domingo, 3 de abril de 2022

Turismo de naturaleza

El turismo es una actividad económica muy importante. Pero es que, además, está en los deseos subconscientes (o algunos casos, muy conscientes) de nuestra sociedad. No hay nada más que oír las respuestas a la pregunta: "¿Qué haría con el dinero ganado en este concurso?" Apostaría a que en el 95% de los casos la respuesta sería la misma: "Hacer un viaje". Además, si el dinero fuera suficiente, a destinos muy alejados. Cuando trato este tema casi siempre empiezo diciendo que el turismo es la actividad más insostenible que se produce en el planeta, ya que consiste en llevar al turista (cuantos más turistas mejor) a un destino muy alejado (cuanto más alejado mejor), para devolverlo a su lugar de residencia después de hacerse un selfi. A veces también lo llamo selfiturismo. Veo que hoy también he empezado así.
 
Turismo de naturaleza  20minutos

Podría parecer que este derroche ambiental no tiene sentido, aunque como veremos más adelante, en determinados casos es justificable. Pero esta justificación todavía parece más lejana cuando se trata del turismo llamado “de naturaleza”. Es decir, del turismo cuyo destino es un lugar caracterizado por sus valores naturales y no demasiado contaminado por actuaciones antrópicas. Y es que, claro, parece inevitable la pérdida de naturalidad que conlleva la llegada más o menos masiva de turistas. Desde este punto de vista parece razonable pensar que un turismo “urbano” debería ser mucho más respetuoso con el planeta que el turismo caracterizado por la búsqueda de lugares que todavía conservan determinados valores relacionados con el mantenimiento de un territorio en su estado original.
 
Estepas de Calatayud  aportero en asafona

Habría que empezar por preguntarse cuales serían las características de un territorio deseable turísticamente en relación a determinados valores ambientales. Es decir, qué valores se constituyen en atractores turísticos. Aparentemente, el principal sería la “naturalidad”. Y es el que se suele citar casi siempre que se aborda el tema. Sin embargo, esto casi nunca es así. Resulta que los valores de naturalidad puros pocas veces suelen ser apreciados. La alta calidad botánica o ecológica, por ejemplo, no suele ser de interés para la gente en todos los casos (excepto si conforma un hermoso paisaje, por ejemplo). Para un botánico o para un ecólogo sí, por supuesto. Pero normalmente no para un turista corriente. A menos, claro está, que una oportuna campaña de marketing los haga objeto de deseo.
 
A veces, un elemento antrópico aumenta el atractivo  pxfuel

Como ya se ha dicho, probablemente los valores más apreciados sean los paisajísticos. Se ha tratado el tema del paisaje en muchos artículos del blog de forma que no me voy a detener en esta cuestión demasiado tiempo. Solo el necesario para comentar que, en algunos casos, estos valores paisajísticos están relacionados, no con los elementos de naturalidad del territorio, sino con elementos culturales objetivos (presentes en el territorio) o subjetivos (en la cultura del turista). Y, a pesar de lo que pudiera parecer, no siempre son exclusivamente apreciados los paisajes arbolados y con vegetación, sino también, por ejemplo, los desérticos. Todo esto nos lleva a pensar que “la naturalidad” no es el elemento determinante en un destino de naturaleza. Es más, muchas veces, la inclusión de algún elemento antrópico aumenta la atracción. Por ejemplo, la existencia de una ermita medieval. O un puente de piedra.
 
Agustín Ibarrola, Bosque de Oma  sehacecamino

Esto es interesante desde el punto de vista ambiental ya que, si el atractivo no depende de la “naturalidad”, va a ser bastante más sencillo defender estos territorios vírgenes y, al contrario, va a ser también más sencillo hacer deseables otros territorios de menos valor ambiental pero que se traten adecuadamente. Estoy ahora pensando en algunas actuaciones de land-art como el Bosque de Oma pintado por Agustín Ibarrola y que está situado en la reserva de la Biosfera de Urdaibai, (que bien se podía haber localizado en otro sitio con menos interés ambiental). O también el Bosque Hueco en Hayedo de la Sierra, en el que Lucía Loren rellenó los agujeros dejados por la edad y las podas en robles centenarios con ramas que encontró cerca, y que sirvió para dotar de atractivo turístico a este lugar, también situado en otra reserva de la Biosfera como es la Sierra del Rincón en la Comunidad de Madrid.
 
