domingo, 3 de septiembre de 2023

¿Paisajes naturales?

En estos días en los que el turismo propicia millones de viajes sin tener claro, en muchos casos, el objetivo de tanto dispendio, con un aumento de la huella ecológica sin justificación, los traslados de la ciudad a la “naturaleza” y de la “naturaleza” a la ciudad son innumerables. Las fotos, los vídeos, los selfis, en lugares de naturaleza supuestamente virgen, inundan las redes sociales. En este contexto he pensado recuperar una parte de una antigua lección que impartía en las clases de paisaje ya hace algunos años. El tema se titulaba “Estudio del paisaje en medios poco transformados” y trataré de clarificar un poco la situación actual al respecto. Empezaré por la aparente dicotomía entre el paisaje natural y el paisaje urbano, tratando de llegar al primero a partir de la concreción del segundo.

Turismo de naturaleza (tirolina incluida)  mexicoinforma

La casa de campo de Petrarca en Francia tenía dos jardines: el dedicado a Apolo y que personificaba el control y la razón, y el dedicado a Baco que representaba la sexualidad y el instinto. Estos dos elementos, a decir de la mayor parte de los tratadistas, son básicos para entender el paisaje. La palabra lugar (el sitio), el topos griego, se refiere al paisaje natural como la morada de los dioses. Ausente de toda geometría, tiempo y distancia y, aparentemente, incomprensible para los humanos. Frente al topos se suele señalar al locus como algo geométricamente determinado en el que existe el tiempo y la distancia. Cuando se funda una ciudad se intenta introducir el control frente a la naturaleza. Por cierto, naturaleza que según Erik Swyngedouw, no existe, ya que se trata de un significante vacío, un invento acerca de un concepto indeterminado que está necesitando de una cierta reconsideración.

Apertura del "sulcus primigenius"  elblog

Ya en otros lugares del blog he reproducido la frase de Rykwert (refiriéndose a la fundación de la ciudad de Roma) que dice: “la parte más importante de todo el rito fundacional, del que ahora me ocupo, era la apertura del sulcus primigenius, el surco inicial”. Esta línea de separación entre lo que sería la ciudad y el resto del territorio era tan importante que los muros construidos siguiéndola eran sagrados, mientras que las puertas (únicos elementos de conexión con el exterior) estaban sometidas a las leyes civiles. La narración de la fundación mítica de Cartago por la reina Dido, en el interior del recinto delimitado por la unión de las finas tiras de su capa, adopta una forma similar. Esta fundación inicial nace con vocación de mantenimiento, de permanencia a lo largo de muchos años. Muros, murallas, cercas o fosos, van a establecer la separación entre dos mundos y van a permitir conocer de forma inequívoca las partes del territorio que estaban ordenadas de forma distinta.

La muralla medieval como límite, Ávila  mapaturistico

El límite se vincula a la identidad. Existen un "dentro" y un "fuera", no pocas veces sometidos a regímenes legales y de dominio ni tan siquiera parecidos. Dentro de este límite, la sociedad urbana construye un orden diferente del exterior. Manipula el espacio para dar lugar a unas estructuras distintas. Esta manipulación no es, inicialmente, gratuita, sino que responde a motivaciones más o menos conscientes. Para la sociedad urbana se trata, por una parte, de convertir un espacio natural cuyo comportamiento le resulta difícil de predecir en un medio mucho más sencillo de comprender, de relaciones conocidas, y que genere un espacio de certidumbre para llevar a cabo el conjunto de actividades que la definen como tal sociedad: domesticar (en el más preciso sentido de la palabra) la naturaleza.

Con el coche la ciudad se apodera de todo el territorio  latimes  

Históricamente llega un momento en que las cercas y las murallas desaparecen. Se trata de un momento muy importante en la historia de la Humanidad, aunque a veces, no seamos muy conscientes de ello. Si hasta la aparición del automóvil, y aún sin cercas ni murallas, la extensión de la ciudad estaba razonablemente controlada, este control desaparece cuando la práctica totalidad del territorio es accesible para el sistema urbano al generalizarse el uso del vehículo mecanizado privado en la práctica totalidad del mundo desarrollado. Se produce entonces un auténtico acorralamiento de la naturaleza que se bate en retirada. Hasta tal punto que, en muchos lugares, esta naturaleza virgen o no hollada ha desaparecido. En los años setenta del siglo XX, el ecólogo español Margalef dijo que el único lugar no antropizado de la Península Ibérica eran poco más de 100 hectáreas en Isaba (Navarra).

