A finales de los años sesenta del pasado siglo XX los estudiantes de arquitectura de Madrid teníamos que leer, casi por obligación, el célebre artículo de Louis Wirth titulado “El urbanismo como modo de vida”. La verdad es que casi nunca lo leíamos (por lo menos entero), nos limitábamos a saber lo que nuestros profesores decían que decía. Pero no hacerlo era un error. Se trataba de un artículo excelente que, sobre todo, cambiaba la óptica de un arquitecto de la belleza a otras cosas. Hace unos días en una de esas jornadas que, debido a la pandemia, ya son solo virtuales, uno de los conferenciantes lo mencionó. En concreto, aludiendo a la necesidad de preservar el anonimato como algo esencial en nuestras ciudades. Y empecé a pensar si acaso no sería interesante volverlo a leer después de que han cambiado tantas cosas. Sobre todo porque ya es tradicional que los meses de verano los dedique a recomendar alguna lectura interesante. De forma que me decidí a releerlo y también a escribir este artículo.
El trabajo original fue publicado en el año 1938 en el número 44 de la American Journal of Sociology con el título “Urbanism as a way of life”. De todas formas, para poder captar toda su profundidad es necesario entender que en determinado momento histórico (y todavía hoy en algunos lugares) existía la posibilidad de contraponer “lo rural” y “lo urbano”. Aunque a algunos de mis alumnos más jóvenes pueda parecerles raro, no hace tantos años existía una forma de vivir diferente a la que ellos viven, sin Internet, sin móviles, sin relojes. Con características, objetivos, estrategias y maneras, que no tienen nada que ver con las que están acostumbrados. Es imprescindible decir esto en primer lugar ya que, en realidad, la manera de vivir como antaño se vivía en el campo, prácticamente ha desaparecido en muchos lugares del planeta. Bueno, pues la base del artículo de Wirth es que lo realmente característico de las ciudades es su modo de vida, que se define y concreta por contraposición al modo de vida rural.
También, para entender mejor la génesis de este trabajo hay que conocer (aunque sea someramente) la vida de Wirth. Nace en el año 1897 en Gemünden, un pueblecito que no llegaba a los mil habitantes, muy cerca del Rhin, en Alemania. Sus antepasados se dedicaban al comercio ganadero. Y sus padres eran miembros de la comunidad judía, siendo su casa el centro social de dicha comunidad. Tanto Louis como sus hermanos, después de la escuela, ayudaban en las labores del campo. Transcurre el tiempo, y su niñez y una parte de su adolescencia están inmersos en una vida campesina de lo más tradicional. Es precisamente esta etapa vital la que le marcará de forma muy importante y la que le permitirá posteriormente enfrentarse al hecho urbano con suficiente perspectiva como para poder apreciar sus cualidades y diferencias con una cultura que podríamos denominar folk.
Su madre, preocupada por su educación, decide enviar al joven Louis de catorce años, junto con su tío Isaac, a Omaha en Nebraska. Como era muy buen estudiante pronto gana una beca para proseguir sus estudios en la universidad de Chicago. Recibe clases de Small, el fundador del departamento de sociología de esa universidad, y también de Meed. Luego, los creadores de la llamada Escuela de Chicago (Park, Burgess y Thomas) le transmitieron sus enfoques y análisis y, por supuesto, su pasión por el estudio de la ciudad. En 1923 se casa con Mary Bolton, una chica de Kentucky hija de un fundamentalista baptista. Tuvieron dos hijas educadas en el agnosticismo. Son estos contrastes vitales los que le otorgan una visión comprensiva del hecho urbano. Probablemente con otro tipo de experiencias su visión de la ciudad no sería la misma. Y tampoco lo sería, por supuesto, sin las enseñanzas de sus maestros.
