Plano de Nápoles de 1788 de Aloja y Terres
Del libro de Francesco Forte: Politiche urbane, Napoli
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Del libro de Francesco Forte: Politiche urbane, Napoli
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También hablaba de la aparente indisciplina del napolitano que utilizaba la ciudad de una forma ciertamente caótica. “Un caos que funciona” es el lema que siempre utilizo cuando hablo de esta ciudad. Sin embargo, esta vez (probablemente porque haya venido el buen tiempo y la anterior fuera invierno) he notado muchos cambios en el comportamiento “caótico” de sus ciudadanos. Además, después de la experiencia, tengo que repensar algunos de los presupuestos sobre el desplazamiento individual en determinados medios de transporte.
Plano de rehabilitación y expansión de 1911
Del libro de Francesco Forte: Politiche urbane, Napoli
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Del libro de Francesco Forte: Politiche urbane, Napoli
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Para empezar he notado una mayor disciplina en el comportamiento, tanto de automovilistas como de peatones. Eso no quiere decir que no siga siendo caótico el tráfico producido por ambos colectivos. Pero existen unas ciertas reglas que me ha parecido que son respetadas por casi todos. De forma que podríamos afirmar que, desde este punto de vista, las cosas van funcionando mejor. Y eso que, tanto las infraestructuras como las comunicaciones, en Italia en general y el sur en particular, se están quedando bastante atrasadas. Las infraestructuras de carreteras, orgullo de los ingenieros italianos, se han quedado bastante desfasadas respecto a las francesas o las alemanas (incluso a las españolas) probablemente por falta de inversión. El caso es que esta cuestión es un verdadero drama porque los italianos aman los coches y les gusta conducir.
La situación del ferrocarril sigue siendo mala (aunque ha mejorado bastante), probablemente porque en este segmento de las comunicaciones nunca ha habido en Italia una tradición al respecto. Las líneas de alta velocidad que tanto en Francia como en España representan la vanguardia en el sistema de comunicaciones sustituyendo al tráfico aéreo en distancias medias, se están desarrollando muy recientemente. Y eso a pesar de que Italia fue el segundo país en el mundo (el primero fue Japón) en poner en funcionamiento trenes pendulares (desde el “381”). El último, el ETR500, que entró en servicio en 1991, ya no es pendular pero puede llegar a los 300 km/hora. Ya operativos los tramos entre Milán y Bolonia, entre Turín y Milán, y a punto de terminar el que enlaza Roma con Nápoles (todavía le faltan 18 kilómetros entre Gricignano di Aversa hasta la Estación Central de Nápoles). En construcción están Bolonia-Florencia y Milán-Venecia. Pero es que en el ferrocarril tradicional podemos encontrarnos con locomotoras eléctricas de los años 20 del pasado siglo. Es un reflejo de las infraestructuras (y, en general, del país) con lo antiguo mezclado con lo ultramoderno. Y eso que su geografía parece idónea para el transporte en tren. Ante esta situación, de momento, al viajero le resulta más cómodo acudir al avión para resolver sus problemas de transporte. La desgracia es que el avión, para distancias medias, es muy ineficiente tanto desde el punto de vista de los tiempos, del coste o de la sostenibilidad por consumo de energía y contaminación.
Para mayor desgracia Alitalia (abanderada de las líneas aéreas italianas) entró en quiebra financiera en septiembre de 2008 debido a la desafortunada compra de Gandalf Airlines (a su vez también en quiebra) para conseguir más slots de vuelos en algunos aeropuertos europeos. Actualmente, desde enero de este año, forma parte de Alitalia con el 25%, el consorcio Air France – KLM. A su vez Alitalia opera en muchos vuelos con la empresa Air One de forma que uno no sabe muy bien, en realidad, con quien vuela. En estas condiciones resulta, como hemos razonado en el párrafo anterior, que la gente no tiene más remedio que utilizar el avión para distancias medias ante los atascos que se producen (sobre todo en las cercanías de las grandes ciudades) en las carreteras y la todavía ineficiente red de ferrocarriles. Esta situación colapsa los aeropuertos y crea verdaderos problemas de organización. En mi caso sólo puedo decir que en el vuelo de ida me perdieron las maletas entre Milán y Nápoles (a todo el mundo le parecía una cosa normal) aunque las recuperamos al día siguiente. Y a la vuelta estuve esperando una hora en el aeropuerto de Nápoles y dos horas y media (ya en el avión) en el de Roma. Resultado: que entre los tiempos de espera reglamentarios y “extra-reglamentarios” estuve desde las nueve de la mañana hasta las nueve treinta de la noche (que fue cuando recogí las maletas en Madrid) en un “caos aeroportuario”.