Lucía Loren, el Bosque Hueco  elblog

En cualquier caso, habría que diferenciar entre valores ambientales, ecológicos o botánicos, y valores turísticos. Afortunadamente, no siempre coinciden. El problema es cuando sí lo hacen. En este caso las cosas se complican ya que resulta imprescindible mantener estos valores a pesar del uso turístico. Dice Luis Cassasola en su libro titulado Turismo y Ambiente: "El ritmo de aprovechamiento de los ecosistemas turísticos y el grado de disrupción y contaminación de éstos, no depende tan sólo del volumen de la actividad turística, sino de sus modalidades, estilos, contenido, distribución en el espacio y objetivos propuestos”. Es importante esta consideración ya que no todo el turismo es igual. Se trata de relacionar los sitios concretos con los tipos de turismo más adecuados a cada caso.
 
La Gioconda rodeada de selfituristas  elpais

El problema es bastante complejo, ya que no solo se trata de mantener los valores deseables del sitio de forma que el turista no interfiera con las condiciones ecosistémicas del lugar, sino preservar además los propios valores turísticos. Es decir, que el atractivo del sitio se mantenga con la llegada de los turistas. Por tanto, es también importante considerar el párrafo anterior desde el punto de vista del producto ofrecido. Probablemente resulte indiferente ver La Gioconda en el museo del Louvre rodeados de una multitud de visitantes haciendo fotografías o selfis delante del cuadro. No es precisamente el mismo caso (por ejemplo) que el turismo ornitológico en Doñana, con varias decenas de acompañantes oyendo La Macarena a todo volumen, padres gritándoles a sus hijos que dejen tranquilos a los pajaritos, o adolescentes corriendo para espantar a los flamencos mientras sus amigos los fotografían.
 
Visitas guiadas al parque de Doñana  visitasdonana

Por tanto, además de considerar el mantenimiento de las características ecológicas del sitio, habrá que analizar la carga turística admisible. Casi siempre esta carga turística es mayor que la ecológica, pero en algunos casos no sucede así y resulta necesario estudiarlo. Ahora me estoy acordando de un trabajo realizado ya hace algún tiempo por uno de mis alumnos: un sendero submarino para recorrer con material de buceo. Resultó que la carga turística del sendero era mucho menor que la puramente ecológica del mismo. Pero, probablemente, existan otros casos en los que esto suceda, aunque lo normal es que sean los valores ecológicos los que se puedan ver afectados por un producto turístico mal diseñado. El peligro es que, la perdida de sus valores naturales conlleve, además, la pérdida de los turísticos.
 
En la primera etapa, accesos difíciles  ceupe

Ya he planteado en otras ocasiones que, además, el turismo de naturaleza está sometido a un proceso evolutivo muy bien estudiado por Butler y Walbrook en 1991 y completado por Burton en 1995. Este proceso tiene cinco etapas bien definidas, que van desde el descubrimiento de la zona, casi siempre de difícil acceso y normalmente por un grupo de científicos, hasta la construcción de carreteras pavimentadas y alojamientos, pasando por la llegada de grupos organizados por operadores turísticos, consolidación parcial de las pistas para vehículos todo terreno y uso generalizado de servicios. Básicamente, va cambiando el tipo de turista, que pasa desde los ecoturistas más ocasionales hasta los convencionales que requieren de comodidades y servicios importantes. Y también, por supuesto, se pierden parte de los valores que hacen del sitio un destino deseable. Dependiendo de las condiciones, sobre todo ambientales y ecológicas del lugar, habría que decidir en qué etapa detener el proceso.
 