En 1928 publica The Ghetto, el resultado de su tesis doctoral dirigida por Ernest W. Burgess. En esta famosa obra Wirth estudia el gueto judío de Chicago desde un punto de vista empírico y, también, la historia de una institución, como disculpa para analizar los elementos básicos de la segregación urbana y racial. Se trata de una auténtica investigación ecológica que ilustra las ideas de Park, McKenzie y Burgess, a lo largo de un eje territorial y otro histórico. Plantea, por ejemplo, las áreas de contacto y fricción según las cuales los judíos basculan entre la seguridad del gueto y el atractivo del ambiente exterior. También analiza la movilidad socio-espacial e incluso, en algunos casos, lo señala como territorio del crimen y la corrupción. Luego viaja a Francia y Alemania con una beca del Social Science Research Council, donde trabaja con Sombart y von Wiese. También con Manheim con quien publica en 1936 Ideology and Utopía con la correspondencia que ambos mantuvieron.
Pero ¿cuáles son estos rasgos que caracterizan la vida urbana? A pesar de afirmar que “algunas de las características de las ciudades son más significativas que otras en cuanto al condicionamiento de la naturaleza de la vida urbana, y cabe esperar que los rasgos salientes de la escena urbano-social varíen de acuerdo con el tamaño, densidad y diferencias de tipo funcional”, es capaz de proponer algunos significativos. Así, la ciudad “está caracterizada por contactos secundarios antes que primarios. Ciertamente, los contactos de la ciudad pueden ser cara a cara, pero son sin embargo impersonales, superficiales, transitorios y segmentados”. Y luego también dice que: “La superficialidad, el anonimato y el carácter transitorio de las relaciones sociales urbanas hacen también inteligible la sofisticación y la racionalidad adscriptas generalmente a los habitantes de la ciudad”. Es este carácter segmentario y utilitario de las relaciones urbanas lo que hace posible la creación de tareas especializadas. Además, “la vida y el trabajo en común de individuos que no tienen lazos sentimentales y emocionales, fomentan un espíritu de competencia, engrandecimiento y mutua explotación”.
Otro de los rasgos de interés que menciona es la heterogeneidad. Y es importante, porque una de las bases de la complejidad que casi todos los autores actuales señalan como una de las cualidades de una ciudad sostenible y saludable, es la heterogeneidad. La otra serían la cantidad de relaciones entre las partes. Esta heterogeneidad, según Wirth, procede de las facilidades otorgadas por un sistema de movilidad social altamente fluido y del escaso arraigo físico de la población. Se va concretando así un modo de vida urbano, frente a otro rural en el que la vecindad, el conocimiento personal y las relaciones permanentes (incluso a través de generaciones) son características contrapuestas al primero: “Los lazos de parentesco y vecindad, y los sentimientos forjados durante generaciones de vida en común, de acuerdo con una tradición popular, probablemente falten -o, en el mejor de los casos, sean débiles- en una agrupación humana cuyos miembros sean de orígenes, antecedentes y niveles educativos tan distintos, como los que se dan en la ciudad. En tales circunstancias los mecanismos de la competencia y del control formal sustituyen a los vínculos de solidaridad que se establecen en una sociedad tradicional para mantenerla cohesionada”.
De una lectura atenta del artículo se pueden desprender varias conclusiones sobre la forma de abordar los estudios urbanos. Pero antes habría que hacer notar que, así como Park rechazaba mezclar lo científico con lo político, Wirth entiende la necesidad de intervenir sobre la ciudad. Y esta forma de pensar la lleva a la práctica formando parte de diferentes agencias de planificación estatales y federales y participando como consultor en diversas iniciativas incluso legislativas. Así, por ejemplo, al terminar la guerra mundial trabajó con el arquitecto Ernst Grunsfeld en el plan de rehabilitación para la ciudad de Chicago. Esta continuada interrelación entre teoría y práctica le permitió avanzar un paso más al poder, en cierta forma, experimentar para encontrar respuestas a sus teorías. Todas estas experiencias le permitieron plantear los estudios urbanos siguiendo tres direcciones. La primera sería la más física atendiendo al orden ecológico de la población. La segunda en relación a las estructura administrativas y sociales. Y la tercera más relacionada con los mecanismos de control social.
