Cuenta la caída de un meteorito cerca de una pequeña ciudad rusa y de cómo las autoridades acordonan el perímetro afectado por el impacto, que pasa a denominarse La Zona, e impiden el acceso a la población (todo esto diez años antes de Chernobil). Se rumorea que en su interior hay una Habitación donde todo el que entra logra sus deseos. La película consiste en la narración del viaje por La Zona en busca de la Habitación, y su vuelta a la ciudad, de tres hombres: el Stalker (el Guía, que sólo va para acompañar a los otros dos), el Escritor y el Profesor. La fotografía es extraordinaria. Comienza en tonos sepia en la ciudad que ya en la Habitación se convierte en color, significando el tránsito al mundo de los deseos. La música de Artemiev se mezcla con el sonido ambiente produciendo una banda sonora casi hipnótica y extraña que, unida a un ritmo cinematográfico lento, que se recrea en producir imágenes casi pictóricas, produce un resultado muy especial.
En realidad hoy no quería hablaros de cine (este blog no es de cine) pero siempre que empiezo a escribir las cosas se van liando y nunca sé muy bien en qué (o dónde) acabará todo. Me pasa algo parecido a la metáfora del camino que tanto me gusta: lo que importa no es el destino, el sitio a donde vayas, sino el hecho del viaje, el propio recorrido. De todas formas hoy voy a intentar centrarme. Quería hablaros de un libro “Walkscapes, el andar como práctica estética” de Francesco Careri, profesor de la Universidad Roma Tre y miembro del grupo Stalker (por fin hemos llegado). El grupo se formó en los años 90 como una especie de laboratorio dedicado a la investigación sobre el arte urbano y con una atención preferente a las zonas periféricas de las ciudades. En sus comienzos este grupo de arquitectos redactó un manifiesto programático titulado “Stalker attraverso i territori attuali”. Propone buscar la ciudad inconsciente en esos territorios de nadie, difusos, perdidos entre áreas de urbanización dura (esos territorios que muchos entendemos como la esencia de la ciudad actual) para experimentar con ellos.
El método que proponen para hacerlo es la “transurbancia”. Se trata de pasear, de recorrer el territorio levantando mapas no convencionales. Como se puede leer en su página web: “Si se afronta a pie, la metrópoli se convierte en un mundo inexplorado en muchas de sus partes, un mundo hecho de territorios caóticos, en el cual los asentamientos abusivos se sitúan junto a los yacimientos arqueológicos; las líneas de alta tensión y las autopistas se intersecan con los acueductos romanos; y las modernas ruinas industriales acogen una fauna y una flora que jamás hasta ahora habían habitado la ciudad”.
Stalker es en la actualidad también Osservatorio Nomade definido como un proyecto transdisciplinar de investigación y que centra muchas de las actividades del grupo. He comenzado por hablar de Stalker y del Osservatorio Nomade porque pienso que sin estos antecedentes la figura de Francesco Careri no se entiende adecuadamente. Puede ayudar también la magnífica entrevista que para el blog Epulare le hizo Jorge García de la Cámara con ocasión de una visita que realizó a Barcelona el año pasado. En esta entrevista, además de explicar su particular trayectoria, habla de la enseñanza de la arquitectura y de los problemas de los arquitectos (que se encuentran en plena redefinición de su rol en la sociedad actual) y de la necesidad de que los estudiantes se impliquen más en la vida y conocimiento de su ciudad. También sobre el hecho de estar continuamente reinventando las mismas cosas. Respecto a este tema me gustaría recordaros el artículo que escribí en el mes de febrero (al comienzo de este semestre) sobre la enseñanza del proyecto urbano, sobre todo en su parte final donde hacía referencia a la revista Antipode y las expediciones de los geógrafos radicales americanos en los años sesenta del pasado siglo.
El libro (por fin empiezo) “Walkscapes, el andar como práctica estética”, está publicado por Gustavo Gili en el año 2002 y cuenta con una introducción de Gilles Tiberghien que no tiene desperdicio. Está en castellano y en inglés, con el sistema de una columna para cada idioma que, desde mi punto de vista, no sirve más que para desperdiciar papel, pero en el resto responde a los estándares de calidad a que nos tiene acostumbrados la editorial. Es decir, que se trata de un libro que se lee sin ninguna dificultad y al que se acaba por tenerle cariño. Desde que se publicó lo vengo recomendando a mis alumnos de “Introducción al Urbanismo” y de “Paisaje y Territorio” de la Escuela de Arquitectura de la Politécnica de Madrid. Pero dado su interés y capacidad de sugestión pienso que se merece comentarlo en el blog.
