en el artículo ya citado, esto es así. Hasta tal punto que escribe: ”Una política del encuentro tiene potencialmente mayor capacidad de empoderamiento porque es política y geográficamente más inclusiva”. Claro está, estos encuentros no dependen exclusivamente de la existencia de espacios que los posibiliten. Los intercambios se producen porque existe una mínima afinidad, aunque sea leve. Afinidad que se transforma convirtiéndose, en determinados casos, en una cierta comunidad que arraiga en un espacio, en la calle, “cara a cara a través del fuerte vínculo del activismo off-line, y on-line mediante asociaciones ‘de vínculo débil’”. Esta es, para Lefebvre, una de las bases del derecho a la ciudad. Por tanto, el derecho a la ciudad debería ser el derecho a generar lugares de encuentro e intercambio. Esto es lo que ha sido durante mucho tiempo la vida urbana hasta el momento en el que el espacio urbano como lugar de encuentro se convirtió en espacio urbano como tubos de circulación que unen fragmentos urbanos que imposibilitan la vida urbana.

Lugares de encuentro, plaza Gipuzkoa, Donostia  cityplan

Se podrían plantear muchas más discusiones que, probablemente serían tendenciosas, porque las propuestas de Lefebvre son válidas tanto para el Banco Mundial como para la revolución anticapitalista. Además, se han quedado fuera temas muy importantes tales como el contexto (que sería el de mayo del 68) o lo que llama “urbano generalizado”, pero no podría terminar sin referirme a momentos más actuales. Resulta imprescindible, aunque de momento casi solo les pueda dedicar un párrafo a Harvey, plantear mínimamente sus ideas a pesar de que también habrían sido interesantes las visiones de Castells, Soja, o Jordi Borja.
         Harvey, como Lefebvre, propone un cambio en el modo de producción capitalista de la ciudad pero también existe bastante distancia entre los planteamientos teóricos y las vías prácticas para conseguirlo. A pesar de que es más optimista, ya que supone que los movimientos ciudadanos que se están produciendo son las antesala de otra forma de construir la ciudad, lo cierto es que en la mayor parte de los casos estudiados no han producido los cambios que se supone producirían quedándo en modificaciones puntuales.

David Harvey, Ciudades rebeldes, fragmento de la portada

A pesar de ser uno de los mayores defensores de las propuestas de Lefebvre en muchos casos se aleja de las mismas. Así, cuando dice que (al referirse a la Constitución Brasileña del 2001): “El hecho de que ese momento constitucional contribuyera a consolidar y promover un sentido activo de ‘ciudadanía insurgente’ (como la llama James Holston) no tiene nada que ver con el legado de Lefebvre y sí en cambio con las luchas que siguen desarrollándose sobre quiénes deben configurar las cualidades de la vida urbana cotidiana.
         Sin embargo, la mayor parte de los estudiosos del tema lo consideran el sucesor de Lefebvre y plantean el mismo problema: el paso de la teoría a la práctica. Por ejemplo, Harvey menciona frecuentemente los squats autogestionados de los que Garnier llega a decir: “Hoy en día, con la intensificación de la represión, los squats con objetivos abiertamente políticos de inspiración anarquista no duran mucho. Otros, con objetivos exclusivamente artísticos o socio-culturales, se han institucionalizado y normalizado, beneficiándose de autorizaciones y, a veces, de subvenciones públicas e incluso de mecenazgo privado.

Bienes comunes urbanos  colabora

Más adelante, el mismo Garnier en al artículo citado anteriormente reproduce un párrafo de Harvey en el que éste se declara tan pesimista como se declaró el mismo Lefebvre al final de su vida, cuando dice que “la idea de que la ciudad podría funcionar como un cuerpo político colectivo, un lugar donde y de donde los movimientos progresistas podrían surgir, no parece plausible”. Sería necesario referirse a muchas otras cuestiones relacionadas con las propuestas de Harvey. Desde su planteamiento sobre los commons o bienes comunes urbanos que desarrolla con bastante amplitud en su libro Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana, hasta la posibilidad de utilizar el espacio urbano como base de la lucha anticapitalista. De cualquier forma, el mismo Harvey en el libro citado llega a plantear que: “Además, el derecho a la ciudad es un significante vacío. Todo depende de quién lo llene y con qué significado. Los financieros y promotores pueden reclamarlo y tienen todo el derecho a hacerlo; pero también pueden hacerlo los sin techo y sin papeles.