Pero antes de intentar releer el trabajo con una óptica actual, habría que decir que el propio Wirth realizó una crítica bastante contundente al mismo en un articulo sin terminar que sirvió de base a una conferencia que pronunció en la universidad de Wisconsin en 1951, poco antes de su fallecimiento en 1952. Este texto se incorporó a un volumen de escritos seleccionados de Louis Wirth, Community Life and Social Policy publicado por The University of Chicago Press en el año 1956. A lo largo del mismo se esfuerza por cambiar la idea de una dicotomía urbano-rural por la de un continuo entre la ciudad y el campo, evidentemente con extremos, pero también con multitud de situaciones intermedias. Se puede leer ya al comienzo de su escrito que: “Las profundas y recientes transformaciones en la tecnología de la vida cotidiana, especialmente en los Estados Unidos y hasta cierto punto en todo el mundo, han hecho de esas nociones que manejamos sobre las diferencias y semejanzas entre lo rural y lo urbano algo obsoleto. La ciudad se ha derramado por el campo; los modos de vida urbanos han asumido en ciertos aspectos un matiz rural, particularmente en los suburbios”.
Y más adelante: “Por lo que respecta a cada uno de mis criterios de vida urbana —cantidad, densidad, permanencia y heterogeneidad— las ciudades representan un vasto continuum fundido con asentamientos no urbanos. Lo mismo es cierto para los asentamientos rurales, se trate de asentamientos rurales no agropecuarios, de aldeas o de establecimientos agrícolas diseminados”. Y termina este texto afirmando que: “Antes de dar por sentado nuestras suposiciones sobre los tipos rural-urbano deberíamos buscar qué se halla en la actualidad bajo las específicas condiciones de vida asociadas a lo que denominamos comunidades rurales y comunidades urbanas”. Es una pena que no viviera unos años más para poder dar respuesta a esta búsqueda. Sobre todo, en la era de Internet y los medios de comunicación de masas, las redes sociales virtuales o el teletrabajo. Hace ya tiempo que se puede constatar la desaparición de la “cultura rural” frente a la “cultura urbana” lo que implica cambios importantes en el modo de vida de las personas que habitan los países más desarrollados del planeta. Y todavía más: el cambio de la "cultura urbana" a la "cultura digital".
Podríamos preguntarnos, por tanto, y en un momento en el que ha cambiado casi todo, acerca de las características detectadas en su momento por Wirth y que parecían clarificar de forma definitiva la esencia de ese invento de la Humanidad tan singular llamado ciudad. Pero, sobre todo, debido a que ha surgido un nuevo sistema de intercambios sociales. No solo porque una parte importante se haya desplazado a un tipo de relaciones que podríamos llamar virtuales, sino también porque una de las características básicas del modo de vida urbano que señaló en su momento, el anonimato, se ha vuelto esencial en esa plaza pública que es ahora Internet. No importa el lugar en el que uno se encuentre (en medio del desierto, en un apartamento en Picadilly o cuidando un rebaño en La Mancha) casi siempre será posible interactuar con alguien desconocido a la manera de esas relaciones “secundarias” que señalaba Wirth. Por no hablar de la superficialidad o el carácter transitorio de las relaciones sociales. Pero todo esto pienso que no invalida el acercamiento de Wirth. Al contrario, nos ayuda a reflexionar sobre la necesidad de “buscar qué se halla en la actualidad bajo las específicas condiciones de vida asociadas a lo que denominamos comunidades rurales y comunidades urbanas”. Todo un reto sobre el que deberíamos trabajar para darle respuesta cuanto antes en el supuesto, claro está, de que todavía subsista esa forma de vida llamada "rural".
- WIRTH, Louis: "Urbanism as a way of life", American Journal of Sociology, 1938, págs. 27-30. (Trad. cast. Buenos Aires, Ediciones Tres, 1962). Este es el texto básico al que se refiere el artículo.
- WIRTH MARVIK, E. y REISS, ALBERT J. (ed.): Community Life and Social Policy, The University of Chicago Press, 1956, págs. 172-176. Texto en el que critica su propio artículo de 1938.