¿El parque nacional de Doñana naturaleza “virgen”?  larazon

En estas circunstancias, ¿qué sentido tiene hablar de paisaje natural? En la Unión Europea la práctica totalidad de los paisajes son paisajes antropizados. La mayoría muy antropizados y, algunos, escasamente antropizados. Por eso en el título del tema no se hablaba de paisaje natural, sino del paisaje de lugares poco transformados. Según Steenbergen y Reh, se puede analizar el paisaje como un objeto formado por, al menos, tres capas superpuestas y que interactúan unas con otras. La primera, que podríamos llamar del paisaje natural, refleja su historia geológica y viene representada por la flora y fauna endémicas, las áreas ecológicas o su sistema hidrológico. La segunda, que sería el paisaje agrícola resulta de la colonización del paisaje natural mediante el cultivo sistemático. Y la tercera, que sería el paisaje arquitectónico, aparece como consecuencia del proceso de urbanización.

Almería, cultivos bajo plástico  lavozalmeria

El problema con que nos enfrentamos en este siglo XXI es que esta tercera capa está terminando con las otras dos. La primera, en algunos países, ha quedado reducida a reservas que se cuidan y se miman como una rareza debido a su escasez. Respecto a la segunda (la agricultura) que en principio se entendía tal y como se ha definido aquí a partir del paisaje natural “utilizado”, cada vez más se entiende como una forma de urbanización en la cual lo de menos es el territorio (así, por ejemplo, sería caso de los cultivos bajo plástico, los sistemas de riego por goteo o aspersión, los sistemas de abono. los plaguicidas rociados desde avionetas, o la llamada agricultura vertical). En realidad, cuando hablamos de “paisaje natural” ¿a qué nos estamos refiriendo? Sobre todo porque incluso, en los paisajes menos antropizados aparece la huella humana de una forma muy clara, entre otros factores, debido a los cambios producidos por la crisis climática.

Visitas al Parque Nacional del Teide  cadenaser

La confrontación entre el paisaje natural y el urbano en muchos lugares del mundo ya no existe. Hasta el llamado paisaje natural está controlado (visitas y accesos restringidos, sistemas de vigilancia vía satélite, control de incendios, etc.) y, en cualquier caso, está ordenado, organizado y ya no se trata de la morada de los dioses, sino en el lugar donde hacerse un selfi. Sin embargo, todavía es conveniente, a efectos didácticos, seguir considerándolo como una capa más en la conformación del paisaje de nuestros territorios. Esta separación radical entre el orden de la naturaleza y el orden urbano a la que me he referido anteriormente, ha hecho que la ciudad haya vivido, de forma más o menos consciente, de espaldas a la naturaleza. Se trataba, en buena medida, de construir un espacio controlado. Un espacio predecible y seguro frente a la aparente irracionalidad del espacio natural.
 
Jardines de Versalles  lavanguardia

La ciudad era el reino de las personas, mientras que los árboles, los ríos, las nubes, los animales, eran el reino de los dioses. Sin embargo, esta separación significaba la negación de todo aquello de donde se procedía. Porque la humanidad, antes de volverse urbana y sedentaria había sido campesina y, antes todavía, nómada. La naturaleza había sido su cuna. Este recuerdo ancestral probablemente sea la causa de la aparición, ya desde las primeras ciudades, del jardín. El jardín es, en cierta medida, esa naturaleza domesticada, ordenada según reglas urbanas, que permite a los ciudadanos recordar su origen y mantener su identidad. De ahí que, mirando al jardín, estemos en condiciones de encontrar algunos de los elementos básicos del paisaje natural. Por lo menos de aquellos compresibles por casi todos.