El derecho a la ciudad ¿sin conflicto?  lahidra

Mi impresión personal es que “el derecho a la ciudad” se ha convertido en una especie de jaculatoria, lo mismo que, por ejemplo, el término “sostenibilidad” o la expresión “ciudades para todos”. Sin embargo, estos mantras repetidos hasta la nausea tienen su utilidad. Marcan objetivos a los que dirigirse. En realidad, se comportan como utopías. Y las utopías casi siempre han dado lugar a avances, a mejoras en la situación de un presente, la mayor parte de las veces muy negativo. No se alcanzan nunca, por supuesto, y los que creen firmemente que se llegarán a alcanzar algún día, como en el caso estudiado hoy de Henri Lefebvre (tambien en el de David Harvey) terminan desilusionados. Pero sus intentos en buena parte de los casos habrán servido para mejorar muchas cosas y les debemos de estar agradecidos. Otra cosa distinta es plantear la ciudad como escenario de lucha para la revolución. O ahondar en el concepto mismo de democracia. Pero esos análisis corresponden a otros lugares.
   

Nota.-Hoy no me queda más remedio que hacer unas cuantas recomendaciones porque se trata de un tema complejo y con tantas aristas que es difícil en los pocos párrafos del artículo del blog hacerse una idea global, no solo desde el punto de vista puramente histórico sino también en lo que respecta a su posición actual.

  • Por supuesto hay que empezar por el libro Le droit à la ville, publicado en 1968. Ya sabéis que yo prefiero dar la mayor parte de las referencias en español. Mi recomendación es la lectura de la edición del Derecho a la ciudad publicada por la editorial Capitán Swing en el año 2017, no solo porque está actualizada sino también porque incluye una presentación esclarecedora de Ion Martínez Lorea, y una Introducción de Manuel Delgado.
  • Y el libro de Harvey Ciudades Rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana, de editorial Akal y editado en el 2013, traducción del original ingles titulado Rebel Cities. From the Right to the City to the Urban Revolution, publicado en el año 2012.
  • Respecto a la relación de Lefebvre con Harvey, resulta interesante la lectura de un artículo de Jean-Pierre Gardiner titulado “El derecho a la ciudad desde Henri Lefebvre hasta David Harvey. Entre teorizaciones y realización” publicado en 2012, en el número 15 de la revista Ciudades y que desarrolla una ponencia del profesor Garnier presentada en el Coloquio internacional organizado por la universidad Paris-Ouest-Nanterre-La Défense titulado “Henri Lefebvre: une pensée devenue monde?”, el día 27 de septiembre de 2011. Puede obtenerse gratis en este enlace.
  • Muy interesante la polémica organizada entre Horacio Capel y Jean-Pierre Garnier a raíz de la ponencia leída por el primero en la Conferencia inaugural del XI Coloquio Internacional de Geocrítica y publicada en Scripta Nova. CAPEL, Horacio. Urbanización Generalizada, derecho a la ciudad y derecho para la ciudad. Conferencia inaugural del XI Coloquio Internacional de Geocrítica. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.  [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2010, vol. XIV, nº 331 (7). Leer gratis aquí. 
Dicha ponencia fue contestada por Garnier en: GARNIER, Jean-Pierre. Treinta objeciones a Horacio Capel. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de febrero de 2011, vol. XV, nº 353 (1). Leer gratis aquí.
 
Contestación que, a su vez, tuvo la réplica de Capel en: CAPEL, Horacio. Derecho para la ciudad en una sociedad democrática. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 2011, vol. XV, nº 353 (2). Leer gratis aquí
 
Un interesante debate cuya lectura requiere bastante tiempo y mucha tranquilidad.
  • También resulta de imprescindible lectura el número 2 de la nueva serie de la revista Urban que lleva por título "Espectros de Lefebvre", con artículos de gran interés de Álvaro Sevilla, Peter Marcuse, Kanishka Goonewardena, Grégory Busquet y Jean-Pierre Garnier, Stanek y Christian Schmid, Cynthia Ghorra-Gobin, Thierry Paquot, Laurence Costes y, también, Andy Merrifield. Puede conseguirse gratis en este enlace.