Mantener las condiciones ecológicas, Laurisilva canaria  laprovincia

Decía al comienzo del artículo que, en determinados casos, este tipo de turismo puede ser justificable. La primera condición que cumplir es, por supuesto, la ecológica. Ya desde el año 1973 Maurice Strong se refiere a algunas de las condiciones que debe considerar lo que llama ecodesarrollo. Si consideramos la actividad turística como una posible vía para el ecodesarrollo, es básico intentar minimizar las agresiones sobre el medio natural de la zona sobre el que vayan a desarrollarse las visitas. También, utilizar estos recursos de forma solidaria con las generaciones futuras, y crear las técnicas adecuadas para su mejor utilización sin menoscabo de los mismos. Son criterios de preservación del recurso que hacen imprescindible una adecuada gestión ambiental con participación efectiva de las comunidades locales que son las que, en definitiva, van a hacer posible (o no) esta preservación.
 
Pueblos indígenas. Tzeltales mexicanos  mxcultura

La segunda condición, que dejo para su análisis en otro artículo (que prometo será pronto), estaría relacionada con su contribución al conocimiento de los pueblos y a su entendimiento mutuo. Pero esto es bastante complicado de conseguir en una sociedad de la (des)información global como la actual y en la que, más que la tolerancia, predominan las formas de imposición cultural. Sin embargo, hay que considerarla como un valor positivo más que puede ayudar a justificar este tipo de actividad. Y, además, como un activo muy importante.
         La tercera sería el reequilibrio de rentas. Ya he escrito también en otras ocasiones el problema ecológico planteado por los desplazamientos tanto de materiales como de personas. Sin embargo, algunos desplazamientos podrían ser asumibles si propician un trasvase de rentas entre las comunidades locales, generalmente más pobres, y los visitantes (de mayor capacidad económica). Conseguirlo no es nada sencillo ya que normalmente las operadoras turísticas no pertenecen a dichas comunidades, sino que se encuentran en los lugares de “emisión” de turistas. Esto se traduce en que las rentas generadas solo en una parte muy pequeña se quedan en el territorio de recepción, mientras que la mayor parte de los beneficios se van a las ciudades y grandes centros donde se encuentra el turista.
   
Los operadores turísticos deciden los destinos  radio21

Se trata de un tema crítico. A veces he utilizado la imagen de un “tubo” que conecta estos territorios objeto de deseo con las ciudades y los lugares donde están “los que desean”. Sin embargo, el hecho de la existencia de este tubo puede considerarse como una forma de colonialismo. Ya que no podemos desplazar el territorio hagámoslo nuestro. Y si es nuestro, las rentas producidas también lo serán. Bueno, algunas migajas pueden quedarse en las comunidades locales pero el grueso de los beneficios no. Por tanto, es imprescindible que la gestión quede en manos de dichas comunidades. Y ahí se plantea en muchos casos el impedimento principal. Si, de verdad, conseguimos que la gestión se quede en el sitio es probable que, además, se atienda al mantenimiento de las condiciones ecológicas. Entre otras cosas por aquello de “no matar a la gallina de los huevos de oro”.
 
Por un turismo más respetuoso con el planeta  sensitur

Todo esto nos lleva a que, generalmente, el turismo de naturaleza, dados los límites de carga ecológica y turística que suele presentar, desde el punto de vista económico entraría en el caso de rentas complementarias para la población local. Casi nunca se podría plantear como un turismo masivo que tuviera el carácter de renta principal. Otra cosa distinta, como he insinuado al comienzo, sería un falso turismo de naturaleza. Sucede en muchos lugares y, en realidad, se trata de un parque temático de “lo natural”. Parque temático que, en realidad, no es más que un artificio antrópico para simular la ilusión de que estamos en un medio no artificial. Un engaño. De todas formas, habría que preguntarse si no se trata de un engaño más respetuoso con el planeta que la verdad de un medio natural machacado por un turismo masivo que, en realidad, no busca naturaleza sino diversión y acomodo.
         El turismo de naturaleza es, por tanto, un producto muy especial que se diferencia bastante de otros tipos de turismo y que hay que tratar con mucho cuidado. Todo el mundo entiende que, por ejemplo, los turistas que vengan al Paisaje de la Luz recientemente declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, dejen una buena cantidad de dinero en Madrid. Pero se trata de turismo urbano a pesar de que algunos elementos naturales sean parte de su valor. En cambio, es más dudoso que eso ocurra, por ejemplo, en pequeñas localidades cercanas a Doñana. Aparte de las muy diferentes implicaciones ecológicas de ambos casos.








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