En el prólogo, llamado “Ciudad nómada”, dice Gilles Tiberghien que el andar ha producido arquitectura y paisaje, y que esta práctica, casi olvidada por completo por los propios arquitectos, se ha visto reconsiderada por los poetas, los filósofos y los artistas. Esta actividad de andar también la ha tratado de reactivar el grupo Stalker que, desde 1995 ha atravesado a pié determinadas zonas intersticiales de Roma, Milán, Torino, Berlín o Miami. Actualmente es ON (Osservatorio Nomade) quien ha tomado el relevo (pueden encontrarse sus últimos proyectos como la “2ª Giornata mondiale della Lentezza” celebrada en Roma, el 25 de febrero de este mismo año, en su página web). En este mismo prólogo de Giles Tiberghien se incluye una cita del libro de John Brinckerhoff titulado “A Sense of Place, a Sense of Time” que no me resisto a transcribir: “Las carreteras ya no nos llevan solamente a unos lugares, sino que son lugares”.
El libro en sí se divide en tres partes: Anti-Walk, Land Walk y Transurbancia, precedidas por una especie de introducción que llama “Errare humanum est…” En esta introducción es donde Careri plantea algunas de las hipótesis que luego desarrollará en el libro. Desde mi punto de vista, académicamente es la parte más floja (y discutible) ya que se encuentra plagada de afirmaciones sin sustento teórico (ni racional) que reinterpretan incluso la historia de la humanidad en clave nómada. Sin embargo, es también la parte más sugerente ya que muchas de estas afirmaciones sin sustento teórico podrían dar lugar a decenas de trabajos de investigación. Es esta capacidad de sugerencia (que abarca todo el libro) la que hace recomendable su lectura y uno de sus valores fundamentales.
Plantea la colocación de los menhires casi como un acto fundacional humano. Dice en la primera página, casi en la primera línea: “Antes de levantar el menhir –llamado en egipcio benben ‘la primera piedra que surgió del caos’-, el hombre poseía una manera simbólica con la cual transformar el paisaje. Esta manera era el andar, una acción fatigosamente aprendida durante los primeros meses de vida, que se convertiría más tarde en un acto que dejaba de ser consciente y pasaba a ser natural, automático. A través del andar el hombre empezó a construir el paisaje natural que lo rodeaba. Y a través del andar se han conformado en nuestro siglo las categorías con las cuales interpretamos los paisajes urbanos que nos rodean.”
Entiende por tanto el recorrido, el espacio atravesado, como la primera acción estética que permite organizar el territorio de la naturaleza con claves humanas. Por tanto, para Careri, el andar es un arte que contiene en su seno tanto al menhir como a la arquitectura, el paisaje o la escultura. Y es sólo andar la acción que permite reintegrarlas a todas ellas de manera unitaria: “En la actualidad podríamos construir una historia del andar como forma de intervención urbana, que contiene los actos simbólicos de aquel acto creativo primario: el errar en tanto que arquitectura del paisaje, entendiendo por paisaje el acto de transformación simbólica, y no sólo física, del espacio antrópico.”
Se cierra el círculo, el menhir como paisaje
Familia de menhires por la paz
La Coruña (España), Fotografías de Galicia
Familia de menhires por la paz
La Coruña (España), Fotografías de Galicia
La interpretación que hace en clave nómada de la parábola de Caín y Abel es realmente ingeniosa y todavía más si luego se comprende que la utiliza de base para apoyar las palabras de Giles Deleuze y Félix Guattari en su libro “Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia” cuando diferencian el espacio sedentario del espacio nómada según las marcas más o menos permanentes en el territorio. Entiende así el espacio sedentario como un espacio lleno y el nómada como vacío. Aunque también diferencia a éste del espacio del errabundeo en el sentido de su finalidad es perseguir las presas para cazarlas mientras que el del nómada es la trashumancia y, por tanto, con componentes más cíclicos y menos azarosos.
De cualquier forma, el acto trascendental va a tener lugar con la erección del menhir. Según el autor “El menhir constituye la nueva presencia en el espacio del neolítico. Es el objeto a la vez abstracto y vivo a partir del cual se desarrollarán posteriormente la arquitectura (columna tripartita) y la escultura (la estela-estatua)”. Entiende, por tanto, que el espacio recorrido es anterior al espacio arquitectónico lo que tiene importantes repercusiones que son claves para su entendimiento: “… una vez eliminada la insensatez de aquellas convicciones, tan habituales, según las cuales la arquitectura sería una invención vinculada al mundo sedentario y en ningún caso al nómada, no vamos a entrar en la historia de la arquitectura posterior, sino que nos detendremos en la etapa del errabundeo, en el recorrido entendido como acción simbólica y no como signo o como objeto situado en el espacio”.