Porque el problema denunciado por mis amigos napolitanos y por los pasajeros de los aviones en los que volé, no procede solamente de Alitalia o de la falta de organización, sino probablemente de la falta de inversión en infraestructuras, tantos en los aeropuertos como en los ferrocarriles o las carreteras. Aunque no tengo pruebas de que esto sea así me fío de lo que me cuentan mis compañeros de la universidad Federico II. He escrito este largo preámbulo antes de meterme con el tema de las motos en Nápoles porque probablemente ayude a comprender algunas de las cosas que voy a exponer a continuación (aunque no las justifique). En primer lugar debo de manifestar una percepción personal: durante los días que estuve en Nápoles sufrí un nivel de estrés muy importante durante mis paseos por la ciudad. Esa ciudad de la que tanto disfruté hace un año y medio se ha vuelto insoportable (tanto para mí como para los turistas que residían en el hotel). Siguiendo las enseñanzas de Jane Jacobs decidí observar qué estaba pasando. Supongo que los napolitanos estarán ya acostumbrados y tendrán sus rutinas para convivir a centímetros de sus cuerpos con miles de motos que continuamente les atosigan, les pitan (incluso les insultan en caso de que no se aparten aunque vayan por la acera) y entorpecen su camino.
Aunque parece que no es sólo cuestión de los turistas, sino que los propios napolitanos lo empiezan a sentir como un verdadero problema. Así, en Report on line con fecha de 21 de mayo puede leerse lo siguiente: “Ahora para caminar por las aceras de las calles del Vomero hay que ser un experto en slalom -dice Capodanno Genaro, presidente de la colina-. Entre los agujeros de siempre, las ocupaciones ilegales de los comerciantes ambulantes, y los lugares permanentes y perennes de motocicletas aparcadas, las aceras del barrio se pueden definir como cualquier cosa menos para "andar a pié". La situación empeora de día a día, incluso por falta de controles adecuados”. Y más adelante: “Particularmente problemático es el fenómeno en la calle Solimena, donde las aceras, ya estrechas, son literalmente invadidas por el estacionamiento prohibido de motos, pero la situación se va extendiendo por todas partes. A pesar de todo, en el Vomero se diseñaron en las calzadas espacios especialmente dedicados a los ciclomotores. La verdad es que existe una actitud de indisciplina casi total por parte de los conductores de dos ruedas”.
Capodanno describe en pocas líneas las impresiones de cualquier turista que visite la ciudad. La indisciplina comienza por los propios comerciantes. Para separar la calzada de las aceras se utilizan bolardos. Pues bien, en muchos casos las aceras están interrumpidas porque los comerciantes llenan totalmente el espacio entre sus comercios y los bolardos exponiendo sus productos e impidiendo que los peatones puedan circular por las aceras y tengan que seguir por la calzada. Pero los sitios no ocupados por los comerciantes los ocupan las motos, bien aparcadas o circulando por las aceras puesto que se pueden meter entre los bolardos. Pero lo peor es en las calles con preferencia para el peatón. En estos casos las motos se apoderan del espacio urbano sencillamente porque son más fuertes que los peatones. Se ha creado así un estado de opinión entre los motoristas que se podría resumir con la frase siguiente: puesto que soy una mezcla de coche y peatón tengo todos los derechos de las máquinas y de los peatones, y los ejerzo pasando por encima de los dos.