El jardín del Edén  polired

Existe probablemente un ideal de belleza común que tiene que ver con el Paraíso perdido, con el Edén, que aparece de una forma u otra en casi todas las culturas y religiones. Según el Génesis: “Yahveh Dios plantó un vergel en Edén la oriente, para colocar allí al hombre que había formado, e hizo suerte de árboles gratos a la vista y buenos para comer y, además, en medio del vergel, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal brotaba del Edén un río para regar el vergel, y desde allí se dividía y formaba cuatro brazos...”. En la tradición cristiana de la Edad Media el Paraíso suele ser de forma circular, cerrado por una muralla, con la fuente de la vida y dos árboles. Lo que importa es la forma circular, ideal celeste, la naturaleza perdida, frente a la forma rectangular de la ciudad de Jerusalén. Y la naturaleza encerrada, el jardín representación de la naturaleza en recuerdo de aquella primitiva naturaleza humana.

“El paraíso” Cosmografía Universal 1559  elblog

El jardín geométrico pertenece por tanto a Apolo y como tal se mantiene hasta el siglo XVIII en el que se produce un auténtico cambio y lo irregular, las curvas, lo espontáneo (en cierta medida) se empieza a introducir en el jardín. El jardín romántico, el jardín de Baco, es el precursor de lo que vendrá. A lo largo del siglo XIX surge un movimiento de interés por la naturaleza que ya había sido propiciado en el siglo anterior por la aparición de los llamados “viajes de recreo” con la finalidad de realizar excursiones para contemplar un paisaje (se fomenta también el montañismo) más relacionado con esa naturaleza difícil de controlar. Pero ya en el año 1810, Wordsworh en su Guía del distrito de los lagos en el norte de Inglaterra, señalaba la posibilidad de destrucción antrópica de esa misma naturaleza.

Monumento a Thoreau cerca de la réplica de su casa  elblog

El terreno estaba abonado para la aparición de figuras como la de Thoreau que propone, en Estados Unidos en el 1858, la creación de las Reservas Nacionales para la protección de los animales salvajes y el recreo de los visitantes. Pero es Olmestd quien en el año 1864 crea el parque de Yosemite para dedicarlo a parque público. Se trata de la primera área de interés paisajístico dedicado al disfrute público. Luego, John Muir consigue en 1916 la creación del “Servicio de Parques Nacionales”. El urbanita se empezaba a sentir seguro y las ciudades derribaban sus murallas y se empezaban a expandir, primero con timidez, y luego de forma brusca, sobre el territorio. En algunos lugares la situación se empezaba a invertir y ahora era necesario preservar lo que quedaba de naturaleza. El principio era el mismo que con los primeros jardines: la Humanidad necesitaba preservar sus orígenes.

Parque Nacional de los Lagos de Covadonga  elpais

Sin embargo, el sentido del jardín cambia. Ya no es la naturaleza controlada sino un sucedáneo que tiende a considerarse como un equipamiento urbano más. Es así como surgen las “zonas verdes”. En los confines de la ciudad, e incluso más lejos, aparecen “los parques” con una serie de connotaciones bien distintas a las de las áreas ajardinadas. Y todavía más allá, los grandes parques naturales y las reservas, testigos cada vez más reducidos de los que antes fue “la naturaleza”. En Europa los primeros países que cuentan con parques nacionales son Suecia (1909) y Rusia (1912). En España fuimos de los primeros al aprobarse en el año 1918 la creación del Parque Nacional de los Lagos de Covadonga. Por cierto, estamos hablando de la percepción de la naturaleza, esa cosa que según Swyngedouw no existe. El paisaje natural se convierte entonces en una suerte de metáfora de algo que no tenemos muy claro qué es, pero a donde es necesario ir para hacerse un selfi, aunque con ello contribuyamos a su destrucción. Pero claro, dado que no existe, no estamos destruyendo nada.


Nota 1.-El trabajo de Swyngedouw al que me he estado refiriendo en varios lugares del artículo se puede encontrar en muchos sitios. El enlace que va a continuación es de la revista URBAN (de la que he sido director un tiempo) y la referencia es: Swyngedouw, Erik: “¡La naturaleza no existe! La sostenibilidad como síntoma de una planificación despolitizada”, URBAN nº 1, 2011, pp. 41-66, Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio, UPM, Madrid.

Nota 2.-La cita sobre el sulcus primigenius está sacada de Joseph Rykwert: La idea de ciudad, antropología de la forma urbana en el Mundo Antiguo, Blume, Madrid, 1985, pág. 60.

Nota 3.-El método de análisis en tres capas superpuestas (paisajes natural, agrícola y arquitectónico) aparece propuesto en Steenbergen, C. y Reh, W.: Architecture and Landscape, Prestel, The Netherlands, 1996.