A partir de esta base Careri profundiza en tres momentos de transición fundamentales en la Historia del Arte enfocándolos desde la especial perspectiva de caminar. La primera entre el Dadaísmo y el Surrealismo, la segunda de la Internacional Letrista a la Situacionista y la tercera del Minimalismo al Land-Art. Dice refiriéndose a estos momentos: “Al analizar dichos episodios se llega con claridad a una historia de la ciudad recorrida que va desde la ciudad banal de Dada hasta la ciudad entrópica de Robert Smithson, pasando por la ciudad inconsciente y onírica de los surrealistas y por la ciudad lúdica y nómada de los situacionistas.”
En el capitulo que llama Anti-Walk analiza los dos primeros periodos. Parte de las visitas organizadas en los años veinte del pasado siglo por Dada a los lugares más banales de la ciudad de París. Luego, en 1924, la propuesta del vagabundeo a campo abierto y el descubrimiento en el andar de una componente onírica y surreal. El viaje se convierte entonces en algo parecido a una ceremonia iniciática capaz de revelar las zonas inconscientes del espacio y las áreas invisibles de la ciudad. En los años cincuenta la Internacional Letrista cambia el sentido del deambular surrealista construyendo la Teoría de la Deriva que en 1956 (en España estábamos aprobando la primera Ley del Suelo) en Alba tropieza con la cultura nómada. Un año después Constant proyecta un campamento para los gitanos de Alba mientras se difunden las primeras imágenes de una ciudad basada en el deriva.
Los situacionistas sustituyen las ciudad onírica de los surrealistas por una ciudad lúdica, y el azar del errabundeo por la construcción de unas reglas de juego propias, no convencionales. Pero el que le da una dimensión histórica y arquitectónica a la teoría de la deriva es Constant proponiendo New Babylon. No se trata “de una ciudad sedentaria enraizada en el suelo, sino de una ciudad nómada suspendida en el aire, una Torre de Babel horizontal que va ocupando territorios inmensos hasta envolver toda la superficie de la Tierra”. Parece que proyectar una ciudad para una población nómada que niega la ciudad es un contrasentido y de este contrasentido surge “una arquitectura megaestructural y laberíntica, construida en base a las líneas sinuosas de los recorridos nómadas”. El proyecto se desarrolla a la vez que la teoría situacionista del “urbanismo unitario” una nueva forma creativa de transformación del espacio urbano, en que las diferentes artes confluyen en la construcción de la ciudad, y los ciudadanos asumen la autodeterminación de su propio ambiente.
El capitulo que llama Land Walk está dedicado al andar como forma de intervención artística en la naturaleza. Parte de un articulo seminal, el publicado por Tony Smith en 1966 en la revista Artforum, sobre el relato de su viaje por una autopista en construcción, que origina toda la polémica entre críticos de arte y minimalistas. Dice Careri “El land art revisita a través del andar los orígenes arcaicos del paisajismo y de las relaciones entre arte y arquitectura, haciendo que la escultura se reapropie de los espacios y los medios de la arquitectura”. Otro momento importante es 1967, cuando Richard Long realiza A Line Made by Walking (pueden entrarse más detalles en el articulo de este blog “El paisaje, intervenciones artísticas no destructivas”) y Robert Smithson termina A Tour of the Monuments of Passaic, el primer viaje a través de los espacios vacíos de la periferia contemporánea.
En el capitulo sobre la Transurbancia Careri explica la propuesta de Stalker/ON para analizar, intervenir y comprender la ciudad de la periferia que se ha formado al margen de casi todo. Esta ciudad periférica, formada por fragmentos que se sobrepone a todos los intentos actuales de organización y planificación, que se dibuja mediante distribuciones irregulares y parece como si gozara de la misma cualidad que los fractales: la autosimilitud. A diferentes escalas los fragmentos son muy similares. Esta es la ciudad de la transurbancia. Ya acabo. A los que sigáis este blog os van a sonar las palabras que aparecen casi al final del libro al referirse al desmoronamiento de la ciudad tradicional, y con las que termino esta reseña:
“Un primer paso fue la comprensión de que este proceso de desmoronamiento se estaba extendiendo mucho más allá de los límites de lo que se creía que era la ciudad, y que formaba un auténtico sistema territorial, la “ciudad difusa”: una forma de asentamiento suburbano de baja densidad que se extendía formando unos tejidos discontinuos y expandidos por grandes áreas territoriales. Los habitantes de esta ciudad, los “difusos”, eran gentes que vivían al margen de las normas civiles y urbanas más elementales, que sólo habitaban el espacio privado de la casa y del automóvil, que sólo concebían como espacios públicos los centros comerciales, los merenderos, las gasolineras, y las estaciones ferroviarias, y que destruían cualquier espacio proyectado para su vida social. Los nuevos bárbaros que habían invadido la ciudad deseaban convertirla en aquella Paperópolis Global que vive en casitas unifamiliares y que sólo prolonga su hábitat por las autopistas reales y por las redes virtuales de Internet”.