Este razonamiento llega a extremos verdaderamente caricaturescos. Según Padova.news del 13 de mayo de este año: “Revuelta en el centro de Nápoles por el control de un niño interceptado por una patrulla urbana en la plaza plebiscito, mientras conducía una motocicleta sin casco”. Y más adelante: “El niño de 10 años fue retenido por los agentes de policia para su identificación y luego devuelto a su casa. Pero durante el viaje el coche de la policía fue perseguido por decenas de personas a bordo de ciclomotores y motocicletas. Eran familiares y amigos del niño que intentaron por todos los medios obstaculizar el camino de la policía municipal incluso con puñetazos y patadas contra el coche y atravesándose delante del mismo. El coche de los vigilantes urbanos se vio obligado a realizar un brusco frenazo que causó heridas a dos oficiales. Cuando el coche quedó atrapado algunas personas trataron de abrir las puertas para dejar salir al niño. La policía solicitó por radio refuerzos”.
Pero el incidente siguió: “Entre los seguidores estaban también su tío y un hermano del niño, ambos reconocidos por la policía. Luego se les buscó en sus casas y fueron arrestados por violencia, resistencia y lesiones a funcionario públicos. Pero la historia no terminó ahí. El policía que reconoció a los asaltantes fue, a su vez, reconocido por ellos y su nuera, propietaria de una tienda sufrió represalias siendo atacado por algunas personas”. Esta historia que puede parecer increíble no es más que el resultado de una forma de pensar que asume todos los derechos y niega cualquier obligación en el tema de las motos. Esto también se refleja, por supuesto, en el casco, en el hecho de que vayan tres ocupantes en una moto que es para uno, el que se pite continuamente y a todas horas sin respetar a los demás, etc. Hasta tal punto esto está asumido que la propia policía entiende que el uso del casco en lugar de voluntario es obligatorio. Quien esté interesado puede ver este vídeo en YouTube. O este otro donde la mayoría de los y las motoristas pasan del casco, de las aceras, de los dos ocupantes por ciclomotor, y de casi todo. Supongo, después de lo expuesto respecto a las infraestructuras, que los napolitanos estarán hartos de las carreteras, los ferrocarriles y los aeropuertos, y se habrán creado una especie de “reino independiente de las motos”, para poder liberarse de algunas frustraciones.
En realidad, como empieza pasar en tantas situaciones del espacio urbano, las calles, las plazas y los parques pueden ser colonizados por grupos concretos que los hacen suyos. Esta apropiación del espacio urbano para uso exclusivo del grupo no sólo se produce con las motos en Nápoles sino en muchos sitios con los parques o las plazas. Por ejemplo, grupos de inmigrantes que, sistemáticamente usan las canchas de baloncesto que el Ayuntamiento de Madrid pone a disposición de todos los madrileños, para celebrar sus reuniones masivas determinados días de la semana impidiendo cualquier otro uso del espacio urbano. O bandas que ocupan áreas territoriales de las que expulsan a todos los que no son de su facción particular. Estamos ante otro problema clave para entender la deriva a la que están siendo sometidas algunas de nuestras calles, parques o plazas. De forma que, además de la pérdida de funciones (con su desplazamiento a los espacios privados) estamos ante una auténtica apropiación que reduce la complejidad y expulsa a determinados colectivos a favor de otros. Mi contento de hace año y medio en mi anterior visita a Nápoles por el uso total del espacio público que observé en la ciudad se ha vuelto perplejidad al comprobar como un colectivo, el de los motoristas, se apropia de esos espacios e intenta convertirlos en uso exclusivo.
Siempre he pensado que el tipo de transporte ideal para la ciudad (sobre todo para los centros históricos de las ciudades) era, o bien la bicicleta o bien el ciclomotor o las motos. Por supuesto que lo mejor es ir a pie. Pero no siempre se puede sobre todo si las distancias a recorrer son algo largas. En ese caso la bicicleta es ideal en muchos casos. Pero también la bicicleta tiene sus problemas. Sobre todo para personas que no pueden hacer esfuerzos, etc. En estos casos siempre he pensado que las motocicletas o aparatos similares serían los ideales. Pero después de haber experimentado el caso de Nápoles ya no estoy tan seguro. La apuesta por la bicicleta que se está haciendo en muchas ciudades del mundo cada vez me parece mejor. Probablemente para solucionar el problema del esfuerzo (presente en muchas más personas de las que parecen) se podría dotar a las bicicletas de unos pequeños motores eléctricos recargables en la red normal que ayudaran en las subidas, etc. Y, sobre todo, se debería concienciar a todos aquellos que están “por encima” del peatón (bicicletas incluidas) que también tienen deberes que cumplir además de derechos que exigir.